El viernes 15 de mayo, cinco editoriales independientes renunciaron a hacer parte de la Cámara Colombiana del Libro —el gremio nacional que agrupa a las editoriales y libreros—. Los editores de Laguna Libros, Babel, Cataplum, La Diligencia y Tragaluz escribieron, en una carta dirigida a Enrique González Villa, presidente ejecutivo de la Cámara, que “La mayoría de editoriales independientes del país no están afiliadas a la Cámara Colombiana del Libro y las pocas que sí, no están representadas por un gremio que privilegia los intereses comerciales […] sobre los contenidos culturales”.
Las editoriales tomaron esta determinación después de que la Cámara Colombiana del Libro anunciara el despido (y tal vez la eliminación de los cargos) de la directora cultural de la feria y de la coordinadora de programación infantil y juvenil. Estos miembros del equipo son quienes están encargados de organizar y promover eventos culturales que acerquen a la gente al libro, y que habían logrado una buena gestión al organizar una programación virtual que reemplazó a la Feria presencial debido a la pandemia.
La carta de renuncia cuestiona que la Cámara promueva una campaña de microfinanciación a librerías mientras despide empleados. También, enumera otras alternativas que pudieron considerar antes de tomar esa decisión: “renegociación de salarios, vacaciones anticipadas, entre otras alternativas que sugiere el Ministerio de Trabajo y que nosotros mismos estamos poniendo en práctica en nuestras empresas”. Y recalcan: “No es un buen ejemplo el que le está dando la Cámara al sector”.
Las razones de esta división dentro del gremio vienen de tiempo atrás y quedaron al descubierto ante la imposibilidad de hacer una Feria del Libro presencial, según contó a Cerosetenta Felipe González, editor y fundador de Laguna Libros:
“De todas maneras había cosas que venían mal pero el hecho de que la FILBo funcionara, juntaba a todo el mundo y estaba por encima de las diferencias que ya existían”, dice. “Sí había muchos desencuentros y era muy recurrente la sensación de que desde el equipo directivo de la Cámara no había una comprensión del sector independiente”.
La FILBo imposible
Todo comenzó el 12 de marzo. Una semana después de que se reportó el primer caso positivo de COVID-19 en el país, la Cámara del Libro anunció que aplazaba la Feria ante la decisión de la Alcaldía de Bogotá de prohibir eventos con más de 500 personas para prevenir posibles contagios. La FILBo era un imposible; solo el año pasado reunió más de 605 mil asistentes en Corferias.
Ese mismo día, en una entrevista en Blu Radio, Enrique González Villa, presidente de la Cámara del Libro, reveló que la Feria ya andaba coja: escritores invitados de los países nórdicos (invitados de honor en esta edición) habían cancelado su asistencia porque tenían restricciones para salir de sus países. La suspensión entonces parecía razonable aunque significara dejar en duda un evento que iba a reunir más de 160 mil títulos, por lo menos 500 expositores y unos 180 escritores confirmados.
El 24 de marzo entró a regir el decreto de aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio nacional. Las librerías y bibliotecas cerraron y los lectores se quedaron en sus casas. Por eso, optaron por lanzar la FILBo en Casa para que, a pesar de las circunstancias, el 2020 no quedara sin la feria de literatura más grande e importante del país.
Una vez terminada la FILBo en Casa, la Cámara aseguró que hubo un total de 133 actividades realizadas a través de distintas plataformas en las que participaron cerca de 2 millones de personas. Además, y según el reporte, habría contado con la participación de 200 escritores en actividades culturales que alcanzaron a unas 53 mil personas. Y destacaron, por ejemplo, la lectura en cadena de Historia oficial del amor de Ricardo Silva Romero, que se extendió hasta el pasado 20 de mayo a través de Instagram.
Entre las otras actividades estuvieron los Clubes de Lectura, un espacio en donde autores, editores y libreros acompañaron en varias sesiones la lectura de un libro, y que hasta el 6 de mayo contó con más de 1.800 participantes; asimismo el lanzamiento de la campaña de microfinanciación Adopta una Librería, que a través de la plataforma Vaki recauda fondos para las librerías.
