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Hay momentos en los que hay que estar detrás del lente: Gustavo Casasola

El heredero de uno de los archivos fotográficos más robustos de la Revolución Mexicana, nieto del reconocido fotoperiodista Agustín Víctor Casasola, editor, curador y fotógrafo, tiene una memoria diáfana y habla con minucia cuando se detiene en una foto. Hablamos con él sobre la historia a través de su archivo, la labor del coleccionista y de las fotos que aún lo sorprenden.

por

Camila Bolívar Manzano

Artista plástica y estudiante de Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes


04.06.2019

Gustavo Casasola Salamanca es el heredero de uno de los archivos fotográficos más robustos de la Revolución Mexicana. Nieto del reconocido fotoperiodista Agustín Víctor Casasola, este editor, curador y fotógrafo tiene una memoria diáfana y habla con minucia cuando se detiene en una foto. En el marco de la Exposición “Emiliano Zapata 100 años, 100 fotos” (vea acá una visita en realidad virtual de la muestra)  pudimos hablar con él sobre la historia de la Revolución a través de su archivo, la labor del coleccionista y de las fotos que aún lo sorprenden.

Su abuelo Agustín Víctor Casasola fue un pionero del fotoperiodismo en México, y desde su inicio en este oficio pareciera que existe en él una conciencia de futuro, una noción de que las imágenes servirán para algo en los años por venir ¿cómo tuvo acceso a tantas fotografías?

El 28 de julio de 1874 nace mi abuelo, Agustín Víctor Casasola, y muere el 30 de marzo de 1938. Nace en un hogar donde su padre trabaja en periódicos, revistas, en talleres tanto de impresión como de encuadernación, con aquella rusticidad de las maquinarias de la época. Queda huérfano a los doce años y para ayudar a su madre empieza a trabajar en los talleres donde era conocido su padre y ahí empieza a crecer, rodeado de tinta, papel y con una característica: que guardaba todo. Empezó por guardar sus revistas, los periódicos de la época y ya a finales del siglo XIX es reportero de los periódicos, hasta que se asienta en El Tiempo de Victoriano Agüeros, un español que tenía publicaciones católicas. Se casa en 1899 y mi papá nace exactamente el 16 de febrero de 1900.

Con las campañas políticas para el PRI se hacían día a día miles de fotografías entonces todas las familias nos insertamos con otros fotógrafos; había que tomar al candidato hablando, gritando y dando abrazos... ya sabes lo que es la política latinoamericana.

Aquí empieza el cambio tecnológico: los periódicos europeos y americanos comienzan a publicar sus páginas con imágenes grandes, se le da la preferencia a la fotografía en ciertas publicaciones y mi abuelo empieza a aprender la fotografía de un compañero del periódico que tenía una cámara. El primer artículo que ilustra es una entrevista a un señor que dirige los tranvías de la Ciudad de México. Toma las fotos de las turbinas y hace un relato muy minucioso de cuantos watts se necesita para hacer un recorrido de un punto a otro. Su primera agencia de información fotográfica y corresponsalía la crea en 1909, un año antes de la Revolución. Y él es el primer presidente de la Asociación de Fotógrafos de Prensa en la Ciudad de México, creo que eran doce o catorce fotógrafos de prensa que trabajaban allí. Según me contaba mi padre, mi abuela no podía hacer su cama porque todo estaba lleno de “papelotes”, libros, revistas y demás. Y así fue guardando imágenes.

Cuando estalla la Revolución [mexicana] el mundo quiere saber qué está pasando en México, se hace el trabajo más dinámico y requiere la información de otros fotógrafos. Llega a tener en todas esas etapas de trabajo imágenes de más de 100 fotógrafos, mexicanos y extranjeros. Esos fotógrafos eran compañeros y se creó esa asociación para ayudarse.

Y así fue creciendo el archivo…

Mi abuelo trabajó en el periódico El Imparcial, que era porfirista, y cuando se enteró que iban a tirar todo el edificio donde estaba el periódico, el archivo y el laboratorio, solicita sus fotografías a la Secretaria de Gobierno, que se llamaba en ese entonces de Bienes Nacionales. Ahí están las de sus compañeros que son muchísimas: 12.000 negativos de cristal que llegan a engrosar el archivo.  

¿Cómo les fue heredada a los descendientes de su abuelo la conservación de las imágenes?

Te cuento esto desde la infancia de mi padre, que es mi antecedente. Llega a tal intensidad la necesidad de información, que mi abuelo saca de la escuela a mi padre a los 13 años y lo integra al grupo de reporteros gráficos, primero de ayudante. Mi abuelo le decía a mi papá “ponte en frente cuando me veas con la cámara para que salgas”. Entonces de repente ves las fotos y aparece un niñito volteándose a la cámara atrás del globo de Cantoya, a un lado de Francisco Madero en una de tantas reuniones, también aparece detrás de Victoriano Huerta. Entonces estuvo integrado en el trabajo porque lo llevaba mi padre y después empezó a tomar fotografías y a ayudar en el laboratorio con unas enormes amplificadoras de madera.

Hablemos sobre la Historia Gráfica de México, este proyecto fotográfico ambicioso que inició su padre (Gustavo Casasola Zapata) y usted continuó.

En 1921 se conmemora la independencia de México, por ese motivo mi abuelo —con todo ese material— saca una pequeña publicación que se llama Álbum Histórico Ilustrado. Publica cinco cuadernillos, pero no tiene éxito porque la población en México desafortunadamente no tenía ni la cultura ni la costumbre de leer. El atraso que trajo la Revolución en el aspecto cultural fue muy fuerte. El 30 de marzo de 1938 muere mi abuelo y mi padre empieza a hacer otra vez la historia que él vivió; conoció los personajes y escribió sobre ellos y además tenía todo el material fotográfico. Él se fue llenando de fotografías porque muchos de sus compañeros se retiraron de la fotografía como Jerónimo Hernández, que se retira en 1917 y le hereda sus negativos a mi abuelo, son miles.

