Ya en campaña el entonces candidato Gustavo Petro y la candidata Francia Márquez hablaron de crear un Ministerio de Igualdad liderado por ella desde el que trabajarían para proteger los derechos de jóvenes, víctimas del conflicto, personas con discapacidad, personas en situación de pobreza, campesinos y habitantes de calle; para erradicar las violencias contra la población LGBTIQ+; para eliminar las profundas desigualdades étnicas y sobre todo, como lo prometió el presidente Petro en su discurso de posesión, para gobernar con y para las mujeres. El 18 de octubre, en un acto en el Congreso al que asistieron las figuras más visibles del nuevo gobierno, se radicó el proyecto de ley 222 para la creación del Ministerio de Igualdad.
En su artículo 6 se lee: “Créase el Sistema Nacional de Cuidado”. Su objetivo será reconocer, redistribuir, reducir y recompensar el trabajo doméstico y de cuidado.
Pero tras 100 días de gobierno, aparte de la radicación del proyecto de ley, no hay mucho más que apunte a su consolidación.
“El gobierno no ha avanzado en el Sistema Nacional de Cuidado”, dice Javier Pineda, profesor del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider), de la Universidad de Los Andes. “Ha avanzado en conversar, pero yo no he sabido de ninguna decisión. Sé que la vicepresidenta está trabajando el tema y que sus asesoras están recogiendo ideas”.
Alejandra Trujillo, coordinadora de proyectos de Fescol y experta en economía del cuidado y relaciones laborales, agrega: “Creo que todavía no es claro cuál va a ser la ruta del gobierno para construir y poner en funcionamiento el sistema ni cuál será la entidad a cargo de esa ruta. Se ha dicho que es responsabilidad del Ministerio de Igualdad, pero el ministerio todavía no existe”.
Aun con iniciativas legislativas y ministeriales recientes que podrían dirigirse al tema del cuidado y aun reconociendo que 100 días es poco, Trujillo insiste en la necesidad de tener alguna certeza. Esas certezas, sin embargo, no parecen llegar y por el contrario hay más preguntas: ¿Qué quedará en el Plan Nacional de Desarrollo sobre cuidado? ¿Qué tanto se integrarán las medidas que ya se han adoptado y probado en ciudades como Bogotá y Yopal? ¿Y qué tanto se tendrá en cuenta el trabajo comunitario, rural y de organizaciones sociales de mujeres? ¿De qué manera participará el sector empresarial? ¿Cuándo arrancará el sistema?
¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidado?
Cocinar, limpiar, barrer, lavar, coser, arreglar la ropa, hacer compras, atender a los niños y niñas del hogar, a ancianos y a personas enfermas, dependientes o con discapacidad, vestirlas, bañarlas, ayudarles a comer, llevarlas al médico: la lista de tareas del trabajo doméstico y de cuidado es enorme y varía según factores territoriales y demográficos. El trabajo puede ser remunerado o no remunerado. En ambos casos —con condiciones laborales que suelen ser precarias en el primero y sin recibir un peso a cambio en el segundo— quienes lo realizan son niñas y mujeres. Según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, en Colombia las mujeres emplean 7 horas y 44 minutos de su día en el trabajo en el hogar, mientras que los hombres dedican 3 horas y 6 minutos.
“Creo que todavía no es claro cuál va a ser la ruta del gobierno para construir y poner en funcionamiento el sistema ni cuál será la entidad a cargo de esa ruta» — Alejandra Trujillo
A su vez, 47 % de las trabajadoras del cuidado no remunerado también está en el mercado laboral —con frecuencia en la informalidad— y solo 22 % cuenta con seguridad social. Ellas tienen menos posibilidades de conseguir ingresos propios, de cambiar de trabajo, de participar en política y de recibir una pensión, sin contar con la falta de tiempo para estudiar, divertirse, descansar y cuidar de ellas mismas. En 2017 el Centro de pensamiento Cuidado: eje esencial de las políticas de bienestar, equidad y calidad de vida, de la Universidad Nacional, elaboró un perfil de quienes cuidan en Colombia a partir de una muestra de 1.300 personas de diferentes regiones del país: mujeres entre 20 y 40 años, madres cabeza de hogar, con un nivel educativo bajo, que llevan al menos cinco años de su vida empleando hasta diez horas diarias a cuidar.
