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“Zona gris”: cuando la víctima no sabe que fue abusada sexualmente

Hay experiencias sexuales que, por las definiciones establecidas socialmente, no se distinguen de una violación o una relación consentida. Se habla de “zonas grises” y no se catalogan como abuso a pesar de que cumplan con las características del abuso.

por

Laura Duque

directora No es Normal


02.05.2024

A pesar de la importancia que se le ha dado durante las últimas décadas a los fenómenos sociales sobre violencia sexual y basada en género, todavía se ven  muchos casos de este tipo que pasan desapercibidos. ¿Por qué? 

Actualmente, gran parte de las víctimas de abuso sexual no reconocen haberlo sido. No sólo las víctimas no comparten su experiencia con otros, sino que a veces, incluso, no están llegando a nombrar aquello que vivieron como una violación. Más de la mitad de las mujeres que han sido víctimas de abuso sexual –alrededor del 60% en Estados Unidos– no consideran que lo fueron. Y es preocupante que la mayoría de quienes hacen parte de esta cifra sean adolescentes universitarias. Esto es alarmante porque el nombre que le dan las personas a cierta experiencia afecta directamente la forma en la que estas se ven afectadas y cómo se sienten.

¿Por qué pasa esto? Hay algunas razones. 

Puede ser o porque las víctimas no entienden cuándo y cómo se configura una violación y por ende no saben que fueron víctimas de una. O por miedo a ser culpadas. Hasta hace pocos años no se reconocía que una violación podía ser perpetrada por un conocido, mucho menos alguien cercano a la víctima. Tampoco se contemplaba que una violación pudiera ser sin el uso de la fuerza

En Colombia se ha definido que el elemento del consentimiento en el delito de acceso carnal violento (violación) es fundamental para que se configure el mismo. Ya sea porque la persona está en incapacidad de resistir, esté inconsciente, o en condiciones de inferioridad psíquica: situaciones que no le permiten dar su consentimiento. Por tanto, no se necesita que haya uso de fuerza física o del poder como amenaza para que haya una violación; que el violador sea un desconocido; o que la víctima haya dicho expresamente que NO.

Lo anterior lleva a cuestionarnos ¿qué elementos hacen que algunas víctimas se reconozcan como tal y otras no? 

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Un aspecto clave es la manera en la que se representa la violencia sexual en la sociedad. Estamos acostumbrados a ver, ya sea en películas, noticias, libros u otros medios, que solo hay violación cuando es llevada a cabo de manera forzosa por un desconocido. En realidad, el 90% de las víctimas conoce a su agresor. La violación no siempre involucra uso de fuerza y en la mayoría de los casos suceden en espacios de intimidad sexual lo que lleva a que esos abusos se denominen algunas veces como “zonas grises” –un concepto que surge de discusiones de feministas que han trabajado con el abuso sexual–.  Por eso, cuando la experiencia de abuso que vivió la víctima no se acomoda a la narrativa y a los estereotipos que conocemos como sociedad, la aceptación se vuelve aún más complicada. Incluso, hay sobrevivientes que años después se dan cuenta de que fueron víctimas, pero se vuelve muy común que cuando se percatan de su abuso no lo denuncien ni lo traten psicológicamente, y es probable que vuelvan a ser víctimas, incluso por el mismo abusador.  

Estas “zonas grises” se refieren a aquellas experiencias sexuales que, por las definiciones establecidas socialmente, no se distinguen de una violación o una relación consentida. Lo anterior ha llevado a discusiones donde feministas que trabajan  estos temas, como Nicola Gavey, se han preguntado si debe existir una nueva categoría para estos casos (o si deben seguir siendo tratadas como violaciones). Sin embargo, la postura mayoritaria, especialmente feministas filósofas como Ann Cahill, mantienen la postura de que, como no hay consentimiento, no hay razones para categorizarlos a algo  distinto a un abuso, pues el hecho de que no puedan denominarse como relaciones consensuadas hace que sean, por consecuencia, una violación. Las zonas grises han afectado históricamente  la interpretación de experiencias sexuales, donde el consentimiento deja de ser claro por parte tanto de mujeres como de hombres, y se vuelven justificables formas de abuso. Por esto es necesario que se hable más del tema y se mejoren las formas de prevención desde el significado del consentimiento. 

En Colombia no se ha discutido a profundidad este tema y, a pesar de que en Estados Unidos se ha desarrollado investigación acerca del tema, no se han encontrado muchas soluciones. Se han hecho propuestas sobre reformas legales, educación acerca del consentimiento, formas para prevenir estos casos —especialmente en estudiantes de educación superior—,  apoyo a las víctimas y demás. Ahora, estas propuestas no han tenido un impacto significativo, pues para esto habría que redefinir la forma en la que se entiende el abuso. 

La percepción del abuso y la violencia sexual debe cambiar, se debe educar y hablar sobre el tema, en lugar de ignorarlo por ser “sensible” o “delicado”. De lo contrario, seguirá existiendo esta problemática que afecta física, emocional y psicológicamente a las mujeres. En múltiples estudios se ha demostrado cómo tanto mujeres y hombres, especialmente universitarios, no tienen conocimiento sobre cuando hay abuso sexual, y aun así, no se hace énfasis en el tema y su importancia.

Está problematica trata de estigmas que están tan intrínsecos en los paradigmas y las normas sociales que —más allá de que la víctima no quiera denunciar por miedo a que no le crean, por conocer o ser cercana a su abusador, por miedo del mismo, por los prejuicios de la sociedad ante sobrevivientes de violencia sexual, o por no querer ser revictimizadas —no se denuncian porque ni siquiera saben que fueron víctimas.

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Laura Duque

directora No es Normal


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