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El 2020 en fotografías

Estos son nueve momentos que, a grandes rasgos, resumen lo que fue el 2020 en Colombia. Nueve fotógrafos y fotografías que dejaron un testimonio de lo que trajo y se llevó este 2020.

por

Tania Tapia Jáuregui


21.12.2020

El año se acaba y con él un símbolo, el del 2020, un número que ahora encarna los tiempos en que una pandemia nos cambió la vida. Los tiempos en que los tapabocas nos cubrieron la cara y se hicieron sentir las fracturas de vínculos, los trabajos perdidos, la precarización de la vida y la enfermedad. 

En Colombia, además, el 2020 tuvo sus propias caras: la de la crisis migratoria venezolana, la de la represión de las Fuerzas Armadas, la de las muertes que dejan el conflicto y la violencia. También la cara de la movilización que salió, a pesar del miedo al virus.

Nueve fotógrafos capturaron nueve momentos memorables del año que, a grandes rasgos, resumen lo que fue el 2020 en Colombia. Cada foto es un testimonio y una historia de su autor que se encontró con nuevas formas de mirar un año difícil.

Ferley Ospina – @ferleyospina

Esta foto la tomé en un campamento de migrantes cerca al puente Simón Bolívar, en la frontera de Cúcuta con Venezuela. Esto fue antes de que desalojaran el campamento, cuando se supo que muchos de los migrantes que estaban ahí tenían Covid. Eran unas 300 o 400 personas que vivían ahí y cuya única fuente de agua era un caño de aguas negras, el agua que se ve en la foto. A veces la gente de buen corazón o incluso la misma policía les llevaba agua limpia, pero si no tenían más se bañaban y cocinaban con esa agua.

Ser fotógrafo en la frontera, en una pandemia, tiene un lado positivo y es que siempre hay cosas por hacer. Lo negativo es que ir a cubrir algo significa convertirse en una bomba de contagio. Si no se limpian bien los equipos, si no se llevó algún traje, si no se tomaron las medidas, uno puede contagiar a cualquiera. Es imposible ser un fotógrafo o fotógrafa en la frontera y no estar en contacto constante con personas. Es imposible mantener el distanciamiento.

Este año también tuve una experiencia con una foto que le tomé a una señora que se desmayó en la trocha, al parecer por Covid. Dos trocheros la agarraron y unos colegas y yo empezamos a tomar fotos, y la gente que estaba alrededor nos empezaron a gritar que qué hacíamos tomando fotos en vez de ayudarla. Eso me marcó, fue una experiencia que también me hizo pensar mi oficio, en la manera de abordar los temas, de abordar una situación.

Mateo Rueda – @mateorueda

Desde que tengo memoria acompañaba a mi mamá a San Victorino. Uno de mis primeros recuerdos ahí fue un robo. La multitud siempre ha estado en este lugar de la ciudad, siempre ha sido característica principal.

Tener la posibilidad de salir el primer día de la cuarentena estricta en Bogotá a fotografiar la ciudad fue emocionante y atemorizante. Ver San Victorino completamente vacío nos dejó sin palabras. Nunca antes había sentido un silencio de esa magnitud en un centro de comercio como es ese. Bogotá se detuvo muchos días. Pero este primer día, lo recuerdo más que todos.

Lina Gasca – @lina_gascam

Esta foto la tomé uno o dos días después de que se declarara la cuarentena total. Como muchas familias, fui con mi mamá a hacer mercado a la plaza de Corabastos y llevé mi cámara. Cuando llegamos había un montón de gente esperando para entrar. Adentro, había bastantes cosas en la parte de frutas y verduras, pero la parte de paquetes, como pan y esas cosas, estaba todo agotado. Ese es el pasillo que se muestra en la fotografía.

Para mí lo más significativo de esa foto es que es una imagen de cómo la incertidumbre que nos estaba acogiendo a todos en esos días terminó reflejándose en la ansiedad de comprar y de tener todo lo que hubiera en el supermercado. Yo también estaba pasando por un momento de incertidumbre en el que no sabía muy bien qué iba a pasar conmigo profesionalmente. Y esa incertidumbre, en el caso de cada quien, se veía reflejada en las caras de preocupación de la gente al llegar. Esa cara también la tenía la señora de la foto cuando llegó y no encontró nada.

