«Ha venido a tal extremo el uso de andar tapadas a las mujeres, que de ello han resultado grandes ofensas a Dios i notable daño a la república, a causa de que aquella forma no reconoce el padre a la hija, ni el marido a la mujer, ni el hermano a la hermana…»
Luego de más de 30 días desde que se metió el virus en mi cuerpo, me di cuenta de que el síntoma que más me molestó fue la modificación genética: me deformó la cara. Siempre he estado acostumbrada a reconocerme a través de mis dos ojos grandes, nariz y boca pero, ahora, con este respirador artificial, en cada momento, en cada lugar de mi jaula, mi rostro cambia. No me da tiempo para acostumbrarme a uno, cuando me comienza a aparecer otro.
Para aceptar mi cuerpo y mi(s) nueva(s) apariencia(s) tomé la decisión de retratarme (sin pensarlo mucho).