Sucesos como los tres atentados a la Policía este fin de semana en la costa norte del país, o el asesinato del conductor de Uber Juan Sebastián Salcedo, revelan fallas en la manera en que los medios y políticos se aproximan a la tragedia, a las víctimas y a los victimarios. Preguntas impertinentes, fotografías de cadáveres como herramienta, trinos como historias periodísticas, agendas olvidadas: estas son cuatro cosas que el periodismo tiene que evitar a la hora de cubrir conflicto y tratar víctimas.
Las víctimas son más que fuentes para llegar a un dato
En la madrugada del sábado asesinaron a Juan Sebastián Salcedo mientras trabajaba como conductor de Uber. Los atacantes le dieron tres puñaladas, lo tiraron a la calle y huyeron en su carro. Falleció en el hospital horas más tarde. Este lunes en la mañana entrevistaron en W Radio a Nancy Salcedo, la madre del joven. Uno de los periodistas le preguntó si el caso estaba relacionado con las tensiones entre taxistas y conductores de Uber por el uso de la aplicación. “Mmmm, no lo sé, no lo sé”, respondió.
La pregunta es necesaria para entender lo que pasó pero hacérsela a una madre que lleva pocas horas de duelo y no está encargada de los detalles de la investigación es una falta de criterio y un gran desatino periodístico. Las preguntas sobre el caso, los criminales y las evidencias deben ser responsabilidad de la Policía y la Fiscalía. En esas circunstancias, las preguntas a la madre deberían ser sobre su hijo, sobre el estado de la familia. La entrevista tiene que ser un espacio para que ella cuente lo que considere importante sobre el caso, no un tanteo con hipótesis sobre el móvil de los criminales ni un cuestionario exhaustivo de las circunstancias del asesinato.
Ese olvido de los casos es insidioso porque el periodismo no sólo tiene la responsabilidad de contar lo nuevo sino de asignar responsabilidades y exigir respuestas
Un trino no es una historia periodística
El periodismo debe darles a los lectores un marco de interpretación sobre los sucesos pero muchas veces el contenido se queda en una reproducción de declaraciones. Sucede a menudo con las peleas en redes sociales entre políticos. La congresista del Centro Democrático, María Fernanda Cabal, suele copar los medios con sus trinos, por ejemplo. Lo logró este fin de semana al publicar las fotos de los policías que murieron en el atentado de Soledad, Atlántico. Cada vez que trina algo absurdo o insensible, acapara la atención que no consiguen historias de violencia y conflicto en regiones de Colombia o barrios marginales. Los medios son responsables cada vez que hacen de eco de los políticos. Si toman sus declaraciones, que sea para interpretar la discusión, atarla a temas relevantes de la cultura política o las movidas electorales. De lo contrario, no hacen más que las redes sociales, no le dan información importante a la audiencia, caen en el juego político de los poderosos de Twitter. El trino debe ser punto de partida, no tema, historia ni ángulo.
Las fotos de tragedias tienen que estar en contexto y no pueden ser herramienta política o comercial
El debate sobre la necesidad de las fotos de guerras, accidentes y otras tragedias violentas es recurrente y difícil. El asunto tiene dos puntos esenciales. Uno es la dignidad de la víctima. Si los medios reproducen, como hicieron también varios políticos, las imágenes de los policías asesinados en el atentado de Barranquilla, no están pensando en su memoria, en su dignidad o en el duelo de sus familiares. Quienes usan las fotos para acumular visitas o atacar a un contrincante político en redes sociales convierten la violencia en herramienta tanto como lo hacen quienes planean el atentado. Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de explicar la foto, hablar de las víctimas que salen en ella, justificar el uso de la imagen y el daño que con ella le pueden hacer a los familiares, a la audiencia. Una reproducción en Twitter difícilmente explica algo, la gravedad de los hechos, el dolor de las víctimas.
Los casos no pueden caer en el olvido
Una noticia puede ocupar los titulares durante un par de días y caer en el olvido de ahí en adelante. La falta de seguimiento denota el uso de la tragedia como una agenda a cubrir mientras tenga audiencia. Ese olvido de los casos es insidioso porque el periodismo no sólo tiene la responsabilidad de contar lo nuevo sino de asignar responsabilidades y exigir respuestas. Se suman la falta de seguimiento de los medios con los altos niveles de impunidad que hay en el país. El resultado es una cantidad de relatos sobre las víctimas y sus tragedias, historias condescendientes sobre su resiliencia. Por el lado de las motivaciones y responsabilidades de los victimarios, queda un vacío enorme. Si los medios hacen seguimiento, queda evidencia de la impunidad o relato de la víctima y el victimario.