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Daniel Quintero: el equilibrista

Dentro de los ganadores de la última contienda electoral, pocos han sido más celebrados que Daniel Quintero, alcalde electo de Medellín, que se impuso en casa del uribismo bajo la bandera de una independencia de izquierda. Quienes lo conocen, sin embargo, creen que lo suyo es equilibrismo: un vaivén entre derecha e izquierda que definirá su gestión como alcalde.

Daniel Quintero

Mientras en Colombia la polarización parece reventar el caucho de tanto estirarlo, en Medellín, capital nacional del uribismo, se templa la cuerda floja sobre la que, Daniel Quintero, el celebrado “independiente”, juega al equilibrio. Es el alcalde electo de la capital de Antioquia, alguien que no solía desfilar por las primeras páginas de medios, no era protagónico en el debate público y, de repente, sale de la lámpara, como un genio, con cerca de 40 % de votos a su favor y una enorme ventaja sobre sus contendores. A sus 39 años obtuvo 303.420 votos en Medellín. Setenta mil más que Alfredo Ramos, el candidato del Centro Democrático, hijo del exgobernador de Antioquia homónimo, y a quien las encuestas sobre intención de voto pronosticaban como ganador. 

La independencia política de Quintero es sinónimo de incoherencia para unos. Para otros, es uno de los tantos trajes del emperador, de un político tradicional. Hay quienes lo definen, también, como un oasis en el árido terreno del liderazgo pero para que el malabarista no caiga al vacío tendrá que tambalear entre la derecha y la izquierda. Que comience la función.

Daniel Quintero Calle se estima como un hombre justo. Es un misterio para él por qué es un misterio para la gente. Cuando empezó su campaña digital para reemplazar a Federico Gutiérrez —el alcalde que deja Medellín con un 84 % de favorabilidad—, su rostro era en el timeline de algunos el primer encuentro por segmentación de públicos, así: de súbito. Pero otros no olvidaban su protagónico papel en el Partido del Tomate, un movimiento que fundó en 2013 después de haber aspirado a un cargo de elección popular, sin victoria, en el Concejo de Medellín por el Partido Conservador. 

En 2012 había fundado Piensa Verde, una iniciativa ambiental con la que promovía multitudinarias jornadas de siembra y fundaba a la vez el tono ambiental en el Partido del mismo color. Pero lo recuerdan menos por los árboles y más por las tomatinas, los parches que deja la fruta rojiza cuando es arrojada con fuerza, mismas que embadurnaron al exprocurador Alejandro Ordóñez, al expresidente Álvaro Uribe Vélez, al entonces precandidato presidencial Francisco Santos, al expresidente Andrés Pastrana, al senador Roy Barreras (por hundir el proyecto de ley que permitiría el matrimonio de parejas homosexuales), entre otros. 

En Medellín hay muertos que duelen más que otros

Quintero lo hacía como acto de protesta y respuesta a lo que él denominaba la crisis de la democracia representativa. Pero esto parecía chocar con el mismo hombre que tras salir de un debate televisivo, presuntamente intimidó a un periodista del canal regional por cuestionar su relación con el petrismo: “Al parecer, esta pregunta le molestó al candidato porque al terminar el debate se acercó al periodista y le dijo que le había hecho una pregunta malintencionada pero que él iba a ser alcalde y que nunca se le iba a olvidar”. Ante esto, Quintero solo manifiesta que “los periodistas cumplen una misión fundamental para la democracia. Se debe dar garantías para que cumplan su misión sin restricciones y cuidar sus vidas cuando estas estén en peligro”. Nada más.

Quintero creció en el barrio Tricentenario. Un barrio humilde de la Comuna 5 de Medellín, Castilla. Entró a los 14 años a la Universidad de Antioquia y, con la muerte de su madre, se retiró para trabajar y ayudar en el sostenimiento de su casa

“Hicimos tomatinas, cacerolazos, cicladas, protestas pacíficas y simbólicas”, como escribió en 2014, pero a pesar de las 90 mil firmas que recogieron para la inscripción de su partido, “la exigencia de una póliza de ‘seriedad’ por 230 millones de pesos”, en palabras de Quintero, impidió que participaran en la plena contienda. Fue quizá ese un impulso que arrojó al ingeniero electrónico de la Universidad de Antioquia al escenario del poder con más fuerza. 

