Tras cuatro años de ausencia, el pasado 5 de enero Su Majestad el Diablo salió del averno y durante una semana habitó las calles de Riosucio. Así lo vivió en fotos Cerosetenta.
Fotoperiodista enfocada en temas de género y construcción de paz.
16.01.2023
Solo en tres ocasiones en más de un siglo de existencia (desde 1911), el Carnaval del Diablo que se celebra en Riosucio, Caldas, ha dejado de hacerse.
La primera fue a causa de la ‘Gripe Española’ a principios de siglo; la segunda durante el conflicto en los años cuarenta conocido como ‘La Violencia’; y la tercera en 2020 por culpa del confinamiento producto de la pandemia por Covid-19. La celebración, que surgió como una herramienta de pacificación entre los pobladores indígenas y afros de dos pueblos vecinos —Nuestra Señora de la Montaña y Real de Minas de Quiebralomo—, dio paso a la creación de un solo pueblo: Riosucio, que a raíz de tal unión cuenta con dos iglesias y plazas principales. Este festejo es considerado patrimonio oral, cultural e inmaterial de la nación y materializa un sincretismo cultural único.
Así que después de cuatro años de ausencia, el pasado 5 de enero Su Majestad el Diablo salió del averno y durante una semana habitó las calles de Riosucio, encarnado no solo en una escultura de seis metros, sino en el espíritu carnavalero de nativos y foráneos. “Oh Diablo del Carnaval/ despierta y vuelve a la vida/ y con tu cola encendida ven mi mente a iluminar”. Al son de cánticos como este, la fiesta mayor de Riosucio volvió a la vida y trajo consigo una significativa reactivación económica para un municipio que cimienta su economía en el carnaval. Además, para sellar el tan anhelado regreso, en esta edición se construyó el diablo más grande en la historia del festejo.