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Home: el alucinante presente

Una mirada particular a los espacios íntimos y domésticos, una mirada particular al punto de encuentro entre el mundo de los adolescentes y los adultos en Bélgica. Esto es ‘Home’ de la directora Fien Troch. #Eurocine2017

por

Alessandra Merlo


18.04.2017

Para la 23a edición de Eurocine, Bélgica propone la película Home, de la directora Fien Troch, premiada al Festival de Venecia en 2016 en la sección Orizzonti. Para meterme en ella sin quitar a quien todavía no la haya visto la sorpresa o el asombro, voy a empezar de lejos, de una sensación que fue creciendo en la primera hora de proyección: pensemos por un momento en una película de ciencia ficción, de las que trascurren en ambientes asépticos y ordenados, con personajes que son clones de otros clones, cuyos gestos aparecen mecánicos, repetitivos y cuya vida resulta desprovista de emociones. Seguramente cada uno de nosotros tiene un repertorio de películas que podrían caber en esa categoría. Bien: el espacio en el que se desarrolla Home tiene varios parecidos con esos mundos imaginados, futuribles y fríos, más aún, a pesar de que los objetos de escena, los celulares y los carros, nos hablen de nuestro presente, en realidad la película misma parece situarse en un no-tiempo suspendido por fuera de coordenadas geográficas y cronológicas reconocibles. Pero no es así, y los sabemos. Desde el comienzo algo nos advierte que nada de lo que vemos es hipotético y menos futuro. La película, en efecto, se abre con el aviso conocido de que está basada en hechos reales y nunca como acá esa advertencia suena a amenaza. El lugar que tenemos al frente, al que nos introducimos, es efectivamente real y presente: es sin duda nuestro mundo, aunque un mínimo de esperanza nos hace pensar que solo en Bélgica, o en ese viejo y decadente continente europeo, y no en Colombia, puedan pasar ciertas cosas. Pero, ¿qué cosas pasan? Digamos que durante buena parte de la película sentimos que pudo haber pasado algo, que quizás va a suceder alguna cosa, pero que el presente que estamos viendo y al que asistimos es una especie de acuario de-sonorizado: como peces de colores, los personajes se mueven dentro espacios domésticos en los que sospechosamente no se acumulan objetos, donde no hay libros en los estantes, pero sí cocinas equipadas con modernos hornos de acero y hornillas de inducción.

Allí se enfrentan dos mundos que no comunican, ni se conocen, ni se buscan: el de los adolescentes desesperanzados, situado en un ahora eterno (el colegio, la hora de recreo, los cigarrillos, el sexo torpe, apresurado y sin emociones) y el de los adultos, padres y maestros.

Dos mundos: en algún momento, la mamá de John, uno de los jóvenes, empieza a reprender al hijo; con afán y rápidamente le dice que allí, en el apartamento que comparten, tienen que empezar a imaginarse una línea y más bien un muro que divida el espacio del uno del espacio del otro, que por ninguna razón tienen que infringirlo y que cada uno se tiene que quedar donde le corresponda. Como sucede en toda la película, acá tampoco es claro cuál es la causa del regaño, pero lo sustancial es ese gesto repetido y obsesivo de la madre que con su mano indica en medio del vacío de la sala por dónde debería pasar esa pared. Por supuesto, ese muro de separación ya existe y no solamente en ese apartamento y entre esos dos seres humanos.

Una película sorprendente, que logra meterse en los espacios domésticos con una mirada que no conocíamos

Un muro entre dos comunidades. Allá están los adultos, con su control y con sus castigos, portadores de una moral que no entendemos, más aún, ejecutores de unas normas de las que dudamos, de unas reglas que se nos revelan poco a poco perversas, sin razón de ser y auto-referenciales. Pero esos padres y esos maestros parecen a su vez encarnar un papel del que ellos mismos ignoran los presupuestos. Alternan entonces su intento de control con el afán de justificarse. Es así que en sus labios la pregunta que con más frecuencia se asoma es: ¿estás bien? ¿todo bien? ¿cómo te sientes? No se dan cuentas, por supuesto que no, que sus hijos y sus alumnos no están nada bien y quizás tampoco están mal, solo están un poco muertos, un poco desprendidos, un poco abandonados. Viven una especie de exilio sin movimiento. En otras palabras: el mundo que los adultos han creado para sus hijos es un sistema que ha fallido, que no sirve y que poco a poco destruye.

Ellos: a este lado del muro imaginario están ellos, los adolescentes, los chicos perdidos, aburridos, sin sentido (no tienen sentido ellos, ni las cosas que los rodean). Ellos tampoco son inocentes. Bellos, sanos, su pelo liso y bien peinado, su piel tersa y su mirada extraviada. Frente a la perversión de los adultos (por sus castigos gratuitos), ellos elaboran su resistencia. La cámara encuadra algún cuerpo inmóvil, no reactivo, e inmediatamente después la pierna de Lina, que se mueve con un tic nervioso incontrolable. Ese y no más es el síntoma de inconformidad. Ahora bien, la aburrición y el mal de vivir no son algo nuevo. Han producido (por ejemplo) la mejor parte del romanticismo, la poesía de Arthur Rimbaud y la de Charles Baudelaire (que hace más de ciento cincuenta años escribía: “Quiero dormir, dormir no vivir”). Pero no: en este presente intachable la resistencia no puede ser heroica, menos poética. Matar a los padres ya no puede seguir siendo ese gesto simbólico de renovación y renacimiento.

Porque al final algo sucede a lo largo de Home, más precisamente hay dos acciones concretas y contundentes que pasan en la película de Troch y que acá no vamos a anticipar. Dos acciones que nacen de lo que queda de las pasiones y de la necesidad de afecto, casi como si fueran una huella de un instinto crudo y terrible de supervivencia.

Como todo en la película, esas dos acciones pasan entre las paredes domésticas. Allí, en la cocina de ese apartamento, al lado del lavaplatos, está un tarro que luce como decoración la palabra Home, escrita en elegante cursiva. Una palabra, una caligrafía, un sonido que recuerda algo familiar, quién sabe qué.

070 RECOMIENDA...

Consulte acá toda la programación del Festival Eurocine 2017. Home podrá ser vista en Bogotá: el 22 de Abril en Cine Colombia Avenida Chile, a las 6:15pm, y el 27 de Abril en Cinema Paraiso, a las 7:00pm.

Click acá para ver

En breve: una película sorprendente, que logra meterse en los espacios domésticos con una mirada que no conocíamos. Porque la aburrición y el no sentido de los personajes no se aplica a la película, que es rápida, precisa como un bisturí, construida con secuencias breves que le dan un ritmo sostenido a una situación inmóvil, con muchos primeros planos de estos personajes sin expresión, en un formato cuadrado muy televisivo, interrumpido por fragmentos de videos verticales, tomados con celular (casi a decirnos que la mirada misma tiene doble formato). La cámara busca algo en las caras de los protagonistas y registra esa suspensión constante. No sabemos hacia donde irá ni donde empezó. Pero allí está grabada para las generaciones futuras.

 

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