Buscó al Partido Liberal y se lanzó como candidato a la Cámara de Bogotá, pero tampoco pasó el umbral. Acompañó entonces a David Luna, exministro TIC del gobierno de Juan Manuel Santos, donde se posesionó como Viceministro de Economía Digital con el antecedente de emprendedurismo exitoso, la empresa de software Intrasoft S. A. Hizo una especialización en finanzas en la Universidad de los Andes y, como dice él jocosamente, “un curso tipo Duque” en Harvard.

En alguna oportunidad el mismo Duque aseguró que del gabinete de Santos destacaba a Quintero, quien hoy promete convertir a Medellín en el ‘valle del software’ y con quien tiene excelente relación aún con sus diferencias políticas, como detallan fuentes. Ha buscado aval del partido Cambio Radical y del Partido de la U  también y, entre una y otra acrobacia, es ahora el responsable de una de las ciudades que históricamente ha liderado la tasa de homicidio más alta en el país, Medellín, y que sobresale por su resiliencia aún con los virajes de su neoliberalismo.

Quintero y el síndrome del payaso

Entre la tragedia y la comedia, está el síndrome de quienes brindan a otros alegría cuando llevan lo contrario por dentro. A Daniel Quintero Calle le abonaron ser el único hombre de Colombia capaz de conmover con su historia de superación al periodista Yamid Amat, una historia más parecida a la de la mayoría de colombianos que a la de la eterna minoría.

—Por eso cuando a mí me dicen que hay niños que sufren por desnutrición crónica, —dice Quintero mientras sus ojos se humedecen, y añade entre un suspiro— que no están comiendo bien… Eso es…
—Lo entiendo.  —Contesta Yamid Amat.  Alza sus manos y las deja caer pesadamente sobre la mesa y concluye—:  Mañana continuamos.

Quintero creció en el barrio Tricentenario. Un barrio humilde de la Comuna 5 de Medellín, Castilla. Entró a los 14 años a la Universidad de Antioquia y, con la muerte de su madre, se retiró para trabajar y ayudar en el sostenimiento de su casa. Vendió postres, fue mensajero e intentó dos años más tarde el reingreso, a los 16, hasta obtener un cupo en el segundo intento, a los 17 años.

Diego González Flórez, amigo de Quintero desde hace 20 años y vecino suyo en el barrio Tricentenario, dice que se alimentaba en esa época con lo que le daba bienestar universitario: un sánduche de queso o carnes frías con banano y un vaso de leche. Andaba a pie porque no tenía plata, hasta que consiguió una bicicleta. “Pero nunca se quejaba, me parecía admirable sobresalir en esas circunstancias”, dice. Desde entonces comprendió que el acceso a la universidad como competencia para un cupo era el primer acto de violencia con una sociedad por la exclusión y lo que ella genera.

“Era un niño introvertido. Un niño sin mucha capacidad de contacto con las personas”, como Julián Vásquez, quien conoció a Quintero cuando fundaban el Partido del Tomate y de quien paulatinamente se fue alejando, asegura haber oído de personas cercanas a él en su infancia. Vásquez es filósofo y psicólogo de formación, ahora docente, y siempre ha sido activista. Dice que cuando Quintero fue creciendo, “fue encontrando en el conocimiento, en la política y en el ejercicio del activismo un cierto lugar de reconocimiento, de aprobación y de afecto para compensar eso que de niño lo caracterizaba”. 

Pero lo que ha construido Quintero, hace pensar a Vásquez en que lo suyo ha sido un proyecto personal, no un proyecto político. “Su proyecto personal ha consistido en buscar unos ciertos niveles de reconocimiento y de aprobación y una estabilidad económica para él y para su familia, pero a través de la política”. 

