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“Lo único que tengo que defender es mi deseo y el de mi audiencia”: Cristian Alarcón

Cristian Alarcón, director de Anfibia y Cosecha Roja, es un convencido de la reinvención del periodismo: él mismo ha sido cronista, periodista judicial, director y, ahora, promueve la idea de un periodismo que mire al arte a los ojos. Esta es una entrevista de Omar Rincón.

por

Omar Rincón


08.11.2019

Cristián Alarcón hace y promueve un periodismo de autor. Sus proyectos trabajan el periodismo desde y en el territorio, la crónica roja con perspectiva de derechos, el periodismo anfibio y el periodismo performático. Escribió los libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, una crónica sobre jóvenes y violencia policial, y Si me querés, quereme transa, para hacer un periodismo vitalista sobre las existencias del microtráfico urbano. Está dirigiendo el primer taller de periodismo perfomático en Colombia que llevan adelante Idartes, la Universidad de los Andes, Fescol, la Flip, la Fundación Gabo y 070. Conversamos sobre los lenguajes y la potencia de imaginación que nos hace creer que hay periodismo en el destino que nos tocó en suerte y que sin periodismo no habrá futuros.

O. R.: A usted le ha interesado construir nuevas figuras para pensar el periodismo. Una de ellas es el periodismo anfibio… anfibio no solamente porque tiene a un académico y a un periodista trabajando de la mano para hacer como un ensayo acronicado, sino también en que busca otros formatos, establecer otras hipótesis…

C.A.: El periodismo anfibio plantea una inquietud en el autor, en el editor y en el lector, que va más allá del periodismo. Es decir, no se conforma con la información, no se conforma con la interpretación y avanza cada vez más desde la narración hacia la creación. Y es que el periodismo en América Latina dejó de lado los modelos narrativos del siglo XIX que le dieron su origen para abrazar el periodismo anglosajón con la idea de la objetividad. Pero la narración vuelve siempre, siempre vuelve. Y así llegamos a una especie de triada que es información, investigación, narración. A eso el periodismo anfibio le agrega la creación para atravesar las fronteras hacia el pensamiento crítico, hacia las ciencias sociales, las artes, las humanidades. El concepto anfibio es un periodista capaz de transitar el oficio con una visión intelectual, con un espíritu crítico, pero también con una profunda inquietud creativa; es alguien que quiere ser periodista, quiere pasarla bien y quiere proponer a sus lectores (que tienen un promedio de treinta años o menos), un uso del lenguaje, un modo y unos formatos que aunque sea una experiencia que casi siempre es en la pantalla del celular, no deja de ser profunda, no deja de ser seria, no deja de ser rigurosa aunque tiene los condimentos de un reguetón.

O. R.: Ese sería entonces el periodismo anfibio, el periodismo que busca el sentido y respira en diferentes aguas. El otro periodismo es el de Cosecha Roja, que es una crónica judicial, crónica roja pero en perspectiva de derechos humanos…

C.R.: Ser periodista anfibio es la posibilidad de transitar todas las aguas, con branquias, capaz de respirar afuera, abajo, adentro y al costado. Los periodistas cosechos, de Cosecha Roja, son periodistas que tienen un prisma y un entrenamiento intelectual que les permite conocer las teorías fundamentales del feminismo, de la teoría queer, de la criminología crítica y el poder, para desde ahí hacer una lectura de las violencias de América Latina; una mirada y una narración que pasa por encima del morbo, de lo amarillo y de la fetichización y de la victimización que también son males que corroen la calidad del periodismo.

