La alarmante contaminación del aire en Transmilenio
Un estudio de la calidad del aire de los buses de Transmilenio reveló que respirar dentro de los articulados es peor para la salud que respirar en la calle. A largo plazo, aseguran los expertos, esto puede conllevar a graves problemas de salud.
A las 6 de la mañana, en plena hora pico, Flor Cardozo se ve obligada a soportar la fila de Transmilenio de la Estación de San Mateo en Soacha al sur de la ciudad para llegar a su lugar de trabajo. La fila se extiende por más de una cuadra y a medida que pasa el tiempo recibe empujones constantes de quienes luchan por tener un lugar dentro del bus. Sin embargo, ni Flor ni los millones de personas que utilizan este sistema a diario saben que tienen un compañero de viaje mortal. Quienes se movilizan en este medio de transporte se encuentran expuestos a niveles de polución sin precedentes. Dentro de los buses, el material particulado es tan elevado que, en ciertos casos, un trayecto en Transmilenio puede ser hasta seis veces más tóxico que el mismo en bicicleta o a pie.
Buses de la fase I de Trasnmilenio en la avenida Carcacas. Foto: Mariordo59 @ Flickr.
Partículas invisibles
El pasado mes de marzo se publicó un estudio en la revista Atmospheric Environment el cual tenía como objetivo evaluar la calidad del aire que respiran los bogotanos cuando se movilizan en distintos medios de transporte como Transmilenio, bicicletas y a pie. La investigación comparó la exposición de material particulado presente en estos modos de transporte. Específicamente el estudio midió la cantidad de PM2.5 y eBC, dos tipos de partículas que se encuentran en el aire, pero que no se detectan por el ojo humano y que son contaminantes producto de la combustión de combustibles fósiles. Los resultados fueron contundentes: “Una persona pasa en promedio 140 minutos en este sistema y está expuesta a concentraciones enormes de contaminación. Se están excediendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud”, asegura Ricardo Morales, el líder de la investigación y profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes. Esta investigación fue financiada por Banco Interamericano de Desarrollo y fue realizada en conjunto con el Departamento de Medicina de la misma universidad, la Universidad de la Salle en Bogotá y la Universidad de Cincinnati en Ohio.
Transmilenio se encuentra divido en fases, cada fase identifica el momento en que entraron en operación los buses. La problemática se encuentra concentrada en los buses de la Fase I de Transmilenio que son los buses más antiguos y los que más generan contaminación. Según Morales, “la Fase I es 100 % más sucia que la Fase II y la Fase III”. La Fase I agrupa a el 38 % de los buses, con un total de 773 buses viejos de 2027 buses que componen la flota de Transmilenio. Para reemplazarlos se debe realizar una licitación pública que Transmilenio ya ha aplazado en dos ocasiones: la primera en el 2013 y la segunda en el 2017. Según una denuncia pública que hizo el concejal de Bogotá Emel Rojas a través de su canal de Youtube, aunque la vida útil de estos buses es de 850.000 kilómetros, en promedio han recorrido 1.200.000 kilómetros.
Esta problemática está afectando el derecho a la salud de las personas que usan este medio de transporte
Los impactos en la salud son alarmantes. Según Contreras, “se puede estar en un ambiente contaminado pero lo que realmente impacta la salud es la dosis; es decir, qué tanto se ingiere de esa contaminación”. Entre más tiempo se utilice este modo de transporte, peores serán las secuelas. Morales afirmó que las repercusiones son crónicas, pues “se están perdiendo años de vida. Si se utiliza este sistema sin cambios por veinte años se van a tener efectos adversos. Es especialmente grave para poblaciones vulnerables como personas de la tercera edad, mujeres embarazadas y niños”.
Los daños en la salud del material particulado han sido confirmados por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA). Según esta agencia gubernamental, “pequeñas partículas menores a 10 micrómetros en diámetro generan grandes problemas porque pueden ir hasta la profundidad de los pulmones e incluso algunas podrían meterse en el torrente sanguíneo”. Este tipo de material particulado puede afectar tanto los pulmones como el corazón y puede generar muertes prematuras en personas que padecen de problemas de corazón o pulmones, paros cardíacos, asma agravada y problemas respiratorios, entre otros.
