Hace seis meses Fransuá Martínez investigaba en Jamundí, Valle del Cauca, la presencia de carteles mexicanos que habían llegado a esa zona para negociar con las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) el envío de cocaína y marihuana. Hoy espera que el país al que llegó le conceda asilo luego de recibir amenazas de muerte. Lo hace junto a su hijo de tres años y su esposa, en un departamento que comparte con otras tres familias.
El caso de Martínez, y el de tres compañeros de Caracol Televisión y uno del medio digital 90 Minutos, ilustra la cada vez más difícil tarea de informar lo que ocurre en el sur del Valle y el norte de Cauca, zonas que el Estado no ha podido controlar después de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla. Mientras, los grupos ilegales se disputan el negocio del narcotráfico y siembran el terror entre indígenas, campesinos y periodistas.
Martínez ejerce el periodismo hace 14 años, llevaba seis en Blu Radio antes de renunciar y dice que nunca vivió una situación parecida, a pesar de que trabajó cubriendo orden público en una de las regiones más violentas del país. En julio de 2019 recibió en su celular mensajes de texto intimidantes, tuvo que huir de la persecución de dos hombres en una moto y enfrentar otras situaciones que le obligaron, en noviembre, a exiliarse junto a su familia.
En el informe anual sobre la situación de la prensa en Colombia, titulado ‘Callar y fingir, la censura de siempre’, la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) documentó el caso de los periodistas de Cali como uno de los destacados de 2019. En el aparte ‘El exilio vuelve a ser una obligación’ se describe cómo “las repetidas intimidaciones y la ineficaz respuesta de las autoridades obligaron” a Eduardo Manzano y Alexánder Cárdenas ( Caracol Televisión) y a Martínez “a tomar la decisión de salir del país”. De su lado, Miguel Ángel Palta (90 Minutos) y Arlex Piedrahita (Caracol Televisión) aún permanecen en Cali, pero cubriendo otras fuentes o dedicados a actividades que no representen riesgo.
Todos fueron víctimas “de fuertes amenazas y hostigamientos que estarían relacionados con el trabajo periodístico que venían realizando sobre la situación de orden público, el aumento de la violencia, cultivos ilícitos y la presencia de carteles mexicanos” en el suroccidente de Colombia, detalla la FLIP.
Esta región se está convirtiendo en un territorio hostil para periodistas, con historias silenciadas y poblaciones atemorizadas, y donde quien manda claramente no es el Estado.
La Liga: ¿Por qué tuvo que salir del país?
Fransua Martínez (FM): Después de la firma de los acuerdos de paz estuvimos muy pendientes elaborando informes sobre la llegada de estos llamados disidentes (…) estábamos informando mucho de la situación de orden público en el norte de Cauca y la presencia de nuevos actores que eran desconocidos y que estaban llegando a la región para hacer directamente los negocios de las drogas con todos estos grupos que están operando en la zona del norte del Cauca y sur del Valle, y estos actores eran los carteles mexicanos (…) En julio de 2019 logramos confirmar la presencia del cartel de Jalisco y de Sinaloa y reductos del Sexto Frente que estaban allí haciendo los negocios. A finales de ese mes, la empresa (Blu Radio) me dice que sigamos trabajando de lleno el tema. Me envían a la zona de Jamundí. Nos decían (las fuentes) que estaba el hijo del Chapo Guzmán directamente haciendo esos negocios y que hubo una fiesta en ese mes, de casi tres días. Fui para Jamundí, la empresa me envía para allá. Me voy y no encuentro garantías por parte de la Guardia Indígena ni tampoco de las asociaciones cocaleras para subir a la parte montañosa de Jamundí. Me dicen que nadie garantiza mi vida. Entonces, aprovecho que hay una movilización de cocaleros llegando a Jamundí, más de mil personas (…) Hablo con ellos, constantemente les digo: ‘¿qué es lo que está pasando allá arriba?’. Algunos me contestan, otros no. Soy como muy enfático en obtener la información sobre si efectivamente ha estado alguien de estos carteles mexicanos, especialmente el hijo del Chapo Guzmán. Me dicen que no, que no saben nada.