El periodista y editor de Universo Centro, Pascual Gaviria, cree que Quintero, evidentemente, tiene esa historia de ascenso social ligado a lo político y la gente identifica más esto con otros asuntos. Sin embargo, González, su amigo, cree que como Quintero sintió la necesidad en carne propia porque la ha vivido, y es de barrio, sabe cómo es y cuáles son las complicaciones y no trata de mostrar su biografía para producir impresiones o lástima: “Cuando lo cuenta, lo cuenta porque asocian el poder en el país con la élite y él quiere enseñar que es distinto, decir que su historia no es esa”, asegura.

Hicieron la carrera juntos, Quintero y González. Funcionaron como equipo de trabajo. Fueron dupla hasta el final de la carrera. Se adelantaron un semestre a su generación porque necesitaban producir por la precariedad económica. “Debíamos empezar a generar recursos y más en el caso de Daniel, una historia más extrema porque de entrada tuvo muchos inconvenientes para sostener a sus hermanos, junto con el mayor, Miguel Quintero”, quien fuera vicepresidente del Concejo de Medellín de la bancada del partido Alianza Verde, en 2014, cuando ambos se dieron realmente a conocer.

Recuerda González que Quintero aseguraba en una entrevista que su debilidad “era que la gente podría llegar a aprovecharse de él por lo buena persona”. Comenta que se acercan a él y, como ha sido tan humilde y se conmueve tanto por una injusticia, la inequidad y la indiferencia, de eso podrían sacar partido. Pero Vásquez teme, porque cree en esa idea de política griega que implica que para gobernar hay que gobernarse a sí mismo, que su historia personal repercuta negativamente en su manera de hacer política. Cree que podría repercutir su narcisismo en su incapacidad de llegar a consensos.

“Yo veo a un tipo incapaz de cualquier espiritualidad, un man que es ‘falso self’, como dicen algunos psiquiatras”. Lo dice Vásquez porque cree haber notado en Quintero ese “rasgo tan profundo centrado en él, de ser autorreferencial” y suma como ejemplo cuando Víctor Correa, candidato por el Polo, comentaba que Quintero dilató todo el tiempo una posible coalición para Alcaldía, buscando que todo fuera alrededor suyo y de su historia, como asegura. Vásquez también descubrió y lo anota, que el alcalde electo en juegos de mesa y en videojuegos es un  hombre incapaz de perder.

Y a nadie le gusta perder, reconoce Quintero y agrega “lo malo no es sólo perder, sino no aprender de la experiencia. Cada experiencia te da una lección para ganar en la oportunidad siguiente”.

Espectáculo de variedades

Quintero Calle siempre ha sido un líder. En la Universidad de Antioquia trataba de asumir liderazgos dentro de las clases, según su compañero González, y en algún momento participó en las asambleas. “Pero no como revolucionario, porque en la universidad pública existe esa estigmatización”, dice su amigo. Quintero exigía calidad en la educación con cobertura total.

Como relata Marcela Joya, quien conoce hace 13 años a Quintero, cuando él era candidato al Concejo de Medellín iba de puerta a puerta pidiendo plata a la gente para su campaña y ofreciendo como garantía no ceder cuotas políticas. Desde entonces promulgaba la idea de ser independiente, porque se quejaba de la estrechez de los partidos y de su maquinaria en la democracia para ocupar un lugar político y fue por esto, asegura Joya, que apoyó a su hermano Miguel, de quien hizo una advertencia Pascual Gaviria durante el tiempo de campaña de Quintero: “Ahí hay algo feo. Las denuncias en su momento fueron fundamentadas, y fueron sobre la utilización de los recursos de su Unidad de trabajo legislativo y de su gente [la del Concejal] para el emprendimiento de su hermano en Bogotá [Intrasoft S. A.]. Los concejales a los que él le pagaba acá, en Medellín, para su trabajo ‘legislativo’,  estaban haciendo trabajo de emprendedores en Bogotá para la empresa”, asegura Gaviria. Al consultarle a Quintero, dice que el tema carece de fundamento. 

Gaviria cree que la historia personal ligada a la política de Quintero lo hace justamente un político tradicional desde pelado. El haber pasado por todos los partidos se la cobran duro. “Eso hace que por momentos se vea un poco ‘lagartoide’, porque para ir subiendo y llegar hasta al lado de César Gaviria y ocupar un viceministerio, quiere decir que ha ido rotando por todas partes”. Pero considera que así y todo, él hace una campaña relativamente independiente para la Alcaldía: “por eso siento que es un personaje complejo”.

