Viernes de película La ventana indiscreta, (1954, color, 1hora 55minutos), Alfred Hitchcock “… con el envejeciente héroe (James Stewart, atisbando por las ventas abiertas del vecindario… para presentar a los vecinos más anormales que se puedan reunir…) Alfred Hitchcock, ha logrado una cinta que es cine sin dejar de mostrar esa reciente inclinación del maestro […]
“… con el envejeciente héroe (James Stewart, atisbando por las ventas abiertas del vecindario… para presentar a los vecinos más anormales que se puedan reunir…) Alfred Hitchcock, ha logrado una cinta que es cine sin dejar de mostrar esa reciente inclinación del maestro del suspense de encerrar a sus personajes en un ámbito reducido y hacerlos hablar mucho y moverse poco. Para llevar su tendencia a la frontera del tour de force, Hitchcock ha inmovilizado al personaje central en una silla de ruedas y al final ―con una limpia prestidigitación cinematográfica― convierte su pierna enyesada en dos piernas enyesadas”.
Tishe dirigida por Kossakovsky graba desde su ventana toda la película.
«Durante un año Viktor Kossakovsky filmó de manera arbitraria lo que pasaba debajo de las ventanas de su apartamento en San Petersburgo, durante las obras de reparación para las celebraciones del 300 aniversario de la ciudad. «Tishe» Que significa algo así como “silencio”, muestra la belleza de la vida diaria, entre la comedia y el patetismo, el surrealismo y la abstracción. «
«El director Victor Kossakovsky, ganador del premio Joris Ivens con su filme Belovy, ha hecho un documental que él mismo describe como ‘una comedia’. La película fue filmada desde su ventana y fue inspirada tanto por la primera fotografía Vista desde la ventana en Le Gras (1826-1827) de Nicéphore Niépce (1765-1833) como por el cuento Des Vetters Eckfenster (La ventana de mi primo, 1822) de E.T.A. Hoffman (1774-1822); ésta última cuenta la historia de un hombre paralítico que sólo tiene contacto con el mundo exterior a través de su ventana. Kossakovsky hizo lo que él llama una película ‘accidental’: -“generalmente no miramos las cosas que tenemos en frente. Esta película es de cierta forma un ejemplo de lo que puede pasar frente a tus ojos si sólo miras. Esta historia realista transforma de alguna manera el realismo en surrealismo, en lo abstracto”-. Desde la ventana de su apartamento filmó a unos cuantos metros cuadrados de una calle en San Petersburgo durante un año de obras incesantes como preparación para la celebración del tricentenario de la ciudad. Una y otra vez la calle se rompe y se vuelve a pavimentar. El filme lo muestra siempre desde el mismo punto de vista pero con lentes distintos, en horarios diferentes y utilizando una variedad de estilos -realista, surrealista y abstracto-. El título, la palabra “tishe” en ruso, es la única palabra que se oye en toda la película. Significa esconderse, mantener silencio y ser modesto.»
2. No filmes si quieres decir algo- solo habla o escribe de aquello. Filma solo si quieres mostrar algo, o si quieres que la gente vea algo. Esto concierne a la película en su totalidad y a cada toma por separada.
3. No filmes si conoces el mensaje antes de filmar – Que la película te enseñe. No trates de salvar al mundo. No trates de cambiar al mundo. Mejor si la película te cambia a ti. Descubre al mundo y a ti mismo mientras filmas.
4. No filmes algo que solo odies. No filmes algo que solo ames. Filma cuando no estés seguro si lo odias o lo amas. Ambos son cruciales para hacer arte. Filma cuando odies y ames al mismo tiempo.
5. Es necesario ocupar la mente antes y después de filmar, pero no ocupes tu cerebro mientras filmes. Solo filma usando tu instinto y tu intuición.
6. Trata de no forzar a la gente a repetir acciones o palabras. La vida es irrepetible e impredecible. Espera, observa, siente y estarás listo para filmar con tu propia manera de hacer películas. Recuerda que las mejores películas son irrepetibles. Recuerda que las mejores películas son hechas a base de tomas irrepetibles. Recuerda que las mejores tomas capturadas son momentos irrepetibles de la vida hechas mediante una irrepetible manera de filmar.
7. La toma es la base del cine. Recuerda que el cine fue inventado con una toma por si sola- Un documental por cierto – sin ningún tipo de historia. La historia existía solo dentro de la toma. Las tomas deben antes que nada proporcionar al público nuevas impresiones.
