La decepción moderna: el postapocalipsis

En la Universidad de Heidelberg (Alemania) crearon el Centro de estudios apocalípticos y post-apocalípticos (CAPAS). Hablamos con su director Robert Folger para intentar comprender de qué va la vaina.

por

Omar Rincón


18.05.2025

Imagen CAPAS (Center for Apocalyptic and Post-Apocalyptic Studies) – Universidad de Heidelberg, Alemania

Discursos, películas, libros, especulaciones del fin del mundo. Enloquecidos con Trump, Milei, Bukele, Petro, Putin, Nethanyahu, Musk, Zuckerberg, Bezos y demás cínicos. Cambio climático, migrantes, racismos, guerra al progresismo en nombre de dios y el yopitalismo. Todo anda muy desquiciado, fuera de control. El game is over. Habitamos un post-apocalipsis. Y, entonces, ¿qué hacemos? En la Universidad de Heidelberg crearon un centro para estudiar este mundo postapocalíptico.

¿Por qué hacer un centro de estudios apocalípticos y postapocalípticos? 

Robert Folger: Vivimos en tiempos apocalípticos y postapocalípticos. Este es uno de estos temas que como académico uno piensa es fascinante y el resto del mundo piensa que no tanto. En todo caso, el apocalipsis es un tema que a todos nos interesa. Y más porque este tiempo es apocalíptico en lo temporal, sus contenidos, sus estéticas, sus afectos.  

El apocalipsis venía de lo religioso y pasa a lo científico, a una ciencia con un relato apocalíptico.  No hay una cultura que no tenga una idea de un fin de sí misma, el fin del mundo. Y eso también es necesario, porque solamente si sabemos que hay un fin, podemos entonces localizar dónde estamos. Esto es que en cada historia que nos contamos de nosotros, siempre hay que también pensar en el fin, porque si no hay un fin, bueno, no hay historia. Esto es un poco peligroso, pero creo que eso es universal, el pensamiento del fin. Lo cual, también, es una manera para tener consciencia de evitar esa idea. 

El post-apocalipsis es la decepción con la modernidad y el capitalismo tanto en el discurso académico como en el habla cotidiana, la proliferación de acciones destructivas y autodestructivas de los seres humanos que habitan el planeta. A menudo esto es un contenido sin forma, un campo semántico borroso, sin contornos ni estructura que le configure como una herramienta heurística y epistémica productiva. Por eso, creamos el Center for Apocalyptic and Post-Apocalyptic Studies (CAPAS – Universidad de Heidelberg) buscando reflexiones transdisciplinarias.

El Apocalipsis plantea cuestiones y problemas que no es solamente pertenecen a una disciplina o un país, son problemas globales y para todos. Nos interesa a todos. Entonces, también hay que hablar con todos, escuchar a todos. Y por eso creo que también es importantísimo no solamente estudiar textos, publicar textos, sino también, tener un diálogo con activistas, artistas, la gente…  eso es realmente los requisitos que se necesitan para este tipo de investigación. 

La idea es que colegas de todas las disciplinas se interesen en las grandes preguntas: ¿cómo es el mundo? ¿Cuáles son los peligros? ¿Y cuáles son también las posibilidades? Y es muy importante tener un ambiente abierto a realmente escuchar, no solamente a los colegas de una disciplina, sino también de todas. La pregunta es por cómo se podría cambiar la situación en que estamos.

¿Qué es el post apocalipsis?

La idea de la aniquilación total se ha convertido en el horizonte apocalíptico de la humanidad. El postapocalipsis significa el tiempo que queda hasta la culminación de todo porque el apocalipsis ya ha ocurrido, ya se ha iniciado un proceso de decadencia que culmina en la extinción.

El post-apocalipsis se presenta, entonces, como decepcionante porque evoca casi exclusivamente distopías, mundos indeseables que niegan la posibilidad de un futuro mejor, rechazan cualquier impulso utópico como peligroso y hacen que la preservación del status quo sea la única posibilidad porque parece no haber alternativa. 

En lo temporal, el gran motor de la modernidad era la idea del progreso. Ahora vemos que el progreso puede tener inventos, pero no que pasa mucho. Estamos más en la idea de que el tiempo ya no se mueve, que es estático. Esto lleva a la decepción, la depresión, la melancolía. Esa idea de que no se mueve nada, nos hace entrar en una situación de post-apocalipsis. 

Más importante aún, el post-apocalipsis es decepcionante porque es la expresión, el contenido, la forma de la decepción del propio apocalipsis. Un enfoque conceptual para entender el post-apocalipsis es pensarlo como decepción. La decepción de la modernidad que nos ofrecía progreso y ha producido una humanidad unida por su desesperación común y por no encontrar ninguna forma real de comunidad global.

Robert Folger, co-directo de CAPAS (Center for Apocalyptic and Post-Apocalyptic Studies) – Universidad de Heidelberg, Alemania.

¿El apocalipsis es una producción del capitalismo y la modernidad?

La ciencia moderna es, en simultáneo, la causa potencial de la destrucción de la vida y el único medio por el cual el fin puede ser aplazado. El capitalismo es una forma de represión del apocalipsis, ya que propone postergarlo. El capitalismo nos dice que no nos toca a mí, ni me toca a mis hijos, ni a mis nietos, y que lo que pasa después nos da igual. Y eso realmente es el gran truco del capitalismo porque todos sabemos que no puede funcionar y que es anti-utópico. O sea, el capitalismo controla el apocalipsis, entonces, para qué utopía. El capitalismo tiene la idea de que se va a recuperar. Siempre creemos también eso. En la modernidad occidental pretendemos que nunca vamos a morir, sabemos que hay un fin, pero al mismo tiempo reprimimos la idea. Existe la idea de la posible desaparición del mundo occidental capitalista libre. Y se piensa que este es un desenlace que debe evitarse a toda costa, ya que anunciaría el comienzo del nuevo mundo distópico de tiranía. En lugar de esforzarnos por crear un nuevo mundo, aplazamos este fin del mundo.

¿Hay alguna esperanza? 

La esperanza como algo realmente nuevo es un concepto difícil, y más cuando lo que se dice es que “el mundo se va a terminar, vamos a desaparecer todos, vamos a destruir el planeta…”… en este sentido no soy apocalíptico porque una catástrofe no es necesariamente un apocalipsis, un apocalipsis es más bien una idea de dar sentido a un cambio radical. 

Lo que sucede es el fin del mundo como el fin de una forma de vida. Los cambios radicales o colapsos de la realidad primordial se asemejan a fines de mundos o apocalipsis, pero no sólo o no necesariamente significa catástrofe y destrucción, sino que pueden abrir la puerta a transformaciones de esta realidad y a nuevas formas de lo indiscutiblemente dado. Así el fin del mundo no equivale a la extinción, sino más bien a la terminación del acuerdo de vida.

Se presenta, entonces, la oportunidad de entender el postapocalipsis no como una especie de secuela de apocalipsis, sino como el fin incompleto del mundo que no alcanza la aniquilación, una terminación de un acuerdo de vida, no necesariamente implica una destrucción física total, sino la transformación del mundo.    

¿El capitalismo hoy es súper eufórico, o sea, como que sabemos que está todo mal, entonces a fiestear en conciertos, redes digitales, alegría infinita?

Una fiesta permanente ya no es fiesta, eso simplemente no funciona.  Decir toda la vida es una fiesta, ya no es fiesta. 

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