La luz, la pereza y la dualidad en ‘Dios y la Mata de Lulo’, el nuevo disco de Nicolás y Los Fumadores

La banda bogotana lanzó hace un par de meses su segundo disco tras 2 años de silencio. ‘Dios y la mata de lulo’ o ¿qué hacer en caso de que haya perdido la luz’ llegó para acompañar la madurez e incertidumbre de una juventud colombiana recién salida de pandemia y enfrentada cara a cara con el desempleo, la depresión y la falta de inspiración.

por

Nicolás Gómez Ospina

@ngospina14

Periodista cultural. Investigador en Debate la Cultura de Canal Capital y Project Manager en ONErpm Latino.


03.06.2022

Fotos cortesía de la banda

“Qué vergüenza con ustedes”
– Bio de Martín de Francisco en Twitter.

El 2018 fue un año efervescente que vio la aparición de un número de presentaciones musicales y artísticas en el circuito independiente con nombres claves como Ha$lopablito, Quemarlo Todo Por Error, Margarita Siempre Viva y Nicolás y Los Fumadores, una banda de amigos del colegio que decidieron que escribir sobre el fracaso estaba bien. Con su disco Como pez en el hielo (2018), demostraron que otras narrativas que se alejan de lo aspiracional también resonaban en muchas personas que estaban viviendo sus años universitarios. Ahora, con Dios y la mata de lulo, siguen caminando con su público original y se adentran en el mundo del desempleo, la depresión, la desazón y la falta de inspiración.

Tras fumar muchos cigarrillos, comernos una pizza y tomarnos algo, me senté a hablar con ‘Los Fumis’ en la terraza de Juan Carlos Sánchez, baterista y por momentos vocalista de la banda. Charlamos sobre algunos conceptos transversales que son recurrentes en el disco y que dan luces para entender tanto el disco como a sus fans, que han crecido a la par y que pasaron con su música la tragedia de la pandemia. Y es que este, según ellos, es un disco que salió dos años tarde y que recoge esa primera gran ola de su historia que no pudo llegar a la orilla a tiempo “por pura depresión, por pura inmovilidad”. 

Además de por Sánchez —que también es el encargado de chistes, ferias y concursos—, la banda está conformada por Santiago García (el Profe), voz y guitarra, Luis Felipe Torres (Satán), bajista y Nicolás Correa (Nicólas), guitarrista principal. Entre todos componen las letras de las canciones partiendo, casi siempre, de una melodía o base musical propuesta por Nicólas. En esta misma terraza que nos sentamos en el norte de Bogotá se sentaron muchas noches de pandemia a tirar ideas al aire para completar un disco que ya estaba en borrador antes de 2020 y que por tristeza, angustia o pereza lograron sacar adelante en este 2022.

Dios y la mata de lulo o ¿Qué hacer en caso de que haya perdido la luz? es el segundo disco de estudio de estos bogotanos y es una invitación a hablar de lo supremo y lo terrenal. Incluso, para Correa,  el nuevo disco “es un tránsito entre los espacios comunes físicos de cualquier persona (su casa, su oficina) y pasar de ahí a los videos de la cabeza que cada uno tiene. Son esos momentos de ansiedad donde uno puede estar en un lugar físico, pero realmente está como metido en sí mismo solamente”. 

En este disco, como ellos cuentan, intentan desmarcarse levemente del sonido que los caracterizó en su primer disco Como pez en el hielo. Ya no son ese sonido calcado al 2 de Mac DeMarco porque ya no son esas personas. Ahora, lejos de esa primera obnubilación causada por el canadiense y su obsesión por los cigarrillos, la banda bogotana se ha preguntado por sus inspiraciones iniciales y esos primeros artistas que los hicieron acercarse a la música hace años. 

Curiosamente, en este disco se pueden escuchar referencias sonoras muy cercanas a lo hecho por The Cure, Edson Velandia o incluso Luis Alberto Spinetta. Estas exploraciones se sienten mucho más arraigadas en los bogotanos y le dan al disco un aire maduro y decepcionado que aún habla de temáticas cotidianas y capitalinas.

“En ese primer disco hablábamos del miedo de volvernos viejos y durante la pandemia hubo un momento en el que nos dimos cuenta de que ya estábamos más viejos, calvos y gordos”, dice Garcia. “Yo creo que el sonido de la banda se engordó con nosotros”, aclara Sánchez.

Buscando andar ese camino que proponen y explorar los conceptos que usan, hablamos sobre la luz, la pereza, la dualidad y la mala música con Nicolás y Los Fumadores.

LA LUZ

Durante todo el disco e incluso en el título del mismo está presente la luz. La luz como salvavidas, como esperanza o inspiración siempre coexistiendo con la oscuridad o la parálisis de no poder hacer nada. Desde el primer hasta el último corte coquetean con la idea de haber perdido la luz que en algún momento sintieron, como muchas cosas en los últimos dos años, y que se les escapó entre los dedos como la canción de Gianluca Grignani.

