«Hemos venido haciendo cacerolazos y diferentes protestas, entonces surgió la idea de buscar una manera diferente de decir las cosas, de manera cultural y mucho más inteligente.»
Este es un ejercicio teatral planeado por los internos del Patrio 7 del ERON Picota para ellos pronunciarse frente a la pandemia que está ocurriendo en el mundo y la catástrofe que puede ocurrir dentro de los centros carcelarios.
Penumbra en la hecatombe
COVID-19 y cárceles: una obra de teatro en La Picota para denunciar el abandono
La muerte camina con su guadaña por los pasillos de la cárcel La Picota (Bogotá), punza a siete internos que caen instantáneamente. Hay una reunión a la que asiste un presidente al que le avisan que el COVID-19 llegó a la cárcel de Villavicencio y responde: “Ah, bueno. Al menos es a una, no me angustie con eso”. Llegan noticias de que el virus está en más cárceles. El director del Inpec admite haber hecho unos traslados en plena pandemia. La ministra de Justicia ni siquiera entiende de qué hablan. El Fiscal dice que son más peligrosos los presos que la enfermedad. El Procurador y la ONU hacen un llamado a la sensatez. Un expresidente le habla al oído al primer mandatario, le dice que no los puede dejar salir de la cárcel, que recuerde que son “bandidos”. El papa pide perdonar: “¿Será que se nos olvidó que lo que hizo grande a Jesucristo fue el perdón?”.
Así empieza S.O.S Internos Picota, una obra de teatro que tuvo como escenario la cárcel
y fue ejecutada por unos 50 privados de la libertad del Patio 7 de la
estructura Erón, que la subieron a YouTube el pasado 7 de mayo. En la
puesta en escena el hacinamiento, la insalubridad y la falta de
elementos de protección terminan en una tragedia: los privados de la
libertad mueren en los pasillos y no hay capacidad para atender a los
enfermos. Afuera de la penitenciaría los familiares están angustiados. “Pedimos una segunda oportunidad, aunque primera no han dado”, aseguró uno.
La obra es un reclamo, un llamado de auxilio de los privados de la libertad. Desde 1998 la Corte Constitucional ha advertido que en las cárceles hay un estado de cosas inconstitucional. A las condiciones inhumanas, de hacinamiento y precariedad, se sumó la llegada del nuevo coronavirus a por lo menos siete centros penitenciarios. El caso más grave es el de Villavicencio, donde se han confirmado al menos 772 contagios.
Hablamos con Mauricio García, el guionista de la obra (recluido en La
Picota), quien contó cómo, después de varias jornadas de protesta,
decidieron hacer sus reclamos por medio del teatro. Asegura que persiste
la desatención en salud y dice que el teatro puede ser una apuesta de
resocialización en las cárceles.
¿Cómo surgió la idea de la obra?
Por la coyuntura que estamos viviendo, la problemática carcelaria a nivel nacional, la negativa del Estado a dar una oportunidad a través de decretos o de arreglar lo que es inconstitucional. Todas las cárceles estamos en una lucha para que nos escuchen, que volteen la mirada hacia acá. Hemos venido haciendo cacerolazos y diferentes protestas, entonces surgió la idea de buscar una manera diferente de decir las cosas, de manera cultural y mucho más inteligente. Aquí hay personas de todas las distinciones sociales y queremos dar a entender que también pensamos y podemos dar nuestra opinión de otra manera. Nos sentamos con varios compañeros, se recogió lo que cada uno más o menos pensaba y se aunó en una idea.
¿Tiene experiencia en teatro?
Soy licenciado en educación artística de la Universidad de Antioquia, el énfasis es teatro. Tengo conocimientos en manejo de cámara y de diseño gráfico. Acá todo es muy limitado, pero tratamos de llevarlo a cabo de la mejor manera posible.
¿Cómo fue la actitud de los guardias con la obra?
No hubo presencia de los guardias. Lo que pasa es que como ahora estamos en una huelga (para no dejarnos encerrar), se aprovechó ese espacio. Se le pidió ayuda a prensa del Inpec, pero la respuesta nunca llegó.
¿Cómo editaron el video?
Un amigo me colaboró con la edición. A través de vía telefónica le dije
como lo quería. Fue casi un trabajo de dirección. Hicimos una especie de
libreto.
