“Las células tienen el poder de transformar una ciudad angustiada en una urbe con calidad de vida”. Así comienza el artículo publicado por El Tiempo que trata de informar sobre el secreto para vivir sin miedo y sin estrés en una ciudad como Bogotá. El gran problema es que el método que aquí se describe para lograr dichos fines no tiene ningún rigor científico que permita corroborar su efectividad.
Activar el ADN cuántico por medio de vibraciones para lograr comprender y manejar el estrés es el punto de partida de este método que se describe como un nuevo estilo de vida. Pero qué es el ADN cuántico y a qué se refieren con activar el ADN son algunas de las dudas que surgen al momento de analizar una publicación como esta.
El uso del término ADN cuántico al que hacen referencia no es del todo claro; no hay una definición precisa y concisa que le permita al lector entender de qué están hablando. Este término, que no es utilizado por los genetistas, es equiparado con el de ADN basura, pero científicamente no resulta clara dicha comparación. Sabemos que entre el 1% y el 3% de nuestro genoma codifica proteínas y aproximadamente el 45% es ADN que regula la expresión de estas proteínas; esto equivale al porcentaje de nuestro genoma que mejor comprendemos. De otra parte, alrededor de un 50 – 55% del genoma no lo comprendemos muy bien y esto es lo que en términos coloquiales se ha llamado ADN basura. Se llama así porque se trata de regiones que hemos adaptado de virus y bacterias de diferentes organismos que se han embebido en nuestro genoma y no sabemos si realmente pueden tener una función especial o si simplemente llegaron ahí sin ninguna lógica particular. De ahí que el término sea poco utilizado.
La información que se presenta en este artículo no es del todo precisa, pero sobre todo no está científicamente validada
La ciencia se ha encargado de comprender las regiones que pueden tener una función a nivel de nuestro genoma y estas son las zonas que estudiamos para ver cómo se están afectando. Con el método de “activación del ADN cuántico” se pretende relacionar el estrés con el estado de la célula, pero ese “estado” nosotros no lo podemos estudiar, es muy complejo. Comprender tres mil millones de nucleótidos, saber qué está pasando con todos estos en el momento en que una célula se estresa y reconocer qué efecto puede tener eso a nivel del comportamiento de la célula, es algo que todavía no estamos en capacidad de hacer. Los genetistas estudiamos regiones muy puntuales del ADN, algunas de las cuales sabemos que están relacionadas con el estrés. Este no es precisamente el caso del ADN cuántico, o según el artículo del ADN basura, del que no sabemos prácticamente nada.
A esto se suma la imprecisión relacionada con la expresión “activación del ADN”. Desde la genética, cuando se habla de activar regiones del ADN, hablamos de activar la expresión de diferentes genes. Tenemos en cada una de nuestras células la misma cantidad de ADN y la misma estructura. Si embargo, no todas las células expresan las mismas proteínas. Es decir, las células del ojo van a expresar las proteínas que están asociadas con la visión y no necesitan expresar las relacionadas con la audición, por ejemplo. Cuando nos referimos a activar la expresión se trata de un proceso que está altamente regulado por unos mecanismos específicos.
Queda claro entonces que la información que se presenta en este artículo no es del todo precisa, pero sobre todo no está científicamente validada. La consideración de la activación del ADN cuántico no tiene unas referencias que permitan verificar si esa información que están dando es real. Aparentemente no cuentan con ningún rigor académico y si se va a las bases de datos científicas donde se publican los artículos de alto impacto, el término ADN cuántico no aparece por ninguna parte.
No obstante, no se puede desconocer que quienes trasmiten estas ideas suenan muy convincentes y que quienes no conocen del tema resultan entonces desinformados. Es importante que esto no ocurra. No resulta conveniente crear falsas expectativas de posibles soluciones a los problemas que puede traer vivir en grandes ciudades como Bogotá.
*María Claudia Lattig es profesora del Departamento de Ciencias Biológica de la Universidad de los Andes y experta en genética.
[Las consideraciones expresadas en esta nota no representan necesariamente la opinión de la Universidad de los Andes]