Fue gerente de campaña presidencial de Humberto de la Calle. Cuando perdió para segunda vuelta, Quintero tomó la decisión de apoyar la paz, por lo que se sumó a Gustavo Petro. De ese apoyo quedaron capturas fotográficas que hoy le reprochan, y que en campaña le sirvió a sus opositores para acusarlo de representar a la izquierda. 

Estuvo en Innpulsa, como gerente, la Unidad de Gestión de Crecimiento Empresarial del Gobierno Nacional. En ese momento, como dice, “Apoyamos el ecosistema de innovación local”, y como hay quienes aseguran que apoyó de forma particular a Uber o Cabify, él lo desmiente: “El marco legislativo debe adecuarse a fin de darle garantías a los taxistas, un mejor servicio a los ciudadanos y garantías pensionales a los prestadores del servicio”.

La periodista Ana Cristina Restrepo resolvió parte de la cábala y en una columna publicada en El Colombiano, escribió que Quintero cuenta con el beneplácito de Roy Barreras y Rafael Pardo y en Antioquia de León Fredy Muñoz y Carlos Mario Montoya, “reconocido politiquero que también acompaña a Aníbal Gaviria”, el gobernador electo, también por el Partido Liberal. Cuando se le pregunta a Quintero de qué o quiénes es independiente, contesta que es simplemente “libertad para tomar decisiones”.

Vásquez cree, sin embargo, que hay que diferenciar entre independencia y la incoherencia, “porque si es de la segunda, el riesgo va a ser que él tenga que pagar con el aparato burocrático los favores políticos que recibió”. Pero Pascual Gaviria cree que se puede cobrar ese triunfo como propio por lo menos en un 70 %. “A pesar de que ha chocado por todos los partidos, aquí sí ha sido efectivamente independiente. No creo que esté muy alquilado o comprometido con políticos a la hora de gobernar, puede que se meta y gobierne con ellos, pero no tiene esa obligación tan fuerte. Hizo su triunfo relativamente solo y eso hay que reconocerlo”, comenta.

Y esa libertad para tomar decisiones es también libertad de culto. Quintero habla de sí mismo como un progresista, pero está en desacuerdo con el aborto. “Mis ideas políticas son profundamente liberales. Sin embargo, en mi fuero interno soy muy espiritual. Doy gracias cada día por la vida, mi familia y tantas bendiciones”. 

Ante la apreciación de Vásquez de que podría parecerse a Fajardo cuando se montó a la Alcaldía de Medellín, convocando a los movimientos ciudadanos que por su vanidad dinamitó, cree que Quintero podría resultar ser un líder sordo y obtuso, a lo que él objeta: “Es más fácil unir y escuchar desde la independencia”. 

Joya asegura que Quintero quiere ser presidente de Colombia y que sabe cómo subir las escaleras: primero alcalde, luego gobernador y así sucesivamente. “Lo que yo he observado es que tiene super claras sus metas y objetivos. Cada vez me impresiona más cómo logra lo que desea”. 

Es católico, no es vegetariano como Diana Marcela Osorio, su esposa, magíster en posconflicto, animalista y feminista, y de quien se espera mucho en el gobierno de su esposo. El mismo Quintero la destaca: “Diana es una líder natural que brilla con luz propia. Aportará mucho a la ciudad con su experiencia en paz, mejoramiento continuo, su sensibilidad social y su consejo sobre muchos otros temas”. Días antes de lanzarse como candidato, Quintero llamó a Marcela Joya a pedirle que oraran, que lo acompañara a una iglesia, y ella lo llevó a donde un padre que lo bendijo, como cuenta.

Fue en el Popular 1, zona nororiental de la ciudad, que a pesar de ser la primera comuna de Medellín es la más nueva como asentamiento urbano. “Le encomendó en esa misa a Dios la posibilidad de ganar o no como alcalde”, relata Marcela Joya. De hecho, Quintero subió a pie el camino de peregrinación hacia una cruz en la cima de la montaña, en donde sembró un árbol. La montaña está a riesgo de deslizarse y él tiene fe en que las raíces podrían asir la tierra. 