Logramos evidenciar que había muchos venezolanos también, en medio de toda esa multitud y enfocamos los informes por ahí. Los venezolanos nos decían que la situación era muy complicada arriba, pero que ese era el trabajo. Sacamos ese informe y a la semana siguiente me llegaron los mensajes de texto.
La Liga: ¿Qué decían esos mensajes?
FM: Recibí a finales de julio (de 2019) la amenaza en mensaje de texto a mi celular. Yo lo recibí, me asusté, pero dije: ‘voy a esperar a ver qué pasa, si veo algo raro’ (…) Decía que era un sapo hijue tantas, que eran del Sexto Frente, que estaba mostrando lo que no era de sus cultivos. Eso fue un jueves y el lunes siguiente fui a trabajar y me encontré con los compañeros de televisión, de Caracol, uno de ellos muy asustado me dice: ‘ve, es que me llegó este mensaje y me lo mostró’. Le había llegado un mensaje, amenazándole a él y aparecía mi nombre. Yo ya me puse muy nervioso, ya son dos mensajes. Fue ahí que fuimos a la Fiscalía (…) A Eduardo (Manzano) le llegaron dos mensajes muy parecidos. También identificándose de parte del Sexto Frente de las FARC, también diciéndole a él que no estaba mostrando lo debido de los cultivos de ellos, de sus territorios, porque para esos días él también había estado cubriendo el tema de los cortes de energía en zonas de cultivos de marihuana.
La Liga: ¿Qué hicieron después de recibir las amenazas?
FM: Nos fuimos a la Fiscalía. Pusimos la denuncia, la FLIP nos llamó y contamos la situación. Al otro día nos citaron a un consejo de seguridad. Estaban los comandantes de la Policía, el Ejército, la Unidad Nacional de Protección y la Defensoría del Pueblo en el Comando de la Policía de Cali. Después de nosotros hablar lo que estábamos reportando en la zona, la conclusión fue que no podíamos estar allá, que no nos acercáramos allá porque la situación estaba complicada.
Tuve miedo cuando nos dijeron en la Policía, el comandante de la Regional 4: ‘ustedes no pueden ir ya más a la zona, la recomendación es no ir más a la zona por ahora’. Ya quedamos preocupados. Eso fue el 7 de agosto (…) Ese fin de semana siguiente hubo una masacre de indígenas, dispararon a mansalva contra una chiva, mataron tres personas y siete más resultaron heridas. Nos quedamos como perplejos todos.
La Liga: ¿Las autoridades les ofrecieron algún tipo de protección?
FM: Ahí estaba la directora regional de la UNP (Victoria Eugenia Gómez). Ella nos dijo, después de la reunión, que eso se podía demorar, que ni ella tenía escolta de seguridad y que como estábamos en la recta final de la campaña política que eso se podía complicar. Pasaron los días y nosotros no recibimos ningún tipo de protección. Se habían comprometido a que nos iban a hacer unas rondas. Nunca llegó esa protección.
El tema de seguridad lo abordamos en varias reuniones con la FLIP. Hubo un representante y un delegado de la UNP y representantes de nuestros medios, y al principio se estaba elaborando una ruta para que siguiéramos cubriendo cosas del Cauca y del sur del Valle. La idea de algunas personas de la reunión era que nosotros fuéramos con escoltas, con carros blindados del ministerio del Interior. Otros que utilizáramos chalecos, que el escolta pasara por camarógrafo y así. Les decíamos que eso era imposible, que nosotros para ir a esas zonas nos volvemos objetivo inmediatamente si nos llegaran a ver con un funcionario del gobierno, un policía o alguien del Ejército (…) Ese protocolo no se logró concretar porque es muy difícil hacer reportería así y el tema personal de la protección del Estado con nosotros no se dio. El estudio de seguridad se demoró muchísimo, eso en mi caso. Me hicieron el estudio de seguridad a finales de septiembre, pese a que lo habíamos solicitado a principios de agosto.
