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La inquietante tregua de diciembre en Tumaco

En diciembre, los homicidios cayeron en Tumaco. Aunque por ahora todos sacan pecho por los resultados, la gente lo atribuye a un pacto entre los dos grupos armados más grandes y violentos para proteger al narcotráfico. El pacto, sin embargo, es frágil y aún no se sabe cómo reaccionará la fuerza pública.

por

Natalia Arenas


14.01.2019

Empecemos con un recuento.

En 2018, Tumaco —un municipio de 200 mil habitantes, el más grande en área de Nariño, el segundo puerto sobre el océano Pacífico y el primero en número de cultivos de coca en todo el país—, sumó 248 homicidios, 26 más que en 2017 y 96 más que en 2016. Mientras en 2017 su nombre llegó a las portadas de los principales medios nacionales por la masacre de seis campesinos (por la que están respondiendo miembros de la fuerza pública) que se oponían a la erradicación de cultivos ilícitos, en 2018 vivió el secuestro y asesinato de los tres periodistas del diario El Comercio de Ecuador, la voladura de torres de energía que dejó al municipio sin luz durante varios días, el asesinato de tres agentes del CTI en plena carretera Tumaco-Pasto, el asesinato de tres personas y cinco heridos durante el enfrentamiento –a plena luz del día– de dos lanchas durante el Carnaval de Fuego, el secuestro y asesinato de una pareja de ecuatorianos, el asesinato de los líderes Holmes Niscué de la comunidad indígena awá y James Escobar del consejo comunitario afro de Alto Mira y Frontera, entre otros.

Tumaco, sin embargo, acaba de vivir las fiestas de Navidad, fin de año y Reyes más tranquilas en su historia reciente: dos homicidios en la zona rural y cero en el casco urbano. Esto según cifras de la Policía Nacional con corte al 10 de enero. Son siete homicidios menos que los que hubo en el mismo período de 2018. La cifra se redujo sobre todo desde diciembre cuando hubo 11 homicidios, el número más bajo de todo el año.

“Desde hace más de 20 años la comunidad tumaqueña no pasaba un diciembre tan sano, tan próspero. Esta es una administración que cada día muestra más gobernanza, hay una autoridad municipal que está conduciendo bien los caminos del distrito”, dijo el pasado 3 de enero el alcalde encargado Jhon Jairo Preciado, que además le agradeció al Ejército y a la Policía por estos resultados. Preciado, cabe recordar, llegó al cargo a finales del año pasado en reemplazo del alcalde Julio César Rivera que fue capturado por el CTI por un presunto hecho de corrupción el 20 de diciembre.

Al otro día a Preciado lo desmintió el líder social Uberley Ramírez por Facebook:  “Se están ganando indulgencias con penitencias ajenas”, dijo. Y reveló que, en realidad, la histórica disminución de los homicidios en Tumaco se debe a una tregua que acordaron los dos principales grupos armados que operan en el municipio: el Frente Oliver Sinisterra, que hasta el 22 de diciembre estuvo en cabeza de alias ‘Guacho’ y hoy está en manos de alias El Gringo, y las Guerrillas Unidas del Pacífico, que hasta julio estuvo en cabeza de alias David (también dado de baja por el Ejército) y que hoy está comandado por alias ‘Borojó’.

Cerosetenta confirmó la tregua con tres fuentes del sector humanitario (una de ellas participó directamente en la reunión de la que surgió) que pidieron la reserva de sus nombres por seguridad. Ellos, también, desmienten al alcalde encargado.

“La Fuerza Pública no puede atribuirse esos logros porque si no hubiera sido por los acuerdos, hubieran seguido las altas cifras de homicidios que hubo en los anteriores meses del año”, dijo una de ellas.

Una tregua (para el narcotráfico)

Además de la inusitada paz que está viviendo Tumaco, el pacto entre los dos grupos que más violencia estaban generando significa un respiro para el negocio del narcotráfico, que es precisamente la razón a la que dos fuentes atribuyen para haber logrado el acuerdo.

La incertidumbre, sin embargo, es qué tanto durará y qué papel jugará la Policía, el Ejército y en general el Estado para lograr que los índices de violencia en el municipio sigan bajando.

