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Jesús Martín Barbero (1937-2021)

El 12 de junio murió Jesús Martín Barbero, quién desde Colombia dedicó su vida a pensar la cultura popular y la palabra como una manera de hacer hablar a las culturas mudas. Este no es un homenaje sentimental sino un retrato de una persona que trató de pensar un continente que no cabía en los medios.

por

Amparo Marroquín Parducci

Profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador desde 1997. En su tesis doctoral sist [...]


15.06.2021

Maximiliano Amici

“Ya está todo dicho y no queda nada por cantar:
propagandista y líder
y maestro de la oratoria
arquitecto del espíritu,
educador: maestro y admonitor, profeta
representante de la época,
revolucionario conservador
y siempre descontento
irascible, amable, encantador,
ojos destellantes y gran sibarita [ ].
Quedamente el sueño se apoderaba de nosotros
y tú te convertías en admonitor nocturno…”
Hannah Arendt (2015, 72-74)

El sábado 12 de junio de 2021, el mundo de la comunicación, el periodismo y los estudios culturales atardeció con la noticia de la muerte de Jesús Martín Barbero. Si bien su obra es extensa, es muy conocido por un libro que para muchos cambió el lugar desde donde se hacían las preguntas y desde donde se pensaba la comunicación. El libro De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía, publicado en 1987 por la editorial Gustavo Gili, en Barcelona, y dirigida por el profesor Miquel de Moragas, fue un parteaguas en muchas de las carreras latinoamericanas vinculadas al campo. 

Circuló, como circulaban entonces los textos, no por whatsapp, ni en pdf, ni en carpetas de Drive, sino en fotocopias y facsímiles que iban de mano en mano. Y su llegada provocó debates y combates a lo largo del continente. Junto a otros teóricos y pensadores, colocó piezas para un pensamiento que quería responder ya no las discusiones funcionalistas o marxistas que venían importadas desde fuera, sino a los acontecimientos locales y las formas de nuestro propio sensorium.

Jesús Martín Barbero nació el 3 de octubre de 1937, en Cardeñosa, un pueblo cercano a Ávila, España. Fue el menor de seis hijos. Un año antes, en julio de 1936, había estallado la Guerra Civil que enfrentaba el proyecto político de la Segunda República Española contra el Movimiento Nacional. Los padres de Jesús Martín Barbero, Domingo Martín y Filomena Barbero, estudiaron hasta la primaria, como era común en la España de ese momento. La familia emigró a Cardeñosa en un intento por huir de los bombardeos que padecía Las Navas del Marqués, el lugar originario de los padres y a donde la familia volvió en 1939, al finalizar la Guerra Civil. El niño Jesús Martín creció durante el régimen franquista, ese que estableció el Estado confesional, devolvió la subvención estatal a la Iglesia católica, abolió el divorcio y el matrimonio civil y regresó la educación, en su mayoría, a manos del clero. Aprendió a leer gracias a su madre, recitando versos de la poesía popular y rural de esa vieja España y de esos aprendizajes le quedó un gusto por la poesía que le acompañaría hasta el final. Su último libro publicado en vida fue El guerrero y el árbol (2019), una compilación de sus poemas.

En el tránsito de su vida, el joven Jesús Martín, educado en Ávila de la mano del diplomático y sacerdote boliviano, Alfonso Querejazu, se adentró a la filosofía y participó, invitado por su maestro, a unos encuentros en la sierra de Gredos en donde pudo escuchar intelectuales de la talla de Xavier Zubiri, José Luis Aranguren o Pedro Laín Entralgo, que formaron parte de la izquierda postfranquista. Quizá en parte impulsado por esos aires de crítica y aventura, un Martín-Barbero de 26 años emprendió un viaje al nuevo continente y aterrizó en la lejana Bogotá del año de 1963.

Colombia lo recibió en la Época de la Violencia, ese larguísimo y prolongado período que había iniciado con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Era un tiempo de reacciones y protestas violentas en distintos puntos del país, en especial en la capital, en donde el partido liberal y el conservador se enfrentaron constantemente. En 1959, el sacerdote colombiano, Camilo Torres Restrepo  había regresado de Lovaina, tras obtener su doctorado en sociología. Un año después, en 1960, Torres Restrepo fundó la Facultad de Sociología de América Latina, en la Universidad Nacional, en Bogotá, junto a Orlando Fals Borda, Carlos Escalante, Eduardo Umaña Luna, Darío Botero Uribe, Virginia Gutiérrez de Pineda, Tomás Ducay y María Cristina Salazar, con quien Jesús Martín Barbero se incorporó a trabajar, traduciendo a Althusser y discutiendo sus textos en grupos universitarios y comprometidos. Ahí trabajó con grupos cristianos comprometidos y editó la revista Universidad y mundo. Mientras era partícipe de los debates, decidió que su formación tenía que seguir, pero justo antes de irse a estudiar filosofía a Lovaina, pudo seguir de cerca los debates de la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín, en 1968. El documento final mostró un debate que hacía eco de los signos de los tiempos, se colocó lo popular al centro del debate y a los medios de comunicación como protagonistas ineludibles para pensar los procesos de transformación social.

