Nuestra anfitriona de Womansplaining, Gloria Susana Esquivel, está estrenando libro. Nos compartió un capítulo completo de su libro en donde escribe sobre la vida de Ofelia Uribe de Acosta, periodista feminista que en los años treinta y cuarenta tuvo un programa de radio desde el cual defendía los derechos de la mujer.
Ofelia Uribe de Acosta (1900-1988)
(Periodista)
Desde niña se acostumbró al escándalo.
La única hija, la mayor de cinco hermanos, pasó su infancia sin conocer a otras niñas. Jugaba con sus hermanos a correr, a embarrarse, a emparamarse, sin saber que todo eso estaba mal visto. Porque a principios del siglo xx, en el Santander rural, al igual que en el resto del país, las actividades físicas, los deportes y las excursiones por el campo eran ámbitos exclusivos para los niños. Para las niñas: obedecer, callar e ignorar, como lo dictaminaban las cartillas en donde se enunciaban las virtudes que debían cultivar las pequeñas. Y mientras su padre le enseñaba a jugar al tiro al blanco y le pasaba libros de Vargas Vila —prohibidos para mujeres, pues los únicos permitidos eran las vidas de santos y los libros de cocina—, los vecinos se escandalizaban al verla libre, a la par de sus hermanos.
“Así comenzó mi feminismo”, dijo en una entrevista que le realizó Anabel Torres en 1986, mientras recordaba su infancia.
Mis hermanos jugaban toda clase de juegos y como yo estaba aislada de otras niñas jugaba con ellos. Y mientras jugábamos juntos, comparaba. […] En esa época eran tantas las cosas que ni siquiera se pensaba que pudieran ser hechas por una mujer.
Y Ofelia Uribe de Acosta quería hacerlo todo.
En 1917 terminó la escuela normal. Como se autodenominaba liberal radical de izquierda y manifestaba sus posiciones políticas de manera abierta, fue muy difícil para ella conseguir trabajo como maestra durante la hegemonía conservadora. Entonces intentó fundar una escuela, junto con sus padres, en donde se le permitiera una educación libre y laica tanto a niños como a niñas, pero el proyecto encontró varios opositores y no pudo sostenerse.
En 1924 conoció a Guillermo Acosta, quien se convertiría en su esposo, y comenzó a administrar el almacén de su familia. Una vez más los vecinos se pronunciaron, pues era mal visto que una mujer trabajara en algo diferente a lo doméstico. Cuando, en 1931, a su esposo lo nombraron juez de San Gil, Ofelia Uribe lo acompañó en la labor. En el juzgado había novecientos casos archivados, y ella sabía que sería imposible que una sola persona se hiciera cargo. Así que se puso en la tarea de estudiar las leyes, lo ayudó a investigar, reunir pruebas y citar testigos. Sin importarle que los vecinos fruncieran el ceño y murmuraran a sus espaldas cada vez que la veían entrar al juzgado.
Acusaban su ambición. Una mujer no debía meterse ni en negocios ni en asuntos legales. Era un escándalo.
Fue precisamente en medio de esta vida pública que Ofelia Uribe de Acosta conoció a Georgina Fletcher. Una activista por los derechos de la mujer nacida en España, pero radicada desde principios de siglo en Colombia. Ofelia Uribe de Acosta la describió en su libro Una voz insurgente (1963) como la encarnación del punto de partida del movimiento feminista en Colombia, y con razón. Fletcher fue la encargada de gestionar el IV Congreso Internacional Femenino que se realizó en Bogotá en 1930. Fue allí donde Uribe de Acosta, al estar familiarizada con los códigos penales, presentó una ponencia que buscaba una reforma constitucional para que por fin se reconocieran los derechos patrimoniales de la mujer. El congreso se llevó a cabo en el Teatro Colón y tuvo un público diverso, conformado en su mayoría por hombres. Como lo narró la propia Uribe de Acosta en sus memorias sobre la historia de la lucha feminista en Colombia:
Los varones, que en un principio tomaron en sentido humorista la concentración de mujeres en Bogotá para ocuparse de cuestiones consideradas tan impropias del “bello sexo”, como se decía entonces, terminaron por interesarse hasta tal punto que, una noche, ante la imposibilidad de penetrar al Colón porque ya estaba repleto de gente, rompieron las puertas para precipitarse a escuchar a las oradoras que hacían gala de capacidad, elocuencia, elegancia y señorío.