La Fuerza Pública no puede atribuirse esos logros porque si no hubiera sido por los acuerdos, hubieran seguido las altas cifras de homicidios que hubo en los anteriores meses del año

Tumaco es uno de los municipios más densamente cubiertos por la Fuerza Pública. Según una investigación publicada en octubre por Verdad Abierta, en el municipio hay 8.304 hombres del Ejército, Armada y Fuerza Aérea que hacen parte de la Fuerza de Tarea Hércules para atacar las disidencias y los grupos armados como el ELN y Clan del Golfo que se disputan las rutas del narcotráfico en la región del pacífico nariñense. Esto, en el marco de la operación Atlas que lanzó el ex presidente Juan Manuel Santos en octubre del 2017. Están distribuidos así: una fuerza de despliegue rápido, un comando operativo de estabilización y consolidación, cuatro batallones de operaciones terrestres, dos compañías de fuerzas especiales urbanas y un batallón de acción integral y desarrollo, una brigada de infantería, dos batallones de infantería y un batallón fluvial y un helicóptero de ataque. Su presupuesto en 2018 superó el medio millón de dólares. Además hay 1.300 agentes del Comando Especial del Pacífico Sur de la Policía desplegados en Tumaco, dice la investigación.

Esa presencia, sin embargo, no ha significado una reducción en la violencia como evidencian las cifras.

“La estrategia del Gobierno basada en la militarización de Tumaco no tiene efecto causal en la reducción de la violencia. Desde enero del 2018, cuando empezó a operar la Fuerza de Tarea Hércules, los homicidios han ido en aumento. En junio o julio cambiaron la cúpula y no bajaron los homicidios. La Fuerza Pública no está en los barrios, máximo van a patrullar pero luego se van”, le dijo a Cerosetenta Kyle Johnson, analista senior del International Crisis Group.

Las Fuerzas Armadas y de Policía se han concentrado en operativos contra el narcotráfico como incautar cargamentos de cocaína sobre todo aquellos cuya seguridad depende del Frente Oliver Sinisterra (FOS), en cabeza de alias ‘Guacho’ hasta que el Ejército le dio de baja el pasado 22 de diciembre. Hasta finales de septiembre, la Fuerza de Tarea Hércules había reportado la incautación de 79 toneladas de cocaína, en su mayoría a cargo del FOS, explica Johnson. Eso significó un duro golpe para este grupo porque sus principales financiadores, los carteles mexicanos, decidieron financiar a otros grupos que se enfrentan al FOS.

“La presión de la Fuerza Pública sobre ‘Guacho’ estaba haciendo que él perdiera la guerra. Las GUP, (el grupo que comandaba su enemigo, alias ‘David’) le había quitado el barrio 11 de noviembre, y Guacho estaba perdiendo el control de La Gente del Orden, un grupo que trabajaba para ellos en el casco urbano. Estaba perdiendo terreno y no estaba en posición de negarse a una tregua”, le dijo Johnson a Cerosetenta.

Algo similar afirmó otra fuente del sector humanitario. “La tregua es una muestra de la exacerbación del conflicto. Llegan a un punto en que uno de los dos grupos, el que menos poder económico tiene [el FOS], cede”, dijo.

Por eso, antes de que lo mataran, el grupo de ‘Guacho’ y las GUP, ahora a cargo de alias ‘Borojó’, se reunieron en Tumaco y acordaron la tregua. Cerosetenta supo que las GUP habían querido sentarse a negociar antes pero sólo hasta ese momento el FOS cedió. La reunión, según una fuente que estuvo presente, ocurrió el 14 de diciembre y a ella asistieron además líderes comunitarios de Tumaco y la Iglesia, que fueron los que promovieron el acuerdo y cuya esperanza es generar suficiente confianza entre las partes para que más adelante se pueda pensar en una desmovilización colectiva.

“Los grupos respetan a los líderes sociales, los ven con buenos ojos y hay interacción entre ellos por motivos humanitarios. Tienen legitimidad”, explica otra de las fuentes consultadas que pidió la reserva de su nombre por seguridad. “Estos grupos dicen defender a la gente de los barrios donde operan y por ejemplo, no matan ni extorsionan a la gente que vive en ellos. Se creen los protectores del barrio, aunque eso no es del todo cierto, y con ese argumento, esperan tener legitimidad de la gente”, agrega.  

