Corto > http://www.youtube.com/watch?v=muc7xqdHudI * * * Textos del curso de Arte y Cine (2016-II) sobre Haz lo correcto (1989), de Spike Lee. El arte de hacer lo “incorrecto” Un verbo, un pronombre y un adjetivo componen una de esas frases que parecen nacer y morir con nosotros: hacer lo “correcto”. Por tener una estructura gramatical sencilla, no […]
Textos del curso de Arte y Cine (2016-II) sobre Haz lo correcto (1989), de Spike Lee.
El arte de hacer lo “incorrecto”
Un verbo, un pronombre y un adjetivo componen una de esas frases que parecen nacer y morir con nosotros: hacer lo “correcto”. Por tener una estructura gramatical sencilla, no presenta mayor dificultad para ser leída, sin embargo, es extraño que tampoco requiera mayor esfuerzo para ser comprendida.
Lo anterior puede deberse a que cada uno de nosotros ha sido parte de un camino formativo y educativo que nos ha preparado para clasificar todo lo que nos rodea haciendo uso de antónimos. Por ejemplo, se nos ha enseñado qué es bueno y qué es malo, qué está permitido y qué está prohibido, qué es lindo y qué es feo, qué es blanco y qué es negro. Por ende, somos expertos en diferenciar dichos opuestos y se nos facilita tomar decisiones cuando tenemos que decidir si escogemos uno u otro. Sin embargo, muy pocas veces se nos ha enseñado el significado de lo que está en el medio, de aquello que no podemos clasificar con facilidad porque no encaja dentro de las definiciones que tanto nos han repetido.
Por ello, nos resulta incómodo, e incluso inseguro, alejarnos del deber ser; le tememos a la diferencia, al cambio, a lo novedoso, a la rebeldía. Más aún, sentimos una inmensa desconfianza al decidir cómo actuar cuando lo “correcto” parece tener un significado distinto al que nos han enseñado; es ahí donde nos damos cuenta de que esa palabra no es clara y de que “hacer lo correcto” es más que una combinación de un verbo, un pronombre y un adjetivo.
Relacionando lo anterior con la película Haz lo correcto, (Do the right thing), de Spike Lee, me di cuenta de que los personajes hacían lo “correcto”, según el significado que un contexto social, cultural y económico le había dado a esa palabra. Por ejemplo, Vito disfrutaba la amistad de Mookie, pero no lo defendía ante las agresiones de su hermano.
Al analizar lo anterior, me pregunté por qué no nos enseñan también a hacer lo incorrecto: a desafiar los dogmas, a explorar el mundo desde otro ángulo, a crear, sentir, soñar, pensar, de forma distinta. Así, nos resultaría más fácil aceptar las diferencias y ver más allá de un número, un estrato, un color o un género. Tal vez el mundo sería mejor, o al menos un poco más interesante, si nos enseñaran una disciplina nueva: el arte de hacer lo “incorrecto”.
—Natalia Serrano Rey
Alias ¨Mi negra¨
Soy producto de un cruce de un hombre paisa con buen apellido y una campesina santandereana con ascendencia costeña (de agua dulce). Yo soy nacida en Bucaramanga y criada en Bogotá, educada en un colegio femenino de esos que tienen como uniforme guantes blancos, y ahora, estudiante de una universidad privada. Me llaman “mi negra”, o por lo menos así me dice mi mamá, tratando tal vez con sus palabras de ocultar su piel como lo hace cada noche con sus cremas despigmentantes.
Nunca me he sentido negra, así como nunca me he sentido blanca. Tal vez, si tengo que sentirme de alguna manera y con eso sufrir de una especie de sinestesia, me siento cartón; color cartón. Tanto Nina Simone como Wagner han sido parte de mi “pared”, así como, Blas Emilo Atehortúa e Inés Granja que pueden llegar a ser más cercanos. Mi proceso de búsqueda de identidad se ha reducido a un estado de infinita tibieza.
Soy consciente de que la violencia racial es impulsada por términos que vienen de un racismo individual. Éste, con el afán de la búsqueda de una identidad, define de forma interna qué es “ser negro” y qué es “ser blanco”. Somos paradigmas y estereotipos legitimados por nosotros mismos. ¿Cómo se puede hacer lo correcto si ya viene inscrito en lo que significa “ser” uno?
—María Jose Patiño
A-tensión musical
Haz lo correcto, la película de Spike Lee, habla sobre el racismo multicultural dentro de la sociedad norteamericana. Este tema se aborda en un barrio de Brooklyn donde se encuentran afroamericanos, italoamericanos, latinos, asiáticos y gente de otras etnias conviviendo en el mismo espacio, mostrándonos el sentimiento de odio generalizado de cada etnia por medio de los giros de cámara entre personajes y sus dialectos.
