En modo cuadritos Esta COSA que estamos viviendo me recordó una película y una canción. La película ¿Y su mamá qué hace? (1981) dirigida por Eulalia Carrizosa y producida por Cine Mujer. Y la recordé por el final… que no les voy a contar para que la vean y cuya sinopsis podría ser una mamá […]
Esta COSA que estamos viviendo me recordó una película y una canción.
La película ¿Y su mamá qué hace? (1981) dirigida por Eulalia Carrizosa y producida por Cine Mujer. Y la recordé por el final… que no les voy a contar para que la vean y cuya sinopsis podría ser una mamá en cuarentena. Y si es por echar cuento pues habla de las mamás a quienes en esta COSA estamos amando como nunca porque nos damos cuenta que son las que mantienen este mundo en modo activo.
Y la canción es del Gran Combo de Puerto
Rico y se llama Y no hago mas naa(1991). Y la recordé porque expresa lo que muchos, sobre todo los
jefes y dueños de los destinos, creen que nos está pasando a profes,
estudiantes, desempleados y demases. Y dice así:
“Yo
me levanto por la mañana
me doy un baño y me perfumo
me como un buen desayuno
y no hago mas na’… mas na’”
Y termina así:
“que bueno es vivir así comiendo y sin trabajar
que bueno es vivir la vida
comiendo durmiendo y no haciendo na
que bueno es vivir así comiendo y sin trabajar”
Pero el “mas naaa” es vivir la vida en cuadritos y sin
comentarios.
Mas naa 1
Sicua plus expandido en modo colaborativo donde uno no ve a nadie ni oye a nadie, bueno tampoco se ve a uno mismo.
Mas naa 2
Seminario Internacional con colegas del mundo para desaburrir a la COSA e intentar teorías desde el sur para construir una comunicación mas desde el territorio y en coherencia con el medio ambiente y los saberes ancestrales
Mas naa 3
Almuerzo con amigues de Barcelona, México y el parque El virrey. La idea es querernos y, además, intentar imaginar otro periodismo.
Mas naa 4
Vino de tarde con España y El Salvador para ir intentando salirnos de LA COSA con un poco de sentido si es que los políticos nos dejan opinar y disentir.
Mas naa 5
Rumba viernes 11 de la noche. 60 amigues. Cada uno en su modo. Aburrido el modo en uno.
“Pagué 20 millones por el semestre en Los Andes para que me den clases por internet”
Una estudiante de derecho se queja de las clases virtuales “Deberían esperar y darlas personalmente y no esta chambonería donde uno no aprende nada”
Soy estudiante de segundo semestre de derecho de la Universidad de Los Andes, mi papá pagó 20 millones de pesos, se endeudó, hizo lo posible. Los Andes es la mejor universidad del país, me encanta su rector Alejandro Gaviria, sus instalaciones, a veces uno siente un aire realmente intelectual. Pero todo se vino al traste cuando nos mandaron a recibir clases virtuales. Les cuento que esas reuniones de 20 personas apeñuscadas en un computador no sirven para nada. Mis únicas intervenciones son cuando el profesor pregunta “Están escuchando” y uno dice como un autómata: “sí” y ya, eso es todo. Estoy lo suficientemente agotada mentalmente con todo lo que está pasando como para concentrarme en una clase.
¿No es mejor parar un momento hasta que todo vuelva a la normalidad y arrancar? ¿De verdad los profesores creen que están cumpliendo su labor? Yo no estoy aprendiendo nada, al contrario, con la mano de trabajos que me dejan el estudio ha dejado de ser un goce para convertirse sólo en un vehículo de estrés. Me sorprende la falta de empatía con los estudiantes y, la verdad, es un sentir generalizado entre mis compañeros.
Si, las clases virtuales son un engaño absoluto, una manera de cumplir a la brava y de la manera más chambona con el curriculum. Me preocupa que la situación se alargue y yo siga pagando 20 millones de pesos por un semestre de derecho que voy a ver desde mi cuarto con un profesor al que casi no le entiendo porque, cada vez más seguido, la emergencia ha hecho que internet colapse. ¿Quién aprende algo de su maestro cuando la voz se le entrecorta por culpa de la baja señal del internet?
El arquitecto docente Pedro Pablo Rojas responde al articulo «“Pagué 20 millones por el semestre en Los Andes para que me den clases por internet” con 10 reflexiones.