O. R.: En esa búsqueda de Cosecha Roja se hace un periodismo sobre las violencias en perspectiva de derechos, enfatizando en lo queer, lo LGBTI, los derechos humanos… pero, también, hay un juego narrativo…

C. A.: Cosecha Roja es periodismo de velocidad, es escribir en muy poco tiempo: la noticia urgente narrativa. Una narrativa que es posible si hay una especie de acumulación, de sedimentación, que le permite al periodista encontrar algo clave, para poder sentarse a escribir en una hora, en dos horas, como mucho en tres horas un texto que va a aparecer, que va a satisfacer la necesidad de ciertas audiencias por conocer sobre ese tema. La propuesta en definitiva es formamos primero desde la teoría para poder aprender herramientas narrativas y, una vez que tenemos eso —si hay músculo periodístico, es decir, experiencia, calle, manejo de fuentes, chequeo de fuentes—, aparece como posibilidad la creación de textos narrativos noticiosos en breve tiempo. Sigo siendo un gran defensor de la noticia, me parece que ha tenido una mala prensa producto del estrellato canónico de la crónica, y sigo reivindicando que se puede escribir bien una noticia.

O. R.: Ahí, también, es importante que la mirada incluya el respeto al ser humano, los derechos humanos, el feminismo, las otras miradas…

C. A.: Yo diría que hay un nuevo periodismo vinculado a los activismos, que es interesante observar, porque va a tener una influencia cierta sobre todo el resto del periodismo. Te doy un ejemplo: Los animalistas, el antiespecismo. Es decir, un periodismo de un compromiso extraordinario con el oficio y con las causas. Pero este es un síntoma que atraviesa toda América Latina, porque viene una nueva generación de periodistas que si bien tiene una noción de lo que ha sido, no experimenta el mundo en términos de grietas o polarizaciones; lo experimenta en términos de compromiso que son mucho más transversales, de grandes causas que abrazan desde muy pequeños. Es decir son jóvenes que tuvieron opiniones a los 14 a los 15. Tenemos nuevos movimientos juveniles que empiezan, como siempre ha ocurrido en la historia, a marcarnos. La pregunta es cuáles son los temas que debemos observar, atender, cubrir, investigar e introducir en nuestras discusiones públicas. Así como ocurrió con los LGBT y así como ocurrió con el feminismo, va a seguir ocurriendo con otras temáticas.

Cuando se plantea la cuestión de lo intelectual, es decir, de la relación del periodista con el conocimiento, se hace política contra nuestro contexto de anti-intelectualidad creciente, porque las lecturas complejas molestan.

O. R.: Eso significa como una reinvención de las agendas periodísticas, pero que ya no pueden ser política, economía, sociedad, justicia, deporte, cultura, sino por decir alguna cosa serían feminismo y desde ahí se piensa la política, la economía, la justicia… lo mismo con el medio ambientalismo para desde ahí pensar la justicia, la economía…

C. A.: Exactamente, hay una transversalidad de las nuevas agendas. No es que uno le tenga que crear una sección a cada nuevo tema, sino que los nuevos temas influencian todas las secciones. Hay una economía feminista, una cultura feminista, una literatura feminista, una política feminista… Ahora claro, esos procesos son muy ‘larvales’ todavía. En algunas redacciones se han impuesto las mujeres. En el caso de Clarín el diario se vio obligado después de una serie de gravísimos errores cometidos en la cobertura de femicidios, a nombrar a la periodista que más molestó a la dirigencia del diario para que se transforme esa situación y se entrene a los periodistas y a los editores varones de más de 40 o 50 años que cometían esos errores, en perspectiva de género. Y entonces tienen una editora de género como el New York Times. Tiene que ver con cierto respeto por el conocimiento. El periodismo tiene que rendirse ante su ignorancia.