¿Cuánto se demoraron en hacer la obra?
Tres semanas. Cuando estuvo el guion empezamos a ensayar. Algunos compañeros que participaron como actores también ayudaron en la escenografía, hicieron los computadores de cartón, los pintaron, los celulares de madera, todo fue manual. Mucha utilería de la obra se hizo con material reciclado, imagínese que el vestuario del papa fueron dos sábanas y el gorro fue con fomi(risas). En la obra se plasma la manera en que nosotros vemos cómo se comportan los personajes en la vida real: una ministra que no nos ve como personas, sino como desechados de la sociedad; como si uno nunca se fuera a reintegrar a la sociedad. La gran mayoría de personas acá piensa hacerlo, y con cosas buenas, pero uno desde acá lo único que ve es señalamiento y juzgamiento.
En la obra dicen “pedimos una segunda oportunidad, aunque primera no hayan dado”, ¿qué quieren decir?
El populismo punitivo tiene a muchas personas metidas en estos sitios; otras cayeron por un error de la vida, por un avatar del destino, por un falso positivo judicial, que son muchos; algunos cometieron el error, lo aceptan y saben que tienen que pagar una condena. El Estado olvida que cuando usted está pagando la condena, espera reintegrarse a la sociedad. Los presos sociales vemos que a las personas que han delinquido en grupos como paramilitares y guerrilla les dieron la oportunidad de pagar sus penas. Ellos estuvieron en la guerra toda su vida y se dieron cuenta de que eso no lleva a ningún lado, pidieron una oportunidad a la sociedad para reintegrarse y empezar a aportarle al desarrollo. ¿Por qué nosotros no lo podemos hacer?
¿Alguno de los actores quiere seguir haciendo teatro?
No solamente uno, hubo cerca de 10 personas que nunca habían hecho teatro ni habían actuado. Quedaron encantadas. Lo ven como una posibilidad de vida.
¿El teatro puede ser una herramienta de resocialización?
Claro. Es totalmente resocializador porque lo lleva a la crítica; no solamente en lo social, sino también en lo personal. Muchas veces uno ve en algunos compañeros que la mentalidad no está dispuesta para un cambio, pero al realizar un tipo de actividad artística lo lleva a encontrar unas emociones que no tenía. La mayoría de las personas vienen del hampa y al ver estas apuestas artísticas ven una posibilidad de cambio y de demostrarle a la sociedad que quieren cambiar. Este tipo de cosas ayuda mucho.
Hay gente que dice que las cárceles no son hoteles y justifican
con eso el hacinamiento y la vulneración de derechos, ¿qué les responde?
Todos somos ignorantes, pero cada uno ignora cosas distintas. Estas personas, que señalan y juzgan, desconocen muchas cosas y el adagio popular que dice: “nadie sabe con la sed que bebe el otro”. Cuando una persona desconoce eso es difícil exigirle que dé una oportunidad.Ojalá a esas personas no les toque conocer lo que es esto, que con una firma o una mala acción se está aquí. Solamente cuando se ingresa a estos lugares es que se aprende. Uno también estuvo de ese lado, veía cosas por televisión, juzgaba y señalaba, acá uno ve que eso es muy distinto. A pesar de que hay gente que ha hecho daño, y que merece estar aquí, también hay personas que son inocentes, víctimas de la sociedad y del Gobierno. No solamente la gente mala está aquí. Afuera hay gente quizás más mala. En un texto teatral podría decir “¡Maldito el juez o el fiscal que juzga a una persona sabiendo que es inocente!, pero por llevar un puntaje lo condena. O muchos abogados que por salir rápido de usted como procesado lo logra encarretar para que lo condenen rápido, aun sabiendo que no lo hizo”.
La Procuraduría ha pedido aplicar la legislación penal para conceder libertades. ¿Qué opina?
Acá hay muchas personas que cumplen con el tiempo de salida. Muchas veces por la negligencia del Inpec, y de los jueces de ejecución de penas, no ejecutan lo que corresponde por ley, entonces se convierte en algo inconstitucional. Hay muchos que para la libertad condicional ya están pasados. El término que utilizan los jueces es que no está resocializado. ¿Quién dijo que aquí la gente se resocializa? Jamás lo va a hacer porque la cárcel no es una institución para aprender de ella. Aquí la vida lo lleva a hacer un autoaprendizaje porque a usted le duele la familia que está afuera. Acá se ve la vida de otra manera, es como si estuviera metido en la nevera y ve cómo se corroen las cosas. Entonces uno empieza a ver las falencias sociales, tantos funcionarios tan malos y negligentes, gobernantes que deberían estar aquí para que aprendan lo que uno está aprendiendo.