Entonces pasa el tiempo y mi papá publica la Historia Gráfica de la Revolución, que fueron cuatro mil páginas y doce mil imágenes con un relato, como decía él, objetivo, pone el pie de página de lo que está en la fotografía. Más o menos en el 52 yo me integro a la editorial y el archivo está creciendo y hay una cantidad de imágenes que hay que ordenar. Y lo ordenan mi padre y mi tía Piedad, su hermana.

¿Cuáles son sus labores en el momento en el que se integra a la editorial?

Yo me integro a la editorial a los quince años y en ese momento era el corre ve y dile. O sea, mensajero. Fue una cuestión administrativa: ir a los talleres de encuadernación, encargarme de la distribución y las ventas, yo me recorría las librerías. En el 52 también estoy en la revista Hoy que dirigía don José Pagés Llergo, ahí es donde me inicio como fotógrafo. Trabajaba con los veteranos, el “gordito” Diaz, Anselmo del Cantón Delgado y Manolo García. Trabajamos ahí porque era la campaña para llevar a la presidencia a un señor llamado Adolfo Ruiz Cortinas. Con las campañas políticas para el PRI se hacían día a día miles de fotografías entonces todas las familias nos insertamos con otros fotógrafos; había que tomar al candidato hablando, gritando y dando abrazos… ya sabes lo que es la política latinoamericana.

Su padre durante muchos años defendió la objetividad de la fotografía porque podía estar libre de cualquier interés político. ¿Usted piensa que la fotografía puede ser objetiva?

Sí. La base de esto, la idea de este trabajo, y lo mencionaba mi papá muchísimo era la objetividad. Cuando me mandaban a tomar x escena o x personaje, eso era lo que tenía que hacerse, ya cada quien interpretaba la imagen como quisiera. Tú ves a este señor y ves un retrato, pero el señor tiene una historia, un nombre y una vestimenta que la puedes sacar de la fotografía. Tu no vas a tomar la foto con una intención a menos que la prepares como se hacía en el cine.

Leyendo me he encontrado con que gran cantidad de fotografías no se conocen ya que solo se usan las que son requeridas para proyectos de investigación, producción de libros y exposiciones. ¿Es posible que en algún momento se conozca la totalidad de las fotos del archivo?

Mira ese es el reto frente al tema que tú quieras. Acabo de descubrir antes de venir una foto de unos ingenieros agrónomos que están haciendo lo que se llama el apeo y deslinde. Es una foto tomada a distancia y se ve al señor ingeniero con sus vestimentas junto a unos peones que están con él y están fijando los límites de una tierra, separando una hectárea de otra. Fue tomada hace años, pero la ves y parece que fue tomada antier. Y eso lo descubres porque estás viendo constantemente diferentes temas. Porque todavía hay cajas grandes de diferentes temas. Ahorita con una investigación sobre el Hospital de Jesús en la Ciudad de México, yo estoy metido en cuestiones de investigación gráfica para sacar lo que haya de los hospitales de la época y son realmente curiosísimos los quirófanos, la vestimenta, los guantes, los cubrebocas. Entonces hay una foto con dos personajes, doctores reconocidísimos de los años 30, en traje de calle viendo la operación. Ahí tienes una foto objetiva, que no lleva más intención que llevar registro de lo que está pasando, pero ya juzgas la imagen.

¿Qué piensa que es más audaz, estar al frente de la curaduría de imágenes o detrás del lente tomando fotos?

El lente, la fotografía, el registro es algo bien interesante, hay momentos en los que es necesario estar.

¿Tiene una foto en particular que recuerde todavía?

Bueno, yo creo que es la primera que te publican. Y esa fue estando en la revista Hoy con Pagés Llergo. Nos llega la orden de ir a cubrir la información de una ceremonia en honor a Juárez. Mi primera cámara para eso fue una Speed Graphic con esos film packs, era una cámara de la Segunda Guerra Mundial. Sacas el fuelle para enfocar y tiene un tubito donde sale un foco que se calentaba, entonces para quitarlo te quemabas los dedos. Tres fotos tomé de la ceremonia y logré tomar una en la que vienen desfilando las autoridades al fondo del Hemiciclo Juárez, la escolta de los honores militares y queda como marco el uniforme de dos militares, la bandera y el monumento a Juárez, y esa es la que me publican. Lo recuerdo porque te felicitan y en la familia siempre se guardaba la primera foto que tomaba cada uno de los miembros, los descendientes de mi abuelo. Es una tradición familiar.

¿Qué es lo más difícil de ser un coleccionista de imágenes?

Hacer viable económicamente un proyecto, llevamos un año con esta exposición. Estos trabajos de investigación requieren de mucha atención para que sea cierta la imagen. Entonces hay que tener mucho rigor.

¿Cree que el oficio del fotoperiodismo puede desaparecer?

No puede desaparecer el fotoperiodismo, tienes ahora los adelantos digitales, se está viendo el desarrollo tecnológico en el espacio. Los sucesos, los hechos, el cambio que llevan las ciudades, la evolución de la economía de un país a fuerza tienes que registrarlo. O sea, fotoperiodismo siempre hay. Incluso ahora el narcotráfico da mucho para eso, también es el registro de la locura del ser humano. La imagen siempre va a estar.

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Camila Bolívar Manzano

Artista plástica y estudiante de Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes


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