La discusión por esta reforma permeaba el debate político del momento. Las feministas buscaban el derecho a la separación de bienes, pues, para entonces, todo el patrimonio de la mujer pertenecía a su marido. Lograron conseguir el apoyo del presidente Enrique Olaya Herrera, quien se pronunció al respecto: “Mi satisfacción es grande al ver a las mujeres por fin interesadas por sus derechos; estoy en total acuerdo con ustedes y será este uno de los primeros proyectos de mi Gobierno”, les dijo en varias reuniones que sostuvo con las activistas. Sin embargo, políticos como Laureano Gómez y Muñoz Obando rechazaban de forma vehemente esta ley de capitulaciones, esgrimiendo argumentos paternalistas que caricaturizaban a las mujeres como seres sin agencia, niñas taradas, que no sabrían qué hacer cuando recibieran la potestad de lo que era suyo. Así lo manifestó Muñoz Obando en uno de los debates que se llevó a cabo en el Congreso:
Las mujeres colombianas están empeñadas en quebrar el cristal que las ampara y las defiende. No saben que si ese proyecto llegara a ser ley quedarían a merced de todos los negociantes inescrupulosos que se apoderarían de su fortuna, que es el patrimonio de sus hijos.
En respuesta a estos pobrísimos argumentos, Ofelia Uribe de Acosta publicó una columna en el diario El Tiempo en enero de 1931, en donde hizo gala de un estilo irónico, mordaz y combativo:
[…] La independencia económica no es nada sin la igualdad civil, que es lo único que caracteriza las verdaderas reivindicaciones femeninas, porque es verdaderamente irrisorio y profundamente ofensivo que a la mujer, a quien no se le reconoce la facultad de discernimiento y raciocinio propio de todo ser consciente, sí se le exija en cambio su plena responsabilidad ante la ley. […] Pero ¿qué van a hacer ellos con este espléndido proyecto de ley que deja casi asegurada la independencia económica de la mujer, si el Congreso, corporación de hombres y como tales oposicionistas en su mayoría al proyecto, lo traspapela o descuartiza tachándolo de contrario a la unidad social que pregona el derecho francés, como si esta misma unidad no fuera susceptible de reformas o modificaciones acordes con las necesidades y realidades del presente?
El texto resumía los puntos más importantes de la ponencia que había presentado en el Congreso Internacional Femenino y calentó aún más el debate.
Ofelia Uribe de Acosta vivía en Santander y viajaba hasta Bogotá a lomo de mula, por precarias carreteras, para acompañar a otras líderes feministas que se presentaban en el Capitolio para hacer presión. En una de las sesiones, cuando los representantes comenzaron a lanzar improperios contra las activistas y a argumentar que la ley de patrimonio iba en detrimento de la familia colombiana, las mujeres comenzaron a gritar y a interrumpir desde las gradas. Como ella misma lo narra en Una voz insurgente:
Si mal no recuerdo, una tarde en la Cámara el representante Muñoz Obando dijo, dirigiéndose a nosotras, que ya habíamos perdido la paciencia y nos atrevíamos a vociferar desde las barras, lo siguiente: […] ¿Qué podrían hacer sin el esposo, gerente de la sociedad conyugal, que es la inteligencia y el brazo fuerte sobre el cual descansa el patrimonio familiar? —“¡No queremos tutores …! —le gritábamos desde la barra—“. “¡Pero los tendrán con su voluntad o sin ella. . . !”, prosiguió el orador enfurecido.
A pesar del poco apoyo de los legisladores, finalmente se expidió la ley 28 de 1932, que permitió a la mujer reclamar sus derechos patrimoniales. El 1 de diciembre de 1933 se firmó el decreto 1972 que le permitió la entrada a la universidad. Cuando se le preguntó a Ofelia Uribe de Acosta por esta primera lucha y por el papel que tuvo el presidente, respondió a su manera: “Bajo Olaya Herrera se realizó la liberación de los últimos esclavos colombianos: las mujeres”.
