James Rhodes: “El piano me salvó de todo. Bach me salvó de todo”
“Me violaron a los seis años. Me internaron en un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico. Me intenté suicidar cinco veces. Perdí la custodia de mi hijo. Pero no voy a hablar de eso. Voy a hablar de música. Porque me salvó la vida. Y yo amo la vida”, dice el pianista James Rhodes en la contratapa de su libro Instrumental. Rhodes fue uno de los invitados al #HayFestival17
Quiero parar. No soy mucho de estas cosas. Soy un tipo tímido, me cuesta. Paremos sólo diez minutos. Ha sido un día muy loco, como esas montañas rusas que suben y bajan. Todavía no pongo en orden mi cabeza. Diez minutos. Sólo diez, por favor, y sacas tu grabadora.
¿Hablas en serio? Porque eso me serviría, escuchar música un rato. Escoge tú. ¿O escojo yo? Fuck. Hay tanta música. Esta la toco mucho. Seguro la conoces. Polonesa Fantasíaen la bemol mayor de Chopin. It’s fucking amazing. Los cambios de armonía, los acordes fuertes, los sonidos incisivos… Incluso el principio, dos momentos, una pausa, un arpegio lento. Son cachetadas sutiles, como las que le dan a los desmayados para que vuelvan a la vida. No sé por qué la gente ya no escucha estas cosas. No sé porque la gente ya no escucha, en general. Nos hemos olvidado de eso. Es muy triste. Todo pasa tan rápido, todo se va en tres minutos. A veces, claro, es porque no saben por dónde empezar. Pero todas las partes son buenas. La industria quiere darle la música clásica a unas pocas personas, pero el mundo moderno se la da a cualquiera. Los mejores intérpretes, las mejores obras, los mejores directores. De todo alguien hizo ya una playlist. Y no son tres minutos, son horas enteras. Es un viaje sublime. Te toca a ti, tu eliges la siguiente.
Fuck! Elegiste bien. Esto es gigante, desesperanzado, compulsivo y al mismo tiempo piadoso. Si yo tuviera que definir mi libro, Instrumental, con una sola pieza, sería con este segundo movimiento de la Sinfonía No. 7 de Anton Bruckner. Son sonidos que hablan de cosas de las que nadie habla. Y eso es Instrumental. Una carta de amor a la música. Una carta de amor a mi hijo. Una oportunidad de hablar de eso que necesitamos hablar, pero que es difícil decir en voz alta. De violaciones, de enfermedades mentales, de depresión, de suicidios. La gente ya no escucha, te lo dije antes. Y escucha menos cuando se trata esto. Yo habría podido escribir sólo las cosas buenas y guardarme las malas, pero no quise. No es fácil leerlo, incluso yo quiero cerrar el libro a veces. Es sobre Bach y un niño violado, dos cosas que por nada en el mundo deberían estar juntas. No es para leer en familia o en la fila del supermercado, pero es algo que sirve. Me han escrito mucho: gente que me compadece, gente que me felicita, gente que ha pasado por lo mismo. Me han dicho que se sintieron incómodos, expuestos, pero que han dejado de sentirse solos.
Mi turno, oye esto, es Gaspar de la Nuit, de Maurice Ravel. Algunas piezas son mucho para mí. Esto me es casi imposible. Es como correr. Hay quienes corren cien metros fácilmente y hay otros que vamos de cinco en cinco cada día. Uno escoge lo que mejor se le acomoda, en últimas, lo que a uno le resulta. Yo digo que todo el mundo puede tocar el piano. Cualquiera puede cumplir con el ejercicio mecánico de tocar. Pero si eso fuera todo, para meditar bastaría respirar. No es tan difícil hacer que una obra suene. Es un trabajo de paciencia y disciplina, de progresos lentos y desordenados. No hay trucos. Hice un libro, se llama Toca el piano, en el que explico cómo tocar el primer preludio de Bach en seis semanas. ¡Y pasa! La gente puede, he visto sus videos. Es un ejercicio técnico, como escribir es tipear. Si puedes tipear puedes escribir, pero eso no quiere decir que puedas escribir una novela. Ser músico es meterse por debajo de la piel, revolver el interior de las personas, arañarles el alma. Y por eso es tan poderoso. Elige tú, algo que te guste.
