El Centro Veterinario de Medicina Alternativa queda en el barrio La Castellana de Bogotá, un barrio de casas grandes, con el pasto corto y jardines impecables. Pero la del Centro parece un poco descuidada. Teresa timbra, suena una chicharra ronca y una señora bajita y canosa con una bata azul con perritos y gaticos estampados abre la puerta. “Mi gordo hermoshho, el rey de la casa, mi bebé precioso divino”, dice la doctora Mariela a Moshe, el gato que viene hoy a consulta.
Nosotras seguimos paradas afuera del consultorio esperando a que nos invite a seguir, pero ella le sigue hablando a Moshe “¿Cómo estás?, ¿si te has tomado tus medicamentos juicioso? ¿Cómo se han portado la mamá y la hermana?”. Luego de la ceremonia de recibimiento al gato, Mariela las saluda a ellas y me saluda a mí con un abrazo y un beso. Mariela es una vieja amiga de Teresa, se conocieron en la Universidad Nacional. Ella estudiaba veterinaria y Teresa zootecnia. Teresa, de cincuenta y tantos años se dedica a las labores científicas y a la docencia universitaria. Ella y María José, su hija menor, han traido a Moshe a una de las terapias. Moshe cayó de la ventana de su casa y sufrió una lesión en la médula espinal que lo dejó invalido.
En las paredes del consultorio hay varios diplomas en portugués que certifican que Mariela ha culminado varios cursos en homeopatía. En el escritorio hay papeles regados por todos lados, esferos, fotos de gatos, un cenicero y, en vez de computador, una máquina de escribir. Suena su celular (un Nokia modelo 1999) “Hola, ¡Ah, si! Tu eres la mamá de Jacobo, si no hay problema, tráelo mañana a las 10:00 a.m. Un abrazo y saludos al chiquito”.
María José pone a Moshe en el mesón. El animal se queda quieto. Mariela examina a Moshe, le toca los bordes de las patas con un aparato que parece un lápiz metálico y se ven movimientos en las patas del gato. “No, este hombre va a caminar rapidísimo”, dice. De pronto saca una especie de tabaco ancho. Yo pensé que era un cacho de marihuana gigante. “¿Puedo saber qué es eso?”, pregunto. “Esto se llama moxa, es como un cigarrillo pero está hecho de una planta seca llamada Artemisa originaria de Asia”, explica Mariela mientras revuelca cajones y papeles en busca de un encendedor.
En medio del silencio, la doctora prende una llama en la punta a la moxa que luego apaga de un soplo. El olor del humo invade la sala. Me recuerda en principio la hierbabuena y luego el olor del palo santo en las iglesias. Mariela empieza a palpar la columna del gato, vértebra por vértebra, dejando que el pequeño hilo de humo que sale de la moxa penetre en el lomo del animal. Entonces Mariela le pide a María José que le pase las agujas de acupuntura. María José escarba en uno de los cajones hasta que saca unas agujas empacadas en pequeñas bolsas plásticas. En ese momento Teresa me mira: “gracias a todo esto Moshe está teniendo esperanzas de volver a caminar. Cuando intentamos con la cortisona para que se le desinflamara la médula, empezó a orinar sangre y decidimos suspenderla”, cuenta.
Mientras Mariela apaga la moxa con un spray que tiene la etiqueta de “alcohol” me dice que prefiere no trabajar con medicamentos tan invasivos y agresivos para el cuerpo animal y humano como los de la veterinaria convencional, pero que respeta las decisiones de sus clientes de usar ambas medicinas”. Es entonces cuando intervengo “¿entonces no crees en la medicina tradicional?”, y mientras saca las agujas del paquete dice “¡Claro que creo!, yo me formé con medicina tradicional, pero la alternativa es más natural, por ejemplo la moxa limpia los canales del cuerpo y permite una mejor circulación de la energía, ¿no sentiste la sensación cuando prendí la moxa?”.
“Todo es cuestión de energía, mira.”, dice Mariela mientras clava una aguja en una de las patas traseras del Moshe. La pata reacciona inmediatamente y empieza a estirarse. “Ahí estimulé un punto de energía bloqueado por la caída, continua, y en medicina tradicional simplemente se aferran a los diagnósticos que dan las máquinas o los libros, yo rebusco razones y agoto alternativas para curar animales”.
***
En su casa a Moshe lo cuidan como a un bebé. Después del accidente Moshe perdió el control de sus esfínteres. La rutina de limpieza es intensa: baño día de por medio para Moshe, lavada del tapete que recubre el piso una vez a la semana, y ambientadores para evitar malos olores. En efecto, el cuarto donde está Moshe huele a vainilla.
Tendido sobre la alfombra está Moshe, un gato regordete con una mirada azul profunda, encima de una colchoneta recubierta con papel periódico.
-“¿Puedo tocarlo?”, le pregunto a Teresa
-“Antes hubiera sido imposible, él era muy arisco, pero como resultado del accidente se lesionó una glándula suprarrenal que es la que da la adrenalina y tuvimos que extirparla y ahora es súper mansito, medio lentico” .
