Santiago Archila es un joven que representa todo lo que perdió en las elecciones del 29 de mayo.
Tiene 20 años, barba y bigote delineados y es uribista. Nació en 2002, el año en que Álvaro Uribe se posesionó en la Presidencia de la República, y hoy dirige a los universitarios bogotanos del Centro Democrático, un grupo de 500 jóvenes tan uribistas como él. Hasta ahora, ha participado activamente en dos campañas presidenciales: la de Iván Duque en 2018 y la de Federico ‘Fico’ Gutiérrez este año, antes de que se quemara en la primera vuelta con unos 5 millones de votos. Es, además, familiar de un ex alto funcionario del gobierno de Duque, Emilio Archila, Consejero para la Estabilización, encargado de implementar lo poco que aceptó el uribismo del Acuerdo de Paz con las Farc. Resume su uribismo en una frase: “Así como muchos dicen: yo le agradezco a Uribe porque pude volver a mi finca, yo digo: le agradezco a Uribe porque pude volver a mi país”, porque fue gracias a Uribe, asegura, que él y su familia pudieron regresar a Colombia dos años después de salir exiliados en 2003.
Pero hoy, el expresidente ya no tiene el mismo protagonismo que unos años atrás y, según Santiago, él lo sabe: “Lo último que nos dijo Uribe es que prefería no hablar sobre su candidato, porque al que escogiese le iba a hacer más daño que beneficio”.
Por eso, sin candidato propio, Santiago Archila votará por Rodolfo Hernández. “Más que rodolfista, me puedo declarar antipetrista. Por eso mi voto es por Rodolfo Hernández”, le dijo Santiago Archila a El Uniandino.
Cualquiera menos Petro
Mientras muchos jóvenes de derecha votaron en primera vuelta por los candidatos que mal que bien los representaban, en segunda vuelta su voto se inclina por el antipetrismo y nada más.
No debería sorprender. La encuesta “1000 centennials dicen”, elaborada entre el Observatorio de la Democracia y la Beca 070, muestra que la mayoría de los jóvenes entre 18 y 24 años se alinean con los extremos del espectro político: el 37,1% se identifica con la izquierda, y el 23,8% se inscribe en la derecha. El resto, que suma un 39.1 %, se para en la centro izquierda, el centro y la centro derecha.
Esto representa una ventaja para Gustavo Petro porque esos jóvenes, que se inscriben en la izquierda, seguramente serán más fieles con su candidatura y lo apoyarán en segunda vuelta. Pero también representa una ventaja para Rodolfo Hernández, que tiene más posibilidad de crecer entre los jóvenes menos ideologizados con los extremos y también de absorber a los jóvenes de la derecha, así como lo demuestran las fuentes consultadas para esta historia.
Es el caso de Nicolás Gómez, 24 años, militante del Movimiento de Salvación Nacional e hijo de Enrique Gómez, el ex candidato a la presidencia de ese movimiento que se hace llamar “la verdadera derecha” y que, en la primera vuelta, se quemó con el 0.23% de los votos en el país.
En conversación con El Uniandino, antes de la primera vuelta, Gómez resaltaba que Salvación Nacional se creó para distanciarse de los conservadores tradicionales que entraron en un camino de corrupción y, por eso, querían hacer una política conservadora distinta. “El verdadero sentir de nuestro partido es regresar la moralidad y la ética al ejercicio público”, dijo el 25 de abril. Sobre Rodolfo Hernández también opinó que es “un personaje simplón, populista y corrupto” y lo descalificó por el caso de corrupción por el que está imputado: “que el ente acusador diga que tiene con qué demostrarle que es corrupto, creo que eso lo inhabilita para ser presidente de la república”.
Pero, tras los resultados de la primera vuelta, su posición se volteó. “Lo moralmente correcto es poner sobre todo el bien común, que para nosotros es la sobrevivencia de la democracia y la república en Colombia, y eso implicaría esperar la decisión de la justicia sobre este caso y votar por el ingeniero”, nos dijo esta semana.
Su principal razón para apoyar a Hernández el 19 de junio es que no instalaría un modelo socialista como el de Venezuela, como, para él, sí lo haría Petro. “El objetivo de los colombianos debe ser poder salvar la democracia del país, más que entregársela a un exguerrillero que buscará hacer un cambio antidemocrático”, señaló.
“La decisión está entre quemarnos el brazo con Rodolfo Hernández o saltar a un edificio en llamas con Gustavo Petro”
Es decir, el rechazo a un gobierno de Petro y de izquierda es más grande que los ideales anti corrupción que declaraba al principio.
