Varias veces, muchas, he dicho que no veo más fútbol, que renuncio a ser hincha y que me voy de esa pasión.
Cuando mataron a Andrés Escobar, cuando los mágicos se adueñaron de América, Millonarios y Nacional, cuando Camargo trató a las mujeres que jugaban de lesbianas y borrachas, cuando Jesurún hizo negocio privado de las boletas de la selección, cuando González y su mafia se adueñaron del campeonato local, cuando el yoyo Vélez odia por deporte, cuando Henry Rojas metió un golazo de otro mundo para que Millonarios quedara campeón, cuando Guardiola se ufana de ser el mejor comprando los jugadores más caros del mundo, cuando Murinho habla de más y juega de menos, cuando Florentino usa al Real Madrid para sus negocios privados, cuando los árabes machistas-racistas-xenófobos y torturadores se adueñan de equipos como el Manchester City, cuando veo a nuestros gobernantes ir a España para ponerse la camiseta del Real o el Barça, cuando veo los partidos de nuestro lento y marrullero futbolito, cuando oigo a nuestros gritones narradores e ignorantes comentaristas, cuando el fútbol es usado por dictadores y corruptos gobernantes para lavar imagen, cuando Putin hizo la copa del mundo para mostrar a una Rusia higiénica, cuando James es un fracaso alabado por la prensa colombiana, cuando me hace feliz que la selección Colombia fracase por mediocre, cuando los patriotismos deportivos me molestan por fascistas, cuando este mundial de Qatar celebra lo peor de nuestra sociedad.
Lo peor está en que estoy hinchando por el mundial de Qatar y que eso significa ser fanático de la discriminación y del atentado contra los derechos humanos, de los regímenes machistas, racistas y fascistas que no aguantaría en mi barrio.
Y lo veré porque eso es el fútbol: ese juego y experiencia de ser trogloditas en público. Ahí somos, y se permite, todo lo peor. No hay pudor. No hay límites. No hay decencia. Los cánticos son para mostrar quién la tiene más grande, quién odia mejor, quien se ufana de su machismo y racismo y sexismo y discriminación. Su credo es el odio al otro. Su evangelio es hinchar irracionalmente por lo de uno.
Pero ajá, lo veré. Y lo haré porque me relaja ver esa pelota ir y venir y entrar en un mantra mágico donde nada pasa y todo pasa. Y así podré dormir la tele. Y lo mejor, podré verlo en Directv y evitar a Vélez y a Bonnet y a los ignorantes narradores que gritan para demostrar que ni historia ni un datico se saben.
Y veré el mundial porque Qatar es lo peor, pero también lo es USA, lo es Colombia, lo es Europa… y al mundo del capitalismo todo le vale hongo, porque así es el capitalismo puro y duro, el capitalismo gore: ese de matar para hacer billete, yopitalismo del odio, consumo de Nike, Adidas y Puma.
Veré el mundial porque expresa lo peor que soy: ese que critico y no quiero ser. Y lo veré en modo loop… para dejar ir mi conciencia y estar en paz con el troglodita que llevo adentro.
Siempre creo, como la canción, que “antes de hacerlo había que pensarlo muy bien”; pero entonces, como dice otra, “tropecé de nuevo y con la misma piedra, en cuestión de amores no he de aprender”. Tal vez peque de nuevo por culpa del Liverpool y la Liga Inglesa y la Champions, tal vez sea por el Santa Fe o por las mujeres jugando al fútbol, tal vez por Maradona y Calimenio, tal vez por el tedio de habitar colombiche y por la despolitización de este platanal, tal vez…. Todas disculpas para lavar mis culpas como el fútbol lava las culpas del capitalismo jugando a la pelota. Amén.