Gregorio Díaz – @gregoriodiazdg

Esa foto es de junio, cuando todavía había cuarentena estricta y aislamiento preventivo. Fue a las 8 de la mañana en la calle 19 con carrera Séptima, en Bogotá. Yo creo que la fila tiene que ver con algo de salud, o tal vez con una Registraduría. Algo muy particular de esas fechas es que todo estaba muy solo y cuando uno veía gente era haciendo fila en vueltas burocráticas. Las otras personas que estaban en la calle eran vendedores informales, que usualmente son sujetos en mis fotografías, pero que en esos momentos lo fueron aún más porque solo estaban ellos, esperando clientela.

Al principio era raro salir, uno se sentía un poco ilegal porque en teoría yo no podía estar tomando fotos, la gente que podía estar en la calle era la que tenía permisos o que estaba camellando. Pero solo así pude ver la ciudad cambiar, locales que se fueron arrendando y ocupando, muchas casas en arriendo y en venta, las construcciones que fueron terminándose muy rápido y la gente que de a poco fue saliendo también.

Camila Acosta – @camilacostalzate

Por lo general hago fotografías de mis momentos íntimos, aquellos que quiero recordar. En esta cuarentena me encontré con una cotidianidad que no sabía bien cómo retratar, o si iba a querer recordarla algún día. Al principio no le presté atención, solo quería regresar a la “normalidad”. Todos los días eran iguales, seguía una rutina en la que me costaba detenerme a observar, tal vez, por miedo a aceptar ese presente confuso. 

Vi cómo se marchitaban estas flores, pasaron de estar coloridas a secas y pálidas. En ese momento me sacudí, empecé a fijarme en los detalles que antes pasaba por alto: el polvo que se acumula, el sol que ilumina mi casa a las cinco de la tarde, las sombras que se forman en las paredes, las plantas creciendo, los crujidos de la madera con cada paso. Las simples cosas a mi alrededor manifestando vida. Poco a poco mi atención volvió a los detalles, a esa conexión íntima con los objetos que trascienden en el tiempo para recordarme que estos meses también hacen parte de mi bitácora de recuerdos.

Esteban Vega – @estebanvegalr

Esa foto la tomé en la UCI de la Fundación Cardioinfantil en el mes de julio. Para ese momento ya había visitado otras unidades de este tipo y, evidentemente, esta era la que tenía protocolos de bioseguridad más estrictos y con más personal de salud disponible. Yo llevaba todo ese mes visitando UCI en Bogotá, entonces digamos que ya había tenido el choque emocional de ver a los pacientes inconscientes, hinchados, y prácticamente inertes. Sin embargo, ese día fue la primera vez que vi cuando los pacientes con Covid-19 empiezan a despertarse del coma inducido. Este señor fue uno de ellos.

Retratar ese momento en foto es muy difícil, pero estoy seguro de que si todos los colombianos pudiéramos verlo en video, definitivamente habría más autocuidado y muchos menos contagios. Los ojos comienzan a voltearse y, lo que uno cree que son convulsiones, es el intento que el cuerpo hace por respirar pese al tubo que tiene en la garganta. Los doctores tienen que acercarse e impedir que se hagan daño tratando de arrancarse el tubo. Y luego, de la nada, se sumergen de nuevo en el coma. Esa mañana vi al menos a tres pacientes así.

Jahfrann – @jahfrann

Después del asesinato de los niños de Llano Verde, en Cali, quedó un descontento en la comunidad porque la supuesta investigación dejó más interrogantes que soluciones, respuestas o reparación. Ante eso, varias organizaciones decidieron hacer una olla comunitaria un domingo, para unificar un poco a la población e interactuar con los niños de Llano Verde que son los que padecen más el temor y que desde entonces han estado encerrados por el miedo de sus padres. Hay que entender que en esa zona hay Bacrim, oficinas y fronteras invisibles que elevan el nivel de inseguridad

El día de esta foto, el de la olla comunitaria, un colectivo de chicas organizó una yincana. Al principio no había niños, pero cuando se empezaron a dar regalos aparecieron en manada, se regó la voz de que estaban dando dulces y juguetes. Muchos eran muy tímidos, muy reacios a tener contacto con la gente. Se dejaban tomar fotos pintando o dibujando, pero se resistían a que les tomaran fotos de sus rostros. Muchos empezaron a colocarse en la cara los trapos rojos en los que venían envueltos los regalos.

