Darío Arizmendi se va y, para el crítico y periodista Omar Rincón, no nos hará falta a los colombianos. La suya es una carrera de pocos trabajos memorables y una relación demasiado cercana con los poderosos.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta. Ganó todos los premios y nadie sabe por qué. Ganó el Ortega y Gasset, el Simón Bolívar a ‘Vida y Obra’, el Rey de España, el Maria Moors Cabot. Pero no hay un reportaje, una entrevista, una crónica, un perfil que haya entrado a hacer parte de la memoria colectiva del periodismo nacional. Ha ganado todo porque ha estado ahí 50 años. Y con eso basta para ganar premios. Darío Arizmendi ha ganado todos los premios del periodismo, lo cual habla bien de él y mal del periodismo.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta. Lo raro es que se retiró por voluntad propia. Antes lo intentaron retirar por pecados veniales para él, grave para el país, como tener una sociedad rara denunciada por los Panama Papers. Tampoco pudo Néstor Morales quien le estuvo coqueteando a su puesto. Y eso habla bien de él: se fue cuando quiso y como quiso.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta.Estas fueron las palabras de Darío Arizmendien su adiós:“La noticia del Premio Ortega y Gasset, no sólo me tomó por sorpresa sino que me reconfortó el espíritu y me llenó de una inmensa alegría y orgullo”. Ni él se esperaba que su periodismo fuera premiado. Y reflexiona si su renuncia significa renunciar al periodismo y dice que no porque “ha sido mi pasión y mi vida desde hace cincuenta años de ejercicio profesional”. Y es que no había a qué periodismo renunciar. Y dice que ejerció el periodismo “de forma comprometida, honesta, responsable” (lo documentan muy bien los Panama Papers, sus entrevistas a Duque y Petro, sus adjetivos de cada mañana contra los disidentes de política y cuerpo) y siempre “al servicio de lo más sagrado: los oyentes y los más obligantes y exigentes intereses del país”. A los oyentes poco representó, pero sí a los más obligantes y exigentes empresarios y poderosos del país y España.
En periodismo como en la Iglesia por sus obras lo reconoceréis. Digo, él es tal vez una buena persona, pero nunca fue un gran periodista. Lo paradójico es que nos va hacer mucha falta porque él era el espejo en donde mirarnos en nuestras actitudes súbditas de todos los días.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta porque llegarán otros que seguirán fiel su legado de hacer periodismo mascota, ese que lame de la mano del poder y ladra a quien se atreve a cuestionar. No es un problema de Arizmendi, es un mal nacional que nació con el periodismo del virrey Ezpeleta cuando el 9 de febrero de 1791 ordenó a Manuel del Socorro Rodríguez fundar el primer periódico llamadoel “Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá”.Por eso es que lo que hacemos o hemos hecho como periodismo en Colombia es alabar al rey que tengamos en destino: los Santodomingo que viven en Nueva York o los señores de Prisa que son de la madre patria o el señor que viva en el Palacio.Y Arizmendi lo hizo muy bien durante 50 años. Nada mal para una vida. Su legado, más que una obra, es una actitud ante el oficio: ser el más fiel representante del periodismo colombiano del virrey.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta. Heredó un formato inventado por Yamid Amat que se llamaba 6 am, luego los españoles en su nueva conquista de Colombia le cambiaron el nombre a Hoy por Hoy como se llama el de la cadena Ser. Arizmendi no es creador de formatos y con ritmo radial como Julio Sánchez, Yamid Amat o Hernán Peláez. No hizo nada más que seguir la corriente. Mejor no crear nada, eso molesta.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta. Su reino es el adjetivar. Y el adjetivar es la muerte del periodismo. Se adjetiva cuando no se tienen datos: no se contextualiza, no se ofrece criterio. Pero sus adjetivos sí develan su sumisión ante los poderosos y su arrogancia ante los pobres. Su reino es el adjetivo adulador. Su infierno son los que piensan con cabeza propia.
Darío Arizmedi se va. Y no hará falta. Arizmendi es el periodista que fundó El Mundo* de Medellín, un periódico que es un fracaso. Se retirará y en una semana no nos habremos dado cuenta. Bueno sí: a los poderosos les hará falta, ya no habrá quien los admire y les permita el micrófono para lavar sus culpas.
Darío Arizmendi se va. Y no va a pasar nada ni bueno ni malo ni nada. No es su culpa, es el modo de hacernos pasito y ser súbditos que practicamos todos los colombianos. En periodismo como en la Iglesia por sus obras lo reconoceréis. Digo, él es tal vez una buena persona, pero nunca fue un gran periodista. Lo paradójico es que nos va hacer mucha falta porque él era el espejo en donde mirarnos en nuestras actitudes súbditas de todos los días. Arizmendi es el gran periodista a la colombiana.
* Un amigo lector recuerda, y tiene razón: «En lo único que discrepo fue en su época de 1979-1983-84 (los mejores años del periódico) cuando fundó y fue director de El Mundo de Medellín, en donde permitió y lideró un proyecto de buen periodismo. Allí estaban Hector Rincón, Ana María Cano, Ricardo Aricapa, por nombrar solo a algunos de muchos calidosos. Sus páginas de opinión eran realmente liberales y pluralistas. Allí escribieron Hector Abad Gómez y Alberto Aguirre, entre otros. Sus páginas culturales eran un oasis de critica y buen periodismo. Ese Dario Arizmendi de esos años habitó un pequeño paréntesis -un descache- que antes (en su época en El Colombiano) no ocurrió, ni después (en su época de Caracol) no volvería más a ocurrir. Luego El Mundo que tomó la familia Gaviria a principios de los noventa fue otra cosa. Se fue convirtiendo en otro El Colombiano, pero más malo».