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Estéreo Picnic día tres: un festival a mordiscos

La tercera jornada presentó un amplio buffet de placeres no culposos.

por

Juan Sebastián Barriga


24.03.2024

Foto: Ketlly Bautista

Cuando el cielo bogotano se iluminó con una sonrisa centelleante hecha por drones y las pantallas de los celulares se clavaron en ese juego de luces, se sintió como estar en una tienda de postres. Esas grageas robóticas se asemejaron a los adornos de un sabroso y cremoso pastel cuidadosamente decorado. Así bien rico; con una sugestiva crema y una disposición coqueta, tentadora. Un llamado al deleite, a la ambrosía de lo vano, al gustico culposo. Toda la presentación de Feid fue eso, una sobredosis de azúcar, cero nutrición, puro placer al alcance de un mordisco. 

Este tercer día fue el de ir picando, probando por aquí y por allá. También fue el día de la vanidad, de las mejores perchas, de probar las activaciones, de ver y ser visto. El día de la belleza y de las máscaras, de la farra y el roce de caderas. El día de la variedad, de tirar pasos salseros, perreos transpirados, bailes oscuros y hasta rockanrolear al estilo Abbott y Costello. 

Esta jornada ejemplificó muy bien lo que significa pertenecer a un Estado pluriétnico y multicultural. Porque más allá de los dineros privados, de las fotos para las redes sociales, del maquillaje y los filtros, de los espejos y las bagatelas; hay una suma de personas que abarcan toda la sociedad y sus múltiples matices y formas de ser y expresarse; quienes, tal vez sin pensarlo mucho, cuando se juntan frente a cada tarima logran un ritual de comunidad y tolerancia. Muy necesario en estos tiempos. 

Foto: Bárbara Fonseca.

Es que eso de ver y ser visto va más allá de la vanidad y la lujuria. Implica exponerse, explorar, ser curioso y a veces impactarse, sentirse incómodo, incluso cuestionarse. En eso radica la belleza de morder la música; de soportar el dolor del cuerpo y rezar para que las medias de compresión aguanten unas horas más; de volverse uno con la masa amorfa que se une a través del júbilo. 

Esta vez la fiesta empezó con uno de los grandes maestros vivos de la música colombiana: Julio Ernesto Estrada Rincón, Fruko que celebró 60 años de carrera. Seis décadas poniendo a bailar a varias generaciones desde la cuna. La música de Fruko y Sus Tesos son una ventana a la historia de Colombia, son un homenaje a quienes ya no están y a nuestra sangre mestiza. Fruko ayuda a sentir que somos parte de algo, que compartimos algo más que una bandera y una camiseta de fútbol; es lo incorpóreo materializado en clave de salsa. 

¡Que delicia!

Algo similar presentó El Kalvo, rapero bogotano que llegó para hacer un homenaje a esta rota ciudad. Sus colores, sus sabores, sus luchas y frustraciones se meten en las rimas de este MC muy conectado con las calles y sus pulsos; con todo lo que hace tan rica y dura la vida en este humedal forrado de edificios en el que habitamos a pesar de todo.

Foto: Bárbara Fonseca.

El siguiente bocado fue cortesía del grupo californiano Poolside. Esta banda es como una mimosa, dulcecita pero envenenada. Con su funk ligero y bailable, esta agrupación crea un ambiente cálido, reconfortante y amigable. Es la música perfecta para hacer nuevos amigos y ver rostros bonitos. Para bailar suavecito y olerse los cuellos. Para hacer ojitos y robar besitos.

Uno de los mayores aciertos de esta edición fue que los dos escenarios principales están contiguos ya que el fácil acceso a la tarima principal permitió que, en mi caso, pudiera ver artistas que son enormes a nivel comercial, pero que antes no me daban ganas de explorar porque quedaban muy lejos. Esta vez pude probar un poco de Grupo Frontera; a la distancia, a un lado, par canciones debajo de un árbol; pero aún así fue interesante ver el furor que causa y descubrir que conocía más temas de lo que pensaba. Si bien no me gusta, este enorme grupo tiene ahí un picantico que puso a temblar el parque. 

En ese escenario también se presentó M.I.A, una hija de la diáspora que une las múltiples culturas que en un punto estuvieron bajo el yugo del imperio inglés; y que en los beats de esta rapera crean un universo lleno de colores y formas, a veces contradictorias y hasta opuestas, pero capaces de poseer las caderas. Lástima que el show no fue satisfactorio. Esta fue una presentación desconectada. Tanto el público como la artista estaban en frecuencias distintas, eso se notó cuando ella pidió que la gente se subiera al escenario y en un inicio pocos se animaron. Fue más una distracción, un momento de reposo, animado por una cantante de la que esperaba más. Pero hay algo importante para destacar. Pararse acompañada solo de un grupo de bailarinas en un escenario tan grande requiere mucho carácter y eso sí le sobró a M.I.A.

