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La Farc se juega su futuro (como partido político)

El partido más joven del país se enfrenta a rupturas internas cada vez más públicas y pronunciadas entre sus líderes. Esto justo antes de las elecciones regionales de octubre donde tienen el reto de consolidarse como una opción política real para sus bases.

por

Carol Sánchez


07.06.2019

Ilustración: Juan Andrés Barreto

“Estoy abrazando la Victoria”, dijo el exjefe guerrillero Jesús Santrich mientras sonreía frente a frente con la excombatiente y hoy senadora Victoria Sandino. Celebraban que, después de un año, un mes y veintiún días, él recuperaba la libertad. Era 30 de mayo de 2019 y, aunque su proceso por narcotráfico sigue abierto, todos los miembros de FARC asumieron la noticia como un triunfo. Hacía meses no se veía tanto consenso entre sus militantes.

Desde la captura de Santrich, las fracturas internas del partido político más joven del país se han hecho cada vez más evidentes. A finales de mayo y antes de que la Corte Suprema le concediera la libertad a Santrich, llegaron a su punto más álgido cuando se hizo pública la última carta de Iván Márquez en la que afirmaba que “fue un grave error haber entregado las armas a un Estado tramposo”.

Por primera vez, después de unas 10 cartas que Márquez ha escrito desde la clandestinidad, Timochenko, el director del partido, le respondió públicamente. “Que un pequeño grupo de antiguos mandos de la organización afirme ahora que fue una equivocación cumplir nuestra palabra, solo significa que ellos, individualmente, se apartan de las grandes decisiones adoptadas por el colectivo”, escribió. Aunque la respuesta no significa que el partido esté sacando a Márquez de sus filas, sí es una declaración para marcar distancia de él.

“Iván dirigió el proceso de paz durante seis años, era la cabeza, el líder natural de nuestra bancada parlamentaria, ¿por qué ahora dice que fue un error entregar las armas, algo que él ayudó a hacer?”, dice Ramiro Cortés, excomandante del Frente 29 de las Farc y quien hoy lidera la zona de concentración en el Patía caucano.

Estas divisiones se dan en medio de un contexto complicado para la Farc: la implementación del Acuerdo de Paz avanza lentamente; el número de excombatientes que se han ido a las disidencias no es claro, pero va desde los 1.200 –según cifras de Kyle Johnson, analista de Insight Crime– hasta los 2.500 –según informes de inteligencia militar–; 128 desmovilizados han sido asesinados según la Agencia de Reincorporación Nacional; y, en menos de cinco meses, se llevarán a cabo las elecciones regionales de 2019, una contienda política clave para el partido Farc porque es su oportunidad de construir bases políticas y sociales en los territorios.

“Una parte importante del Acuerdo de Paz pasa porque la Farc sepa aprovechar la oportunidad de participación política que se les abrió en 2016”, afirma Camilo Vargas, coordinador del Observatorio de Violencia Política y Social de la Misión de Observación Electoral (MOE), “nada más la división que existe entre Iván Márquez y Timochenko ya representa un duro golpe para el Acuerdo. El panorama de la implementación es muy difícil y, lo mínimo, sería encontrar una posición más unida de parte de la antigua guerrilla para lograrla”, agrega.

Por eso, las decisiones que tome a partir de ahora el partido, con Santrich en libertad y con intenciones muy claras de recuperar su curul en la Cámara de Representantes, serán fundamentales para definir el futuro de FARC, no sólo como opción política en democracia, sino como mecanismo para implementar el Acuerdo de Paz que se firmó en torno a la consigna de cambiar las balas por los votos.

Iván dirigió el proceso de paz durante seis años, era la cabeza, el líder natural de nuestra bancada parlamentaria, ¿por qué ahora dice que fue un error entregar las armas, algo que él ayudó a hacer?

Lo que está en juego: el liderazgo

Hoy, casi dos años después de fundación de Farc, hay dos posturas claras y contradictorias dentro del partido: la del exjefe negociador Iván Márquez –que representa el ala más militar– quien cree que la paz está estancada por culpa de los incumplimientos del Estado, que no hay esperanzas de lograrla en el gobierno de Iván Duque y que tampoco existen las garantías jurídicas para cumplir con el total de lo pactado. Y la Timochenko, el director, que defiende la idea de que la FARC debe cumplir irrestrictamente con el Acuerdo sin importar la poca voluntad que ha mostrado el Gobierno pues, según él, el compromiso se hizo con el pueblo.

Después del enfrentamiento epistolar público, Farc cerró filas en torno a la postura de Timochenko. El Consejo Político del partido –del que hacen parte Carlos Lozada, Victoria Sandino, Pastor Alape, y hasta el ausente Iván Márquez– lanzó un comunicado en el que se lee: “Ningún miembro del partido, por importante que sea la función que ocupa, está autorizado ni legitimado para contradecir de manera pública, por fuera de los conductos partidarios, decisiones o declaraciones de su dirección o su Presidente”.

