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El rito sagrado de Briela Ojeda

No creía en magia, hasta que escuché a Briela Ojeda; su obra hace parte de la música que llena vacíos y aliviana el alma. Esta es la historia de la primera vez de la cantautora nariñense en el Teatro Mayor, en una noche impregnada por canciones de amor a la vida.

por

Carlos Borda

Magíster en Periodismo y Trabajador Social. Recomienda música y hace poesía.


03.04.2023

Fotos por Juan Diego Castillo

Somos un poco más de mil personas. Todos desconocidos, a oscuras y en silencio nos une la espera por un ritual sagrado. De repente, el sonido de varios cuencos tibetanos comienza a abrirse paso en el espacio, mientras armonizan y van focalizando la atención en varios destellos que brotan de los focos del teatro. A lo lejos, se oye a una mujer que recita varios versos y nos ofrenda sus canciones. Al fondo sobre el escenario emergen las sombras gigantescas de las artistas ocultas por el telón que aún no se levanta. 

Al otro lado de las cortinas está Gabriela Ojeda, nacida en Inglaterra y de raíces pastusas. Su música ha hecho eco en varias plazas y festivales del país como el Festival Estéreo Picnic (FEP) o el Festival Cordillera. Recientemente, estuvo en México entonando sus canciones en una serie de conciertos en Puebla, Guadalajara y Ciudad de México. Gabriela, conocida como Briela, tiene una versatilidad artística que trasciende lo sonoro y crea una propuesta conceptual a partir de una visión de mundo singular. En su música son imprescindibles las cuerdas de la guitarra que se funden con los sonidos del ambient, del blues e incluso del folk. Sus melodías son entretejidas por sus letras de imágenes claras y de neologismos que describen las interpretaciones de sus sueños y sus experiencias personales. Sus sonidos son un bálsamo que repara corazones y conduce sutilmente a sus oyentes por un despertar constante de sentimientos.

El disco más reciente de Briela Ojeda, Templo Komodo, contiene ocho canciones que vieron la luz en el año 2021 bajo el sello discográfico In-correcto; aunque la música de Briela es contemporánea, el impacto que ha logrado se considera, desde ya, como un precedente y un momento crucial en el relevo generacional de las cantautoras colombianas. Su impacto radica, no sólo en el tránsito y mezcla de diferentes sonidos, sino en que cada canción tiene un propósito y significado profundo, enmarcado en un formato íntimo y acústico —en mayor parte—.

Cuando se recoge el telón suena Luna Munay, una canción que cristaliza la energía femenina desde la visión de una mujer cíclica.  Esta melodía también abre su disco Templo Komodo. “De las raíces vienen, encendiendo tu dragón / Sueña sueña, Munay, atraviesa la dimensión / Abuela sabia, recoge el saber del corazón”. Briela sueña, escribe y canta y así es artífice de una composición única. Sus canciones, llenas de sus propios relatos y anécdotas, son portadoras de magia y vida. Así lo sentimos quienes fuimos a verla y escucharla en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo el pasado 13 de marzo.

A Briela la acompañaban Lalo Cortés en los coros, Camilo Portilla en el bajo y Mauricio Rodríguez en la percusión. Lalo es una cantante de neo soul afrobogotana que se presentó en la última edición del FEP y está próxima a publicar su álbum debut. Camilo ha acompañado a Briela desde Templo Komodo y tiene proyectos musicales como BUHA 2030 —una banda bogotana nacida en 2019—, también ha tocado con Rey Loco y Andrés Guerrero. Mauricio es nariñense y maestro en percusión latina con amplia trayectoria, ha acompañado a La 33, Maelo Ruiz y Mauro Castillo, entre otros artistas.

Cada músico en vivo interpretaba su instrumento, creando conjuntamente la atmósfera sonora ideal para adentrarse en un viaje onírico de ida y vuelta. El camino inició con canciones que entonaban los asistentes como Quésquequerés, que cuestiona los sucesos cotidianos de la vida, o Búhoz, una canción que transporta al mundo de los sueños. Con esa tonada apareció el primer invitado del día, Pedro Ocampo en los teclados. El concierto avanzó entre risas, aplausos, peticiones de canciones y un escenario multicolor. La magia se sentía  real en una Briela llena de vida y música.

Luego, abrazaríamos el sonido de las cuerdas que tocaba la mano de la segunda invitada, Daniela Rincón. Ella, con un violonchelo solemne, abriría las puertas de Templo Komodo, el sencillo que le da su nombre al último álbum de Briela y que  fue compuesto a partir del tarot; es una canción resiliente, llena de juegos de palabras y pasajes que armonizan y brindan una sensación inmensa de tranquilidad. Termina Templo Komodo y el telón se tiñe de un rojo carmesí, las luces del teatro resplandecen sobre los asistentes, suena Liviana, una canción que narra la importancia de saber soltar

Llegaría el turno de integrar al ensamble la flauta traversa de Anamaría Oramas, referente del jazz joven en el país, junto a la voz y guitarra de Andrés Guerrero, músico alternativo bogotano que traía una canción nueva —invocada en una mezcla de portugués y español—. Sobre el telón del teatro se proyectaba la palabra «Calma», el nombre de la más reciente canción colaborativa de Briela Ojeda que se estrenaba ese día y que desde el 31 de marzo está disponible en plataformas musicales de streaming. 

No pasaría poco tiempo antes de que Briela invitara al momento más emotivo de la noche; mientras ella en el escenario evocaba sus primeras memorias musicales, traía entre sus recuerdos “una canción que decía imposible…imposible”. Se trata de Utopía, una canción que retrata la historia de los amores imposibles y es de la autoría de la madre de Briela, María Mercedes Castañeda. A lo que termina Briela de contar su historia, invita a su madre a escena. Entonces entra María Mercedes con guitarra en mano y se une al ritual sagrado. El canto de las dos fue la transmutación del amor en canción. Briela junto a su madre, canta, llora y se abrazan.

No podrían faltar Cósmosis, Nariz con Raíz o Doña Justicia, está última fue acompañada por las palmas y voces del público de inicio a fin y fue inspirada por las luchas feministas de las que Briela fue testigo durante su estancia en Argentina. Otro momento memorable de la noche fue presenciar la fuerza sorora que levantó Amazona Endemoniada entre las mujeres asistentes. Cada grito, comandado por Briela y Lalo, se iba acrecentando en el teatro, mientras que las luces verdes y violetas se fundían en la escena. La Muchacha Isabel también se sintió allí, sin estarlo; apenas comenzó a ser evocada Isabel en la canción Ronca (Carta para una mija), iban apareciendo imágenes de Las Mijas —proyecto musical de Briela y La Muchacha— durante su reciente gira en México. Ronca nace como un llamado a tomarse una pausa necesaria; retrata la necesidad del autocuidado y del amor propio.

Iluminada por seis focos a luz cálida, Gabriela cerró el concierto hecho ritual cantando a capela: “Ay de mi frialdad, mis juicios y mi quisquillosidad / Demonio guardián… demonio guardián”. En el telón se proyecta su nombre “Briela Ojeda”, escrito en colores verdes y morados. Ella canta, recibe y ofrenda. Se acerca entonces al equipo de artistas que la acompañaron y que la vuelven a rodear, esta vez, para recibir los aplausos y agradecimientos de todos los asistentes en el Teatro Mayor, que despiden a la artista ovacionándola de pie. 

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Carlos Borda

Magíster en Periodismo y Trabajador Social. Recomienda música y hace poesía.


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