En 1969, Jesús Martín Barbero llegó a Lovaina. Si Colombia lo había ayudado a encontrarse con un otro tan cercano y distante a la vez, su regreso a la Europa de ese tiempo lo hizo entenderse latinoamericano. Su tesis doctoral, que presentó en 1972, fue un larguísimo diálogo entre su maestro francés, Paul Ricoeur, y el pedagogo brasileiro, Paulo Freire. La tituló La palabra y la acción, e insistió en que Lovaina le permitiera publicarla y defenderla en español. 

Su visión toma distancia de los análisis más funcionalistas que no se detienen en los procesos de reificación y ocultamiento, y reflexionará que si bien la población no se da cuenta de las implicaciones de estas tecnologías, es necesario mostrarlas, hacerlas evidentes. Su reflexión, ya desde ahí transita hacia uno de los puntos de partida de sus trabajos posteriores: la comunicación pedagógica, un proceso en el cual la comunicación puede y debe ser pensada e intervenida. Es la palabra la que es capaz de hacer hablar a las culturas mudas.

La comunicación aparece desde ahí como una cuestión más vinculada a la cultura que a la tecnología que se vuelve mediación entonces. La comunicación implica más pautas de conducta y educación, que de medios masivos y aparatos. Para trabajar esta praxis del sujeto a través de la palabra, del lenguaje, Jesús Martín Barbero recurre al análisis de tres formas que históricamente han constituido la palabra en acción: el mito, la profecía y la poesía. Son tres formas que consiguen que la palabra no sea solo palabra, sino acción, son tres formas arcaicas, que recuperadas de su auge medieval encuentran hasta hoy eco en nuestras sociedades latinoamericanas que siguen encontrándose a medio camino entre una modernización impuesta y acelerada, y las múltiples, viejas y sabias premodernidades. De Lovaina se fue a estudiar semiótica y antropología a La Sorbona, en París. Y descubrió la posibilidad de los desciframientos simbólicos.

Ese Jesús Martín Barbero es quien volvió, en 1972 a Colombia. Con su maleta llena de mitos, profecías y poemas. Es ese filósofo que en lugar de dialogar con Aristóteles y sus metafísicas había decidido discutir desde Karel Kosik, desde Merleau Ponty y Roland Barthes, quien sintió que no encajaba en la vieja Europa, y que tampoco se encontró en los cursos de las facultades de filosofía quien aterrizó entonces “en la choza favela de los hombres, construida en barro y cañas pero con radio transistores y antenas de televisión” (1998, xxvii). Después de una brevísima estancia en Bogotá llegó a Cali, en donde fundó la carrera de comunicación social.

El resto es historia relativamente conocida entre conocedores. Se dejó tocar por Cali, se dejó interrogar. Descubrió que el pensamiento de los académicos poco servía para explicar por qué la gente miraba los medios de comunicación y cuáles eran esas subjetividades, esas sensibilidades particulares que hacían que un producto cultural, una película, una telenovela se convirtieran en un suceso de masas. Y empezó a estudiar eso que nos atravesaba las entrañas y que el universo racional no sabía explicar.

Escribió sobre las telenovelas y sus cruces con los populismos políticos. Dialogó con Monsiváis sobre el cine de oro mexicano. Siguió conversando con los teólogos de la liberación para encontrar, incluso ahí, en esos lugares totalmente periféricos las formas populares de la esperanza. Se interesó por el carnaval, por el universo de la risa. Intentó aprender de Walter Benjamin tanto como de sus estudiantes más jóvenes a quienes escuchó, y con quienes discutió muchas de sus propuestas. Fue un profesor latinoamericano, atravesó el continente discutiendo, revisando propuestas, soñando que dialogábamos sobre nuestras rabias y nuestros sueños. Participó en todos los espacios que pudo, en CLACSO, en FELAFACS, en ALAIC, donde podía escuchar y aprender, ahí llegaba, cargado de libros y preguntas.

El nuevo siglo lo sorprendió construyendo un nuevo proyecto y viajó a México, a Guadalajara, durante tres años (2001-2003). De este viaje surgieron distintas propuestas, y la publicación de dos compilaciones de su trabajo, una recopilada por la Universidad de Pittsburgh (2001) y la otra por el Fondo de Cultura Económica (2002). Después de este proyecto, continuó sus muchos diálogos en distintos países, con muchísimos jóvenes, artistas, profesores, gestores culturales, pero cada vez volvió siempre a Colombia.