8. La historia es importante en el documental, pero la percepción es aun mas importante. Primero piensa que es lo que los espectadores sentirán al ver tus tomas. Luego, forma una estructura dramática de tu película usando los cambios de sensaciones.
9. Los documentales es el único arte, donde cada elemento estético casi siempre tendrá un aspecto ético y cada aspecto ético se puede usar estéticamente. Trata de seguir siendo humano, especialmente mientras se edita la película. Quizás, las buenas personas no deberían hacer documentales.
10. No sigas mis reglas. encuentra tus propias reglas. Siempre hay algo que tu puedes filmar como nadie mas.
1C.
Un mundo en confinamiento
Ahorita estamos viviendo desde las ventanas de cada uno, desde nuestros hogares. Tomé fotos desde las ventanas de mi casa, de lo que hay afuera, de lo que nunca he valorado tanto como en estos días de encierro.
―Alejandra Restrepo
1D.
26/03/2020
Empezó
a molestarme más mi aire pesimista, mi cuerpo aún se empeña en dormir cuando
debe estar despierto y en estar despierto cuando debería dormir, como ahora.
Hoy no pasó mucho, me estoy aburriendo de cocinar así que mi alimentación se
basa en desayunar tres veces al día y comer dulces y lácteos en todas sus
presentaciones entre comidas, no está mal, hay quienes se preocupan por
engordar algo que nunca me pasa, aunque los bajonazos de ánimo suelen hacerme
bajar de peso lo que espero en esta ocasión no sea de una manera tan drástica.
Mis clases están dejando mucho trabajo, el comunicado del Ministerio de
educación, del cual ya escuché varias teorías que lo refutan, en dónde se
sostiene que no volveremos a clases presenciales probablemente hasta después de
mayo no ayudó a mi deseo de dejar el aire pesimista. Hace unas cuantas semanas
mi compañera de cuarto y yo pintamos una pared que era de un azul sucio y con
muchos parches, el color que escogí fue amarillo, pero no un amarillo vibrante
y molesto, pero tampoco pasmado, es como la mostaza, pero mate o como un ocre
feliz, no lo sé, yo solo lo veo y sé que debe ser mi color favorito. Un par de
años atrás, y lo recuerdo porque lo escribí en algún lado, estaba molesta con
el azul, era mi color favorito y más que eso, era mi color por excelencia, era
como yo, toda hecha en tonos azules y escribí algo como que pasábamos parte
importante de nuestras vidas descubriendo cómo y qué éramos y que la mayoría
cuando lo encontraba por lo general decidía aferrarse a ello y determinarlo una
cúspide, de dónde caemos y volvemos, nos resistimos y volvemos, fracasamos y
volvemos. Pero no debería ser necesariamente así, hace un par de años ya me
había descubierto pintada en el espejo con la paleta de azules que los años
había colocado, sí, con gran variedad de tonalidades, incluso con azules
brillantes y fuertes, y también libres, pero azules, al fin y al cabo, y decidí
que, en lugar de aferrarme a mi cúspide, yo podría, de algún modo elegir una
diferente. Y esa es la historia de cómo el color amarillo se volvió mi color
favorito. Y mirando esa pared hoy durante todo el día, mientras parecía cambiar
de tono a cada hora, me encontré deseando entrar en ella, deseando que pudiera
llevarme a otro lugar o al menos sacarme de aquí, o quizá sólo poder ser tan
compacta y concreta como ella, tan diferente a todo el blanco del resto de la
habitación, y tan apacible y feliz.
Entre
todas mis micro malas decisiones, que a veces para ofrecer variedad se vuelven
macro, sigo mirando el avance de infectados por el virus a diario. Y si me
consternó la idea de no volver a clases presenciales el resto del semestre, mi
imaginación me ha llevado a pensar en un panorama pos apocalíptico en dónde la
carencia de contacto físico será de nuestros menores problemas. Y mi
preocupación no es acerca de qué haría después, sino de todo lo que fuera
querido hacer antes cuando las cosas eran como hace unos cuantos meses atrás,
cosas que con pandemia o no igual fueran pasado, pero que sin pandemia quizá
tendría la posibilidad de arreglar. Aunque bueno, quizá con o sin pandemia
tampoco fuera arreglado. Me pregunto ¿por qué deseamos lo que deseamos?, ¿por
qué no se puede decidir desear otra cosa? como con mi color favorito. ¿Por qué
dudaba tanto de lo que deseaba hace un par de meses para que ahora me
arremetiera la certeza?, además, ¿para qué?, para un sincero: ¡te equivocaste!,
otra vez, buen trabajo, sigue adelante, como si supiera cómo seguir adelante.