O. R: ¿Qué significa ‘rendirse ante su ignorancia’?

C. A.: Reconocer que no sabemos o no hemos leído lo suficiente sobre algunas cuestiones complejas. En su momento a mí me tocó rendirme ante mi ignorancia sobre el narcotráfico. Yo me puse a investigar después de escribir un libro sobre jóvenes ladrones o sobre narcotraficantes en Buenos Aires y no sabía lo suficiente sobre migración. Entonces yo no comprendía el proceso migratorio peruano después de Fujimori y lo que significaba la transnacionalidad migratoria, cómo los peruanos construían localidad allí donde iban. Investigando supe que hay un pequeño Perú en cada rincón del mundo: desde Tokio hasta Buenos Aires, y sin esa comprensión no hubiese comprendido la complejidad del narcotráfico en la Argentina. Tampoco lo hubiera comprendido si no me sumergía en los textos sobre narcotráfico. El proyecto Narcotráfico, ciudad y violencia, de la FNPI de hace diez años atrás modifica sustancialmente la visión que teníamos los periodistas de América Latina, porque fue país por país formando periodistas y editores sobre la cuestión del tráfico de drogas. No se hablaba sobre reducción de daños, no se hablaba sobre las misiones antiprevisionistas. En ese momento yo comprendí que todo tema complejo requiere de una rendición incondicional ante la ignorancia. Es decir, es el momento en el que uno dice, sobre esto tengo que leer, investigar, saber más. En definitiva, me voy rindiendo a los pies de un nuevo mundo y ante la necesidad de generar una relación con el conocimiento, una relación que es esta rendición en principio de decir, no necesariamente tenemos que ser los que sabemos un poquito de todo. Creo que la especialización no significa que tenemos que ser o periodistas de economía, o periodistas de política, o periodistas de cultura, que es la vieja denominación. A nadie le importa armarle secciones a todo esto. Uno no lee más secciones, uno lee algunos periodistas que le interesan y algunas temáticas que le interesan. Todo lo demás queda por fuera, porque cuando cliqueo en mi celular, el twitter, el instagram o el facebook, le estoy dando la información al algoritmo para que me construya ese periódico que es el periódico del futuro, que es el periódico de cada uno.

O. R.: Dentro de esa línea, Martín Caparrós dijo que los periodistas somos de la cultura del desperdicio, porque uno investiga mucho un tema, sabe una cantidad, saca el libro, publica la crónica, y después desperdicia todo eso y va a hacer otra cosa…

C. A.: Se trata de una forma distinta de erudición, de una neo-erudición que no es diferente a la de nuestros hijos. A veces son conocimientos específicos sobre cuestiones muy menores. Pero hay un modo de consumir información nuevo que tiene que ver con obsesiones. Y un periodista que se contacta con un tema lo tiene que intervenir de manera absoluta, por eso cuando uno comienza una crónica o una investigación lo tiene que saber todo. Arrasar con todo. Eso nos enseñaron los grandes maestros. Kapuściński decía que para cada libro él tiraba información para muchos otros. Uno se vuelve un erudito distinto al académico. El académico, me sigue sorprendiendo, se instala sobre un tema, en un momento de su existencia, y acumula y recicla y regurgita como una vaca las ponencias que va a volver a vomitar en diversos congresos sin aburrirse. Esto es algo que me maravilla. El periodista lo vomita…

O. R.: Se aburre y cambia de tema…

C. A.: Y lo rechaza… Hay una especie de saturación. Cuando uno sale de una experiencia de un libro, que te lleva seis años, dos, tres años, yo en general intento no volver. Pedro Lemebel alguna vez en Chile me dijo “Usted tiene que tener mucho cuidado y salvarse de una peste que no tiene que contagiarlo”. Yo pensé que me hablaba de una peste humana. Le pregunté de qué me hablaba: “La peste es que se vuelva un experto”. “¿Por qué?”, le pregunté, y respondió: “como escribió sobre jóvenes ladrones, lo van a querer volver un experto en seguridad. Y como ahora está escribiendo sobre narcotraficantes, entonces lo van a querer volver un experto en narcotraficantes. ¡Huya del lugar del experto! Porque usted se tiene que quedar en la literatura. Y los escritores también escriben sobre temas diversos”.

O. R.: Se tiene que investigar, si no, no se tiene nada qué decir… y por eso una de las cosas que lo enamoró a uno del periodismo cuando arrancó era que los periodistas eran intelectuales. Eran mujeres y hombres capaces de pensar el mundo. Pero hoy la sociedad, no solo el periodismo, no tiene intelectuales, solo expertos. Como si el intelectual fuera una aberración del siglo XX y el periodista intelectual aún más. Pero tal vez el periodista es el último intelectual porque es el que es capaz de interesarse en diversidad de temas, relacionarse con todas las disciplinas, para interrogarlos en perspectiva pública.