Parecía una respuesta contundente a las voces que mostraron inconformidad con la carta de Timochenko. Sobre todo dos: la de Santrich, quien todavía recluido escribió una carta en la que respaldaba a Márquez, su amigo: “Flaco favor le hace a la unidad del partido y a la conquista de los objetivos revolucionarios estigmatizar a quienes desde una posición crítica y autocrítica, con desconfianza y por salvaguarda de sus propias vidas, hoy actúan desde la distancia en defensa de los fundamentos ‘marulandistas’ y bolivarianos”, escribió el 21 de mayo. Y la de Benedicto de Jesús González, quien todavía ocupa transitoriamente la curul que le corresponde a Santrich en Cámara, y que aseguró, a través de Twitter, que ese texto solo refleja la opinión personal de Timochenko, pero no la del partido ni de la dirección, de la que González también hace parte.

De hecho, tras la publicación del comunicado del Consejo Político de Farc, algunas voces que se apartan de la dirección del partido hablaron con Cerosetenta bajo la condición del anonimato para evitar más problemas internos. “El problema es que Timo cree que tiene el mismo liderazgo que tenía Manuel Marulanda, y no es así”, dijo un miembro del partido que pidió la reserva de su nombre. Cuenta que cuando el mítico fundador de las FARC daba una orden, nadie la cuestionaba. Según él, Timochenko espera lo mismo y ha hecho uso de la dirección del partido para ganar todas las peleas pero sin dar ningún debate.

Algunos militantes del Partido critican tanto el anonimato como las salidas públicas de quienes cuestionan a la dirección del partido e insisten en que eso no es cierto. “Todos los espacios para dar los debates están disponibles y siempre podemos hacer uso de los estatutos para dar nuestras opiniones, emitir las críticas y avanzar. Esto debe dejar de ser una discusión por medios de comunicación y empezar a tramitarse en nuestras instancias internas”, dice, por ejemplo, René Hertz, delegado de Farc ante el Consejo Nacional de Reintegración (CNR).

“Me parece desafortunado que se escondan detrás del anonimato. Esa forma de tirar la piedra y esconder la mano no es de farianos, no es de revolucionarios, eso no nos enseñaron nuestros dirigentes fundacionales ni los que tenemos hoy. Los miembros de este partido tenemos las instancias para exponer nuestras críticas y es ahí donde se deben solucionar”, agrega Ramiro Cortés.

Lo que está en juego, en últimas, es cuál de las dos posturas será la que tomará la batuta para liderar el partido. Una decisión que se podría dar en el próximo Congreso anual de Farc, planeado para hacerse después de las elecciones regionales de octubre. Eso significa que es posible que a las votaciones lleguen con Márquez todavía en la clandestinidad y con Farc dividida. Si Márquez no aparece, cree Hertz, “marcaría una distancia cada vez más grande con el partido”, aunque, dice, “es mejor no adelantarse a los hechos”.

Hay dos posibilidades: que este segundo Congreso sirva para profundizar las divisiones, o que, definitivamente, sea el puente para tramitarlas.

En este dilema la postura que asuma a partir de ahora Jesús Santrich puede ser fundamental. Esto porque, justo después de ser liberado por la Fiscalía, afirmó que su propósito mayor es “luchar en cualquier escenario, incluyendo el Congreso, por sacar adelante el Acuerdo de Paz». Una posición que no se ha visto tan clara ni en Iván Márquez ni en los excombatientes que se encuentran en la clandestinidad. Aunque, por ahora, los militantes con los que habló Cerosetenta no parecen muy seguros del papel que puede entrar a jugar en la pelea.

«La libertad del camarada Santrich va a significar muchos beneficios para generar la confianza que necesitamos», dice, por ejemplo, René Hertz.

Otros, como Imelda Daza, ex fórmula vicepresidencial de Timochenko en las elecciones presidenciales de 2018, son menos optimistas: “Ahora que Santrich salió de la cárcel, será él mismo quien participe en los debates y es posible que esas diferencias se profundicen. El riesgo existe. Pero yo confío en que se imponga la sensatez y que los que no están directamente involucrados en el debate puedan atemperar los ánimos de los demás. Debe ser, sobre todo, primero un debate interno”, dice.

El problema, para ella, es que si bien fue la captura de Santrich lo que provocó que Márquez se fuera a la clandestinidad, no quiere decir que esa sea la causa. “Iván adujo faltas de garantías jurídicas y de seguridad. Eso, para él, no ha desaparecido”, dice. Para Santrich tampoco. Por ahora, su libertad es provisional, mientras la Corte Suprema empieza a juzgar su caso. Eso implica que la Corte puede ordenar de nuevo su detención, simplemente está pendiente el juicio.

Para el analista político León Valencia, si las acusaciones contra Santrich se resuelven favorablemente, él podría perfilarse como líder natural del partido, teniendo en cuenta su votación del año pasado, la ausencia de Márquez y los cuestionamientos que se le han hecho al liderazgo de Timochenko.  De hecho, en las votaciones internas para elegir la dirección en el Congreso anterior –en septiembre del año pasado–, Márquez fue el ganador y Santrich el segundo más votado. Sin embargo, la dirección está conformada por 111 miembros que eligieron a Timochenko como presidente y cuya mayoría, a juzgar por el último comunicado del Consejo Político, hoy parecen estar más cercanos a la postura de Timochenko.

