Alien Earth: monstruos, corporaciones y nuevas pesadillas

Con casi 50 años de historia, el universo de Alien da el salto a la televisión.
Criaturas aterradoras, corporaciones y dilemas existenciales se combinan en una apuesta arriesgada y ambiciosa, pero ¿será lo suficientemente buena para mantener el interés en una franquicia que parecía agotada?

por

Álvaro Serje Tuirán

crítico de cine y TV


24.09.2025

Desde sus inicios el cine ha creado su propia mitología de monstruos y bestias aterradoras.

Entre ellas, pocas criaturas han tenido un impacto tan fuerte como el xenomorfo, protagonista (o mejor, antagonista) del universo Alien. Por casi cinco décadas esta bestia del espacio exterior ha cargado sobre sus hombros una franquicia que se inició como un relato de terror claustrofóbico para luego convertirse en cintas de acción, blockbusters con tono filosófico e, incluso, pastiches narrativos cercanos a la serie B. Hoy, después de nueve películas, decenas de videojuegos y un sinnúmero de cómics, la criatura da el salto a la televisión con Alien Earth, su primera incursión en la pantalla chica (si es que aún se le puede llamar así), con una primera temporada que cuenta con 8 capítulos y está disponible en la plataforma Disney+. 

En palabras de su creador, Noah Hawley, lo que quería “era recrear la sensación” que tuvo al ver las primeras películas siendo apenas un adolescente, pero “contando una historia completamente diferente”. Refiriéndose específicamente a lo que llama “la absoluta imprevisibilidad del horror biológico”, no solo por el impacto de la criatura original, sino por la constante impresión de que nada estaba bajo control ni podía anticiparse. Con este objetivo en mente, Hawley, reconocido por su trabajo en otros materiales derivados como Fargo y Legión, no solo trae el universo de Alien a la Tierra, sino que lo conecta con preocupaciones del mundo actual. 

El resultado es prometedor y, aún con algunos altibajos, la serie ha sido una grata sorpresa en la cartelera televisiva, no sólo porque su episodio piloto rompió récords de audiencia en la plataforma, sino porque logra darle un aire de frescura al universo de Alien y escapa de las estructuras ya establecidas en entregas anteriores, centradas principalmente en la supervivencia de sus protagonistas y la sombría amenaza corporativa como gran tema de fondo. Más que reciclar una fórmula o apalancarse en el fan service y la nostalgia, la serie propone una historia que amplía el universo narrativo, poniendo sobre la mesa temas contemporáneos como la inteligencia artificial, el poder desmedido de las corporaciones y los límites de lo humano frente a la tecnología. Así, la serie abre un terreno fértil para el futuro de la franquicia y explora nuevos caminos para una de las criaturas más reconocidas del cine de ciencia ficción.

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Alien Earth es la heredera de un universo cinematográfico en el que han participado algunos de los directores más influyentes del cine contemporáneo. Todo comenzó en 1979 con Alien: El octavo pasajero, dirigida por Ridley Scott (Blade Runner, Gladiador), una cinta que combinaba eficientemente los códigos del terror con la ciencia ficción. El resultado fue un clásico instantáneo, cargado de crítica social, que lanzó al estrellato a Sigourney Weaver y cimentó las bases de una saga destinada a marcar la cultura pop hasta hoy. Este rotundo éxito hizo que las secuelas fueran inevitables y en 1986, James Cameron (Avatar, Titanic, Terminator) tomó las riendas con Aliens, cambiando la atmósfera contenida y hermética del terror por acción pura. El cambio de tono funcionó muy bien y consolidó la franquicia como referente del cine de género. 

Luego vino Alien 3 (1992), una cinta más oscura, pero muy irregular, que no tuvo ni de cerca la taquilla ni el impacto de sus predecesoras. Tal vez su mayor mérito fue ser la ópera prima de David Fincher (Seven, Fight Club), que luego se convertiría en un nombre relevante de la industria cinematográfica. Esta primera etapa terminó en 1997 con Alien: Resurrection, dirigida por el francés Jean-Pierre Jeunet (Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos), conocido entonces por su estilo barroco y humor negro. La película fracasó y se volvió un claro reflejo de la fatiga creativa de la franquicia. Curiosamente, algunos años después de su incursión en Alien, Jeunet obtendría reconocimiento mundial con la comedia Amelie (2001), demostrando que probablemente el terror espacial hollywoodense estaba fuera de su registro. El fracaso de esta entrega frenó por un tiempo al xenomorfo, reapareció brevemente en las historias de Alien vs. Predator (2004 y 2007), películas salidas directamente de los cómics y los videojuegos que, en realidad, se alejaban del ADN y el canon de la historia original. 

La década siguiente marcó el regreso de Ridley Scott en la dirección con las precuelas Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017), que buscaban expandir la narrativa con un tono casi filosófico y grandes preguntas sobre el origen de la vida. Dos cintas ambiciosas que, aunque lograron momentos potentes, no alcanzaron la claridad narrativa ni la conexión emocional que producían las primeras entregas. En 2019, tras la compra de 21st Century Fox por parte de Disney, el futuro de la marca quedó en manos del gigante del entretenimiento, que pronto anunció nuevos proyectos, entre ellos una serie live action.

Así, luego de retrasos por la pandemia y la huelga de guionistas, llegó Alien: Romulus (2024), una cinta que buscaba volver a lo esencial, poniendo al monstruo como centro del relato, los sobrevivientes como protagonistas y los códigos del terror clásico, reintroduciendo criaturas reconocibles como el facehugger y el chestburster. Aunque la cinta tuvo críticas divididas, en especial, por su tercer acto, la combinación de nostalgia y modernización encendió de nuevo el interés por la historia y preparó el terreno para la llegada de los xenomorfos al formato televisivo.