Quintero se vale de cualquier lugar en su política con tal de cumplir un objetivo. “Si hubiera podido ‘uriberizarse’, se ‘ubirizaría’.

¡Que comience la función!

La punta del iceberg (o del Coltejer) durante la campaña electoral, fue el balde de agua sucia que Quintero recibió y que fue reportado por la MOE. Contó, entre otras, con un performance por parte del Centro Democrático, como dicen cercanos a él,  en donde hombres, al estilo de la inquisición, y como dice Joya que lo apoyaba en trabajo de base, difamaban su nombre con pancartas y algarabía. Lo acusaban de ser de la Colombia Humana. 

Quintero, mucho antes de sentirse atacado, había bloqueado en su cuenta de Twitter al expresidente Álvaro Uribe Vélez y al excandidato presidencial Gustavo Petro, quienes lo utilizaron como atril de apoyo. 

Vásquez cree, sin embargo, que Quintero se vale de cualquier lugar en su política con tal de cumplir un objetivo. “Si hubiera podido ‘uriberizarse’, se ‘ubirizaría’. Acomoda sus posturas ideológicas de acuerdo al lugar que ocupa y pareciera que se vende en cada circunstancia al mejor postor. Ha logrado hacer una narrativa donde pareciera que su paso por todos los partidos y un viceministerio es una toma de postura independiente, pero en realidad lo que hay ahí es una incoherencia de partidos éticos y políticos que pareciera que nos estamos negando a ver. Creo que cuando uno es tan esclavo de sí mismo, muy poco independiente puede ser”. 

Para el filósofo, hemos disuelto tanto los patrones de verdad que nos es muy duro como sociedad juzgar con los principios de antaño. “Antes su fluctuación sería vista como algo completamente incoherente de un personaje público. Hoy en día, nuestra dificultad para juzgar con criterios de verdad cualquier tipo de acción, nos hace más laxo el rasero moral, entonces nos permite ver en esto a un man que simplemente está buscando un lugar”, señala. 

Gaviria recuerda que se juntaron diferentes políticos al final de la campaña de Quintero como Iván Agudelo y Luis Bernardo Vélez sobresaliendo un poco más, “este último que se ha convertido en un especialista. Ha terminado metido en las últimas cinco alcaldías de Medellín: apoyó a Fajardo, a Alonso Salazar, a Federico Gutiérrez y a Quintero. Es un amuleto el hombre”. 

Quintero gana la Alcaldía, según Vásquez, con un voto de opinión muy grande y a ese voto de opinión habría que sumarle, como dice, el acompañamiento de las maquinarias y el voto útil, que es el voto de la oposición. La Unión Patriótica apoyó al final de campaña su candidatura, asegurando que lo hacían en contra del Centro Democrático.

“Desde el año pasado el panorama político del país y de Medellín mutó con la aparición de Petro. La aceptación que Daniel tiene en Medellín es producto de ese sismo social que causó Petro ese año. Sin embargo, los sectores alternativos y de izquierda, con propuestas más allá del modelo neoliberal y de la política internacional, no fueron capaces de encontrar un lugar en eso que Petro abrió y apareció un tipo como Daniel, que sabe mutar, para llenarlo. Los demás tienen una falencia porque no supieron suplir un lugar que Daniel sí”, asegura Vásquez. 

Joya advierte que Quintero no sufre porque lo tilden de camaleón. Iván Agudelo, quien lo apoyó a título personal, asegura incluso que el Partido Liberal avaló a Aníbal Gaviria, no a Quintero, pero él sí. Es el padrino de su hija, destaca su labor como viceministro y lo estima como persona. “Él me busca desde que era director de Innpulsa y hablamos mucho de la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación del que soy autor. Desde ahí me pareció un hombre magnífico. Es un hombre muy capaz, inteligente. Es un hombre que incluye, reconoce y respeta. Vi lo que otros no vieron como Senador: su convicción”.