“Era recurrente la sensación de que desde el equipo directivo de la Cámara no había una comprensión del sector independiente”: Felipe González.
Resultados virtuales
“La FILBo en Casa fue una decisión que se tomó en medio de la pandemia pensando en ayudar a activar la venta de libros a domicilio y a través de una vitrina virtual”, contó a Cerosetenta Olga Naranjo, exdirectora Cultural de la FILBo. “El interés era no dejar de apoyar al gremio en términos de la misionalidad de la Feria, que es apoyar la cultura y vender libros”.
Para algunas editoriales esa meta se cumplió. “Sentimos que los resultados son mucho más positivos que negativos. Nuestra gran bandera es trabajar en red y juntos por la misma causa que es la circulación del libro en Colombia”, le dijo a Cerosetenta María Elvira Jaramillo, directora de comunicaciones de la editorial Siglo del Hombre que este año ganó el concurso para ser la Librería Nórdica, es decir, la librería oficial del pabellón del país invitado de honor para esta edición de la Feria y que, por la pandemia, tuvo que ser virtual.
Para el momento en que se anunció la suspensión de la Feria, Siglo del Hombre tenía ya unas 20 toneladas de libros destinados a esa librería, según Jaramillo. Con la FILBo en Casa no tuvieron la vitrina que ofrece el pabellón principal de la feria, in situ, visitado por unas 50 mil personas que, sin embargo, continuaron trabajando en estrategias que les permitieron tener visibilidad durante la coyuntura: actualmente siguen siendo la Librería Nórdica y trabajan con estrategias en redes sociales en conjunto con las embajadas de los países nórdicos para posicionar a los autores, con cuyos títulos llevaron a cabo el Club de Lectura Tierras Nórdicas.
“Esos son nuestros eventos, de los que nos sentimos muy orgullosos de haber trabajado con la Cámara y que han tenido un impacto positivo en nuestros lectores”, dijo Jaramillo.
A otras editoriales independientes, en cambio, no les fue tan bien con las iniciativas que promovió la FILBo en Casa. Particularmente con la Vitrina Virtual, un catálogo en línea de la Feria que permite a los lectores entrar en contacto con las editoriales para hacer compras y que estará disponible hasta mediados de junio. Según la Cámara, por lo menos 115 expositores subieron sus catálogos, lo que sumó más de 2 mil títulos disponibles. Sin embargo, algunos expositores se quejaron de que la herramienta no les ayudó a facilitar ese proceso de vender sus libros.
“Lo que hicieron fue coger una plataforma que tenía Corferias, que yo creo que es la misma que utilizan para vender maquinaria pesada, o cabezas de ganado o artesanías”, dice Felipe González, editor y fundador de Laguna Libros. “Cada expositor podía subir veinte títulos, que desde ahí ya es una ridiculez. Ni siquiera había los campos para meter título y autor, entonces si alguien busca un autor lo más probable es que no le aparezca”.
Ante esta queja, la Cámara aclaró a Cerosetenta que esta plataforma no es transaccional ni una tienda en línea, sino un canal de intermediación a través del cual se pueden hacer las compras contactando a los expositores.
Sin embargo, son notorias las dificultades para hacer búsquedas efectivas en la Vitrina Virtual. Este punto llama la atención cuando hace parte de un intenso debate mundial sobre cómo la industria editorial y las librerías van a repensarse en lo digital, no solo luego de la pandemia sino con la sombra constante de grandes superficies como Amazon que de a poco va haciendo entrada a nuestro continente.
“¿Hasta cuándo seguiremos pensando con esa noción de que el libro digital canibaliza al libro de papel o que la librería e-commerce canibaliza al libro físico y a la librería de venta tradicional?”, pregunta en una charla en su canal de YouTube el argentino Daniel Benchimol, especialista en publicaciones y director del Proyecto451, una empresa que asesora editoriales en la transformación hacia los nuevos soportes y las nuevas tecnologías en el mercado editorial. La respuesta que da es contundente: dejemos que el lector decida. […] En definitiva, lo que necesitamos son lectores”.