En estos dos días, desde la muerte de Jesús Martín-Barbero, son muchas las voces que han recogido la herencia de su pensamiento. Algo que es claro, es que el campo de la comunicación se ha fortalecido y complejizado con su mirada, pero sobre todo, con el regalo de su forma de dialogar con muchos otros. Martín Barbero ha sido, para toda una generación, no el lugar de llegada, sino el punto de partida para leer a muchos otros. La gran mayoría de sus programas de estudio contenían referencias a los autores que leía, casi nunca sugería a sus estudiantes leer sus propios textos. Sus grandes interlocutores fueron sus amigos, que también nos han contado de su herencia. Menciono a tres de sus indispensables: tuitero intelectual antes de Twitter, nos dijo Omar Rincón (2018), cartógrafo mestizo, lo llamo Rossana Reguillo, escribía de tal forma que era capaz de confundir a los libreros, dijo Néstor García Canclini. Maestro generoso y conversador incansable, le gustaba lanzar redes. Provocar. Siempre me ha gustado escuchar a muchos de sus estudiantes contar cuánto se llenaban sus clases y cómo más de alguna vez terminaron en aplausos, riendo, prolongando la conversa en caminatas buscadas una y otra vez.

El profesor Daniel Badenes, de la Universidad Nacional de Quilmes, ha señalado que “Lo que define a les grandes, pues, no son las certezas sino esos escalofríos epistemológicos, la capacidad de dudar y de preguntar/se” (Badenes, comunicación personal, 13 de junio de 2021). Ahora que Jesús Martín-Barbero nos ha dejado, me gusta pensarlo de pie, abriéndonos una puerta, invitándonos a pasar, con una mirada pícara, como diciendo “entra, anímate… y verás todo lo que vas a encontrar”. Y preguntamos nos dirá que no hay mapas, apenas unos bosquejos nocturnos que funcionaron en su momento, pero que ahora tenemos que trazar todo lo que podamos, de nuevo.

¿Cómo nombrar ahora nuestras propias estructuras de lo terrible? ¿Cómo nombrar las guerras nuevas, los muertos que nos amanecen y que seguimos cargando? ¿Cómo nombrar los jóvenes orillados de nuevo frente a otras violencias? O esos nuevos miedos pandémicos que nos persiguen como pesadillas de un siglo obsesionado con la vigilancia y la instalación del capital. Desde algún lugar, el maestro sonríe y nos muestra la puerta. Hemos pasado por muchos diálogos, hemos vivido tantísimos acontecimientos para entender que no somos solo alienación o solo resistencias. Somos al mismo tiempo gozo y sueños, escapes de la realidad y resistencias cotidianas.

Retomo algo que hemos discutido en otros momentos. No se trata de quedarnos ahora en un homenaje sentimental, en respuestas sospechosamente cerradas y acabadas. Se trata de volver a entender con terquedad y empeño cómo se nos sigue moviendo el mapa de lo conocido hasta quedar irreconocible, se trata (como nos señaló Ricoeur) de ir, desde nuestro Occidente tan frágil, hacia el Oriente del texto. Esa es la pista que podemos recuperar: que la cultura popular pervive desde unas matrices culturales, desde ciertas ritualidades, y que por debajo del gaming y el streaming, de las migraciones masivas y de las violencias, lo popular nos sigue habitando, con una posibilidad política que debemos saber aprovechar. Y a través de la cultura popular se trata, me parece a mí, de volver a encontrar, en esta época de post verdades y desencantos, las (nuevas) formas populares de la esperanza.

Referencias

Arendt, H. (2015). Poemas. Barcelona: Herder.

Martín-Barbero, J. (2019). El guerrero y el árbol. Bogotá: Icono.

Martín-Barbero, J. (1998). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Bogotá: Convenio Andrés Bello.

Martín Barbero, J. (2001). Al sur de la modernidad. Comunicación, globalización y multiculturalidad. Pittsburgh: Universidad de Pittsburgh.

Martín Barbero, J. (2002). Oficio de cartógrafo. Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica.Rincón, O. (2018). Pensar desde el sur. Reflexiones acerca de los 30 años de De los medios a las mediaciones de Jesús Martín Barbero. Bogotá: Fes Comunicación

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Amparo Marroquín Parducci

Profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador desde 1997. En su tesis doctoral sistematizó parte del pensamiento de Jesús Martín Barbero y sus propuestas para pensar los medios, la cultura popular y las configuraciones simbólicas de América Latina.


Amparo Marroquín Parducci

Profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador desde 1997. En su tesis doctoral sistematizó parte del pensamiento de Jesús Martín Barbero y sus propuestas para pensar los medios, la cultura popular y las configuraciones simbólicas de América Latina.


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