David Luna asegura que Quintero es un servidor público serio, eficiente y decente. Dice que se caracteriza por ser un ejecutor, constructor de consensos, saca adelante lo que se propone, “ve a la tecnología como un aliado para resolverle los problemas a los ciudadanos, ama a su natal Medellín y es un convencido de la paz y la reconciliación”. 

Agudelo agrega que Quintero es un hombre realmente independiente, que buscó en muchas partes y en los partidos no era fácil y que los ataques se debieron a haber sido un excelente candidato, en sus palabras. “Yo jugué y aposté mi presente y futuro político con Daniel, —dice Agudelo—. Yo sabía que podía estar tranquilo e ideológicamente nos parecemos mucho. Yo voté por Humberto de la Calle, a quien Quintero le ayudó, voté por Uribe varias veces, fui presidente de la Asamblea de la gobernación de Luis Alfredo Ramos y no podemos llevar a mezquindades a un país, a una ciudad, porque unos están de un lado y otros de otro”. 

Agudelo apuesta que Quintero es un hombre de centro-izquierda, “capaz de encontrar aunque suene redundante puntos de encuentro. Colombia tiene que empezar a hacer la lista de qué nos une e identifica porque la lista ahora es por qué nos odiamos y el odio ensordece. Aquí no podemos seguir señalando que los muertos tuyos eran los que debían morir y los míos no”. 

Pascual Gaviria también lo ve inclinado hacia la izquierda. Cree que una de sus principales características políticas es el misterio, sumado a su llegada un poco tarde a Medellín y porque es un personaje muy indescifrable. “Hay que darle el beneficio de la duda, pero creo que es un tiro al aire como Alcalde. He sentido que ha asumido una posición distinta a la que tenía como candidato en muchos temas, como por ejemplo con EPM, porque sabe que es su responsabilidad. El hombre sabe en qué se metió y tiene una responsabilidad distinta a la del candidato en campaña, que lo que buscaba un poco era visibilizar, como por ejemplo con el tema del metro, que metió un cuentazo de que debía ser subterráneo y ahora está hablando del Tranvía de la 80 y la posibilidad de que el Gobierno nacional lo aporte”.

No cree que sea una segunda versión de Federico Gutiérrez. Lo dice por el estilo, por el talante, por sus inclinaciones ideológicas. De hecho, cuenta Diego González que Quintero detesta el detrimento patrimonial, por lo que no guardará el helicóptero en un garaje, una de las costosas inversiones de Federico Gutiérrez en seguridad. “Pero quizá tampoco lo use como su sistema de transporte”. Quintero asegura que van a “empalmar con seriedad y criterio. Mantener lo bueno, mejorar y cambiar lo que sea sujeto de mejora o cambio”, con respecto al período de Gutiérrez. 

Ya presentó su baraja de cartas para empalme. Sorprenden varios nombres, entre ellos el de Juan Luis Mejía, rector de la universidad Eafit y autoridad de la cultura en la ciudad, y el de Oswaldo Gómez, gerente de Confiar, cooperativa financiera que aportó dinero para su campaña y que de vieja data ha patrocinado la cultura y el arte, y con esto como bandera, la política. 

Vásquez cree que estamos frente a lo que Roland Barthes llamaba un simulacro. “Quintero lo construyó y Medellín se lo creyó”, dice. El próximo alcalde hizo el cierre de campaña en Tricentenario, donde se enamoró de la persona que hoy lo toma de la mano, Diana Marcela Osorio, pese a que González, su amigo, cuenta que hacía tiempo no volvía aunque “siempre será su barrio”. 

Algunos juzgan su giro de 180 grados respecto a Hidroituango, el ambicioso proyecto eléctrico de las Empresas Públicas de Medellín, con el que manifestó posiciones encontradas en el punto de partida y hacia el punto de llegada, durante el período de campaña. Otros juzgan de beneficioso las tachas que opositores le regaron en el camino. “Ven a alguien tranquilo y de repente una guerra y ataques en su contra… En ese sentido, el electorado asoció quiénes le estaban haciendo la vida imposible y eso contribuyó a definirlo”. Aunque la brújula nacional tiende asociar a quienes se vuelven pacifistas como seres de izquierda, algún truco podría tener Quintero hacia el lado opuesto para no caer en el intento.

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