Este niño venía hacía mí con el trapo en la cara, yo lo miré y le pregunté si podía tomarle una foto. Lo que hizo fue acomodarse la pañoleta un poco más. No volvía saber de él porque literalmente llegó, jugó 5 minutos, reclamó algo de dulce y se fue. Y así muchos niños, llegaban, pedían y desaparecían.

Diana Rey Melo – @dianareymelo_photography

Esta foto fue disparada el 10 de septiembre en el barrio Villa Luz, durante las protestas por la muerte de Javier Ordóñez. La foto sale además de un momento en que como prensa tuve un acercamiento a la arbitrariedad de la Policía.

Yo ya estaba saliendo del barrio, ya había terminado de hacer el cubrimiento, cuando aparecieron en una esquina varios matrimonios de policías. Entre estos una mujer policía súper agresiva, incitando mucho a la pelea, que nos empieza a gritar a mí y a una compañera que nos quitemos y nos empuja. Yo le dije que se calmara y ella me pide mis papeles. Le paso mi carné de prensa y ella me dice que tengo que mostrarle las fotos que tomé. Me dijo que me iban a llevar a un CAI, que al final no pasó, pero si me llevan a una esquina en la que me retienen una media hora.

En esa esquina llega este chico al que la policía trae de forma muy arbitraria. El chico estaba muy angustiado y decía que él acababa de salir de Surtimax, que trabajaba en ese supermercado y que cuando salió terminó en las protestas. Yo ahí empiezo a disparar fotos de la angustia de este chico mientras lo requisan y a decirle que se tranquilizara. Al final cuando la policía vio que yo seguía tomando fotos me decidieron dejar ir.

La actitud de la Policía esa noche fue muy represiva con todos los que estábamos allí. Yo lo único que hice fue seguir ejerciendo mi trabajo, disparando fotos.

Luis Carlos Ayala – @luiscarlosa85

En esa foto íbamos con la Minga por la vía Panamericana, llegando a la frontera del Cauca con el Valle del Cauca, entre El Pital y Cali. Ese aro es donde va incrustada una guadua que sostiene la carpa que va encima de la chiva. La guadua en ese momento se había caído y aproveché: yo iba en el techo de la chiva, vi la imagen y la simetría de la escena con las cornetas y las líneas de la carretera. Hice el intento unos 40 minutos para lograr la imagen, porque a toda velocidad es bien complicado.

Creo que una cosa es ver la Minga desde afuera y la impresión con la que se queda la gente de “tan bonitos los indios que se vienen en chiva hasta Bogotá”. Otra cosa es vivirlo con ellos. Fue bastante enriquecedor, aprende uno un montón de cosas, así como quedan un montón de dudas, por eso ahorita estoy otra vez en el Cauca.  

Yo estuve con la Minga desde El Pital hasta Bogotá, eso era levantarse a las 4 de la mañana, arrancar a las 6 para el siguiente lugar, moverse en chiva con ese calor, con la lluvia y el frío. No esperaba que fuera tanta gente, pero resultó que fueron como 13 mil o 15 mil personas. Fue muy bonito ver que a pesar de la cantidad de gente había mucha organización. Eso es una Minga, el trabajo en equipo, el trabajo en comunidad. Eso quedó bien claro.

Jimena Madero – @jimeveve

Foto tomada para el medio feminista MANIFIESTA.

Esto fue en la marcha del 25N. Ahí estábamos cruzando el puente de la Carrera 10 al lado del parque Tercer Milenio. Ese fue un momento muy importante porque ahí fue que muchas nos dimos cuenta de la cantidad impresionante de gente que había marchando, atrás y adelante. Además estaba tocando la batucada y otras chicas encapuchadas estaban haciendo un performance con unas faldas negras bordadas. Fue un momento muy bonito y emocionante.

Antes de la foto, una chica con un megáfono había estado diciendo que íbamos a entrar al sur, que se iba a poner pesado y que nos cuidáramos las unas a las otras. Justo después de eso, esta niña empieza a pasar en frente de una hilera de policías que marcaban el límite hacia donde no podíamos cruzar. Yo iba al lado de la mamá cuando la niña simplemente se adelantó y la mamá la dejó. El momento me pareció muy lindo porque estábamos en una zona re peligrosa de la ciudad, al otro lado del puente había unos manes gritándole a la marcha, pero a pesar de eso podíamos sentirnos libres porque estábamos acompañadas.

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