Deserción escolar: violencia y desinterés en el futuro A pocas cuadras de lo que fueron las ollas más grandes de Bogotá, en un contexto de informalidad y drogas, un colegio público es el piloto del distrito para que no deserten más estudiantes.
A pocas cuadras de lo que fueron las ollas más grandes de Bogotá, en un contexto de informalidad y drogas, un colegio público es el piloto del distrito para que no deserten más estudiantes.
Alicia Patiño*, una joven de 17 años, era estudiante del Liceo Nacional Agustín Nieto Caballero. Perdió dos veces séptimo, aún no ha comenzado octavo, y fue expulsada en noviembre de 2016 por supuesto consumo de marihuana dentro de la institución.
Este año Alicia logró matricularse en un nuevo colegio, pero sólo en la jornada nocturna. “Es muy peligroso salir de allá a las 9 de la noche”, dice. Por eso lleva cinco meses sin ir a clases.
De los más de 30 mil casos que alteraron el clima escolar de colegios públicos en Bogotá en 2016, el 8 % fueron casos de deserción, como el de Alicia, según el Sistema de alertas de la Secretaría de Educación Distrital.
Algunas de las causas son las pocas posibilidades de ingresar a la universidad, pero también la violencia dentro y fuera de los colegios. Esto sucede en el Agustín Nieto Caballero, ubicado en la localidad de los Mártires, muy cerca de lo que queda de Cinco Huecos y del Bronx, dos de las ollas de expendio más grande del país, desalojadas por la Policía el año pasado. El portón verde y los muros amarillos y desgastados de este colegio están rodeados de comercio, habitantes de calle y consumidores de drogas.
Este contexto hizo que la Alcaldía de Bogotá escogiera al Agustín Nieto para implementar un programa de intervención en los entornos de colegios de la ciudad. Mayor presencia policial y charlas preventivas para los estudiantes han sido algunas de las medidas implementadas. Sin embargo, los profesores dicen que no ha sido suficiente. “Eso queda en el papel. Sigue habiendo expendio y consumo, y los estudiantes siguen dejando las clases”, asegura Clara Márquez, orientadora escolar de bachillerato de esta institución. Frente a esto, la Secretaría de Educación no da respuesta, a pesar de los repetidos intentos para obtener una declaración.
Sólo en 2016 aproximadamente 300 alumnos dejaron de asistir al Agustín Nieto. Aunque no hay información concreta sobre estos menores, Mercedes Trujillo, orientadora escolar de primaria, asegura que algunos quedaron en manos del Bienestar Familiar y han retornado al colegio, pero que otros siguen sin asistir a clases.
La intervención de las ollas de expendio que generó el desalojo de estudiantes y sus familias, y la implementación de la jornada única que impidió que los alumnos trabajaran en sus tiempos libres, fueron algunas de las causas de esta deserción, según Trujillo. También lo fue la disminución de la dotación de alimentos para los estudiantes, pues de acuerdo con la orientadora Trujillo, “hay pico y placa para la alimentación. Unos días comen unos y otros días, otros. Algunos niños no vienen porque no hay almuerzo”.
Y la otra razón es que en colegios como el Agustín Nieto los estudiantes no tienen incentivos futuros. Así lo recalca Esperanza Tolosa, profesora de esta institución: “los estudiantes de estos colegios no acceden a educación superior. Casi todos terminan en el trabajo informal y por eso muchos no quieren estudiar”.
Para Arturo Harker, investigador de temas relacionados con entornos escolares de la Universidad de los Andes, la deserción es el resultado de muchos fenómenos. “No hay buenos ni malos colegios; tienen retos distintos. Por eso se requieren políticas públicas orientadas a las necesidades de cada colegio”, asegura Harker.
Ahora, Alicia está intentando volver al Agustín Nieto. Este es uno de los colegios distritales que implementa Volver a la Escuela, un programa para revertir la deserción. Permite que estudiantes menores de 18 años que han dejado de estudiar puedan cursar dos años en uno. En el Agustín Nieto hay 140 estudiantes en el programa y esta parece ser la única opción para Alicia. “Este colegio es bueno. Lo malo es la zona que a muchos estudiantes les da miedo”, dice aunque asegura que esos peligros no son los que la atemorizan. Lo que realmente le preocupa es no estudiar porque ella quiere ir a la universidad.
*Este nombre fue cambiado para proteger la identidad de la menor