***
Después de haber conseguido esta victoria política, los ataques a las feministas se hicieron más frecuentes. Las llamaban feas. Solteronas. Marimachas. Palabras que parecieran tener la intención de insultar únicamente porque enunciaban un desvío en el molde de aquello que se esperaba que fuera una mujer: bella, sumisa, domesticada, femenina. Jamás un colectivo organizado para protestar y exigir igualdad. A finales de la década de los treinta las mujeres colombianas comenzaban a entrar a la universidad y a la par abundaban columnas de prensa en donde los hombres les pedían que regresaran a sus casas para así no generar discordia en el campo laboral. Además, el debate por el derecho al voto de la mujer en Colombia cobraba más y más fuerza, a medida que movimientos sufragistas lograban conquistar este derecho a lo largo de Latinoamérica.
La palabra feminista era obscena —como continúa siéndolo aún hoy— y esto inquietaba a Ofelia Uribe de Acosta. Como recuerda en la entrevista hecha por Anabel Torres:
El grupo de feministas era reducido porque casi ninguna mujer quería dejarse matricular dentro de esa nueva especie de animales raros que aparecían pensando, hablando cuerdamente y pidiendo derechos impropios del sexo femenino según la expresión de los varones.
Además, ella sabía que las victorias que habían conquistado podrían desvanecerse fácilmente si no lograban el derecho al voto. Por esta razón, comenzó a recorrer el país dictando conferencias que aclaraban los motivos y propósitos de la lucha feminista. Cada una de sus conferencias se dio ante auditorios llenos, en su mayoría de hombres, que acudían con morbo para ver quién era esa marimacha, solterona y fea que la prensa describía. Y se llevaban una gran sorpresa cuando veían a una mujer cualquiera, que exponía las premisas del movimiento sufragista y que abogaba por la igualdad. Al final de estos eventos, como lo escribió en Una voz insurgente: “Todos se declaraban feministas, aunque no dejaban de sentir cierto secreto desencanto ante la fuga de la bruja que esperaban cazar esa tarde”
Las conferencias tuvieron tanto éxito, que comenzaron a ser transmitidas en radio. Y para 1937, año en que se fue a vivir a Tunja, contrató un espacio en Radio Boyacá que se convertiría en el polémico programa La hora feminista, en donde instaba a las mujeres a organizarse políticamente para lograr el derecho al voto. En el programa, Uribe de Acosta hacía encuestas para conocer las opiniones de los oyentes frente al movimiento sufragista y aprovechaba para transmitir ideas de igualdad que luego eran replicadas en discusiones a lo largo de Tunja. El programa tenía tal alcance, que la mayoría de tunjanos afirmaban que tenían una posición feminista o antifeminista, dependiendo de su ideología política.
No puede negarse que Tunja sufrió una violenta sacudida debido a esta iniciativa. Empecé a transmitir La hora feminista, un espacio de una hora varias veces por semana. La división se agudizó entre las mismas mujeres. Algunas, horrorizadas, trataron de contrarrestar mi programa con una hora radial llamada La hora azulque estaba dedicada a ensalzar las más modosas virtudes femeninas y a atacar la posición nuestra. Otros opositores fueron más lejos e hicieron prohibir la transmisión.
Esta censura conservadora solamente terminó por convencerla de algo que venía intuyendo. Era necesario crear una plataforma mediática que diera a conocer la lucha feminista y sufragista, pues el derecho al voto se había convertido en promesa de campaña de Alfonso López Pumarejo y los medios de comunicación tradicionales sólo le daban vitrina a quienes se oponían a este derecho. Fue así como, junto con varias mujeres que se le acercaron gracias a su programa radial, fundó en 1944 la revista Agitación femenina. El panorama de las revistas para mujeres en Colombia era lamentable. Lo poco que había, eran publicaciones dirigidas a hablar sobre eventos sociales, recetas, consejos de belleza y moda. Como ella lo relata:
En Colombia lo que se usaba era la página femenina en los periódicos donde salían las modas. Ahí nombraban una señora sin ninguna formación periodística a que contara los muertos, los bautizos, los tés canastas, los cocteles. Nosotras queríamos era una voz para nuestros reclamos y para llamarnos las unas a las otras.