El efecto inmediato del pacto fue la reducción en las cifras de homicidios y los índices de violencia. Y la consecuencia es que se puede estabilizar el negocio del narcotráfico si ésta se mantiene.

Ahora hay un incentivo político y económico para los comandantes de los grupos para seguir en la tregua pero no para los rasos. Ellos son más proclives a responder con violencia

Mientras dure la tregua

“Roguémosle a Dios que la tregua que pactaron perdure, que nada tiene que ver con el accionar militar, es un tema de económico. Ellos (el FOS y las GUP) son sobre todo empresarios y saben que tienen muchos empleados que iban a pasar muy mal el fin de año si no podían mover la coca, que los ríos siguen produciendo. Es muy sencillo, si bajan los indicadores de  violencia automáticamente va a ser innecesaria tanta Fuerza Pública”, dijo el líder Uberley Ramírez en el video en el que reveló la tregua.

En eso coincide Johnson: La violencia se volvió muy visible. Estaba generando mucho ruido y eso daña el negocio”. La prueba, según él, es que el pacto se dio entre los dos grupos que estaban generando los hechos de violencia más visibles en Tumaco y dejó por fuera a los líderes de otras bandas al servicio del narcotráfico como alias Contador o alias ‘Mario Lata’ que son poderosos económicamente pero no pero no están promoviendo actos de violencia.

Sin embargo todas las fuentes consultadas para esta historia coinciden en que la tregua es muy frágil porque muchos de los integrantes de las Guerrillas Unidas del Pacífico y del Frente Óliver Sinisterra son jóvenes inexpertos con armas poderosas. Por eso, cualquier provocación, aunque mínima, puede acabar con el acuerdo.

“Yo he dialogado con ellos y no se confían. Disfrutaron de su diciembre sin pasarse de los límites. El plazo podría ser hasta febrero o marzo”, dijo una de las fuentes a Cerosetenta.

“Ahora hay un incentivo político y económico para los comandantes de los grupos para seguir en la tregua pero no para los rasos. Ellos son más proclives a responder con violencia”, agregó Johnson.

Mientras el pacto se mantenga, todos los involucrados pueden sacar pecho como ha venido sucediendo hasta ahora aunque eso implique que el negocio del narcotráfico se fortalezca.

En cambio, si la tregua se rompe, los niveles de violencia pueden volver a subir.

El otro escenario es que la tregua se mantenga y que las partes decidan sumarse a un solo grupo. Un escenario similar al que ocurrió cuando la guerrilla de las Farc dominó Tumaco y se chupó a los grupos más pequeños que también estaban en el negocio del narcotráfico.

Aunque Cerosetenta supo que hay rumores que aseguran que esa posibilidad se ha discutido en Tumaco, e incluso se dice que los mexicanos pudieron haber promovido este primer acuerdo, por ahora esas versiones no están confirmadas. En todo caso, ese escenario parece lejano por la fuerte confrontación que hay entre los grupos. Pero si llegara a ocurrir, el enemigo principal sería la Fuerza Pública que no hace parte de la tregua.

Por eso, la otra incertidumbre es cómo actuará la Fuerza Pública en este nuevo panorama.

Aunque la tregua significa una oportunidad para que ésta retome el control de los barrios que hasta ahora han estado bajo el control de los grupos, si se meten demasiado seguramente encontrarán resistencia.

“Yo creo que el Estado no tiene ningún incentivo para meterse en los barrios. Ahora están sacando provecho, ganando puntos. Ellos no quieren romper la tregua, no quieren ser el que rompe el acuerdo y genera más violencia”, dice Johnson.

En lo que sí parece no haber duda entre los tumaqueños es que por ahora el Gobierno que se jacta de haber dado de baja a ‘Guacho’ no da muestras de querer cambiar el enfoque militar por uno que privilegie la inversión social. Y mientras eso no ocurra, la tregua de los armados parece ser la única salida a la escalada de violencia que se tomó el puerto.

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