La Liga: ¿Dejaron de cubrir la región?
FM: Blu Radio seguía mandando personal para el norte del Cauca. Yo había quedado casi como el director encargado porque mi jefe había salido de vacaciones. Había solicitado cambio de turno porque la Policía me había pedido que cambiara de turno, que no saliera tan temprano y que no me regresara tan tarde. Normalmente llegaba antes de las cinco de la mañana a la emisora, pero en Bogotá me dijeron que no se podía, que no me podían dar licencia, que no estaba el personal suficiente para eso. Para esos días hubo una masacre de indígenas y salió de Cali un grupo de periodistas para el norte del Cauca. A mí me pidieron que mandara a uno de los periodistas. Me tocó enviar a uno de los compañeros, Fabrit Cruz, y al compañero en Toribío lo persiguieron, le dañaron la llanta del carro y había riesgo para que el hombre saliera de allá. A él le tocó salir en helicóptero en la noche porque el riesgo era muy latente, porque de pronto podían atentar contra su vida. Los jefes de Bogotá, los mandos medios me responsabilizaron de eso, de que yo era el culpable, porque yo había mandado a Fabrit hacia allá, pero yo ya estaba amenazado, ya se había hablado hace mucho tiempo de todo lo que estaba pasando en el norte del Cauca.
Después de lo que le pasó a Fabrit, le pasó a otra compañera de Caracol, Alejandra Ospina, que era la reportera que cubría con Eduardo. A mitad de agosto iba a sesionar la Comisión de Paz del Senado en Caloto y a ella la mandaron porque iban a estar varios senadores. Cuando se desplazaba hacia Caloto le salieron dos tipos en moto, armados. Ella iba con su equipo como de cinco personas y les dijeron que Caracol no era bienvenido allá, que eran unos sapos hijue tantas, que se devolvieran y a ella le tocó devolverse inmediatamente.
La Liga: ¿Cómo ve que haya zonas del país donde los periodistas no puedan entrar?
FM: Terrible, me parece terrible. De estos 14 años que he trabajado en Cali y en el norte del Cauca, uno sabe que las FARC o que los grupos que han delinquido allá han tenido una jerarquía y si a alguno lo detienen en algún punto y se identifica como periodista hay un rango de ellos de accionar, de preguntar, hasta que llegan al comandante y pueden autorizar o no que uno ingrese. Si uno no se encuentra a nadie en la vía o en algún municipio, uno acude a la Guardia Indígena y la Guardia lo sube a uno donde sea, y las asociaciones, pero en este tiempo ya ni a la Guardia Indígena respetan. La Guardia Indígena tiene miedo de que la masacren, entonces es difícil que un periodista vaya a esos territorios sin ningún tipo de acompañamiento.
La Liga: Durante los años que lleva como reportero en Cali, ¿había sufrido amenazas similares?
FM: Cuando hemos ido a cubrir cosas del Cauca, nos detenían guerrilleros, gente con camuflados, pero uno se identificaba bien como periodista y lo podían devolver a uno o le podían decir: ‘siga’ o hasta cierto tiempo. O la Guardia Indígena decía: ‘los acompaño’ o ‘no, hay que bajar porque hay riesgo’, pero nunca encontré ese miedo o esa zozobra de cubrir algo. Es la primera vez y me da tristeza porque en esa zona montañosa hay mucha población y hay muchas historias. No poder ir hasta allá duele y saber que esas historias no se pueden contar.
La Liga: ¿Cuándo decidió salir del país?