Si FARC quiere sobrevivir como partido necesita empezar a hacer un trabajo muy serio de organización y unión nacional. Si no aprovechan estos años que les quedan, van a desaparecer como partido”

¿Y las locales?

Mientras las fracturas se resuelven, los militantes de Farc reconocen que la pelea pública de las dos cabezas más visibles del partido ya está teniendo efectos negativos a la hora de planear su estrategia para las próximas elecciones.

“Estas discrepancias llegan a nuestra militancia, a nuestros simpatizantes, a nuestros posibles votantes y repercutirán en las decisiones que se tomen en las locales. Eso es más que lógico”, dice Ramiro Cortés.

Por ahora, la estrategia que están diseñando es buscar coaliciones con partidos y movimientos alternativos como la Colombia Humana, Alianza Verde, el Polo y la Unión Patriótica. “Así lo han hecho en Congreso y es una estrategia que les ha funcionado para ganar aceptación entre la sociedad civil” explica Sebastián Mora, investigador de la Línea Democracia y Gobernabilidad de la Fundación Paz y Reconciliación.

Pero para lograr esas alianzas, el partido debe tener en cuenta el estigma de la ‘marca’ FARC. Hoy, la opinión favorable que el país tiene del partido es de apenas el 12 %, según la última encuesta Gallup. “El caso de Santrich ha generado un ruido innecesario y es de esperar que candidatos o partidos que pueden ser ideológicamente cercanos al nuevo partido decidan no lanzarse en coalición con ellos porque el nombre pesa. Y pesa para mal”, dice Mora.

Mantener las siglas FARC para hacer política también fue una discusión intensa al interior del partido. Cuenta Imelda Daza que Santrich, Márquez y Sandino hicieron la propuesta. Otros, como Timochenko y quienes lo apoyan, aseguraban que era una idea anacrónica, que dificultaría la acción política con la gente del común. Sin embargo, la mayoría votó y ganó mantener las siglas, para estar más cercanos a su historia. Esa decisión puede que les pese, pero, como explica Vargas, se verá de forma clara una vez se hayan dado las locales.

Pero el partido tiene muchos más retos. Por ejemplo, dice Vargas, “el hecho de que algunas cabezas visibles –minoritarias pero visibles– digan que no tienen garantías de seguridad, puede llegar a afectar la disposición a participar en política de los excombatientes”.

No es un miedo infundado. Desde la firma del Acuerdo de Paz, 128 excombatientes han sido asesinados, según cifras de la Agencia Nacional de Reincorporación. Entre ellos, Wilson Saavedra, excomandante del Frente 21 el pasado 14 de mayo. Este homicidio causó mucho impacto, pues fue el primer ex alto mando guerrillero en ser asesinado y cuyo liderazgo era notorio.

Hasta el momento, solo se ha escuchado de las intenciones de un excombatiente de participar en política: Joaquín Gómez, el excomandante del Bloque Sur que hoy lidera el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) del departamento de La Guajira. Al parecer, va por la gobernación de ese departamento.

A pesar de que es un alto mando de la extinta guerrilla, sus posibilidades de ganar todavía se ven remotas. Aún así, estas elecciones son determinantes para el futuro de Farc porque puede empezar a mostrarse como una opción política en el país. El reto es enorme a juzgar por los resultados que obtuvieron en las elecciones de 2018, cuando sólo obtuvieron unos más de 85.000 votos en todo el país, sumando los resultados de Cámara de Representantes y Senado. Una votación que no les hubiera alcanzado para superar el umbral que garantiza, al menos, una curul.

“Si FARC quiere sobrevivir como partido necesita empezar a hacer un trabajo muy serio de organización y unión nacional que les garantice buenos resultados en las elecciones, si no aprovechan estos años que les quedan, van a desaparecer como partido”, asegura Vargas. Por eso, la urgencia de superar las discusiones internas no es cosa menor. El partido solo tiene garantizada la personería jurídica hasta las elecciones de 2022, tal como se pactó en La Habana. Después de eso, y según las reglas actuales, deben obtener al menos el 3% de los votos en las elecciones nacionales de 2026.

Sin duda, es una gran oportunidad no sólo para probar su fuerza política sino para consolidar bases sociales en los territorios. En las elecciones locales el nivel de participación suele aumentar entre un 10 y 15% en todo el país, según cifras de la MOE. Si les va mal de nuevo, en todo caso seguirán teniendo la personería jurídica y las curules en el Congreso en el 2022. “Pero si desde ya no empiezan a construir un poder electoral real, cuando pierdan los beneficios es posible que no sobrevivan”, cree Vargas.

El cambio de dos fusiles cruzados a una rosa como símbolo marcó, definitivamente, el fin de la lucha armada de la extinta guerrilla de las Farc. Si dejar las armas fue un reto, consolidarse como partido político, dando la batalla en el Congreso –y no solo entre ellos–, es uno mayor. Lo dijo Imelda Daza: “Si ellos fueron capaces de negociar el fin de la guerra, ¿cómo no van a ser capaces de hacerlo entre ellos?

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