“Voto por el ingeniero porque me toca, no porque quiero”, dijo, por su parte Hernando Cortés. Tiene 25 años, trabaja en una empresa financiera y es director de juventudes del Movimiento de Salvación Nacional, MSN. “Es un voto agridulce”, insiste, “no es un voto que esté orgulloso de hacer, pero siento que es la opción menos mala”.
Cortés, de acento costeño, explica que Hernández tiene más afinidades con su visión económica del país, aunque no tenga mayores coincidencias programáticas con el MSN, más allá del plan de austeridad en el Estado.
“El ingeniero tiene más capacidad de entender la virtud detrás de los negocios, que al final del día son los que generan empleo, impuestos, trabajo y dignidad; cosa que Petro no entiende: él se desmovilizó, se volvió político, guerrillero y no ha salido de ahí, de la zona de confort progre, de la irresponsable”, dijo a El Uniandino través de una nota de voz la semana pasada. “Rodolfo Hernández conoce lo que es trabajar, lo que es sacar una empresa adelante, eso Gustavo Petro no lo conoce, su primer trabajo fue ser guerrillero”, sentencia.
La ‘batalla cultural’
Casi todos los jóvenes consultados para esta historia parecen mucho mayores de lo que son, no sólo por cómo se visten, con camisa formal metida dentro de la pretina del pantalón, sino por cómo hablan: algunos, como Lucas Durán, (18 años, coordinador de juventudes del MSN en Bogotá) insiste en la «regeneración y restauración de los valores”, específicamente de las religiones judeocristianas. Y casi todos citan a intelectuales como Álvaro Gómez Hurtado, Thomas Hobbes e incluso Hannah Arendt.
Su afán por darle un sustento teórico a sus posiciones parece un esfuerzo por intelectualizarla. Es una actitud parecida a la de los influencers de derecha como Agustín Laje y Ben Shapiro, que llevan la bandera de los “anti” (antiprogresistas, antifeministas, antisocialistas) e impulsan a sus seguidores a promover una “Batalla Cultural” que se opone a movimientos LGBTI, feministas, al socialismo y a las ideas progresistas. Además impulsan a votar por los candidatos que representen a la derecha más fuerte.
“La sociedad está dominada por una hegemonía social y cultural de izquierdas y frente a eso entramos en el rol de ser reaccionarios. Es un modo de reacción frente a lo que se impone culturalmente”, dice Mariana Rodríguez, estudiante de economía y derecho y católica practicante del Movimiento Camino Neocatecumenal, una organización católica que busca evangelizar y formar a las personas en el catolicismo.
Mientras responde dibuja una sonrisa que denota convencimiento. Es la única mujer y líder de un movimiento católico que pudimos contactar durante la reportería para esta historia, y todo lo que dice parece una revelación porque proviene de una honestidad bárbara, de una visión pragmática que tiene sobre el papel de la derecha en la política.
Rodriguez asegura que el mejor mecanismo para convencer a los jóvenes sobre estas ideas es Youtube. Y, en Colombia, ya hay varios influencers de derecha que promueven estos mensajes: Daniela Pérez o La Pereztroika, influencer y actriz antiaborto con 1,2 millones de seguidores en Instagram, Alejandro Bermeo, abogado e influencer con 50.100 suscriptores en Youtube y Santiago Giraldo, youtuber con 30.700 suscriptores en esta red. En esta campaña y justo antes de la segunda vuelta, la mayoría de influencers está promoviendo el rechazo al voto en blanco con el argumento de que no sólo denota falta de criterio, sino que lo único que hace es darle votos a Gustavo Petro.
La calle, por otro lado, sigue siendo un espacio esquivo para los jóvenes de derecha. En la sede del Partido Conservador, en el barrio Teusaquillo de Bogotá, por ejemplo, los cinco representantes de las Nuevas Generaciones del Partido con los que se encontró El Uniandino parecen temerosos de moverse incluso dentro de su mismo barrio: “Si llego a salir al Parkway con algo del partido, todos esos jóvenes que están consumiendo estupefacientes me tiran piedra”, especuló uno de ellos.
“Si se me permiten los sentimientos, voy a votar por él [Hernández] con mucha tristeza”
Este sentimiento de rechazo les es común también en espacios como la universidad y la academia: “Un pelado conservador prefiere no decir nada porque sabe que se le van a tirar su carrera o porque va sentir que están confabulando contra él”, dice Julián Basto, secretario técnico de las Nuevas Generaciones del Partido Conservador.