Foto: Bárbara Fonseca.

Tanto dulce, color y estímulos es algo empalagoso y agotador. Por suerte hubo espacio para la simpleza y la sobriedad. Para abrazar la oscuridad y danzar con la sombra. Artistas como Swing de Sasha y The Blessed Madonna lograron eso con sus tornas. Pero el grupo que afortunadamente le bajó a la parafernalia y al exceso fue Placebo. 

Este ya clásico del rock ayudó a de nuevo poner los pies en la tierra, a recordar la crudeza del ser y entregarse a la belleza. Sin duda fue un poema a lo simple, a lo cercano, a lo real; que me hizo sentir mal de llegar tan tarde a este grupo que pasé por alto en mi juventud.

Pero como dice la canción, lo importante es saber llegar. 

Y pues Feid. El Ferxxo, ese helado azul pitufo con sabor a chicle. Poco para destacar más allá de la tremenda puesta en escena; un escenario verde fosforescente, hipnotizante, pero exagerado. Tantas distracciones están hechas para ocultar lo poco que canta este artista de Medellín que más que nada ofrece “una experiencia”. Sacar por un rato la vida de las pantallas y traerle al universo material. 

Al contrario del insípido J Balvin; Feid sí canta (poco, pero canta), se mueve por toda la tarima, se entrega con cariño a su gente. Es un tipo carismático, divertido, que se le ve honesto, agradecido y tranquilo. Pero más allá de eso, no hay mucha diferencia entre poner una playlist y verlo en vivo. 

Tal vez lo que congrega a la gente a este tipo de shows es el poder irse hasta abajo junto a miles de personas. Es la sensación de carnaval, es sacar el perreo de la oscuridad y el vaho  de la pista de baile, para ponerla al frente del mundo. Justo en la cara de quienes odian el reggaetón; porque bien o mal, esta música prende al que sea. Es difícil no dejarse llevar por el beat del perreo, ya que entre tantas luces y juegos, si uno se descuida termina a 10 centímetros del suelo, dándola toda, frotando entrepiernas y con suerte entrelazando lenguas. 

Foto: Bárbara Fonseca.

Lo malo fue que a parte del Ferxxo en ese momento no había otros shows, pero sí había una alternativa para quienes querían escapar como fuera del reggaetón: la presentación de una banda de covers de rockcito, como se llama a la música comercial, que sonorizó los finales de los 80 y principios de los 90. Esto sucedió en el Club Aora, donde el jueves bailé en una fiesta drag espectacular, pero en ese momento había una extraña mezcla de ceños fruncidos y rostros sonrientes que miraban a Casbah Coffee, una banda que se tragó el escenario. El vocalista le guiñaba el ojo a la gente desde la tarima, el bajista corría por todo el lugar saltando, hubo coreografía de guitarras, himnos como “Enjoy The Silence” de Depeche Mode o “Rock the Casbah” The Clash. Puro rock bien ejecutado y divertido. Curioso que incluso la industria de las bandas tributo tuvo tarima en este Estéreo Picnic.  

La empresa se llama Páramo, pero cuesta conseguir agua en el festival

No podemos los ciudadanos de esta república estar a merced de las buenas voluntades entre dos empresas privadas para el suministro de agua en eventos masivos, como el Estéreo Picnic.

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Al final de la jornada quedó la cereza, WhoMadeWho. Este trío danes era un misterio para mí, llegué sin saber bien que iba a encontrar y salí feliz. A pesar de tocar pop electrónico de forma impecable, el bajo era tan pesado que me recordó la vez que ví a Napalm Death en Rock al Parque, obviamente no por lo distorsionado, sino porque como lo aplastaba a uno. WhoMadeWho me envolvió con su sonido, me metió en una esfera vibratoria llena de éxtasis. 

Definitivamente una caricia para el alma. 

Luego Miss Kittin llegó con un zarpazo para gastar el último cartucho de energía. No fue mucho el tiempo que vi a esta reina del techno pero la pesadez y oscuridad de su sonido era lo necesario para salir del banquete y expiar tanta gula en la aglomerada salida. 

A pesar de que en general el ambiente del festival ha sido tranquilo, incluso amable, no ha faltado el atarban que se le olvida que vive en comunidad. Como el troglodita que se desnudó en la presentación de Feid, la mala para ese pirobo. 

Tercero de cuatro días. El cuerpo duele, el alma arde, la vida no para. 

Vamos que vamos.

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Juan Sebastián Barriga


Juan Sebastián Barriga


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