En busca de la permanencia poética: la dirección editorial de María Mercedes Carranza en la Revista Casa Silva
Mediante innovaciones audaces, una mirada social y un diseño vanguardista, María Mercedes Carranza logró consolidar la Revista Casa Silva como un referente poético en el mundo hispanohablante.
por
María Paula Apolinar
semillero de investigación María Mercedes Carranza
15.04.2025
María Mercedes Carranza en 1992. Cortesía: BADAC - Fondo María Mercedes Carranza.
Este texto hace parte del especial “El mundo es esto que miro: vida y obra de María Mercedes Carranza”. Para ver otros textos del especial, haga clic aquí.
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Crear y mantener una revista de poesía no es tarea fácil, pues la poesía tiene embebida, como pocos géneros, una certeza de perdurabilidad que entra en conflicto con el carácter efímero de las publicaciones periódicas. De ahí que, como argumenta el investigador argentino Carlos Battliana, la edición de estas revistas se convierta en una búsqueda de, “acaso utópicamente, el lugar visible de la permanencia” (2015, pp. 26).
Fiel a su carácter vanguardista y rebelde, evidente en su vida y obra, María Mercedes Carranza se sumó a ese sueño utópico al crear la Revista Casa Silva, una publicación anual asociada a las actividades de la Casa de Poesía Silva que se transformó, bajo su dirección (1988-2003), en un epicentro poético internacional. Desde el primer número, esta publicación se adhirió a los propósitos de la Casa misma: desmistificar la poesía, quitarle la fama de género por y para intelectuales y, en su lugar, construir una comunidad poética abierta a todo tipo de público.
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¿Quién fue María Mercedes Carranza?
Cronología de unas de las poetas y gestoras culturales más importantes del s.XX en Colombia.
La revista tenía una naturaleza híbrida. Por un lado, publicaba una selección de conferencias, poemas e intervenciones realizadas o presentadas en el año anterior en la Casa Silva; por otro, actualizaba al lector sobre el panorama poético hispanohablante, incluyendo novedades editoriales colombianas y concursos de poesía iberoamericanos. Así, la Revista Casa Silva no solo aproximaba al lector a la poesía mediante su selección de textos, sino que también funcionaba como herramienta para formar parte de, o por lo menos rastrear, la red de poetas activos durante cada año.
Esta estructura editorial era una novedad para las revistas de poesía en Colombia. Antes de la Revista Casa Silva, la poesía jugaba un papel fundamental en revistas literarias como Mito (1955 – 1962) y Eco (1960 – 1984). Contemporáneas a la Revista Casa Silva podemos encontrar publicaciones poéticas como Ulrika (1981-), que sigue publicando, y Golpe de Dados (1973-2009), ambas muy relevantes para la época.
Sin embargo, ninguna pretendía ser un punto de encuentro para la poesía colombiana y latinoamericana al nivel de la Revista Casa Silva. El foco de esas revistas, si bien con distintas líneas editoriales, era hacer una selección de voces poéticas específica para sus números, con el énfasis en los textos. En cambio la Revista Casa Silva integraba espacios, materialidades: había un lugar físico referenciado en cada publicación, eventos que podían leerse o escucharse en la fonoteca, un sitio presencial, recordado entre sus páginas, en el que poetas y lectores podían encontrar un hogar.
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Desde los primeros números, María Mercedes Carranza trajo a su revista al director de Ulrika, Rafael del Castillo Matamoros, en calidad de Coordinador Editorial. Él ya poseía una experiencia de varios años en la publicación de revistas poéticas y, junto a la trayectoria editorial de Carranza en Nueva Frontera, la Revista Casa Silva se materializó como una publicación legitimada por la calidad de su contenido y la trayectoria de sus editores. Carranza se encargaba de la selección de textos y Del Castillo llevaba adelante el resto del proceso editorial, desde el diseño hasta la supervisión de impresión.
Ese primer número fue disruptivo, no solo por su estructura, sino por sus características físicas. Para empezar, su formato era mucho mayor al de sus contemporáneas: con 27.5 x 21 y 182 páginas, resultaba estéticamente más cercano a un libro ladrilludo que a otras revistas. La cubierta fue diseñada por Alejandro Peralta y era la misma imagen utilizada para promocionar el evento «La poesía tiene la palabra», realizado en noviembre de 1987. En su interior se utilizaron tres tintas: roja y negra para el texto y una verde para las páginas divisorias, lo cual vitalizaba sin perder el carácter sobrio asociado con la poesía. Si bien escasas, había algunas fotografías, pero gráficamente se mantenía mesurada: las dos columnas en su interior son idénticas, las páginas divisorias apenas tienen los títulos de las secciones, cada detalle del diseño es rígido y con un claro enfoque: el texto es el protagonista, la poesía tiene su propio peso.
Ese aspecto emulaba la tradición propia de las revistas literarias o poéticas. Incluso Golpe de dados se abstenía de saturar sus publicaciones con colores o cualquier elemento que distrajera de lo publicado y, si bien algunas de las decisiones de diseño de la Revista Casa Silva se salían de esa norma (las cubiertas artísticas, el uso de dos tintas, las fotografías, etc.), lo cierto es que se mantuvo por mucho tiempo esa idea de que cualquier propuesta gráfica en las páginas internas afectaría la percepción de lo allí publicado, la seriedad y el ritmo de lectura de la poesía.