En 2016, según el reciente informe de calidad de vida de Bogotá Cómo Vamos, 648 millones de personas usaron Transmilenio. Esto equivale a casi 13 veces la población total de Colombia. Muchas de las personas que utilizan estos buses no tienen una segunda alternativa para movilizarse, pues según este sondeo únicamente el 32 % de los ciudadanos se movilizan en carro particular, bicicleta, modo pie, moto y taxi. Es decir, a casi dos tercios de los bogotanos no les queda otra alternativa que utilizar el transporte público masivo. Según Daniela García –Ingeniera Ambiental y estudiante de Derecho, miembro de la Clínica de Medio Ambiente y Salud Pública (MASP) de la Universidad de los Andes– esta problemática “está afectando el derecho a la salud de las personas que usan este medio de transporte”.
Fase I de Transmilenio en hora pico. Foto: Oscar Amaya @ Flickr.
¿Qué soluciones hay?
En un principio la Alcaldía había considerado utilizar filtros de partículas Diesel para combatir esta problemática como se planteó en el Plan Decenal de Descontaminación de Bogotá. Según García, la razón por la cual el actual alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa retiró esta alternativa fue porque “se hizo un piloto en donde se implementaron estos filtros a veinte buses aproximadamente. No funcionaron porque los filtros están diseñados para motores Euro IV en adelante y nosotros contamos con una tecnología Euro II”. Los filtros se taponan pues son tantas las partículas que el bus no las filtra y por lo tanto se dañan los motores. Los buses Euro II son una tecnología antigua, diseñada en el año 1998 en Europa, continente que actualmente cuenta con una tecnología Euro V o VI.
Desde la MASP, que funciona con litigio estratégico, lo que se está pensando es instaurar una acción popular que busque la protección del derecho colectivo a la salubridad pública y el derecho a un medio ambiente sano. Esto, sin embargo, aún está bajo un estudio de viabilidad. La prueba reina de esta acción sería el estudio realizado por la Universidad de los Andes y un estudio que saldrá a finales de octubre de este año, realizado por el mismo grupo de investigación que se enfoca específicamente en Transmilenio.
Luisa María Sanabria, estudiante de derecho de la Universidad de los Andes y miembro de la MASP también considera que “los usuarios de Transmilenio tienen el derecho, como el resto de los colombianos, a la salud y a un medioambiente sano”. Por este motivo, comentó que se está trabajando en conjunto con el Ministerio de Ambiente para llegar a algunos avances sobre las posibles alternativas para afrontar esta problemática.
DESDE LOS ANDES...
Consulte acá el Centro de Investigaciones en Ingeniería Ambiental de la Universidad de los Andes.
Según Morales, la única solución, para acabar con este situación que amenaza de manera grave la salud de los bogotanos es desechar la totalidad de los buses de la Fase I de Transmilenio. ¿Cómo se haría? Esta es la pregunta que no se ha podido resolver. Después de intentar obtener una réplica, ni Transmilenio ni la Alcaldía de Bogotá dieron respuesta frente a esta problemática. El 23 de enero de este año, Transmilenio publicó los prepliegos de la licitación pública para otorgar la concesión de los buses de la Fase I y II del Sistema de Transmilenio. Si este trámite administrativo se realiza de la manera correcta, se reemplazarán los buses chimenea solo hasta el año 2018. Por lo tanto, hasta que la Alcaldía de Bogotá no le ponga freno a esta situación, los usuarios de Transmilenio tendrán que seguir custodiados de un compañero de viaje mortal.
*Helena Llano Ruiz es caleña y estudiante de Derecho de la Universidad de los Andes. Hace parte del semillero de investigación de libertad de expresión de la misma universidad al tiempo que termina su opción en periodismo. Esta nota fue realizada en el marco de la clase Sala de redacción de la Opción en periodismo del Ceper.