“Yo no era tan amigo de abrir la tienda en línea a través de La Diligencia Libros, pero en esta coyuntura [de la pandemia] tener esa tienda ha sido para nosotros una bendición y sigue siendo una plataforma de diálogo con los libreros, porque por ahí hacen sus pedidos y facilita los procesos”, cuenta Felipe González. “El gran hueco que tenemos nosotros en este momento es el de la FILBo, porque gracias a nuestra tienda [en línea] no hemos dejado de vender y más o menos nos hemos mantenido, incluso puede que, sin contar la Feria, hayamos crecido”.
González cree que la situación pudo haber sido peor. “Nosotros teníamos 8 novedades para feria, una coedición y 8 reimpresiones. Afortunadamente no habíamos mandado nada a imprenta porque también habría sido muy duro que nos hubieran alcanzado a facturar”, dice.
Por eso, en últimas, este critica la decisión de la Cámara del Libro de mantener las fechas de la FILBo “solo por un asunto simbólico”, en lugar de hacer un evento virtual mucho más robusto y mejor organizado en términos de catalogación y venta de libros en línea en cualquier otro momento. “La FILBo en Casa fue una decisión innecesaria”, remata.
El factor fundamental: los despidos
En medio de una coyuntura global, la Cámara Colombiana del Libro tomó una decisión que terminó por alterar los nervios de las editoriales independientes. El 30 de abril, a través de una llamada telefónica y sin que hubiera finalizado la Feria, la dirección de la Cámara despidió a Juana Silva, coordinadora de Contenido Infantil y Juvenil, y a Olga Naranjo, directora Cultural de la FILBo. A ambos cargos les compete la parte misional de la Cámara, dedicada a generar convenios con otras entidades pero también de establecer esa valiosa interacción entre los libros y sus lectores, a través de eventos culturales. Y esto en cuanto a altos cargos porque el total de despidos en el equipo ronda las 8 personas.
Fueron “medidas para enfrentar la crisis”, explicó en una entrevista Enrique González, presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana del Libro. “La cancelación de la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2020 ocasionó un déficit presupuestal en la Cámara Colombiana del Libro, que obligó a sus directivas a tomar decisiones de carácter administrativo para solventar los gastos propios de la entidad”. Y agregó que estos despidos: “le permitirán a la entidad continuar adelante en este segundo semestre, entretanto se definen las fechas de la próxima feria y otras actividades”. Cerosetenta buscó una declaración oficial de la Cámara y su presidente, Enrique González Villa, sobre estos despidos y las renuncias de las editoriales pero al momento de publicar esta nota no obtuvimos respuesta.
Olga Naranjo reconoce la crisis económica por la que atraviesa la Cámara: “buena parte de lo que recoge la Cámara viene de la Feria”, dice. “Entonces ellos empiezan a anunciar una crisis económica al no poder hacer la FILBo y ante la evidencia de que la FILBo presencial no se hace este año ni tampoco se sabe en qué época del año entrante se pueda hacer”.
“El problema es que se toma una decisión de prescindir de empleados en ciertos cargos para disminuir la pérdida que pueda tener la Cámara”, agrega. “Yo no entiendo por qué la Cámara decide ahorrar gastos en lo que es su parte misional más importante, que son los contenidos culturales. Es una decisión tremendamente equivocada de la Cámara, de su parte misional y de lo que le está diciendo al sector”.
Un cuestionamiento que encuentra respaldo y explicación en el primer párrafo de la carta de renuncia de las editoriales independientes: “Si algo puede hacer la Cámara por el gremio en estos momentos es desde el trabajo en el área de contenidos. Sin FILBo y sin área de contenidos, solo queda un cascarón vacío».
La decisión también aviva serias preocupaciones en quienes han hecho parte de anteriores procesos de gestión cultural dentro de la Cámara en años pasados porque el área de contenidos culturales de la Cámara es el puente entre editores y el público que asiste a la feria.