“En general el perfil es de vulnerabilidad”, comenta Lorena Chaparro, doctora en Enfermería, profesora e integrante del centro de pensamiento. “Vemos que las cuidadoras terminan siendo pacientes: desarrollan cuadros de orden emocional y psicosocial. La sobrecarga les genera ansiedad y depresión”.
Se ha dicho en distintos escenarios: el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado equivale al 20 % del PIB, lo que significa que, si se pagara, sería el sector más importante de la economía nacional. Para eso es necesario un cambio que, curiosamente, coincide con lo trazado en el programa de gobierno 2022-2026 «Colombia: potencia mundial de la vida”. Aspectos como la primera infancia, la lucha contra el hambre, la producción campesina o la defensa del medioambiente también tienen que ver con el cuidado.
La ONU y la OIT han indicado hacia dónde debe dirigirse ese cambio. En Colombia la Mesa Intersectorial de Economía del Cuidado, conformada en 2014 por organizaciones de la sociedad civil, hace incidencia para que el cuidado sea un derecho; para que el trabajo que demanda sea redistribuido entre el Estado, el mercado, los hogares y la comunidad; para que las trabajadoras tengan salarios dignos y garantías laborales y para que todo esto se conjugue en un Sistema Nacional de Cuidado.
¿Qué debería tener el Sistema Nacional de Cuidado?
“Un sistema debería tender a resolver, facilitar y redistribuir los cuidados entre los integrantes de la sociedad”, dice la economista Paola García Ruiz, especialista en economía del cuidado.
“Un Sistema Nacional de Cuidado es un rompecabezas”, observa la enfermera Chaparro. Aunque dependa de una sola entidad, sus funciones y alcance cobijan todo el aparato estatal. Chaparro anota que el Sistema Distrital de Cuidado de Bogotá, liderado por la Secretaría de la Mujer y único en su tipo en el país, tiene un enfoque feminista, pero que otros se centran en la salud. Para ella, el del gobierno Petro-Márquez apostará a un enfoque social dirigido a grupos vulnerables.
“El perfil es de vulnerabilidad. Vemos que las cuidadoras terminan siendo pacientes: desarrollan cuadros de orden emocional y psicosocial. La sobrecarga les genera ansiedad y depresión” — Lorena Chaparro
Alejandra Trujillo dice que es necesario que el sistema colombiano sea público, paritario, con una perspectiva territorial que integre las particularidades y carencias de cada región y feminista. En eso concuerda García Ruiz, para quien un sistema construido desde la economía feminista tendría como objetivo principal la sostenibilidad de la vida. A su vez, Javier Pineda, del Cider, propone que sea un asunto de salud. “Que las madres tengan la confianza de descargar el cuidado de una niña o niño con discapacidad a alguien que vaya a su casa. Hoy las EPS no lo hacen y por eso están llenas de tutelas”, explica.
Según Daniel Duque y Angélica Nieto, investigadores del Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, el Sistema Nacional de Cuidado debería tener ocho componentes: enfoque de género interseccional, integración del gobierno central con los territorios, un programa de sensibilización ciudadana, recursos, atención a quienes cuidan y a quienes son cuidados, alianzas con el sector privado, mecanismos para medir los impactos y pilotos en las regiones.
¿El Ministerio de Igualdad es la entidad más idónea para consolidar el sistema?
De ese posible enfoque tendría que encargarse el Ministerio de Igualdad —además de la amplísima variedad de otros asuntos que estarían bajo su atención— por lo que la duda sobre si no es demasiado para una sola entidad, si no se trata de un caso de abarcar mucho para, al final, no abarcar nada, quizás sea válida.
Al respecto, los investigadores del Observatorio Fiscal señalan que, aunque les parece importante que surja un ministerio para ayudar a corregir las desigualdades históricas de manera interseccional, podrían generarse tensiones alrededor de los recursos destinados. El punto no es menor porque si algo requiere un Sistema Nacional de Cuidado es presupuesto.