RESPUESTA AL LETARDO DE LA CLASE VIRTUAL
Soy docente Universitario y pese a estar de acuerdo ―en parte― con el articulo, debo manifestar algunas cosas las cuales resumo en estos puntos:
1. Esta cuarentena es una coyuntura para la cual ―y pese a que se venia venir― NADIE estaba preparado, ni siquiera la mejor Universidad de Colombia como se ha demostrado.
2. El trabajo de los docentes (no solo el mío), ha sido un reto enorme que de una u otra manera ―el tiempo lo dirá― supuso un cambio y una ruptura en un paso que la educación y la manera de enseñar debió haber dado, al cual nunca se atrevió.
3. Siempre creí que esta transición seria muy dura para los docentes pero qué como demuestra la realidad, ha sido mucho más dura para los estudiantes.
4. La virtualidad nuca remplazará a la presencialidad, eso se da por hecho, pero debemos estar abiertos y acostumbrarnos a la transmisión del saber dentro de un tiempo, más que en un determinado espacio.
5. Algunos estudiantes (con mucha razón) se han quejado, más que por aprender, por la acostumbrada manera convencional y tradicional de recibir la educación, y considero, este es el enorme paradigma que YA debemos superar. Si bien es cierto el conocimiento se profesa, estamos en una era en que este se debe buscar a partir de interrogantes que no deben estar supeditados al aula.
6. No crean que para los profesores ha sido fácil, de hecho, y en mi caso, esto ha sido mas dispendioso toda vez que ha conllevado a trabajar casi el triple para depurar y permitir que el material de enseñanza vaya acorde con la expectativa de unos junto a la carencia de interés por parte de otros aprendices. Ni que decir con docentes mayores que han hecho su mejor esfuerzo para aprender tecnologías y aplicaciones ajenas en pro de una nueva manera de instruir, pese a que ni siquiera manejan un celular.
7. No es critica, de hecho, a parte de ser docente también soy estudiante de doctorado, pero el enorme problema de la formación en Colombia es que pese a que los alumnos reclaman cambios, aun se insiste en la manera convencional en la cual se asume que la presencia del docente va ligada con la premisa condenatoria para quienes no asistan y presten atención.
8. Sé que no es el pensar de todos, pero si de una gran mayoría, que no ve oportunidades sino que se arropan con las talanqueras consabidas de la queja constante. ¿Porqué me enseñan igual?, ¿porque me enseñan diferente?
9. Sí en los Andes se siente esa percepción, ¿Qué se podrá pensar en las demás?, y aunque no trabajo en dicha institución, todos los días (no solo de la cuarentena) me levanto muy temprano con la enorme convicción de hacer las cosas a la altura de las circunstancias, con la mayor honestidad y comprendiendo que esto ha sido complejo para todos, bajo la enorme convicción qué, pese a estos duros tiempos, saldremos fortalecidos no solo como sociedad sino como un país que de una u otra manera ha reclamado desde hace dos siglos lo que esta pandemia ha logrado en tan solo dos escasas semanas de su aparición. Un cambio en la manera de enseñar y de aprender.
10. Remato con la enorme inquietud que atormenta la relación sincrónica estudiante-profesor en torno a la evaluación, como ese gran vacío de la educación, en la cual ya debemos entender que no solo son las notas lo que vale sino el compromiso y actitud en la relación hacia el cambio pedagógico, el cual y dadas las circunstancias ya se inició.
(No hay parte 1, y aun así, existe en la caja verde al lado del zorro, la carta y los picks).
Hace unos días me puse a ordenar mi cuarto.
Decidí sacar cosas y organizar, con esperanzas de que al no poder reconocerme hace tiempo, en algún punto me encontrase a mí misma en un rincón de la habitación.
Entre tantos checheres, comencé a sacar basura (tanto del armario y el escritorio, como de la cabeza y el corazón) y en medio de esa actividad me topé con un recuerdo. No me encontré a mi, pero encontré a alguien. A través de cuatro pequeñas palomitas de origami llegué a divisar un pasado cercano: en él, una parte confundida de mi alma, y entre de tonos de gris y naranja, el retrato mental de ese alguien que me cambió.