C. A.: Y para ser crítico. No hay modo de ejercer la crítica que no devenga de la condición de la relación con el conocimiento. Quizá podemos decir intelectuales y críticos. Hablar de periodismo e intelectualidad es hablar desde una disidencia. Contra un periodismo que se conforma en la comodidad y el confort de ciertas pertenencias y de esa voluntad de un solo objetivo que es la persecución de la verdad como máximo objetivo, y un cierto desprecio por quienes nos vinculamos con lo subjetivo o lo sensitivo. Que no deja de ser para mí un desprecio de orden machista, ya que tiene que ver muchísimo con una visión sesgada y masculina de lo que significa el periodismo, incluso en el periodismo narrativo. Cuando se plantea la cuestión de lo intelectual, es decir, de la relación del periodista con el conocimiento, se hace política contra nuestro contexto de anti-intelectualidad creciente, porque las lecturas complejas molestan. Los periodistas que intentan una posición todavía en términos de objetividad se ven arrasados porque el mundo va hacia una bipolaridad que ya no es de izquierda o derecha, sino que tiene que ver con un cómo nos plantamos ante la complejidad del mundo. Lo comprendemos o no lo comprendemos. Y si tenemos la voluntad tenemos que leer, investigar y mirar más allá para comprender y ahí es imposible no tomar posición. No solo tomar posición, sino accionar en consecuencia.

O. R.: El periodismo anfibio nace de una negociación en comienzo con la antropología, la literatura, los estudios culturales. Cosecha Roja surge de una relación con las nuevas perspectivas conceptuales de los derechos humanos y las discusiones globales en torno al tema de las drogas y la violencia. Ahora, propone el periodismo performático, un dialogo con el arte…

C. A.: Nace como un experimento que reconoce que la performance tiene origen en materiales de la realidad (y de eso es que va el periodismo). Cuando mis alumnos de los talleres de crónica no progresan me doy cuenta que es porque no van al teatro, porque no consumen cultura, porque no van a conciertos, porque se quedan en la música de siempre. El periodismo performático es una propuesta que va desde la realidad a la investigación, a la narración, a la creación. Se trata de un periodista o un grupo de periodistas, un artista o un grupo de artistas, que eligen un tema de lo contemporáneo, lo investigan en profundidad, hacen un descubrimiento periodístico, pero en lugar de escribir un texto, hacer un podcast o un documental, producen una performance. Es decir una intervención pública que puede ser en la calle, en un espacio público o en un escenario en la que hay cuerpos que ejecutan acciones y producen un relato, una narrativa capaz de conmocionar a los otros cuerpos presentes, que son en definitiva los que van a participar también de la acción. Porque la performance incluye a quienes están presentes en la acción. Esto nos ha llevado a una experiencia de un año y medio que ya produjo seis en la Argentina, y producirá en Colombia tres este año. En Colombia se han presentado 60 proyectos de cien personas que se sentaron y tuvieron que pensar la relación entre arte y periodismo para presentarse a este certamen. Esto tiene que ver con una búsqueda sobre cómo construimos una relación con los lectores y lectoras del futuro.

Nos enseñaron que no valíamos nada. Si uno era periodista independiente tenía que estar condenado al ostracismo, tener una página web fea y ser leído solamente por pocos.

