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Iván Duque y la falsa juventud

¿Qué le hace falta al presidente electo de Colombia, Iván Duque, para realmente ser considerado ‘joven’? Pedro Lemus plantea por qué Duque está lejos de representar una nueva generación.

por

Pedro Carlos Lemus


19.06.2018

En la nueva portada de la Revista Semana aparece el presidente electo y el titular “Una nueva generación”. “Hoy quiero agradecerle a Dios y al pueblo colombiano porque una nueva generación llega a gobernar”, empezó diciendo Iván Duque en su discurso de victoria. Agradeció luego a la esposa, a los hijos y a la madre, porque por supuesto la tan defendida familia primero, y luego invitó a “pasar la página de la polarización”. Se refirió a los jóvenes que estaban en la multitud “que han permitido que esta campaña crezca” y más adelante dijo, entre amenaza y decreto, que “aquí ya no hay espacio para seguir incentivando las confrontaciones y la ruptura”. Sus agradecimientos políticos empezaron, cómo no, por el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el siguiente nombre que mencionó fue el del también expresidente Andrés Pastrana.

La campaña de Iván Duque, representante del uribismo y apoyado luego por todas las fuerzas de la política tradicional y corrupta, fue insistente en que su candidato era joven –representante de una “nueva generación”–, queriendo hacer pasar la inexperiencia y la casi nula trayectoria política del candidato como virtud, a la vez que, en un gesto contradictorio, trataba de envejecerlo con canas pintadas. Hoy Iván Duque es el presidente más joven –digamos: de menor edad– que ha elegido Colombia en su historia reciente. Lo primero, de Perogrullo, el candidato que tuvo al lado a Álvaro Uribe, Andrés Pastrana y César Gaviria está lejos de representar una nueva generación: Duque es fiel y orgulloso representante de la casta opresora, privilegiada e incompetente que vino antes de él. Con los apoyos de los retrógrados Viviane Morales y Alejandro Ordóñez, su proyecto amenaza con anular la posibilidad de un nuevo tiempo para las auténticas nuevas generaciones. Es también falso que sea joven, pues la gesta de la juventud es la de la ruptura y no la de la perpetuación, de la búsqueda de un nuevo mundo –la curiosidad de saber cómo sería relacionarse y narrarse de una manera distinta– y no la del respeto irreflexivo por el mundo heredado y la tradición.

En la campaña de Iván Duque se hacía referencia a su juventud sin notar la contradicción que entrañaba: que la obediencia no es atributo de quien es joven, y Duque era, esencialmente, obediente al patrón.

En la campaña de Iván Duque se hacía referencia a su juventud sin notar la contradicción que entrañaba: que la obediencia no es atributo de quien es joven, y Duque era, esencialmente, obediente al patrón. Quienes votaban por él, a la vez, lo hacían siguiendo un mandato: era el que dijo Uribe. Lejos de la juventud, tanto candidato como electorado se comportaron como niños. Lo dijo Carolina Sanín: en un país de padres ausentes, los colombianos sienten que Álvaro Uribe es el padre maltratador que tienen y merecen, y entonces lo apoyan sin que ese apoyo venga de una decisión política consciente. Un país de adultos infantilizados que buscan, obedecen y eligen en las urnas al padre.

En la pasada campaña presidencial, los jóvenes todos estuvimos con Gustavo Petro. “Este grupo de personas jóvenes que vota por la opción de vida que propone Petro lo hace sin miedo a ser desheredado pues se niega a aceptar la misma herencia de odio recibida a sangre y fuego por sus mayores”, escribe Lucas Ospina en su artículo “Por siempre joven: el voto por Petro”. Y más adelante: “Los jóvenes han abierto un nuevo río de saber que, además de servir de alternativa al flujo patriarcal y monocanal del pasado, es un mar amplio y ancho de corrientes contrarias donde el navegante, gracias a las habilidades y herramientas digitales empleadas, puede compartir y generar de forma autónoma, crítica, acelerada y a gran escala, otras formas de imaginar el mundo”.

Quienes votamos por la Colombia Humana lo hicimos pensando en una redistribución de la tierra y la riqueza, en el cuidado del medio ambiente y de todos los animales, humanos o no humanos, en la defensa del proceso de paz y en los derechos de todas las minorías: en fin, quisimos la justicia social y una nueva Colombia. Imaginamos un país sin límites, pues había espacio para todos, y creímos en la democratización del saber, para que todas las mentes pudieran también pensar sin límites. No temimos a la polarización, pues entendimos que el momento histórico exigía tomar posturas políticas, y nos deleitamos porque por fin era posible la confrontación con ideas en lugar de balas. Fuimos agresivos y empáticos, seductores y burdos, intensos, persuasivos, ingeniosos y también cursis: fuimos múltiples como el espíritu joven, sin importar la edad, sabe serlo. Usamos argumentos, recurrimos al humor y también a principios éticos. Fuimos jóvenes porque con curiosidad y atención escuchamos el país que proponían Gustavo Petro y Ángela María Robledo y porque desafiamos el arcaico status quo que representaba la otra campaña. Como jóvenes pudimos ver la esperanza y también como jóvenes perdimos, pues no vimos la fatal derrota sino la ocasión de resistencia.

Pero he dicho antes que en su discurso Duque agradeció a los jóvenes presentes. ¿Y ellos qué?, se me podría reclamar. Y entonces me tocaría decir que allá no había jóvenes aunque hubiera personas de poca edad: diría que hubo quienes decidieron obedecer a padre y madre y votaron por congraciarse con los de su clase, o que se trató de un apoyo desinformado, y entonces les hacía falta la curiosidad, o, finalmente, que en un cálculo rancio y desafortunado, ellos prefirieron su privilegio y no la juventud.

*Pedro Carlos Lemus (Barranquilla, 1995). Es literato de la Universidad de los Andes. Sus textos han aparecido en medios electrónicos como Pulzo y Cerosetenta, en la revista Latitud de El Heraldo y en la Revista Arcadia. También ha colaborado como bloguero en El Tiempo.

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