Como dije al principio, me estoy cansando de estar tan pesimista, pero aun así sigue siendo un texto muy pesimista, espero que de escribirlo se canse aún más y se vaya.
―Jessica Cruz
1E.
«Esto significa que la relación entre pensamiento y lenguaje ha de ser concebida como una relación entre contenido y forma».
En
cuarentena la cosa va más o menos como nunca lo esperé, pero dándome lo que más
desee, tiempo en tranquilidad. Entendí tanto mi privilegio en la posibilidad de
habitar una cuarentena al punto de comprender que pensar ha sido una de las
cosas que por fin he podido realizar. Desde hace mucho tiempo sólo he estado
ejecutando y haciendo imágenes recaudadas de criterios estéticos rezagados,
casi por inercia académica. Hoy contemplo la posibilidad de decir que lo
teórico realmente sólo es un postulado del intelectualismo burgués enfocado en
el saber occidental. Sin embargo, quiero aclarar que no niego la posibilidad de
la lógica como un entendimiento de la realidad para saborear los detalles de
las cosas, para ejecutar nuestra sensibilidad. Aun así estoy acá como en la
antigüedad, donde la filosofía nacía de la esclavitud del otro para la
posibilidad del pensamiento. Pensando nada más que por pensar, pensando las
cosas, pensando las situaciones, pensando a los otros, pensando a quienes amo y
pensando nada, como al dormir. Esto me conflictúa, pues el pensar el pensamiento
desearía fuese una situación de la totalidad humana. Ni en el privilegio se da
la posibilidad del pensamiento, nos situamos en reorganizar ideas pero no en
reflexionar acerca de pensar, de pensar lo que pensamos.
Por
inercia no podemos decir que la crítica existe para la gente del común, cuando
serlo sólo nos pone en un encierro reflexivo que es incapaz de siquiera llegar
a las ramas más altas del privilegio, que piensan en otras cosas no
necesariamente críticas. La crítica se ha vuelto ahora para mí el punto máximo
del privilegio. Y acá contaré las situaciones que he vivido en esta travesía
del trabajo al pensamiento en el Meta.
En
estas semanas he encontrado en el transcurso de las lecturas más inesperadas
conceptos de los cuales quiero ahondar, pero desde mis sensaciones más que de
una lógica escrita. Estos conceptos son: La transfiguración e intersubjetividad.
Con lecturas no me refiero a escritas, sino a visualizaciones de este encierro
que por casualidad han llegado a mí a través de los tiempos del ahora, la
internet. Sin embargo las reflexiones nacen después de un cierto compartir
humano en medio de una finca bananera, en la vereda de Cubarral. Estos
conceptos me dejaron anonadado de lo que la realidad trajo a mis ojos. Pensaba
tanto la situación que vivirla, como experiencia estética, se me hacía una
complejidad más de mi enmarañada cabeza.
El
trabajo no fue si quiera algo de real esfuerzo, ya que era el trabajo de
cualquier habitante rural, el oficio del hogar. Sólo tenía que recoger unos
limones, unos mangostinos y ayudar a montar y bajar canastillas de banano. Pero
en un momento llegó el fin del oficio, el quehacer quedó suspendido por un
virus mortal, no por su valentía al matar, sino por sus reflejos económicos. No
había qué hacer en este lugar más que desarrollar otros trabajos varios, al
punto que de hacer pasé a pensar y pensar en lugares así, en donde se es un
intruso, me trajo a colación el recuerdo de la plaga, del bicho encerrado en su
pieza. Este encierro y esta locura pasada del ser parasitario sólo me llevó a
sentirme en desolación.