O. R.: El arte como una de las maneras de dialogar con los lectores del futuro…

C. A.: Sin una relación con lo artístico va a ser muy difícil que establezcamos relaciones genuinas, amorosas y eróticas con unas audiencias que viven en la búsqueda de amor… digamos. Y es que las audiencias buscan un mimito, ¿no? Una caricia, algo que les resulte mucho más erótico que tanático. La muerte tiene un rating inusitado en nuestros países, pero al tiempo produce un nivel de saturación que nosotros tenemos que poder leer. El periodismo ha estado siempre cerca de la muerte, como yo lo hice, por su puesto, y hay que seguirlo haciendo. Es imposible evitarlo, en Colombia hoy matan líderes, asesinan, amenazan a periodistas y asesinan ciudadanos. En México donde la situación es aún. Podríamos hablar de Guatemala, de Honduras, de El Salvador… Pero si nos quedamos en la idea de que somos los que debemos seguir dando cuenta del drama, sin un intento de superación de los discursos de la muerte, nos seguiremos dando contra la pared sin aportar ya nada a la emergencia de esa violencia que ya es sabida. ¿Cómo innovamos en un periodismo sobre la violencia, que ya le informó al mundo entero que somos el continente más violento? ¿Qué más tenemos que saber sobre nosotros cuando ya hemos visto todos los horrores? ¿De qué manera nos aproximamos a la desaparición y logramos que esos relatos se conviertan en nuevas provocaciones reales? Parece que hay que desacralizar la violencia, ¿no?, y en ese sentido el periodismo performático nos ha permitido, por lo menos en las experiencias hasta ahora, salirnos de los moldes de esas zonas de seguridad, esas zonas de control de los discursos sobre las violencias.

O. R.: Ud. hace periodismo anfibio, periodismo cosecha roja, periodismo performático. Estas propuestas son búsquedas para solucionar la sostenibilidad del periodismo. Asistimos a una proliferación de intentos periodísticos clásicos, independientes, de todo tipo, y todos se estrellan con el problema de sostenibilidad económica. El gran problema del periodismo del siglo XXI es quién lo va a pagar…

C. A.: Yo no creo que lo vaya a pagar la audiencia como está diciendo en este momento gran parte de la discursividad central y global. Creo que nuestras sociedades son muy distintas a las sociedades anglosajonas y son mucho más pobres que las europeas. El modelo Mediapart en Francia o diario.es en España que logran que sus lectores y lectoras sostengan el medio de manera bastante exitosa son modelos poco aplicables en América Latina. En este sentido, la responsabilidad de quienes lideramos procesos y proyectos periodísticos significa liberarnos de nuestro propio ‘deber ser’, por ejemplo, en mi caso, ser autor y tener una cantidad ‘X’ de obras que satisfaga a mis editores, para dedicarme con muchísima intensidad y con muchísimo respeto a hacer el periodismo que estamos intentando hacer y de hacerlo sustentable. Y en esa búsqueda de sustentabilidad, definitivamente si no hay ninguna clave, la única clave es: hay que probarlo todo. Y todo significa todo… Lo único que yo tengo que defender es mi deseo y el de mi audiencia.

La idea de hacer un periodismo que solo se dedica a los contenidos y se desembaraza y no se compromete con la sostenibilidad del proyecto, pone en riesgo la existencia del periodismo. La única forma de defender el periodismo, hoy, es multiplicar las formas de financiamiento utilizando la creatividad y la capacidad de generar alianzas a todo nivel. Puedo generar comunidad, producir una membresía, proponerle talleres y eventos por los cuales sí están dispuestos a pagar. Promover conciencia de que nuestros medios son marcas. Y en esos términos las marcas se crean, se consolidan y se potencian, y salen a buscar recursos, porque lo que hacemos tiene un valor en el mercado.

Nos enseñaron que no valíamos nada. Si uno era periodista independiente tenía que estar condenado al ostracismo, tener una página web fea y ser leído solamente por pocos. Esa frontera ya la rompimos. Y puede extralimitar la creatividad para empezar a generar en términos proyectuales. Es decir, un medio ya no es solamente una redacción. Un medio son múltiples proyectos en funcionamiento. Nosotros en Revista Anfibia llegamos a tener hasta 10 y 11 proyectos al mismo tiempo, cada uno de esos proyectos se financian de manera distinta y son solidarios entre sí. Pero todos los proyectos deben responder de manera coherente y orgánica por una marca y un objetivo que es la interpretación que todo el tiempo estamos haciendo lo que nuestra audiencia espera y desea, aun cuando no estamos de acuerdo con ella y aun cuando decidamos no darle lo que nos pide. Porque solo somos posibles con la consolidación de una identidad poderosa, singular, con perspectiva, con la fortaleza necesaria para pensarse en el mediano y en el largo plazo. Y con periodismo de rigor y con diversas opiniones y voces, dentro de un contexto determinado. Con una provocación inteligente que los haga pensar de otro modo.