Sánchez apunta que “si bien nunca tuvimos en la cabeza lo del álbum pandémico, la pandemia sí nos apagó y nos detuvo a muchos niveles. Todo el tiempo tuvimos una sensación de que veníamos en un momento muy luminoso donde estábamos haciendo lo que nos gustaba: tocando y estaba funcionando el proyecto y de la nada todo: puf, se apagó”. Esa misma sensación de un impulso detenido se siente en el disco, que tiene pocos espacios de clímax absoluto. El clímax se siente controlado y temeroso en cada canción, como quien logra una victoria pequeña.

García también habla de la luz como energía y lo complicado que fue, una vez quietos, volverse a mover creativamente. “La banda iba como una máquina y de repente se apagó y luego volver a iniciarla… Es como un carro que uno prende y no va de una a 100, sino que toca coger momentum otra vez”, dice.

Una luz que muchas veces buscaron en esta misma terraza en la que estamos sentados acumulando cigarrillos en ceniceros. “Veníamos y nos sentábamos a mirarnos las caras hasta que alguien, por lo general yo, dijera alguna cosa para empezar a pensar en nuevas letras”, dice Satán. “Usted fue el que nos trajo la bio de Martín de Francisco, eso fue más que suficiente: Qué vergüenza con ustedes”, dice Santiago. Esa luz que perdieron volvió a aparecer en este segundo disco y, de hecho, en el último mes Los Fumadores han empezado a escribir música nueva desde cero, un proceso que no enfrentaban desde 2019.

DUALIDAD

Siguiendo esta línea de la luz y la oscuridad, la banda había pensado en un principio llamar este disco Sol de Lluvia, una forma para hablar de esos momentos tan bogotanos en que el arcoiris se rehúsa a salir a pesar de que la lluvia y el sol coexisten y huelen a pavimento mojado. La inmovilidad y el afán por moverse confluyen en el viaje que nos propone Nicolás y Los Fumadores en ‘Dios y La Mata de Lulo o (¿qué hacer en caso de que haya perdido la luz?)’.

Pero en especial, sin querer hacer un disco pandémico, hablan de un antes y un después que invita sonoramente a recorrer la vida y la muerte en el disco. Desde “Dios y la Mata de Lulo”, el intro instrumental que termina abriendo, “El Sol”, se siente como si la banda nos agarrará de la mano para recorrer nuestros infiernos más profundos. “Que todos bajen a su infierno, una vez por lo menos”, se escucha decir al baterista en una de las canciones.

La dualidad está presente también en la forma en que seleccionaron el orden de las canciones. “No queríamos que el disco terminara con “Último Servicio” (aunque fuera lo más obvio) porque nos parecía un poco catastrófico, entonces el álbum termina con “La Fe” que invita a pensar en el futuro o en el más adelante”, señala Sánchez. 

Para ellos la frase que sintetiza mejor el álbum es una que se encuentra en “Último Servicio”, la canción que narra lo que muchas veces mirando por la ventana de un Transmilenio a cualquiera se nos pasa por la cabeza y que reflexionan así: “Por más que llueva, siempre escampa, por más que escampe vuelve a llover. Como que siempre hay lugar para la esperanza, pero siempre hay lugar para el pesimismo”. 

LA PEREZA

Este disco habla también de la pereza, de la parálisis, de la imposibilidad de pararse de la cama a sentir que no se avanza en los planes de vida o en los proyectos. La pandemia pudo convertir muchos meses en un borrón de tiempo donde los días se mezclaban con las noches en vela y los proyectos se pusieron en una pausa forzada. Una pausa o modorra que fue difícil de sacudirse aún con la reactivación. Sobre superar esta parálisis la banda tuvo que aprender a los golpes enfrentando el miedo de no volver a encontrar la luz.

“En algún momento oscuro de la pandemia tuve miedo porque sentí que mi sueño se había acabado. Que iba a terminar trabajando en un call center para después irme a Canadá y despedirme de lo que habíamos construído. Creo que tuve que caer en cuenta de que teníamos todo para hacerlo y que no había nada que nos detuviera. El mejor truco para la pereza creo que es tomar decisiones”, cuenta Correa sobre eso.

Para El Profe, “más que pereza creo que cuando uno está mal de ánimo, por más que lo intente, uno no es capaz de hacer ni mierda. Parce, en la pandemia me costó mucho trabajo levantarme a existir, era como: me quiero quedar dormido todos estos dos años”. Este es un tema que puede verse perfectamente en “El Sol”, una suerte de elegía a esa parálisis que empieza declarando: “¿Cómo fue que se pasó todo este tiempo?”.

Para Sánchez es mucho más claro, este disco respondió a una necesidad expresada por el santo Job en la Biblia: “Si hablo, me duele; y si dejo de hablar, no me deja de doler”. “Nos dimos cuenta de que teníamos que trabajar con lo que había, con lo que teníamos por dentro y, casi siempre, lo que hay por dentro es vergonzoso, digamos: la pereza o  la sensación de mediocridad”, señala. Eso que tienen por dentro y que comparten con esas personas que en 2018 se sintieron representadas por su primer disco y que ahora mutan  en un espectro de emociones y experiencias envueltas en el universo de la precariedad del joven bogotano. 

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Nicolás Gómez Ospina

@ngospina14

Periodista cultural. Investigador en Debate la Cultura de Canal Capital y Project Manager en ONErpm Latino.


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@ngospina14

Periodista cultural. Investigador en Debate la Cultura de Canal Capital y Project Manager en ONErpm Latino.


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