Trujillo menciona otro asunto: “Es interesante tener un enfoque de igualdad que incluya interseccionalidad étnica y racial más allá de la de género. Pero también es un riesgo”. Se refiere al anuncio del gobierno de que, entre otras, la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer pasará al Ministerio de Igualdad. “La consejería es una conquista de la lucha feminista y cuando me dices que ya no va a existir, que pasa al ministerio donde habrá un sinnúmero de gestores, uno empieza a discutir que las mujeres no somos un sector, sino la mitad de la población”.
Tampoco es claro qué representante o institución da cuenta de los avances sobre el sistema mientras el ministerio —que aún no pasa por el primer debate— se concreta.
Cerosetenta intentó comunicarse con Vicepresidencia, pero no obtuvo respuesta. Tampoco por parte de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer. Sin embargo, la semana pasada, la consejera Clemencia Carabalí —que además ha cumplido un papel de escucha y acopio en las mesas de mujeres de los Diálogos Regionales Vinculantes— participó en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, realizada en Buenos Aires, donde intervino sobre el tema: “La construcción del Ministerio de Igualdad y del Sistema Nacional de Cuidado hacen parte de las principales apuestas del presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez”, aseguró. “Sabemos que para lograr la verdadera igualdad y la paz es necesario transitar hacia un nuevo estilo de desarrollo que priorice el cuidado de la vida”.
Entre tanto, la senadora del Pacto Histórico María José Pizarro, presidenta de la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer del Congreso, respondió por escrito a Cerosetenta: “La radicación del proyecto de ley para crear el Ministerio de Igualdad con mensaje de urgencia es un avance significativo y esperamos que la discusión llegue pronto a las comisiones primeras conjuntas para que sea una realidad”.
¿Y por ahora?
En su libro Feminizar la política, la exsenadora y excandidata a la Vicepresidencia Ángela María Robledo enumera ciertos progresos de gobiernos anteriores en torno a la consolidación de un Sistema Nacional de Cuidado. Por ejemplo, la ley 1413 de 2010, cuyas autoras son las hoy ministras Cecilia López y Gloria Inés Ramírez, con la que se creó la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo y se incluyó al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en el Sistema de Cuentas Nacionales lo que permitió medir su contribución a la economía. También está la aparición del cuidado en los últimos Planes Nacionales de Desarrollo, la elaboración en el gobierno Santos de un borrador de política pública —que haría parte del sistema— y la promesa incumplida del gobierno Duque de aprobar esa política. Este último inauguró una Comisión Intersectorial del Cuidado encargada de sentar las bases del sistema, pero que, hasta ahora, no ha conseguido mucho.
Quizás otra medida importante, aunque no estructuralmente definitiva, sea el anuncio que el presidente Petro hizo este 8 de noviembre sobre la entrega de un subsidio de 500 mil pesos mensuales a madres cabeza de hogar. “Esta es la primera medida para superar la pobreza”, señaló el presidente tras haber encabezado una Mesa de Equidad Extraordinaria en la que estuvo la directora del Departamento para la Prosperidad Social, Cielo Rusinque.
¿El subsidio para madres cabeza de hogar puede considerarse un avance en términos de cuidado, es decir, de todo aquello necesario para que la vida subsista?
“Creo que es un reconocimiento interesante al estar focalizado en una porción de las mujeres. Pero debemos preguntarnos si el gobierno solo entregará esos 500 mil pesos o si además propondrá algún tipo de programa que permita la autonomía económica de estas mujeres”, comenta Alejandra Trujillo.
Para ella, aunque la medida es útil en el contexto de pospandemia —en el que las mujeres con hijos menores de seis años tienen la tasa de ocupación más baja del mercado laboral— de quedarse únicamente en eso corre el riesgo de ser demasiado asistencialista. “El presidente Petro siempre ha tenido una mirada de cuidado muy parcial y enfocada en el cuidado de los niños”, apunta Trujillo.
Pero el cuidado es tanto más que eso.