La historia de las palomas es corta, pero lo que inspiraron a partir de eso, no. La verdad es que tiendo a cerrarme bastante en materia de lo emocional, y por eso se me facilita escribir de forma metafórica (sin saber si lo hago bien), o dando rodeos. Por tal razón, creo que tomaré la ruta más larga y contaré ambas historias en vez de quedarme meramente en una descripción superficial. Después de todo, es la primera vez que algo me mueve para escribir desde hace meses, y prefiero no hacer nada a tener que crear cosas con falta de emociones a color vivo.
Ese alguien llegó de forma inesperada hace aproximadamente un año, y durante el tiempo que tuve el privilegio de conocer las partes que estuvo dispuesto a mostrarme de su vida, logré crecer inmensamente. Nunca fue perfecto, ya que como cualquier relación humana, se vuelve imposible escapar de los engaños del idealismo y de la montaña rusa que implican las emociones, la convivencia y la rutina diaria del ser (deber ser, ser algo; ser para uno, o para alguien). Se convirtió en un hogar de paso, donde me sentaba a escuchar la vibración de las cuerdas de una guitarra, y de vez en cuando historias, críticas y carcajadas (las más raras del mundo). En ese lugar abstracto tenía la seguridad para poder leer mis guiones mentales y desenredar nudos del alma. Siguiendo el camino de un pez entre mares de distintos tonos de azul o a veces pelos de perro, tuve la oportunidad de acercarme al mundo y también a mí.
Ese alguien me faltó por un mes, estaba viajando, la comunicación se redujo al monosilabismo característico de las conversaciones insulsas. Tenía cosas que decir y, al no poder hacerlo, tuve que recurrir a alternativas de corte antiguo. Coleccionaría palomas mensajeras y, cuando ese alguien llegase, se las entregaría en una caja, guardadas junto a un montón de pendejadas que siempre guardaba para regalar.
Ese mes aprendí a hacer palomitas pequeñas y, con gran cuidado, las almacenaba; para sacarlas en el momento que tuviesen que cargar uno de mis mensajes diarios y dar su corto viaje hacia la caja. Terminaron siendo bastantes, cada una con un rollo pequeño amarrado a las patas con la historia diaria de un periodo extraño plasmado en pocas palabras.
Un periodo extraño:
Meses después, me encuentro en la cama reflexionando y no puedo evitar pensar que le hice mimesis a dicho proceso sin darme cuenta. Es sin lugar a dudas un periodo extraño, y yo lucho por encontrarme en medio de la niebla que se apodera de mi espacio de existencia. No me ha costado estar conmigo misma pero, a la vez, siento que no estoy, ¿cómo me va a costar convivir con algo si no hay nada que me estorbe? El caso es que el vacío y la nostalgia han tomado un papel protagónico en mi forma de vivir, y hace poco me descubrí haciendo palomitas para matar el tiempo. Qué irónico ¿no?
En agosto del año pasado me prometí dejar atrás todo aquello que estuviese enlazado con él, con ese recuerdo. Sin embargo, aunque guardé todo en otra caja y la escondí para no verla en mucho tiempo; mi subconsciente me traiciona, y cada noche ese recuerdo viene a visitarme con mayor intensidad, sabiendo que no pasará de ser eso, un recuerdo, un delirio, una maquinación mental. Tal vez me estoy volviendo loca y no lo sé.
Haciendo las palomas no pude evitar notarlo, hace unas semanas el origami volvió a mi vida en medio de un evento social, sin causar mayor revuelo o tener gran importancia, tal vez era un presagio de las semanas por venir. No obstante, jamás me hubiese imaginado sentada de nuevo, perdiendo horas de mi día en un constante escribir, cortar y doblar; intentando hacer palomas con mensajes: mensajes que no saldrían de estas cuatro paredes ni tendrían a donde volar.
Me di cuenta entonces, las nuevas palomas no tienen destinatario fijo, no porque carezcan de rumbo, sino porque son para mí. Para otra yo, una que se encuentra en el ayer, en una hora o en un año. Para alguien que juega a hacer trenzas con el tiempo porque este perdió su significado, y porque se convirtió también, en el único lugar donde se puede transitar sin cuidado. Son para alguien que no conozco con certeza pero sé que puedo identificar con facilidad, alguien que vive independientemente dentro del tiempo y su nuevo carácter de maleabilidad. Son para regalar pedacitos de lenguaje desde un periodo extraño hacia otro que pasó o está por venir, y de paso para recordarme (así no quiera) a esa persona que hace tiempo tuve que dejar ir.