FM: En mi caso, después de esos dos mensajes, yo cambio de domicilio y me voy a una ciudad, aquí en el Valle del Cauca que se llama La Cumbre, una casa-finca. Cuando estaba allá mi hermano trabaja con la fuerza pública. Cuando tenía descanso me brindaba a veces protección. Cuando estaba conmigo llegaron cuatro personas en un carro Spark, se bajaron a tomarnos fotos y estaban sacando unas cosas de la parte de atrás, iban a ingresar a la finca. Mi hermano salió como a enfrentar la situación y ellos inmediatamente huyeron. Eso lo denuncié y el 14 de agosto, cuando iba a trabajar a Blu Radio, a las cuatro de la mañana estaba con mi esposa -decidió acompañarme en las madrugadas- y cuando ya iba para la emisora, en la antigua vía Cali-Yumbo, dos hombres en una motocicleta DT blanca, taparon la placa de la moto, empezaron a perseguirnos. Eso ocurrió en el sector de Guabinas y nosotros íbamos en nuestro carro y aceleramos por toda esa carretera. La verdad eso nos dio mucho miedo. Eso también me llevó a que saliera de Blu porque me generó mucho miedo esa situación (…) En noviembre nos dejaron una pistola con siete balas en el lugar donde yo estaba durmiendo. Yo siempre, como cambié de domicilio, tenía mucho miedo, me estaba quedando en una de las casas de familiares y allí nos dejaron una pistola en uno de los muebles de la casa, adentro de la casa (lo que sintió como amenaza).
La Liga: ¿Cuándo salió de Colombia y con quiénes?
FM: Salí con mi esposa y mi hijo de tres años el 26 de noviembre (de 2019).
La Liga: Está fuera del país, ¿por qué no quiere que se sepa dónde?
FM: Lo que pasa es que aquí solicité asilo y en este programa de protección uno se encuentra gente de todo el mundo, y dentro de este programa yo estuve en un hogar de refugio y ahí llegó una familia de colombianos. Resulta que el hombre de esa familia era un tipo que trabajaba con los paramilitares. Allá hablaban del periodista Fransuá, que el colombiano, entonces el tipo mandó a la esposa a preguntarme que si yo era el periodista de Cali. Él había llegado recién, hablamos y me dijo: ‘yo era paramilitar y yo trabajé con gente en Nariño, de drogas y todo eso, y usted era muy sonado por allá, que los periodistas…’ A mí me generó mucha desconfianza eso.
La Liga: ¿Cómo ha sido su vida en estos últimos meses desde que salió del país?
FM: Ha sido muy difícil. Leí muchas opciones a ver qué podía hacer, si me iba para tal lado, para tal otro. Me vine para acá. Teníamos algunos conocidos, pero esas personas cuando ya uno necesita quedarse o algo, como que ya no contestan, porque uno se termina convirtiendo en una carga y es entendible a veces. Solicitamos asilo, nos quedamos en un hotel diez días. Mis ahorros los invertí en todo esto (…) Mi esposa también es profesional, le tocó dejar su vida en Cali. Ella iba a hacer un doctorado, le tocó parar, se vino conmigo, el niño también. Solicitamos protección. El tema del asilo aquí está totalmente colapsado con el tema de los venezolanos, de los sirios, entonces, el colombiano como que ha quedado por allá, como atrás. Nos dicen que ‘como ya en Colombia hay paz, no entendemos por qué la gente está saliendo si allá hay paz’. En esos primeros 15 días se nos fueron los ahorros en el tema del transporte y del hotel, muy costoso. Logramos que nos metieran a un refugio con gente de otros países. Estuvimos ahí casi dos meses, prácticamente ahí quietos, no nos podíamos mover. Ahora hemos entrado a otra fase. Nos ubicaron en otra ciudad y estamos en un apartamento compartiendo con tres familias. En este momento no estoy ejerciendo, no estoy trabajando, no tengo permiso laboral, tengo que homologar mis estudios y eso demora mucho tiempo. Va a ser muy difícil normalizar mi situación por ahora porque tengo que esperar que me den mi permiso y cuando me den mi permiso trabajar en lo que salga.