“Si se elimina la Dirección Cultural y solo queda una Coordinación lo que se termina haciendo es que los contenidos de la Feria van a depender enteramente de las editoriales y a cada editorial lo que le interesa es promocionar sus propios libros; es decir, se pierde la idea de diálogos que proponía la Feria”, dice Giuseppe Caputo, escritor y quien ocupó el cargo de director Cultural de la FILBo entre 2015 y 2018. Y agrega: “La decisión me parece doblemente equivocada porque justamente la programación cultural también trae recursos [a la Feria]”.
“El problema es que se toma una decisión de prescindir de empleados en ciertos cargos para disminuir la pérdida que pueda tener la Cámara": Olga Naranjo
Cultura recortada en la pandemia
No es nuevo que la cultura sea la primera cabeza que rueda cuando hay una crisis económica en un grupo editorial. Cuando Publicaciones Semana, por ejemplo, decidió reducir costos apenas se asomaba la pandemia, lo primero que hizo fue despedir al equipo de su revista cultural Arcadia.
“Las transformaciones que está viviendo el mundo editorial son muy complejas y vienen desde hace décadas, no son de ahora”, dice Germán Rey, periodista, docente y experto en industrias culturales.
En un informe del CERLALC, se exponen algunas cifras contundentes sobre el mercado editorial en Colombia en la última década, como que había retrocedido en un 19%, que entre el 2008 y el 2016 la caída real del mercado fue del 4,3% y que “el mercado colombiano permanece estable, a pesar del crecimiento económico del país”. Es decir, no importa cuánto crezca la economía del país, la industria editorial no logra crecer a la par.
Según Rey, en estos últimos años la industria se ha visto impactada por la aparición de nuevas tecnologías “que han remodelado el paisaje de lo que conocíamos como la industria editorial”. No obstante, resalta que el sector cuenta con una cadena productiva y de valor bien establecida que va desde el creador hasta los intermediarios en la venta de los libros.
Pero el contexto de la pandemia puso a prueba esa cadena productiva, como lo está haciendo con otros muchos sectores de la economía. Resulta paradójico que la gente en estas circunstancias quiera leer más pero que las cadenas de distribución de libros independientes no alcancen a estar a la altura de esa demanda.
“Cuando sucede que la vida normal se retira —como si fueran las olas del mar— empieza uno a ver un tipo de vida que de otro modo no podría haber visto”, reflexiona Rey. “Yo me he sorprendido de cómo es de frágil la economía mundial, cómo un mes hace deslizar el aparato económico de un planeta, y entonces se habla de que hay que ‘reactivar la economía’. En ese sentido yo me he opuesto a que se hable de ‘reactivación cultural’, la cultura no necesita reactivarse, necesita apoyarse, necesita mecenazgos, necesita buenas políticas, necesita personas entrenadas en el manejo de la gestión cultural; pero la cultura siempre está viva. Puede tener riesgos y en efecto los tiene, pero la cultura es mucho más rica y activa que la propia economía”.
Resulta desconcertante entonces que la cultura se mantenga en la primera línea de sacrificio cuando las circunstancias son desfavorables en lo económico. Una pregunta que queda abierta para la Cámara y, de paso, para todo el sector de la cultura en el país.
“A mí me pareció que el director de la Cámara y otras personas reaccionaron muy bien y muy rápidamente a un fenómeno que nadie había previsto”, opina el profesor Rey. “Sin embargo, toda situación que afecte a aquellas personas que se han comprometido con una tarea cultural es una situación que debe mirarse con el mayor cuidado y, por supuesto, es una tragedia para la dinámica cultural de este país”.
Esta situación es, en general, un mal síntoma para un gremio que suele ser reconocido como el más unido en la industria cultural del país. Es también un golpe para la Cámara, cuya misión es “representar y defender los intereses de editores, libreros y distribuidores”, en este caso, de uno de los sectores igualmente más golpeados por la crisis económica desatada por la pandemia.