Transfiguración
Hoy
miré un performance que trajo a mí la
palabra Transfiguración y a recordarme lo penetrante que es pensar sin poder
hacer. Esta catarsis realizada por Olivier de Sagazan me recordó la incapacidad
de situarse fuera de un lugar de comodidad. Nunca me sentí incapaz de realizar
la labor, ni de esforzarme en la colaboración, pero cuando el encierro ocurrió,
el compartir con seres que desconocía se me hizo desconcertante. Esta familia
que se había re-encontrado para compartir como familia seguro no comprendía
porqué había una cama más. Yo sólo quería dormir y encerrarme, alejarme al
monte y sentarme, llorar un rato y escuchar el río. No quiero revictimizarme,
sin embargo la desolación no se puede desconocer. Entonces decidí salir del
encierro y efectuar una acción, no soportaba ser más un observador, así que
salí por una empresa geográfica, un estudio del suelo del lugar. Gombrich dijo
alguna vez: “Ver
no es, pues, absorción pasiva de estímulos. Es una actividad constructiva que
implica cálculos muy rápidos, conceptos almacenados y diversos propósitos,
expectativas e hipótesis”. Comenzaba
mi vida en la centralidad y yo seguía en la lejanía.
Así
que me enfoqué en conseguir nuevos materiales.
Ahora
vuelvo a Transfiguración; este performance matérico y mental me recordó esta
salida de la desesperación. A lo que pensé que desearía un momento catártico de
ese tipo, encontré el sentimiento de la situación. O como muy bien lo pone en
palabras Juan Pablo Iliari:
La catarsis es el resultado de la
lucha que emprende el arte por superar el aplastamiento al que puede que verse
sometida la existencia media, la cotidianeidad de la que nadie puede salir
indemne. Mirar el mundo con los ojos del recién llegado, esa es la propuesta
estética. Sostener el horror o la admiración que provoca la realidad al nivel
de la carne.
Mirarlo
era recordar que los materiales y colores que en ese momento encontré eran los
mismos de este personaje animal. Colores rojos y negros, arcillas, tierras,
mugre, rabia, dolor, pensamientos en velo, noches de gallos quiquiriqueando. El encierro nos
recuerda que nada es más desbordante emocionalmente que uno solitario e
improductivo. Con improductivo me refiero a la realización del ejercicio cotidiano.
Como
conclusión sólo invito a reflexionar si el pensar es realmente para todos, pues
este encierro sólo puede llevarnos a pensar demasiado y cosas no necesariamente
filosóficas, sino de la cotidianidad que nos afecta. Este cotidiano nos lleva a
sacar animales internos que si no domamos en acciones nos llevarán a la locura
misma. Sobre todo si se es artista. Así que no sólo es ver la realidad, no es
sólo el privilegio de poder observar sino de transformarla, cambiarla o
ejecutarla de maneras comunitarias e intersubjetivas.
Intersubjetividad
Esta
palabra realmente se me hace bella, inter
subjetividad, es casi que una apropiación colectiva de lo que hemos
considerado propio, es la ejecución misma de la cotidianidad. Esta palabra fue
casi que una revelación, pues me obligó instantáneamente a dejar las
implicaciones benevolentes de ser en observación. Pensaba en que la posibilidad
de una metafísica o inspiración
frente a un materialismo dialéctico era propiamente contradictorio. Pues este
tema del materialismo dialéctico no podía conjugarse con un pensamiento
idealista como lo es la espiritualidad. Sin embargo, es posible, al menos desde
el arte y la experiencia estética. Dijo Alessandra Caputo: “El fin del arte no
es más el objeto en sí, sino la acción estética”. La materia es la condición de la realidad
desde su más puro estado, es el reconocimiento más científico y a su vez
poético de las cosas. Cuando encontré en los mangostinos y en el barro la
posibilidad de una materia artística me brillaron los ojos de alegría, estaba
retomando la posibilidad de hacer y hacer desde mis conocimientos. Aun así,
recoger, tratar y elaborar no es un tema individual, es intersubjetivo y tiene
su relato.
Primero
salí en esta búsqueda personal de los materiales posibles. Luego,
emocionadamente conté en la casa familiar, pero ranchera[1],
las posibilidades que daba la tierra y sólo Nicolás se abalanzó conmigo en esta
empresa. Bajamos al primer cultivo, hasta el río, y nos dedicamos a apalear esa
arcilla roja que en mi primera salida había encontrado. Nicolás me invitó a ver
una segunda mina de tierra negra que brillaba, la miramos y sacamos un poco,
hasta llegamos a conspirar a cerca de una cueva batmánica o una mina de
esmeraldas. Sin embargo esa tierra tuvimos que dejarla en el camino. Volvimos
al apaleado de la arcilla roja y sacamos nuestro primer medio bulto, fracasamos
subiéndolo, tuvimos que dividirlo en dos por su peso. Luego de ver nuestra
desesperación por conseguir cantidades absurdas de greda, Don Luque dio su
iniciativa por ayudarnos a subir la tierra en el carro, una camionetica blanca
montada de muchas camionetas dañadas. El caso es que subimos y comenzamos un
proceso de secado, donde aplastamos los dos bultos de arcilla que sacamos. Luego
de aplastado esperamos su secado, pero en ese momento mi psiquis entró en
desesperación.