O. R.: En América Latina, en la perspectiva de lo que a usted le gustaría que un lector amplíe su degustación del periodismo, qué medios recomienda leer y saborear en América Latina…

C. A.: A mi me parece que Quinto Elemento está logrando cosas en México; que Factum en Guatemala lo consigue, que Plaza Pública a veces lo logra, Nómada también; que Efecto Cocuyo a veces lo consigue, a veces tiene algunos aciertos El Pitazo; que 070 lo intenta con persistencia en Colombia y hay experiencias que terminan siendo sumamente masivas como las de La Pulla. Que hay revistas locales y regionales que nadie conoce a las que me encanta acceder, pero que todavía no dieron el paso digital, como Universo Centro en Medellín; en Argentina está Panamá que no se transforma en un medio porque lo alimentan quienes, digamos, no tienen estructura de un medio. Creo que O Povo en Brasil también logra trascender. Ciper que ha atravesado la peor de sus crisis y en plena crisis logra golpear el poder como nadie en Chile. Y son todas diferentes.

 

BONUS: El periodismo según Cristián Alarcón (una invención de Omar Rincón)

1. Soy un periodista anfibio que va más allá del periodismo, no se conforma con la información, ni con la interpretación y avanza cada vez más desde la narración hacia la creación. Información, investigación, narración, creación es mi fórmula.

2. Soy un periodista cosecho, de la noticia urgente narrativa, que ejerce una mirada y una narración que pasa por encima del morbo, de lo amarillo y de la fetichización. Reivindico que se puede escribir bien una noticia.

3. Soy periodismo performático que hace un descubrimiento periodístico y en lugar de escribir un texto, o hacer un podcast o hacer un documental, produce una performance, una intervención pública. Esto tiene que ver con una búsqueda sobre cómo construimos una relación con los lectores y lectoras del futuro.

4. Lo único que tengo que defender es mi deseo y el de mi audiencia. Y habitar esta época de interface, de interculturalidades y de conexiones múltiples… para experimentar ‘focos y formatos’.

5. Sin una relación con lo artístico va a ser muy difícil que establezcamos relaciones genuinas, amorosas y eróticas con unas audiencias que viven en la búsqueda de amor… de un mimito, una caricia, algo que les resulte mucho más erótico que tanático.

6. El periodismo tiene que rendirse ante su ignorancia. Reconocer que no sabemos o no hemos leído lo suficiente sobre algunas cuestiones complejas, rendirse ante la necesidad de generar una relación con el conocimiento. Pero debe evitar convertirse en experto porque es un intelectual crítico subjetivo y sensitivo. Una disidencia contra un periodismo que se conforma en la comodidad de ciertas pertenencias y de esa voluntad de un solo objetivo que es la persecución de la verdad.

7. El algoritmo me construye el periódico del futuro, que es el periódico de cada uno. Y es que hay un modo nuevo de consumir información que tiene que ver con obsesiones.

8. El periodismo debe ser una experiencia que aunque esté en la pantalla del celular, no debe dejar de ser profunda, seria, rigurosa y tener los condimentos de un reguetón.

9. Se viene un periodismo activista de un compromiso extraordinario con el oficio y con las causas.

10. La búsqueda de los recursos se ha transformado en una de las principales ocupaciones de los periodistas lúcidos, creativos e innovadores, que buscan la oportunidad de seguir trabajando de periodistas. Los medios son marcas, y como marcas se crean, se consolidan, se potencian y salen a buscar recursos, porque lo que hacemos tiene un valor en el mercado.

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