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“Evitar una sobre-exposición a la información es clave”

Luego de más de un mes de Paro Nacional el impacto de tantas imágenes violentas puede tener efectos sobre nuestra salud mental. Hablamos con el Dr. William Jiménez, experto en psicología cognitiva y manejo de las emociones, para tener mejores herramientas para afrontar estos efectos.

El Paro Nacional que empezó el 28 de abril ha sido fiesta, pintura, cultura y sobre todo resistencia. Pero también ha implicado una oleada de imágenes violentas que se viralizan en las redes: gritos de mamás, asesinatos casi que en directo, imágenes de cadáveres y heridos y golpizas y disparos y detenciones arbitrarias, de incendios y saqueos. 

El impacto emocional ha sido fuerte y es fácil caer en un proceso de infoxicación, que consiste en ser bombardeados por mucha información sin tener suficiente tiempo para procesarla. Por esto, hablamos con el doctor William Jiménez, Ph.D. en Psicología Cognitiva de la Universidad de Warwick, en el Reino Unido, y profesor asociado en el Departamento de psicología de la Universidad de los Andes, que es experto en razonamiento moral y manejo de las emociones, para comprender lo que nos está pasando y cómo protegernos.

Cerosetenta: ¿Cómo podemos enfrentarnos a la sobreexposición a la violencia que hemos presenciado en los últimos días? 

William Jiménez: Bueno, la primera cosa es pensar cómo se da la sobreexposición y en qué medida depende de acciones propias. A qué me refiero: hay un asunto de manejo de redes que ha estado presente durante toda la pandemia, pero que se ha acentuado por todo lo que hemos vivido desde el inicio del Paro Nacional, y es la sobre-exposición a la información. Lo vimos al inicio de la pandemia, con un proceso constante de bombardeo de cifras, de términos, de procesos muchas veces difíciles de entender. Eso nos llevó a un proceso casi de inducción de miedo que, además, nos llevaba a entender que era imposible escapar de eso. Y ese miedo que se fue creando, se convirtió en un fenómeno muy difícil de lidiar, sobre todo por la imposibilidad de hacer algo al respecto.  Por eso, evitar una sobre-exposición a la información es clave. Y para hacerlo hay que tomar acciones individuales. 

C: Muchas veces, soltar el celular o apagar el computador se ha sentido casi imposible por esa necesidad de seguir todo con precisión. ¿Qué tipo de acciones podríamos asumir? 

WJ: La pregunta clave ahí es básicamente cuál es la diferencia entre estar informado y cuando uno pasa ese límite. Es tremendamente difícil porque no hay una única perspectiva y depende mucho de las necesidades particulares que tenemos. Si usted va a salir a protestar, o si usted tiene que salir como sea a trabajar, pues tiene que saber exactamente dónde hay protestas, dónde hay una concentración o qué movimientos hay de la policía, por ejemplo. 

Pero si no lo va a hacer seguir cada movimiento de la marcha no es necesario. No tiene función. Un caso muy estudiado y que sirve como analogía para entender la sobreinformación es el caso de los riesgos financieros: la gente invierte en cualquier cosa, quiere ver cómo cambia, y todos los días por la mañana y por la noche entra a ver si el dólar subió o bajó. O si su inversión produjo algún rendimiento. Lo que ven es un movimiento constante para arriba, para abajo y eso puede ser desesperante. Pero lo que no se entiende es que los patrones de subida o bajada se ven en semanas o meses. Por eso el seguimiento minuto a minuto da la falsa sensación de información, pero de hecho lo que hace es que uno se pierda entre los árboles y no vea el bosque. 

Por eso, lo importante es tener en cuenta las necesidades particulares. Por ejemplo, los periodistas tienen unas necesidades diferentes a las mías. Lo mismo una persona que va a prepararse para ir a marchar. A la luz de esas necesidades tanto las fuentes como la frecuencia a la exposición pueden ser, o bien útiles, o bien perjudiciales. 

La diferencia entre estar bien informado y saturado es muy sutil, depende de las necesidades. Pero en  general, no creo que sea positivo y  se vuelve contraproducente estar revisando frecuentemente medios.

C: esta especie de transición que estamos viviendo, iniciando con la pandemia y pasando al Paro Nacional, ¿qué efectos nos puede causar? Sabemos que con la pandemia los cuadros de depresión y ansiedad se agudizaron… 

WJ: Hay una situación bien difícil que se nos puede presentar con la administración de las emociones. Al principio de la pandemia lo que había era miedo, y ahorita hay mucha rabia, mucho desasosiego. En parte, la  función de las emociones, a nivel personal, es motivarnos para la acción. Cuando uno le tiene miedo a algo, corre de la amenaza, o huye. Eso no se podía hacer con la pandemia, y eso genera estrés a la larga: cuando la motivación para la que la emoción está hecha no se lleva a cabo, terminamos concentrando mucho estrés. 