El
animal interno me corroía en desesperación, el tiempo se me hacía frustrante,
pensaba en mi familia y sólo me sentía encerrado (en mí mismo). La intersubjetividad
incluye reconocerse incapaz. Salí de este lugar por reflejo humano, debía estar
con mi familia en este momento de crisis. Casi que sin remilgos la familia vio
irme. Tomé un bicitaxi y salí hasta El Cruce. Allí, en medio de la nada, sin
carros, sin nada por la cuarentena sólo esperé. Acá viene la intersubjetividad,
pues no estaba solo, la nada se ocupa cuando otros buscan su salida a través
del viaje, del recorrer así exista una imposibilidad para hacerlo. Allí en El
Cruce todos buscábamos un rumbo y gracias a una moto viajera, pero
irresponsable con la medida, logré llegar a Guamal, con mi madre.
Ahora
estoy acá en una reflexión profunda sobre lo que implicó todo este viaje para
mí, lo que fue pasar de trabajar a pensar y definitivamente si no hubiese
salido mis pensamientos me habría carcomido. Para pensar se necesita
tranquilidad, emocional sobre todo. Esta crisis me pregunto si nos dejará
pensar. Yo acá lo hago porque es un pueblo alejado de toda civilización
metropolitana, pero me cuestiono más cosas como mis posibilidades frente a la
centralización. También me pregunto por mis amigos y amigas encerrados en
soledad en medio de la cuarentena allá en Bogotá y estoy triste por ellos(as),
pues están delimitados, desesperados, inclusive conozco de amigos que a pesar
de estar en familia no han podido siquiera avanzar en el primer trabajo.
Acá
en el privilegio, con unos grillos sonando atrás de mí, con la paz de ver una
realidad que no es la del riesgo de un virus mortal, cuando mi realidad es la
materia pura, donde mi realidad es el paisaje profundo, sólo puedo pensar que
me preocupo por no poder hacer nada en verdad. De qué putas me sirve saber
sobre la materia y sobre el pensamiento si ellos están allá, enfrentándose a la
desigualdad, la mierda de mundo que tenemos y a una metrópolis corrompida. Sólo
pienso que he pensado demasiado y no he pensado en nada realmente funcional. He
pensado las posibilidades de la lógica de la sensibilidad, de la materia
sensible, pero mi sensibilidad no logro situarla ahora en las cosas, ahora está
en las personas que amo y aquellos que sufren más este encierro personal que es
no poder salir y tener que hacerlo para comer o para no morir por animal que se
lleva adentro.
[1] Esta palabra sale del chiste mutuo entre Andrés Luque, Nicolás Luque y yo, pues son unos completos Rancheros Metaleros, dicen ellos que ni saben cómo son.
―Andrés Felipe Quintero
1G.
1H.
Y hablando de producciones fílmicas, no he podido parar de ver Friends literalmente veo casi que treinta capítulos diarios y no me canso. Uno tras otro tras otro, y siento que es ideal para esta cuarentena. Capítulos cortos y divertidos que acompañan mi cotidianidad. Incluso le he pegado a mi hermano la fiebre de esta serie. Disfrutamos esta actividad juntos. Me gusta la idea de que esta cuarentena sirva para estrechar los lazos con mi familia. Me da miedo, sin embargo, que pasados ya unos días me desespere y no tolere más a mi familia. Mi mamá y yo solemos pelear un poco porque, para ser honesta, soy un poco desordenada y no me gusta hacer oficio. De igual forma me veo obligada a hacer cosas para ayudar con la limpieza del apartamento, pero como es ley cuando uno hace las cosas de mala gana quedan mal hechas, y eso saca de quicio a mi mamá. A pesar de esto creo que la presencia de mi abuelita ha hecho que esto sea mucho más llevadero. Ahora ambas hacen aeróbicos y manualidades para pasar el día, y la verdad, me muero de ternura. Ver ese lazo inquebrantable madre e hija a pesar de la edad. Por ahora vamos bien.