Aún así, si llega a ganar la izquierda, la posibilidad de movilizarse ya no es demasiado lejana: “cuando toque hacerlo, toca hacerlo, el día en que la democracia y la república estén en peligro somos sus primeros defensores”, comenta Basto. El problema, como anotó el saliente congresista Gabriel Santos del Centro Democrático, es que “la derecha hoy es una mezcolanza, para no decir una colcha de retazos, donde no hay una simbiosis ideológica o un norte ideológico que los aglutine a todos en un solo camino”, dijo.
Entre la ‘aniquilación total’ y el pragmatismo
Para estas elecciones, si bien existen desacuerdos entre los partidos y movimientos de derecha sobre el rumbo que debería tomar la economía y sobre el papel de las libertades individuales, en general, los jóvenes concuerdan en su oposición férrea a un modelo socialista, un apoyo irrestricto a la fuerza pública, su visión ambivalente sobre la gestión de Iván Duque, y, por todo lo anterior, su voto estratégico por Rodolfo Hernández. Algunos, de hecho, justifican ese respaldo con argumentos casi apocalípticos.
“La decisión está entre quemarnos el brazo con Rodolfo Hernández o saltar a un edificio en llamas con Gustavo Petro”, nos dijo en una nota de voz esta semana Emel Torres, de 23 años, coordinador en Barranquilla del movimiento libertario Estudiantes por la Libertad. Para Emel, un gobierno de Petro traería consecuencias catastróficas para la economía. “Mi visión del futuro si gana Petro: primeros seis meses de riqueza a costa de subsidios; al año una inflación del 20 o 30% por la emisión de moneda […] le pongo 10 años para que haya pobreza de al menos en el 70% de la población colombiana”, vaticinaba en una entrevista desde Barranquilla.
“Ni libertad ni orden”, dice por su parte Lucas Durán, de 18 años y coordinador de las juventudes del Movimiento de Salvación Nacional en Bogotá, ante la idea de un gobierno de Gustavo Petro. “Es preferible un continuismo que una aniquilación total de lo que se ha construido durante décadas”.
La imagen que tienen del candidato de izquierda refleja casi que una fobia. “Petro no tiene ningún problema con incendiar el país si eso lo convierte en el presidente de las cenizas”, dice Jose Manuel Jaramillo, ex joven fiquista que ahora apoya a Rodolfo para la segunda vuelta.
Es, según Miguel García, profesor de ciencia política de la Universidad de los Andes y coautor de la encuesta “1000 centennials dicen”, un discurso de supervivencia: “Reivindican el statu quo porque tienen miedo a que este se transforme por parte de una eventual presidencia de Gustavo Petro”, dice.
Pero también hay otros jóvenes que reconocen, aunque les cueste aceptarlo, que su voto por Rodolfo Hernández es una apuesta por el pragmatismo, porque no representa a cabalidad sus propuestas y frecuentemente habla de ir en contra del establecimiento.
“Me imagino un gobierno de Rodolfo incierto, nadie sabe lo que piensa él. Un día se puede despertar feliz y al otro despertar bravo y golpear a un concejal”, dice Hernándo Cortés, del MSN.
“Si se me permiten los sentimientos, voy a votar por él [Hernández] con mucha tristeza”, dice Mariana Rodríguez. Le preocupa de un posible gobierno de Rodolfo el desempleo, la pobreza multidimensional, la deuda pública y la toleracia sobre las causas del progresismo como el aborto, la eutanasia y la protección de minorías sexuales, lo que para ella denota falta de criterio sobre la verdad. Pero, al final, vota por Rodolfo porque, según ella, prefiere votar por el continuismo.
Colombia podría, por primera vez, hacer ese ensayo: la izquierda en el poder. El riesgo es que salga mal y aflore con más vehemencia una derecha inconforme. “De pronto vamos a tener nuestro Bolsonaro en unos años porque como en cualquier gobierno colombiano va a haber un desencanto”, predice el profesor Miguel García.
“Yo siempre he dicho que el voto de la derecha es un voto vergonzante: es un voto que no se publica, que no se habla, pero que muy juicioso se va a la urna y marca la equis”, remata Santiago Archila, director de Jóvenes Universitarios del Centro Democrático.
Tiene razón, y sólo se conocerá qué tan fuerte es ese juicio el próximo domingo.