La Liga: Pese a todas esas dificultades, ¿piensa regresar?
FM: Por ahora no porque creo que no hay garantías. Me molesta mucho el tema de la Unidad Nacional de Protección porque la FLIP ha sido la única que me ha acompañado en todo este proceso, siento que he sido como olvidado. Hemos sido olvidados por la empresa en la que trabajábamos y la verdad sí nos sentimos bastante decepcionados. La resolución de protección en mi caso nunca salió y la analista que me hizo el estudio de seguridad, me escribió en diciembre como si nunca hubiese pasado nada (…) Todo lo que ella me entrevistó, todo el estudio de seguridad y todo lo que hicimos no lo tuvo en cuenta para nada (…) Como yo salí del país, ella hizo la más fácil, congelarme la resolución.
La Liga: ¿Renunció o le dieron licencia en Blu Radio? ¿Cómo fue la relación con la empresa?
FM: Me siento muy olvidado por ellos. No he hablado del tema porque Caracol (propietario de Blu) me parece una gran empresa, pero difiero mucho de las personas que están en mandos medios allí porque una vez pasaron mis hechos no sentí garantías, ni sentí que me protegieran. En la radio incluso uno de los jefes amenazaba a estos cabecillas de las FARC, les decía que no teníamos miedo, que íbamos a seguir en la zona, que no importaba ‘Majimbú’, ni ‘Barbas’, que son estos tipos que manejan allá la zona. No importó eso. Solicité que me cambiaran los turnos y esa solicitud no la aceptaron. No hubo licencia para mí, entonces, renuncié (…) Con Blu trabajé seis años, gané dos premios de periodismo y me dedicaba a la reportería en Cali, en el Valle del Cauca, en Cauca, más que todo en el suroccidente colombiano. Dediqué mi tiempo completo a la empresa, al periodismo y después de eso solo me llamaron una vez para pedirme la clave de un celular que yo había entregado. La verdad sentí, por ese lado, una decepción gigante.
La Liga: ¿Cómo está llevando esta situación su familia?
FM: Ha sido difícil para ellos, han llorado mucho. Aquí donde estoy he recibido atención psicológica, al igual que mi esposa. En Colombia no se pudo. Mis padres están muy deteriorados, ellos son adultos mayores. Mis suegros han quedado también muy golpeados. Teníamos un proyecto familiar de café y un café-museo, y también se ha visto afectado porque nosotros estamos acá y ellos también son adultos mayores. Ya no es la misma dinámica que cuando estábamos en Colombia.
La Liga: Desde su perspectiva, ¿cómo es hacer periodismo en Colombia después del acuerdo de paz?
FM: Antes de la firma del acuerdo de paz, nosotros casi que íbamos una o dos veces a la semana al Cauca o al sur del Valle. Eso era bomba, era ataque, era masacre. Cuando se firmó la paz, volvimos a esos pueblos y la gente se sentía tranquila, agradecida, se sentía un aire de tranquilidad. Después de que asumió este gobierno ya empezaron estas personas (grupos armados) a volver a aparecer en esa zona y empezó otra vez la zozobra, otra vez la extorsión, que otra vez el acto de violencia y el hostigamiento. Se volvió a complicar la situación de orden público y uno queda aterrado porque en esa zona también hay mucho militar, mucho policía. Entonces, uno se pregunta: ¿por qué esta gente saca droga? ¿Y los policías y los militares, qué, si hay puestos de control?
Esas zonas me preocupan porque son gente muy humilde, muy buenas personas, gente que le abre las puertas a uno sin tanto inconveniente, le dan comida, incluso hasta le dan a uno más de lo que ellos tienen. Me da mucha tristeza saber que están en medio de todos esos grupos armados y que esas historias se queden allí porque los reporteros no podamos ingresar porque esos grupos armados nos estén intimidando, nos estén censurando o nos estén amenazando. Me impacta saber que esas personas van a quedar atrapadas en medio de todo ese conflicto.