Se genera así una tensión que se marca no solamente en los diálogos de los personajes con otros grupos raciales, sino también en el color de los espacios de convivencia, en la luz cálida que atañe el verano con su desesperación, en los movimientos de cámara bruscos y en expresividad teatral los protagonistas. Pero en contraste a esta tensión, un smooth jazz persiste en cada una de las escenas, minimiza cada uno de los sentimientos de odio y difumina las diferencias entre etnias, mofa el actuar de los personajes y baja la tensión, aplaca las situaciones en las que pone a sus espectadores dejándolos en un espacio normal, sin matices.
Aquella desconexión de la música con las escenas aparta los sentimientos de emotividad que puede suscitar la película y pierde la empatía de los espectadores, se da el “lujo” de perder uno de los lenguajes más fuertes al momento de describir situaciones, tal como lo explica Schopenhauer: “Podría admitirse, aunque un espíritu puramente musical quizá no lo necesite, que el lenguaje de los sonidos, aunque se basta a sí mismo y no necesita de ninguna ayuda, debe ir acompañado de palabras y aun de una acción plástica, para que nuestro intelecto intuitivo y reflexivo, que no puede estar ocioso nunca, se ocupe de una manera análoga de modo que no se desvíe de la música su atención, y lo que los sonidos dicen a nuestro sentimiento vaya acompañado de una imagen intuitiva, que sea como un esquema, o como un ejemplo que se pone a un concepto general: y esto reforzará el efecto de la música” (Schopenhauer, Parega II, Metafísica de lo bello y estética).
Tal vez el señor Lee tiene razón al no buscar una empatía entre los protagonistas y el espectador, ya que este produciría un sesgo hacia algún personaje y no demostraría así que el odio racial no es una situación de víctimas y victimarios, sino un sentimiento que se encuentra dentro de un factor cultural adquirido que se inculca gracias a la necesidad de identidad colectiva. En este punto se reforzará el efecto de la música: ¡Tarán!
— Juan Sebastián Pinzón
Atrapado en el Personaje
Con mucha frecuencia los espectadores de una película se sientan identificados con sus personajes, no sólo por las similitudes en como actúan o piensan, también por su apariencia física, su trabajo, su relación familiar e infinitas razones más. El director Spike Lee, en su obra “Haz lo correcto” (1989), logra sumergir a sus espectadores en situaciones de la vida real, generando fuertes lasos emocionales y de identificación con los personajes, creando sesgos en como cada asistente entiende la película y las acciones de cada uno de sus personajes.
Sal, un Italoamericano que es emprendedor, exitoso en su pizzería y trabaja en un barrio donde la mayoría de sus residentes son afroamericanos es una de los personajes principales junto con Mookie, un joven afroamericano que trabaja para Sal como repartidor de pizzas y que no busca nada más que un salario.
Es simple quedar atrapado en la perspectiva de alguno de estos 2 personajes luego de caer en la “trampa” del director al sentirse identificado con uno de ellos. Es aun más fácil sesgar la interpretación de la producción al tratarse de un tema como el racismo en Estados Unidos, que no sólo genera conflictos de opinión, también violentos. Pero, incluso si no nos consideramos racistas y es evidente que el director quiere que creemos lasos emocionales con los personajes, ¿podemos evitar el sesgo de opiniones?
En mi opinión, no.
Imaginen a Sal diciéndole a Mookie que lo quiere como a un hijo y que siempre tendrá un lugar en la pizzería. Luego entran a la pizzería los amigos afroamericanos de Mookie a protestar porque Sal no tenia fotos de famosos afroamericanos colgadas en la pared y Sal reacciona violentamente. Un evento lleva al otro y la policía al ejercer su autoridad mata a uno de los protestantes afroamericanos. Luego Mookie, el “hijo adoptado” de Sal es quien lidera la destrucción del local de pizzas.
Claro, muchas personas dirán que Mookie hizo bien al vengar a uno de sus amigos luego de ser asesinado por policías blancos que los repriman y muchas de estas personas probablemente serán afro descendientes. Otras dirán que Sal no merecía que destruyeran su local y que no pueden creer las acciones de Mookie luego de ser llamado de “hijo”, y pueden ser de piel blanca.
Sí, lo ideal es que esta película fuera analizada desde una perspectiva ética, ¿pero es eso posible?