De esta manera, las fundadoras de la revista dieron una cuota pequeña de $500 de la época para comprar el papel en el que se imprimiría y aprovecharon el apoyo del gobernador de Tunja, un hombre liberal que seguía el pensamiento de Uribe de Acosta, quien les facilitó la Imprenta Departamental sin ningún costo:
En octubre de 1944, apareció el primer número. Era importantísimo tener una publicación periódica, porque no teníamos voz ninguna, ni manera de expresar y dejar constancia de nuestras ideas, y, sobre todo, forma de presentar proyectos. Conseguíamos congresistas que presentaron proyectos a favor del voto, pero no teníamos respaldo; necesitábamos un órgano de expresión, una tribuna.
La revista estaba dividida en diferentes secciones que recogían opiniones sobre el voto femenino, semblanzas de mujeres ilustres, crónicas sobre la vida de las mujeres en otros lugares del mundo y una sección de consejos que parodiaba las cartas que llegaban a las revistas del corazón. Ante la (falsa) pregunta de cómo mantenerse bella, Uribe de Acosta, bajo el seudónimo de Madame Cucufata, respondía: “No leer jamás a excepción de la página social de los periódicos porque la lectura debilita la vista, acaba con el brillo de la mirada y ocasiona la caída de las pestañas”. Gran parte de la revista estaba dedicada a largos editoriales, también escritos por Uribe de Acosta, en respuesta a las columnas que escribía Enrique Santos Montejo, Calibán, en contra del voto femenino. Para dar tan sólo un ejemplo del tipo de opiniones que el periodista daba en su columna, está este párrafo publicado el 25 de octubre de 1944:
El organismo femenino es más resistente a las enfermedades que el masculino, pero el hombre está dotado de todas las características de superioridad y del dominio de todas las actividades físicas y espirituales […]. La mujer es superior al hombre en muchas actividades sociales: vestidos, adornos, finura del leguaje, maneras, pero el hombre es infinitamente superior en el razonamiento, la comprensión, la abstracción, las matemáticas, las ciencias y casi todas las artes […]. El puesto de la mujer es el hogar y su oficio, el de ser atractiva y endulzarles la vida a los hombres […]. No faltan entre nosotros las mujeres que quieren votar y trabajar en todos los oficios reservados a los hombres. Esta, como otras manifestaciones sociales de hoy, no es sino el llamamiento a la barbarie que quiere recobrar sus fueros. ¿Pasadas las urgencias de la guerra volverá la mujer a su puesto o se convertirá definitivamente en marimacho?
Y la lúcida respuesta de Uribe de Acosta:
Habrá de convenir el gobierno en que el hecho de que exista en Bogotá la Unión Femenina de Colombia, institución seria, con personería jurídica y debidamente organizada para luchar por la adquisición de nuestros derechos injustamente conculcados, y el hecho, no menos protuberante de la aparición de una Revista como la nuestra, orientada en el mismo sentido, son demostración clara y palmaria de que la mujer colombiana se ha dado cuenta exacta de que su situación constitucional y legal no corresponde al momento actual ni encuadra dentro de la fisonomía democrática de la patria (…) . En realidad, las mujeres que agitan estos temas del derecho constituyen una minoría porque contadas son también las que portan la antorcha de una inteligencia cultivada; pero no puede calificarse de argumento contra el voto femenino, ya que jamás los movimientos de reivindicación social han partido de las mayorías sino que son el fruto cerebral de pequeñas minorías. No es posible desconocer hoy que hay en Colombia un movimiento respaldado por un fuerte núcleo de mujeres que reclaman la ciudadanía y sería a todas luces injusto exigir que este reclamo partiera de la inmensa mayoría, máxime si se tiene en cuenta que se ha legislado en forma muy diferente en lo relacionado con el sexo masculino siempre que de reformas y prerrogativas se ha tratado.