Es raro eso. Ser pianista y ser feliz. O ser feliz, o sólo ser. De verdad lo creo. No importa lo que hagamos, siempre estamos luchando contra algo
My God. Are you flirting with me? This is fucking amazing! Esta fue la primera pieza de la que me enamoré. La primera que grabé, la primera que quise tocar. La que me salvó la vida cuando era niño. La Chaconne de la Partita No. 2 en re menor de Bach es una maldita catedral. Ferrucio Busoni hizo un arreglo alucinante para piano que está en mi disco Razor Blades, Little Pills & Big Pianos. Ese álbum es casi una autobiografía. Solía cortarme los brazos, pensar en suicidarme, odiarme a mí mismo. El piano me salvó de todo. Bach me salvó de todo. Fuck! Me encanta grabar. Glen Gould, el pianista, decía que su sensación favorita era la del estudio de grabación. Yo digo lo mismo. ¡La primera vez estaba tan nervioso! No había hecho nada parecido antes. Me acuerdo que llegué, me senté en el piano, cerré la puerta y me olvidé del mundo. Es distinto a salir en vivo, allí tienes el público, la adrenalina, la euforia. Esto es estar a solas con la música, tenerla para ti hasta la media noche, amanecer con ella. Ya no hay tiempo, ya no hay peligro. Nada puede herirte. Pon el Concierto No. 5 de Beethoven, “El emperador”.
¿Quién toca? ¿Arthur Rubinstein? Él era “el pianista feliz” según Paul Dukas, el compositor francés. ¿Sabías? Es raro eso. Ser pianista y ser feliz. O ser feliz, o sólo ser. De verdad lo creo. No importa lo que hagamos, siempre estamos luchando contra algo. Contra nosotros mismos. ¿Cómo sobrevivimos? Tal vez es difícil ser pianista porque es un ejercicio muy solitario. A veces es imposible no sentir la necesidad de estar con más personas. Aunque si soy sincero, tengo que confesar que no me gusta mucho la gente, prefiero estar solo… Fuck! ¡Oye esos acordes! ¡Es tan heroico, tan fuerte, tan lleno de amor! Son tantos sentimientos. Es lo más grande. A mí me hace pensar en mi hijo. Cualquier papá lo entendería. Te toma por completo, te consume. Te hace caminar en frente de un bus para salvar a otro. Lo cambia todo. Beethoven es mi héroe absoluto. Imperfecto, furioso, jodido. Era un desastre. No tenía ni idea del amor, no tenía habilidades sociales. Pero cuando todos dijeron que estaba loco, que se estaba destruyendo, los mandó a la mierda y cambió la música para siempre. Se me pone la piel de gallina hablando… Te toca a ti, pon otra de Beethoven. Mentiras, pon lo que quieras.
070 RECOMIENDA
Rey Naranjo trae una obra autobiográfica que cuenta la historia de un niño abusado sexualmente por su profesor de gimnasia que lo condujo, más adelante, a la autodestrucción. Al final, la música lo salva de sí mismo.
Ese me gusta. El Concierto No. 2 en fa menor de Chopin… ¡Es una fucking droga! Sé de qué hablo. Llevo 22 años limpio. Sin drogas, sin alcohol. No estaría vivo si hubiera seguido en ellas. Agradezco lo que hicieron en su momento, fueron una forma fácil de escaparme y me salvaron la vida, pero me la hubieran acabado si no las dejo. ¡Cómo me gustaban! Fuck! ¡Cómo me gustaba estar drogado! Pero dejaron de funcionarme muy rápido y terminé en un psiquiátrico. ¿Me toca, no? A ver… El Bolero de Ravel.
¡Ostinato! Una y otra vez, la misma frase, la misma melodía, pero cada vez más profunda. La terquedad, la insistencia. Un poco como Donald Trump, pero hacia la bondad. ¿Sabes? He pensado mucho y creo que las acciones no son buenas o malas, son acciones y ya. Lo que define si destruyen o construyen es el fin que les das. Ser obstinado puede ser una virtud o puede ser una perversión. Pero no quiero hablar de él, de Trump, no quiero darle más oxígeno. ¡Qué imbécil que es! Cuando estaba en el colegio le dio un puñetazo a su profesor de música porque, según él, no le había enseñado nada. Somos como Frankenstein y Donald Trump es el monstruo que hemos creado. Algo hicimos muy mal si convertimos a ese hombre en el más poderoso del mundo. ¡Llevamos más de diez minutos! Fuck! ¡Prende tu grabadora que ya tenemos que empezar!