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#29N: las del sur se manifiestan

El 29N quiere llevar las marchas feministas hasta el sur de Bogotá. Las colectivas feministas buscan hacerle frente a la violencia de género en los lugares donde se siente más. Cerosetenta estuvo con ellas en Ciudad Bolívar y Cazucá.


Fotos por: Luisa Vélez. IG: @luvelezh

*Nombre modificado por protección.

La batucada comenzó a sonar el domingo a las nueve de la mañana en las lomas de Ciudad Bolívar. Una manifestación de más o menos 60 mujeres, entre niñas, jóvenes y adultas mayores, gritaban “contra la violencia machista, aquí estamos las feministas”. Los vecinos del barrio Tres Esquinas se asomaban a mirar a las mujeres que, con pañoletas moradas y verdes, humo morado y megáfonos, invitaban a las del barrio a unirse a una movilización en su propio territorio, uno de los más peligrosos para las mujeres. 

La marcha del 29N surgió desde las colectivas feministas del sur. Es una alternativa a la marcha del 25N, que busca llegar a los territorios en donde habitan las mujeres que sufren mayores índices de violencia machista y de violencia estructural. Son mujeres que trabajan continuamente en la zona y quieren extender el impacto, a través de las manifestaciones. Para ellas, es importante llevar un mensaje feminista que alcance a quienes, consideran, están en mayor riesgo. 

Fotos por: Luisa Vélez. IG: @luvelezh

“Si la acción no llega hasta acá, no tiene sentido” 

Coordinando la marcha estuvo Camila*, una de las integrantes de las organizaciones e individualidades feministas del sur de la ciudad, quienes se encargaron de la convocatoria. Con megáfono en mano, ella organizaba la acción: “Aquí paramos, caminemos más rápido, démosle espacio a la batucada, cantemos más fuerte”. A pesar del sol que quemaba la piel y resecaba la garganta, sus instrucciones eran acatadas con entusiasmo.

La marcha cruzó el límite entre Bogotá y Soacha, a través de Cazucá. Por las calles empinadas de tierra, llenas de huecos y polvo, los cantos se escuchaban más fuertes. Camila* se encargó de mantener a las mujeres unidas, protegidas, apartadas de los conductores que pitaban e intentaban cruzar, enfurecidos, porque la vía principal estaba bloqueada. 

“Nosotras entendemos que estas acciones es importante que lleguen hasta acá. Yo hago mucho trabajo con mujeres, sobre todo en Soacha, y entiendo que por aquí los niveles de violencia son muy elevados. No es sólo la violencia intrafamiliar, también son las tasas de embarazos adolescentes y la violencia de las problemáticas de la zona, como el pandillaje y el microtráfico, que terminan por limitar mucho la posibilidad de las mujeres de aquí”, asegura Camila*.

Y es que, de acuerdo con cifras de la Secretaría de la Mujer, Kennedy, Suba, Ciudad Bolívar y Bosa concentran el 61% de los asesinatos de mujeres en Bogotá. La UPZ Lucero, en Ciudad Bolívar, es la que más casos ha presentado este 2020, con un total de 8 feminicidios hasta octubre de este año. También, estas mismas localidades reúnen el 53% de casos de delitos sexuales, el 50% de los casos de lesiones personales y el 59% de los casos de violencia intrafamiliar en contra de las mujeres. Más de la mitad de todas las violencias que sufren las mujeres en Bogotá se viven aquí. 

Fotos por: Luisa Vélez. IG: @luvelezh

“Yo no entro en ese feminismo” 

Al frente de la marcha caminó Matilde*, una lideresa afro de turbante naranja y tapabocas morado, que cargaba una tela bordada con siluetas de mujeres indígenas, campesinas y negras. Ella fue la encargada de cantar algunas canciones en la segunda parada de la marcha, en el barrio El Oasis, un lugar en el que se ha reunido la comunidad afro que llega desplazada hasta Cazucá, y que por muchos años fue el barrio en el que el paramilitar “Tomasito” reclutó y desapareció a sus habitantes. 

“Para mí el lenguaje es muy importante, y por eso yo no me siento representada por el lenguaje del feminismo occidental. A nosotras nos dicen feministas populares, de barrio, eso es limitante. Casi como si nos estratificaran. Se han ido apropiando de nuestras voces y ni siquiera vienen hasta nuestros territorios”, dice Matilde*, que trabaja en el barrio Santafé y en Cazucá, principalmente con mujeres víctimas del conflicto armado y de violencia sexual. 

Para ella, las marchas feministas del 25N y del 8M no la representan, pues no se acercan a las realidades de las mujeres que viven la violencia machista con mayor fuerza. Matilde*, que fue desplazada por denunciar casos de ejecuciones extrajudiciales en el Cauca, considera que es esencial que el feminismo empiece a crear acciones concretas sobre estas zonas, pues piensa que las han abandonado por centrarse en luchas teóricas: “el espacio debe abrirse también a nosotras. Todas somos mujeres, y ya”.  

En ese momento, una de las coordinadoras encendió una bengala de humo que tiñó de morado el polvo que levantaba la marcha. La movilización bajó entonces por una loma hasta la Laguna de Terreros. Para entrar a ella era necesario cruzar un puente al que le faltaban algunos tablones, por lo que las mujeres tuvieron que pasar una a una hasta llegar a la laguna. Allí, empezamos a reunirnos en círculo alrededor de la olla comunitaria, en la que empezaron a cocinar un sancocho vegano con rosquitas de maíz. 

Fotos por: Luisa Vélez. IG: @luvelezh

“A mi hermano lo masacraron y ahora nos quieren silenciar” 

Llegamos hacia las dos de la tarde. En este lugar, que meses atrás vio la violencia de los desalojos de Ciudadela Sucre, las coordinadoras prendieron el fogón. Alrededor, una de las integrantes de la batucada inició una clase de percusión con los niños que bajaron desde las lomas, adornadas por casas que se levantan, pequeñas, inestables e improvisadas, en medio de colinas empinadas que rodean el humedal. En otro sector del terreno, otra mujer le pintó la cara a otros niños. Hubo presentaciones de circo, de rap y de perreo feminista. 

Allí estaba Angie*, la hermana de uno de los nueve hombres que murió tras resultar quemado en el 95% de su cuerpo dentro del Cai de San Mateo el pasado 4 de septiembre. Ese Cai está muy cerca de donde estábamos. “La muerte de él fue terrible y en respuesta sólo hemos recibido estigmatización y amenazas. El único apoyo lo hemos sentido por parte de manifestaciones populares, como esta”, asegura. 

Dice que la violencia por parte de agentes del Estado no es extraña para ella. Tampoco se limita a los hombres. “Yo una vez tuve un problema y cuando recurrí a un policía lo que hizo fue golpearme”. 

Por eso se vinculó a esta protesta feminista. Porque es la única que acompaña y apoya a las mujeres de estos territorios. 

“Esa es nuestra realidad diaria. Aquí nadie nos protege”.

 

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