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La rigidez del diseño no impidió que la Revista Casa Silva muy pronto se convirtiera, así como la misma Casa, en un referente para la divulgación y cultivo de la poesía. En el archivo de correspondencia de María Mercedes Carranza pueden encontrarse interacciones entre Carranza y poetas interesados en participar en los eventos, y posterior publicación de sus conferencias/poemas en la revista, como el brasileño Thiago de Mello o el español Juan Luis Panero. Mucho del éxito de la publicación también se debía a la divulgación que Carranza misma hacía, enviando cada número a instituciones académicas y culturales que consideraba podían convertirse en aliados o colaboradores.
Congreso «Silva. Su obra y su época» celebrado en 1996. Cortesía: BADAC – Fondo María Mercedes Carranza.
Esta relevancia de la Revista Casa Silva también se debía a la visión misma de María Mercedes Carranza sobre el papel transformador e indispensable de la poesía frente a las realidades violentas. Ya en la nota editorial del primer número mencionaba que “cuando se interrumpen el diálogo y la comunicación, se reemplazan las palabras por las balas y ocurre la violencia. Y la poesía es esencialmente, y nada más, comunicación”. Este enfoque no solo lo reflejaba en la creación de eventos masivos anti-bélicos alrededor de la poesía, como “Alzados en almas”, sino también en las editoriales de la revista y en las dedicatorias de los números. Por ejemplo: el número 3, publicado en 1990, rinde homenaje a la trayectoria de Luis Carlos Galán, asesinado el 18 de agosto del año anterior, y el número 5 está dedicado al poeta Julio Daniel Chaparro, asesinado en Segovia el 24 de abril de 1991. Este contacto de la poesía con la crueldad y vulnerabilidad de la Colombia de la época permitió que este género fuese más accesible para un público amplio, a la vez que se convertía en un instrumento para buscar tranquilidad espiritual y denunciar la barbarie cotidiana.
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1996 fue el “Año Silva” al conmemorarse el primer centenario de la muerte del poeta. Como era de esperarse, la Casa de Poesía Silva organizó una serie de eventos e iniciativas en torno a esta fecha, incluyendo la publicación del número 10 de la Revista Casa Silva en dos tomos. Como particularidad, estas publicaciones contaron con el trabajo de diseño de Freddy Chaparro, un diseñador gráfico que Aseneth Velásquez, directora de la Galería Garcés Velásquez y gran amiga de María Mercedes, recomendó para esta ocasión especial.
Después de ese primer encargo, que fue muy admirado, María Mercedes decidió asociarlo como diseñador principal a la Casa de Poesía Silva, incluyendo la Revista Casa Silva. Allí se quedaría hasta el 2003. La integración de Chaparro a la revista resultaba muy significativa porque obedecía al deseo de Carranza de darle un nuevo aire a la revista, uno que se atreviera a desafiar la regla invisible de no alterar el texto con elementos gráficos. En una entrevista personal que realicé a Chaparro en 2021, me comentó sobre las expectativas de María Mercedes:
“María Mercedes quería una cosa más audaz […] Quería involucrar mucho el arte y la gráfica, y ya de entrada fue una decisión que las portadas iban a ser siempre con un artista” (2021).
La materialidad y el diseño de la revista cambiaron radicalmente, si bien la estructura editorial se mantuvo casi intacta. El papel fue reemplazado por uno de menor grosor y más ligereza, lo cual permitió aumentar el número de páginas y tornarla más portátil. Se mantuvo el uso de dos tintas, pero la segunda se integró en cada espacio y detalle posible: las páginas que daban paso a los artículos, las iniciales de los poemas, las capitulares… Su uso tenía una naturaleza juguetona en la composición de los textos: creaba tramas con los colores, diseños en los destacados y múltiples maneras creativas de utilizar los recursos, inspirado por corrientes poéticas vanguardistas muy gráficas como el Dadá. Las imágenes e ilustraciones se convirtieron en una parte esencial de la revista.
Sobre su experiencia trabajando con María Mercedes, Chaparro resaltó su carácter firme e incisivo que resultaba en una experiencia laboral muy estimulante para un diseñador con ganas de experimentar:
“Logramos una sintonía con María Mercedes. Ella era de un temperamento fuerte y discutimos varias veces, pero bueno, ella era así con todo mundo, no se callaba lo que pensaba. En general, creo que apreciaba mucho el trabajo y yo también me lo gocé […]. De hecho, yo creo que muchas cosas ni las cobré. Pasaban muchos eventos y situaciones en la Casa y como que nunca hablábamos, y de pronto decía “¿cuánto es?”, como que “algún día hacemos cuentas y alguna cosa lo redondeamos”. Pero yo me lo gozaba” (2021).
Esta fue la pauta gráfica y editorial que María Mercedes Carranza mantuvo desde ese momento hasta el 2003. Incluso en sus últimos días, Carranza ejerció sus labores como directora de la Casa de Poesía y de la Revista Casa Silva de manera entusiasta, apoyando nuevos talentos y buscando democratizar el acceso a la cultura poética, intenciones frecuentemente reiteradas en las editoriales de los 16 números que se publicaron mientras ella estuvo con vida.
Que la Revista Casa Silva siga en circulación puede ser indicativo del éxito de la utopía de María Mercedes. Al identificar la presencia de la poesía en aspectos más silentes, en el interlineado entre verso y verso que representa cada respiración, en el paso de página que apenas hace ruido, en el desafío de las tradiciones poéticas y en la posibilidad revolucionaria que se encuentra en los diálogos que este provoca, María Mercedes Carranza encontró la fórmula necesaria para alcanzar la permanencia poética en su publicación.
Referencias
Battilana, C. (2015). Revistas de poesía: descripción de un objeto. Estudios de Teoría Literaria, 7, 23–33.
Carranza, M.M. “Nota editorial”. Revista Casa Silva. 1. Bogotá: 1988.