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Ella cuida el florero de Llorente

Hay una mujer que por 31 años ha cuidado, a capa y espada, el Museo de la Independencia en Colombia.


Foto: Museo de la Independencia - Casa del 20 de julio

— Despacho de la ministra, buenas tardes.

— Doris, buenas tardes, necesito un favor ¿Está la ministra?

— Nooooooooo, ¿Para qué la necesita?

— Es que se tomaron el museo unos vendedores ambulantes.

— ¿Cuál museo?

— La Casa del Florero, habla con Myriam Chacón.

— No mija ella no está y no sé a qué hora vuelva.

— Necesito que me ayude.

— Myriam póngase seria de verdad que hoy es viernes, pero no día de los Santos Inocentes.

— ¡Es en serio! Se tomaron el museo, quieren que cierre la puerta, dicen que si llamo a la policía queman todo.

— Pues cierre y váyase temprano, que mañana juega Colombia, eliminatorias con Paraguay.

“No me creían en el ministerio”, cuenta Myriam Cecilia Chacón la administradora del Museo de la Independencia – Casa del 20 de julio, refiriéndose al Ministerio de Cultura, entidad ejecutora de la política pública cultural de Colombia, que desde 7 de agosto de 1997 dejó de llamarse Colcultura. El 6 de octubre de 2000, un grupo de indígenas, vendedores ambulantes, protestaban por la reubicación de sus casetas. Pedían la presencia del Alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, que en pro del rescate del espacio público los estaba perjudicando. La esperaban después de su hora de almuerzo y le informaron de la toma. “Esto está feo”, pensó. Myriam confiesa que sentía miedo pero no lo demostraba. Pidió que dejaran salir a los visitantes y le puso la cara a la situación. Mientras recuerda esto, la expresión de su cara cambia, la Secretaria General del Ministerio de Cultura hizo presencia en las afueras del museo, para hacerle una recomendación con advertencia: “Tú no te puedes mover de aquí. Si dejas el museo solo, mañana te declaro insubsistente”. Myriam recuerda claramente su respuesta: “Yo estoy acá adentro, usted está afuera”. La ministra de la época, Consuelo Araujo Noguera, tuvo contacto telefónico pero nunca ni durante ni después fue a verla. La Directora del Museo Nacional, Elvira Cuervo de Jaramillo, la apoyó durante las 22 horas que duró la toma. Sus compañeros en solidaridad le pasaban comida y colchonetas por una reja. “Tenía para alimentar a todo el mundo”, recuerda. Su esposo que también trabajaba en el ministerio intentó pedir un canje pero ellos de ninguna manera aceptaron, al día siguiente la dejaron salir y a las pocas horas le tocó regresar como única garante de la entrega del museo en perfectas condiciones. Con una única petición por parte de la policía, firme rápido que ya va a empezar el partido.

Camilo Rubiano, guía del museo desde 2009, presenció cómo Myriam manejó un intento de toma, por parte de un grupo de desplazados. Ya se estaban encadenando a las columnas internas del museo. “Myriam estaba frentiando el asunto delante de los del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) y los desplazados. Les dijo: ‘No Señores ustedes no me van a sacar a nadie a la fuerza, van a salir todos tranquilamente’”. Efectivamente la salida de todos fue pacífica y la única que salió lastimada fue una matera del jardín. De nuevo el patrimonio de los colombianos salió intacto.

Vista del jardín interno del Museo de la independencia - Casa del 20 de julio. Foto: cortesía del museo.

El florero de Llorente

Myriam cuida del grito de independencia de los colombianos. Desde hace 17 años es la administradora del Museo de la Independencia. Comenzó compartiendo el escritorio, tenía que traer los elementos de oficina y se turnaba el computador. “Esto es como venir de estrato diez a estrato cero o menos cero”, pensaba. Su oficina, una casa de estilo colonial en la esquina nororiental de la Plaza de Bolívar, epicentro de la historia de Colombia, custodia lo que antes llamábamos el Florero de Llorente. Hoy, luego de investigaciones, se supo que no es un florero, es una parte de algo, una base quizás, en realidad no sabemos. La pieza se encuentra en una sala privilegiada del museo. Lo que importa es su significado, representa el inicio de los sueños de libertad, de mejores condiciones, de más representatividad en América, de ser en realidad el Nuevo Mundo.