La Liga: ¿Cómo están sus otros compañeros?
FM: Todo esto nos fortaleció como amigos. Eduardo Manzano, un periodista de muchos años de trayectoria, periodista impecable, dio su vida haciendo reportería del conflicto. Él salió en octubre, también enfrentó unas situaciones, lo persiguieron y le atravesaron moto también. Le emitieron resolución cuando ya estaba afuera. La resolución de la UNP decía que estaba en extremo riesgo. Su situación con la empresa desconozco cómo está. También uno de los camarógrafos salió del país.
El otro compañero camarógrafo es Arlex Piedrahita, él se quedó en Cali, tengo entendido que él también ha denunciado otras situaciones. El otro compañero es Miguel Ángel Palta, también un periodista muy versado, muy culto, un reportero de casi 20 años (de trayectoria) cubriendo el conflicto en el suroccidente colombiano. Él tiene una situación familiar y personal un poco más complicada, pues su esposa padece una enfermedad (…) Está en Cali, pero la empresa a él sí como que lo resguardó, lo cuidó un poco más.
La Liga: ¿Cree que la gente es consciente de la gravedad de las amenazas y censuras a los periodistas en Colombia?
FM: Creo que hay gente que no entiende el tema de la censura, la importancia del periodista regional, del periodista en terreno, el periodista que elabora las noticias para llevarlas a Bogotá y transmitirlas nacionalmente. Ese reportero de las provincias es parte fundamental de la democracia, de lo que es el país en realidad, porque ese es el reportero que en verdad conoce a la gente, cómo está el país en la profundidad, en esa Colombia profunda. Ese es el reportero que conoce y que enfrenta a todo esos actores, todo ese tipo de violencias que algunas veces ni las dice porque le da miedo perder el trabajo, porque le da miedo que lo trasladen. Vive en constante zozobra.
Lo otro de la protección, yo noto que no hay como una prioridad para el periodista, lo digo con lo que me pasó a mí. Lo que uno sentía era como revictimizarse. A mí la directora de la UNP regional me decía: ‘Si ni yo tengo escolta; la prioridad son los políticos’. Me daba mucha tristeza saber eso cuando los periodistas somos personas entregadas por una labor social. Creo que en esta época, en estos dos últimos años, se ha notado demasiado un incremento de violencia contra los periodistas, se ha incrementado la censura en las regiones. Es muy preocupante saber lo que está pasando en algunas regiones y que los periodistas ya no puedan ir porque están esos grupos armados, porque están también agentes del Estado generando esa zozobra y esa censura.
La Liga: ¿Hay territorios vetados para el periodismo en Colombia?
FM: Exactamente, y uno de ellos es el norte del Cauca, donde hay múltiples actores armados. Están las disidencias de las FARC de ‘Majimbú’, está el EPL, están los carteles mexicanos y ahora ha llegado Walter Mendoza, del grupo de Iván Márquez. Hay todo un caldo de cultivo, hay una mezcla de todo, entonces a esas zonas difícilmente se puede ingresar porque ya nadie respeta a la prensa, nadie respeta a la Guardia Indígena, a las asociaciones con las que uno iba -entre comillas- protegido. Es difícil uno acceder y exponerse a esas zonas en este momento.
La Liga: ¿Es optimista o pesimista frente al oficio en Colombia?FM: Es muy difícil. La verdad veo la situación de Colombia muy pesada. Me duele mucho mi país, lo que está viviendo. Noto que hay como una desidia estatal para atender ese tema social, de violencia en algunas regiones, unas regiones olvidadas. En esas regiones donde el Estado no llega es donde hay problemas con esos grupos armados. Uno quiere lo mejor para su tierra, es muy doloroso decirlo, pero yo no encuentro una solución pronta a todos esos temas que afectan tanto a la comunidad rural.