Un nuevo mundo

Esta ruta nos conduce a Alien Earth, ambientada dos años antes de la película original, y que nos sitúa en un planeta donde la democracia ha colapsado y cinco grandes compañías controlan el destino de la humanidad. Entre ellas, por supuesto, está la Weyland-Yutani, dueña de la nave Nostromo, protagonista de la primera cinta. Entre las otras empresas, se destaca Prodigy, una compañía que ha revolucionado el campo de la IA y la creación de vida artificial. Desde el inicio, queda claro que estas corporaciones luchan por dominar la producción de nuevas formas de vida sintética en la búsqueda de la inmortalidad. En este mundo ya existen cyborgs y “sintéticos”, pero Prodigy introduce una nueva especie: los híbridos, una suerte de robots en los que se ha “cargado” una conciencia humana.

Precisamente, la protagonista de esta nueva entrega es Wendy, un híbrido que inicia la historia como una niña con una enfermedad terminal a quien se le ofrece hacer parte de un experimento que le permitirá transferir su conciencia a un cuerpo artificial. El proceso da resultado y Wendy termina trabajando para Prodigy como líder de un grupo de híbridos creados con la misma técnica. En su primera misión, deben recuperar un cargamento de especies alienígenas desconocidas al interior de una nave rival que ha caído en su territorio. Las criaturas resultan mucho más peligrosas de lo que parecen, desencadenando la tragedia, pero también, despertando la codicia de las corporaciones ante la posibilidad de controlarlas y convertirlas en armas biológicas. 

Este planteamiento inicial revela dos de los aciertos de la historia. Primero, la elección de Wendy como protagonista, que permite a la serie reflexionar sobre la vida, el alma y la conciencia. Ya que al ser una niña cuya mente ha sido trasladada a un “robot”, encarna la hibridez entre lo humano y lo artificial, habitando una frontera confusa que la lleva a preguntarse constantemente si está realmente “viva” y, en su caso, qué significa esa “vida”. Los ingenieros la tratan como una niña, los otros híbridos como una hermana, mientras que el mundo corporativo la ve como una propiedad, otras veces como un soldado sin voluntad propia y, eventualmente, como una amenaza. Wendy pone en primer plano estos dilemas, siempre presentes en la saga, pero con frecuencia diluidos ante la acción y el relato de supervivencia.

Por otro lado, el segundo acierto es la presencia, no solo del xenomorfo clásico, sino de cuatro nuevas especies alienígenas que renuevan el terror y devuelven la sensación de sorpresa, especialmente la conocida como “El ojo”, un ser aterrador desde su primera aparición que recupera el impactante body horror de la primera cinta y se confirma como uno de los hallazgos más memorables de esta nueva propuesta. A esto se suma la mirada crítica a las corporaciones que dominan la Tierra, recordando una idea latente en la franquicia, para la que el verdadero monstruo no es la criatura, sino las empresas y su ambición desmedida. Como resume el creador de la serie, el auténtico terror no está “en lo que los monstruos nos hacen a nosotros, sino en lo que nos hacemos entre nosotros”.

Aunque Wendy es la protagonista, en la serie se destaca también un sólido grupo de personajes secundarios que incluso llegan a opacarla. Entre ellos, Boy Kavalier, el joven CEO de Prodigy, una combinación de arrogancia e ingenio tecnológico que evoca a los poderoso multimillonarios de la industria actual; Kirsch, un androide con cierta aura de misterio que, siguiendo la tradición del universo Alien, nos deja dudas sobre sus lealtades y, sobre todo, Morrow, un soldado mitad hombre, mitad máquina que, a pesar de presentarse como un villano implacable, muestra también destellos de humanidad que desubican al espectador, convirtiéndolo en uno de los personajes más complejos y atractivos del relato. 

Por su parte, la propuesta visual y la puesta en escena homenajea constantemente el material original, manteniendo la distancia necesaria para sentirse fresca y auténtica. La dirección de arte y la fotografía recuperan la estética de las primeras entregas con pasillos claustrofóbicos, ambientes cargados de tensión y un entorno rústico y texturizado, lejos de la pulcritud con la que relacionamos la tecnología y los viajes espaciales. En esta serie todo tiene textura y densidad, se siente la humedad de los espacios, el peso de los objetos, el sudor de las personas y la inquietante presencia orgánica de las criaturas, diseñadas con pieles húmedas, superficies rugosas y secreciones que causan escozor, evocando la visceralidad de clásicos de la ciencia ficción como La Cosa de John Carpenter, el Alien original o incluso el perturbador cine de David Cronenberg. Este realismo orgánico se refuerza con la combinación de CGI y efectos prácticos para el xenomorfo, recreado mediante prótesis y técnicas que permiten a los actores interactuar con las criaturas, aportando crudeza y una textura orgánica que intensifica el terror. 

En conclusión, Alien Earth se siente como una evolución natural y orgánica dentro de la franquicia, logrando una narración eficiente y emocionante. La serie sabe cuándo acelerar para crear miedo y tensión, pero también sabe ser paciente y apostarle a los personajes y sus dilemas morales. Rinde homenaje a la producción original, mientras propone nuevos escenarios y explora matices inéditos en la saga. Aunque está lejos de ser perfecta, ya que por ejemplo, algunos giros del guión resultan un poco forzados y requieren que el espectador amplíe su sentido de la verosimilitud, lo cierto es que al final la recompensa es un relato entretenido, con los suficientes momentos de suspenso, intriga y el grado justo de horror para sostener este nuevo capítulo y mantener vivo el legado de una criatura que, 50 años después, aún nos sigue acechando en la oscuridad. 

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Álvaro Serje Tuirán

crítico de cine y TV


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