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Alejandra, la certeza

Alejandra, desde muy pequeña, está a favor del aborto. Y eso fue lo primero que pensó hacer cuando se dió cuenta de que estaba embarazada. Dice que abortar la cambió, dejó de ser tan egoísta y se volvió más solidaria.

[N. de E.] Esta historia hace parte del especial Abortar en Colombia: cinco historias, que recoge las historias y visiones de cinco mujeres en torno al aborto. Son una muestra, pequeña, de lo difícil que es abortar, empezando por tomar la decisión, de las luchas que se están dando para legitimarlo como derecho y de las barreras que persisten para garantizarlo. 

Alejandra Ramírez es una abogada caleña de 25 años, docente en una universidad de su ciudad y actualmente cursa una maestría en DDHH. Tiene la frente amplia, la mirada tranquila, los pómulos pronunciados, la voz alegre, las cejas pobladas, un acento que delata su procedencia y una sonrisa dibujada en sus labios. Hace tres meses, cuando llevaba un año con su novio, y mientras planificaba con pastillas, resultó embarazada.  

Desde muy chiquita ha estado a favor del aborto. Cuando tenía 10 años recuerda preguntarse “¿mi mamá por qué mejor no me abortó?” Así, pensaba, ella hubiera podido empezar su carrera como artista o estudiar. Para Alejandra, la mujer sufre muchas frustraciones cuando asume ser madre, “veía como mis tías y mi mamá quedaban relegadas a ese rol solamente, yo siempre decía que las mujeres debían tener otra posibilidad si quedaban embarazadas”, recuerda.

Así que, lo primero que ella pensó cuando la prueba de embarazo resultó positiva, es que no podía ser mamá, que viajaba mucho, que su trabajo y su estudio no podían verse afectados y que no tenía la paciencia ni la dedicación para serlo. Pero antes de tomar la decisión sopesó varios argumentos. Analizó el tema desde una perspectiva ética, médica y emocional.

La causal salud no simplemente se refiere a que te estés muriendo” sino que, según lo dispuesto en la sentencia de la Corte Constitucional,  también se refiere a situaciones en las que la salud emocional de las mujeres se ponga en peligro

“Me puse a leer que un niño aumentaba muchas veces la huella de carbono. Tener un bebé va a ser egoísta”, pensó entonces.

A su vez, se informó sobre lo que el aborto significaría para su cuerpo y sus emociones. Le preguntó a un amigo psiquiatra cómo lidiar emocionalmente con la interrupción del embarazo y terminó escribiendo un diario en donde registraba como iba sintiéndose antes y después. También vio películas como “4 meses, 3 semanas y dos días” y “Grandma”.  

Dudo. Tal vez un bebé la haría más sensible, podría cambiarle la vida a ella y a su mamá y unir más a su familia. Temía que la pudieran juzgar por lo que estaba decidiendo: tenía las condiciones económicas para tener un hijo y sabía que su compañero y su familia la apoyarían.

Su novio le ayudó a pensar en los posibles escenarios que afrontarían. Alejandra deseaba que él opinara un poco más, en el fondo no quería que la decisión recayera solo sobre sus hombros, pero, también entendía el temor que él tenía a ser juzgado por lo que pudiera decir.

Finalmente, Alejandra escogió abortar.

Empezaron a buscar opciones. Él consultó con su mejor amigo, un médico, que le recomendó usar pastillas abortivas, pero Alejandra descartó de inmediato esa idea. “Si a mí los cólicos menstruales me duelen, me voy a morir si lo hago con pastillas”, pensó. A ella un par de amigas le recomendaron Si Mujer, un sitio seguro, responsable y amable con las mujeres, según le dijeron. Pidió una cita.

Cuando llegó aún llevaba consigo cierta timidez, tenía miedo y estaba nerviosa. Sin embargo, el sitio colmó sus expectativas. “La casa es muy bonita, te hace sentir mucha paz, tiene paredes blancas, está muy bien decorada, hay demasiada privacidad y te sientes muy tranquila”, recuerda.  

La atendió una doctora que le preguntó por qué quería interrumpir su embarazo. “Simplemente no quiero ser mamá”, le dijo. La doctora le contó entonces que al abortar “la causal salud no simplemente se refiere a que te estés muriendo” sino que, según lo dispuesto en la sentencia de la Corte Constitucional,  también se refiere a situaciones en las que la salud emocional de las mujeres se ponga en peligro; son ellas, en última instancia, las que tienen la potestad de decidir qué nivel de riesgo están dispuestas a correr. En esa primera cita, a su vez, le explicaron las posibilidades que tenía para interrumpir su embarazo (aunque Alejandra ya había decidido por cuál optar, una aspiración para retirar el embarazo del útero) le contaron sobre dicho procedimiento detalladamente, hablaron del precio que tendría que pagar ($400.000), y acordaron el día y la hora para llevar a cabo el aborto.

Cuando el día llegó, todavía sufría las náuseas matutinas y los mareos que la habían acompañado en las últimas semanas y que la mantenían muy débil. Su novio, que la había acompañado, se quedó esperando en la recepción. Una enfermera muy amable la llevó a una sala para prepararla. Allí, había una música tranquila y relajante, le dieron un libro de mandalas para colorear y le administraron los medicamentos previos necesarios para el procedimiento.

Transcurridos algunos minutos finalmente ingresó a la sala. Aunque intento ser lo más fuerte que pudo, cuando “ni siquiera había entrado la cánula ya estaba sintiendo dolor”. A la mitad del procedimiento el sufrimiento era insoportable. “No puedo más, no puedo más”, recuerda que le decía a la enfermera. Ella le pidió que resistiera, que ya faltaba poco, que no podían dejar todo a medio hacer. Alejandra, con una fuerza que no sabe de dónde sacó, aguantó. “Fueron los 15 minutos más largos de mi vida”, concluye.

Ahora me siento más solidaria. Antes era más mi mundo , era más egoísta; Ahora ya sé que si alguien pasa por eso tengo que estar ahí para apoyarla, rodearla, que sienta que lo que decida hacer está bien y que es solamente su decisión

Al final, no se podía ni sentar del dolor, le trajeron una silla de ruedas y la llevaron de nuevo a la sala inicial, en donde debía reposar junto con otras mujeres que acababan de pasar por lo mismo. Habían transcurrido 3 horas desde que llegó. Por fin, a las 11 de la mañana, pudo irse para su casa.

Alejandra decidió “racionalizar mucho el asunto, no meterle tanto que estoy negándole la vida a un bebé, pero si había sentimientos encontrados”. El siguiente mes fue duro. La dejaron cuidando una primita y no pudo parar de llorar en todo el día. Ahora, sin embargo, cree que tomó la decisión correcta.

Abortar la cambió. “Ahora me siento más solidaria. Antes era más mi mundo , era más egoísta; Ahora ya sé que si alguien pasa por eso tengo que estar ahí para apoyarla, rodearla, que sienta que lo que decida hacer está bien y que es solamente su decisión. Tenemos que apoyarnos entre nosotras”, concluye.

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