¿Cómo está la atención en salud?
Como lo decimos en la obra: nada de nada. No es cierto, como dice el director del Inpec, que nos dotó de elementos de bioseguridad, de elementos médicos, que tenemos enfermeras y médicos. Eso es mentira, ni siquiera vienen al patio y mucho menos en este momento cuando en La Picota se dijo que ya había un infectado que posiblemente proliferó el virus. No sabemos a quién contagió y quiénes son asintomáticos. En este momento hay silencio, no nos dicen nada, tienen la cosa callada para que nadie se alborote y no digan nada. Por eso estamos en huelga. Hay tres o cuatro enfermeras y un doctor que vienen de vez en cuando a proveer de medicamentos a los psiquiátricos, no más. Inclusive a las personas reformuladas con problemas de salud no las han venido a reformular porque a ellas, como a los guardianes, les da temor de que tengan el virus o de que lo transmitan.
¿Tienen proyectado seguir trabajando en teatro?
Sí. Tenemos la intención de poder estar diciendo siempre las cosas a través de la cultura. Queremos continuar con muchos más hasta que veamos una solución o un salvavidas.
Convocados por los hermanos Taviani, los fantasmas shakespearianos
renacen entre los muros de una cárcel de alta seguridad en la periferia
de Roma. La conjura fratricida que apunta a César va a conducir a su
trágico final, pero esta vez las voces que la traman hablan en
napolitano, calabrés, siciliano, romano… y las palabras suenan
febriles, vibrantes, cargadas de inédita y potente emoción, con los
colores vivos de una Italia popular y múltiple. Es el genial bardo el
que las ha escrito, pero aquí, puestas en boca de quienes han matado y
pagan sus crímenes con el encierro, cobran una nueva dimensión, una
verdad palpitante y perturbadora. Hablan Bruto, Casio, Metello, Decio,
César, pero quienes palpitan, se apasionan, se estremecen o arrebatan
bajo los personajes son los improvisados intérpretes que tienen más
autoridad que cualquier actor profesional para hablar de ira, de muerte,
de traición, de culpa, de lucha por el poder. El verbo de Shakespeare,
su espíritu, se colma de los ecos de la vida verdadera de quien lo
pronuncia. Este formidable operativo, llevado adelante por los cineastas
italianos a partir de la acción de Fabio Cavalli, director teatral del
penal de Rebibbia, adquiere una rara potencia emotiva.
En el comienzo, el film reproduce la escena final de la
tragedia, cuando un atormentado Bruto, vencido en Filipos y agobiado por
la culpa, suplica a sus camaradas que le den muerte. Es una escena
sobrecogedora (mención aparte merece su intérprete, Salvatore Striano,
el único del grupo teatral que ya ha cumplido su condena y ha emprendido
carrera como actor), que introduce en el estilo que los directores han
elegido para su puesta, la subrayada entrega de los actores próxima a la
sobreactuación y en contraste, el despojamiento y la austeridad de la
escena concebida no de frente a un presunta platea sino organizada según
el punto de vista de la cámara.
Tras el ruidoso aplauso del final, se disipa cualquier
equívoco. No se trata de una representación filmada ni de un documental
sobre el fenómeno del teatro dentro de una cárcel sino de lo que toda
esa operación artística -y la experiencia escénica y vital de los presos
puestos en contacto con la invención dramática de Shakespeare- ha
inspirado a los Taviani. A la notable escena inaugural, siguen otros
innumerables hallazgos: los primeros son el regreso de cada actor
custodiado a su respectiva celda o el flashback que recrea a
continuación el singular casting que se ha realizado semanas antes,
proceso durante el cual cada aspirante expuso su talento histriónico, y
también sus antecedentes penales.
César debe morir bien puede contarse entre las obras mayores de los Taviani. Es una obra que impresiona por su inusual espesor dramático y conmueve por su potencia y su visceralidad. Además, claro de la belleza plástica que debe darse por descontada tratándose de los autores de La noche de San Lorenzo.