El proyecto editorial duró dos años durante los cuales sostuvo su tono combativo. En 1947, Ofelia Uribe de Acosta se mudó a Bogotá y continuó la lucha sufragista desde la capital. En 1953, Rojas Pinilla sube al poder y en 1954 otorga el derecho al voto a la mujer. Sin embargo, los ideales de justicia, dignidad e igualdad que cimentaban las ideas feministas de Uribe de Acosta iban en contravía de los desmanes autoritarios del Gobierno, y se le ocurrió crear un nuevo medio de comunicación en donde pudiera darle visibilidad a sus ideas. El 17 de febrero de 1955 lanzó el primer número del periódico Verdad, semanario escrito y editado enteramente por mujeres, que buscaba ser tribuna para voces disidentes. Pero la oposición a este proyecto editorial fue mucho mayor que la que enfrentó Agitación femenina. Después de que el semanario publicó en primera página una foto de una marcha en oposición al Gobierno, liderada por mujeres, los voceadores del periódico comenzaron a recibir amenazas y a ser golpeados. El costo de publicar esas fotografías también fue alto para Uribe de Acosta, quien también fue amedrentada. Como lo recordó en la entrevista con Anabel Torres:
Tan pronto salió la edición con las fotos, me llamó a mi casa un oficial del ejército que me conocía mucho y me advirtió que desapareciera, pues iban a allanarnos el periódico, que funcionaba en mi casa. Así terminó Verdad. Y la verdad es que con los problemas financieros que atravesábamos y la falta de apoyo hasta de las mujeres, ya no podía costearlo.
El último ejemplar del periódico salió el 18 de agosto de 1955.
***
Estaba disgustada. Se sentía frustrada.
Cuando le preguntaron, a finales de la década de los ochenta, cómo se sentía frente a las conquistas que habían logrado las mujeres en Colombia, no pudo esconder su desencanto. Reconocía los logros profesionales de las mujeres, las luchas frente a sus cuerpos, su emancipación frente a ideas retrógradas sobre la feminidad. Sin embargo, Ofelia Uribe de Acosta sentía que todo eso era en vano, pues la mujer colombiana no había logrado organizarse políticamente, unirse en la fuerza de un colectivo, para continuar la lucha política:
Queríamos que la mujer surgiera por todas las arterias del país, aportando ideas nuevas, programas nuevos, modificando toda esa cosa podrida y sucia que subsiste. Pero la mujer no se unió. No formó grupos de presión. Tú sabes que un millón de ladrillos tirados en un campo no sirven para nada. Son un millón, pero ¿para qué? En cambio, si se unen, si se pegan con cemento, si se ordenan con argamasa, se puede construir lo que uno se empeñe en construir. Sin la unión, que es la fuerza, no hay fuerza, y sin fuerza no hay nada. Cuando las mujeres adquieran un sentido de solidaridad mayor de clase, si se quiere, aunque no sea exactamente la misma cosa, podrán por fin insertarse en el acontecer del país y lograrán las reformas que aún se necesitan.
Muchas de las causas por las que Ofelia Uribe de Acosta y el primer movimiento feminista de Colombia lucharon aún siguen vigentes. Los medios de comunicación continúan desatendiendo las verdaderas conversaciones que mantenemos las mujeres y disfrazan de contenido femenino recetas y consejos para cuidar de los hombres, dejando de lado asuntos como la desigualdad salarial, los femicidios, la maternidad forzada y el abuso sexual, sin hablar de los múltiples clichés sexistas que repiten en titulares y que alimentan ideas absurdas sobre lo que significa ser mujer. Pero también han surgido voces combativas que se atreven a hacerle frente a los prejuicios y que no le tienen miedo a la palabra feminista. Son ellas quienes encarnan hoy las palabras de Ofelia Uribe de Acosta: “Cuando empecé a luchar por el feminismo tenía sólo unos instintos y una cabeza bien puesta”.
Bibliografía
Angarita Alzate, Valeria. “Ofelia, la insurgente. El periodismo al servicio del feminismo (1899-1988)”. Trabajo de grado. Pontificia Universidad Javeriana, 2014. https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/18415/AngaritaAlzateValeria2015.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Torres, Anabel. “Una voz insurgente. Entrevista con Ofelia Uribe de Acosta”. En Voces insurgentes, editado por María Cristina Laverde Toscano y Luz Helena Sánchez Gómez, 23-45. Bogotá: Fundación Universidad Central, 1986. Acceso el 4 de junio de 2020. http://bdigital.unal.edu.co/42917/107/Unavozinsurgente.pdf
Uribe de Acosta, Ofelia. Una voz insurgente. Bogotá: Editorial Guadalupe, 1963.
Velásquez, Magdala. “Ofelia Uribe de Acosta: reivindicadora de los derechos de las mujeres”. Credencial Historia, n.o. 68 (agosto de 1995): 13-15.