Algo parecido pasa con la rabia. Esta situación del Paro Nacional nos tiene llenos de rabia, sin entender, no entendemos cómo algunas de las acciones del Estado fueron pensadas, motivadas. Entonces eso produce rabia y la rabia, en general, lo que hace es motivar una acción. Usted piensa cómo se manifiesta la rabia y es una cosa puntual, casi que incontrolable que viene en forma de gritar, hacer, intentar cambiar eso que dice la rabia. Con esto, es distinto, es raro, porque no tenemos ninguna certeza y no entendemos muchas cosas. Entonces yo sí creo que hay una acentuación, a nivel personal, de la manera en que administramos nuestro propio malestar por la protesta. Tenemos un montón de emociones embotelladas que no encuentran salida. Y eso es peligrosísimo a nivel psicológico.  

C: ¿Qué efectos podría llegar a tener este embotellamiento a largo plazo? 

WJ: Todo este acumulado lleva a alguna modalidad del efecto del quemado, de burnout. Pero que se manifiesta distinto cuando uno hace parte de una organización, o cuando las causas de esta frustración son como las que tenemos ahorita, que son sociales. 

En la parte más reciente de la pandemia, el burnout tenía que ver con con esta incertidumbre por el futuro, este cansancio acumulado que tenemos de estar en cuarentenas. Y espero algo similar a mediano plazo con lo que está pasando con la protesta. 

Este es un buen momento para que empecemos a pensar en que, ojalá, haya más protestas y ojalá se den en movimientos más organizados, en activismo político, porque yo creo que esas son buenas formas de dar curso a esas emociones que sentimos. Si no se puede dar curso a esas emociones adecuadamente, esperaría a ver cosas asociadas con el estrés acumulado: cansancio crónico, fatiga sin causa y despersonalización.

C: ¿Hay algún otro tipo de medidas que podamos tomar para lidiar con los efectos de estas situaciones en caso de que no exista un movimiento organizado alrededor del Paro y las protestas? 

WJ: Hay muchas cosas. A nivel muy personal he mencionado algunas. Pero hay acciones más chiquitas que funcionan para lidiar todo esto y que funcionaron durante la pandemia:

Primero, planificar el tiempo libre. Tener media hora libre al día, un espacio en el que no hago nada. Lo tengo planeado. Si uno lo piensa así es como bobo. Tengo que planear mi tiempo libre: qué bobada. Pero es necesario ver que antes teníamos una rutina planeada que nos obligaba a tener pausas, como cuando íbamos en el bus o teníamos espacio entre una actividad y otra. Con la llegada de la pandemia, dejamos de tener esas pausas obligadas. Entonces una sugerencia es planear esos tiempos libres que nos obliguen a desconectarnos y a hacer pausa del trabajo y del uso del computador y las redes. 

Otra pauta que parece una bobada pero puede funcionar es reducir al máximo el uso del celular. Por ejemplo, no llevarlo cuando se va al baño. Desinstalar apps, monitorear el tiempo que pasamos a diario en el teléfono, ponerse tiempos de uso que nos hagan ser conscientes de que podemos usarla menos y eso nos ayuda a desconectarnos. 

Sin embargo, la pauta más importante que debemos conservar al usar las redes y el celular, es entender nuestro objetivo al hacerlo. Si yo no soy, por ejemplo, periodista, si mi profesión no me exige exponerme a esos niveles de violencia, no es necesario para mí hacerlo. 

Es simplemente hacer un uso más consciente, que es lo que finalmente debemos buscar en medio de todo esto. Entender que esto nos puede lastimar a nivel psicológico, pero ciertos momentos de desconexión nos pueden ayudar a lidiarlo mejor.

Finalmente, tener más conversaciones en presente, con interacciones en persona, puede aliviarnos mucho. Llevamos más de un año con interacciones reducidas a pantallas, con reuniones de zoom, con mensajes de texto, que llevan a que nuestras interacciones tomen un tono diferente y que nuestra mente asuma reacciones y exagere respuestas, por ejemplo. Porque uno tiende a imaginar que el otro es más extremo en su acercamiento a nuestra conversación, cuando muchas veces no es así. 

Por supuesto, la pandemia dificulta los encuentros, pero se pueden hacer en un parque y con todas las medidas de bioseguridad, y eso puede ayudar a que haya muchos cambios y alivios frente a estos escenarios. 

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