En la provincia de Santafé, el 20 de julio de 1810, la plaza mayor era un hervidero de gente. Poco antes de mediodía, como estaba planeado, los criollos (descendientes de españoles nacidos en el Reino de la Nueva Granada) Pantaleón Santamaría y los hermanos Morales entraron al almacén del español José González Llorente. Allí, pidieron prestado un adorno para la mesa en honor a otro criollo Antonio Villavicencio. Llorente se negó de manera categórica. La tensión aumentaba. El pueblo se agolpaba en la esquina y, para echarle leña al fuego, Francisco José de Caldas ingresó al almacen saludando a Llorente. Esto produjo duras críticas al comportamiento del español y al Virreinato. Se alborotó el avispero ¡Estaban insultando a los Americanos! El caos invadió la plaza, llovieron piedras. Indígenas, blancos, plebeyos, ricos y pobres se unieron contra el Virrey. El caldo de cultivo en el que estaba el reino de La Nueva Granada en Ecuador, Bolivia, Cartagena y Mompós esperaba a la provincia de Santafé.

Saudade, un restaurante en el centro de la ciudad, fue el sitio en el que Camilo Rubiano le dejó de decir “Doña Myriam”. Pasando las tardes de empanadita, abandonó la imagen de una mujer muy seria y solemne. “Ella me enseñó el funcionamiento del museo, la acompañé en el proceso de restauración en el año 2010, viendo que los contratistas hicieran bien las cosas. Myriam soportó a una asistente del restaurador que no la trataba bien. Ella nunca se quejó”. Fue hasta que el director, Daniel Castro, se dio cuenta y le dijo a Myriam que no se quedara callada. “Ella no está detrás del reconocimiento ni del protagonismo”, asegura Camilo y agrega: “es como una mamá, cuando terminé con mi exnovia me dijo que era mejor dejar las cosas que no convenían. En cada partido de Colombia nos permite hacer pollas, le encanta el fútbol. En navidad nos hace un desayuno a todos y reza la novena en el jardín a las 8:30 a. m. con quien esté”.

Su pasión por el fútbol es una estrategia que se inventó Christian Felipe, su hijo: “pero nooooooo, venga siéntese yo le explico, ¿qué no entiende? Yo lo hacía para tenerla ahí, que compartiera el espacio con nosotros”. El ritual del domingo para acompañar a Millonarios, el equipo del que todos son hinchas en esta familia, es completo, hasta la ayuda divina es permitida. “La abuela ya sabe que la miro, lo intuye y coge la camándula”, dice Christian.

La familia de Myriam está compuesta por Pedro, Danilo y Christian. Perdrito, como ella llama a su esposo, tuvo una primera relación de la que nació Danilo, quien fue criado por Myriam como su hijo. “Yo puedo decir que tengo a mi hermano Danilo y a mi otro hermano que es el museo”, asegura Christian.

Myriam Chacon junto al fragmento que se conserva del 'Florero de Llorente'. Foto: cortesía del museo.

Que hoy quede todo resuelto

A la hora convenida para esta entrevista, termina la reunión con su equipo de trabajo, guardas de seguridad, auxiliares de servicios generales, taquillero y guías del museo. Ella misma recoge el material usado y va dando instrucciones: recojamos estas sillas, por favor présteme el manual del museo. Todos se mueven como hormiguitas.

«Cuando pase el tren si usted no se sube lo dejó». Esa es la frase con la que Myriam le habla a su equipo de trabajo, pidiéndoles que aprovechen las oportunidades. Pilas con la roja: ella tiene un sistema de tarjetas para llamar la atención, las amarillas son advertencias de que algo no anda bien. Con la roja los expulsa del juego diario en el museo.

Su oficina en el segundo piso es grande. La comparte con cuatro profesionales más, tiene lleno el escritorio, pero ordenado, tiene dos agendas en donde guarda todo. Comienza la función: suena el teléfono, es alguien que le pide que revise un libro y le dicte unas frases, el director le da instrucciones por el WhatsApp, llega el conductor, ella le explica los tramites que debe realizar, las firmas que debe pedir y a dónde radicar los documentos, le recuerda a la recepcionista en dónde se archivan las cosas, suena el teléfono de nuevo, es de la Quinta de Bolívar le piden un micrófono y cables para un evento que comienza en una hora, en el área educativa se dañó un computador, la llaman de la taquilla, hay que ir a consignar el recaudo del día anterior, un guarda de seguridad le pide el teléfono fijo para hacer una llamada personal, todos le piden cosas al mismo tiempo, la tratan con familiaridad, no se desespera, escucha y da soluciones, arma el rompecabezas, coloca las fichas en el lugar adecuado y si no sabe, pregunta.

— ¿Qué es para usted el museo?

— Todo, para mi es todo. Es bienestar es tranquilidad es aprendizaje todos los días se aprende acá.

Myriam es una buena aprendiz. Su papá ya fallecido le dijo el día que entró a trabajar: «La lealtad es lo más importante para triunfar, tiene que andar rectica, la honestidad y la transparencia, eso que nunca se le olvide». Myriam ha trabajado 31 años con el ministerio. Hoy, ella asegura que lo único que le molesta es que le pregunten cuándo se va a pensionar: “El pasado ya pasó, el futuro no sé. Trato de no dejar nada para mañana, que hoy quede todo resuelto”.

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