Me acerco a esta bolita de pelos con las patas, las orejas, el hocico y la cola de color negro, con pintas en el resto del cuerpo de color café oscuro, café claro y blanco. Le rasco una oreja y empieza a emitir un sonido fuerte, como el de una cafetera. Toda la parte trasera del gato está prácticamente inmóvil, las patas de atrás están estiradas en el piso y son muy delgadas. Moshe tiene un pañal para bebe recién nacido con un hueco del que sale su larga cola negra. Depronto Teresa grita “Majo, ya nos tenemos que ir!… siempre le llegamos tarde a Mariela.»
De camino al consultorio, y luego de llenar de periódicos el piso del carro para poner ahí a Moshe, Teresa me dijo que Moshe tuvo la fortuna de haber recibido atención rápida en una clínica veterinaria convencional. Ella dice que a su gato le salvó la vida el veterinario Jaime Paredes, que practica medicina tradicional. “En el hospital a Moshe le tomaron radiografías y lo operaron porque tenía hemorragia interna», dice. «Aunque le salvaron la vida, siempre enfatizaron mucho en la posibilidad de que Moshe jamás podría volver a caminar”.
***
Cambio de ambiente. En la sala de espera del consultorio del Dr. Paredes hay folletos de vacunas, limpieza de dientes para perros y lo último en cirugía para “animales pequeños”. Una señora se acerca ofreciéndonos a Teresa y a mi tinto. Al rato, un señor con bata blanca, pelo corto y un estetoscopio en el cuello nos hace seguir. En el consultorio consultorio huele a una confusión de alcohol y un ambientador “glade toque” que hay en una de las paredes. El escritorio, a diferencia del consultorio de la doctora Mariela, tiene un computador, tiene los papeles apilados en un solo sitio y fotos de varios pacientes de ocico y bigote.
Después de una breve presentación por parte de Teresa, voy al grano. “Dr. Paredes. ¿Qué piensa usted sobre el método alternativo que Teresa y María José están usando con Moshe?” El Dr. Paredes me mira con una risa suspicaz. “La gente, piensa que las diferencias entre las dos medicinas son irreconciliables pero yo no creo eso», dice como danod una lección y golpeando el escirtorio con su esfero Lamy. «Me parece bien que existan alternativas diferentes a nuestra medicina pero, tengo que decirlo, jamás estuve de acuerdo con que ellas le quitaran la cortisona al gato”.
Teresa lo interrumpe. “Ay Jaime pero pareciera que le estaba haciendo más mal que bien”. Jaime vuelve a intervenir, “Son efectos secundarios, eso era un mal por un bien, igual la medula del gato se iba a desinflamar y luego se trataba con otro medicamento la afección en los riñones”. Ambos se esquivan las miaradas. Teresa solo me mira a mí, y Jaime por su lado mira fijamente a Teresa. Decido volver a intervenir:
–Bueno Doctor, entonces ¿hasta que punto es conveniente utilizar la medicina alternativa?– él vuelve a dirigir su mirada hacia mi.
–Es bueno hasta el punto que los dueños de los animales entiendan que solo con acupuntura, aromaterapias y demás no se curan las enfermedades. Yo entiendo que la medicina tradicional tenga muchas efectos secundarios, pero el uso de químicos en las drogas hace que esto sea casi imposible de evitar.
–¿Pero si ahora me dijo que no creía en las diferencias irreconciliables, porque parece decir que la medicina alternativa no puede hacer lo que la tradicional por su propia cuenta?
–Yo lo único que estoy diciendo es que cada medicina tiene su ciencia. La tradicional, es en términos prácticos muy efectiva en cuanto a la cura rápida de las enfermedades. Y la medicina alternativa acude más a la naturaleza para hallar sus medicamentos. No es una medicina tan rígida y a diferencia de nuestra medicina. No tiene ningún efecto secundario pero los resultados pueden no ser tan inmediatos y efectivos que los de la medicina tradicional.
Cuando el Dr. Paredes termina, veo que Teresa parece estar en otor mundo. Cómo si no quisiera oir al doctor. Reacciona y vuelve a hablar: “El accidente de Moshe nos enseño muchas cosas importantes de la vida», dice Teresa. «Esos pañales son una mamera, cambiarlo es terrible y mantener el tapete del apartamento limpio peor aún, pero con amor todo se puede”, añade. Y agrega mirando al Dr. Paredes: “también aprendimos que tener una posición rígida en la vida sirve para tres cosas: para nada, para nada y para nada».
Su mirada vuelve a mi y continúa: “Pero, sobre todo, aprendimos a no dejar jamás la berraca ventana abierta para que el gato no vuelva a salirse, y también a dosificarle su comida, porque si Moshe no hubiera estado tan gordo, hubiera podido caer en cuatro patas como las veces anteriores”.