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«‘La vorágine’ es el primer relato del Antropoceno»: Carmen Gil Vrolijk, artista multidisciplinar

Se cumple un siglo de la publicación de una de las novelas clave de la literatura latinoamericana. Hablamos con artistas y pensadores sobre la actualidad de “La vorágine” hoy.

Este artículo hace parte del Cuestionario Vorágine, donde le preguntamos a artistas y pensadores sobre el lugar que ha tenido la novela de José Eustasio Rivera en su obra y en su pensamiento. Para leer los otros cuestionarios, haga clic aquí

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Carmen Gil Vrolijk, artista multidisciplinar, teórica y profesora asociada en la Maestría en Artes Plásticas, electrónicas y del tiempo del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes, curadora de Voltaje (Salón de Arte y Tecnología) desde 2014, es una de las fundadoras e integrantes de La Quinta del Lobo,  ensamble interdisciplinario transmedia de artes escénicas y formatos expandidos. Habūb, escrituras de arena y agua es una instalación performática inmersiva, creada por La Quinta del Lobo, la cual hace parte del ciclo ‘Vorágine Expandida’ del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, el cual conmemora los 100 años de La vorágine de José Eustasio Rivera.  En medio de un orquestado torbellino de luces, paisaje audiovisual y sonoro, cantos, actuación, arena, humo y desarrollo temático, Habūb representa la conexión entre el desierto del Sahara en África y el Amazonas en América del Sur. La vorágine abastece parte de la historia y de las letras de las canciones, e inspira la cosmogonía de la pieza. Para la producción, La Quinta del Lobo escuchó las comunidades Uitoto, Muinane, Bora y Ocaina, que durante 30 años, a finales del siglo XIX, padecieron el genocidio cauchero de La Chorrera en el departamento del Amazonas. Hablamos con ella para comprender las raíces y las ramificaciones que encuentra Habūb en La vorágine.

Registro por la Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.

¿Cómo recuerdas la experiencia de lectura de La vorágine?

La primera experiencia que recuerdo es la de leerla por obligación en el colegio. Recuerdo un libro que hablaba de la selva, una gran novela en la historia de Colombia, pero esta segunda experiencia, leerla ahora, fue mucho más interesante porque creo que hace mucho sentido con el tiempo. 

Tuve la fortuna de leer La vorágine. Una edición cosmográfica editada por dos mujeres que admiro mucho, que son Margarita Serje y Erna Von der Walde. Esta edición le da un contexto a la obra sociocultural y a su centenario. Está todo el universo que la rodea, un montón de textos que tienen que ver con la visión de los diferentes temas que pueden habitarla. Es un libro que, en esa edición, toma una dimensión enorme.

¿Qué es lo que más te gusta de la novela?

Lo que más me llamó la atención es el espíritu de la selva que hay ahí. De esa selva que es más grande que la humanidad misma. Las tramas del amor y de la aventura son interesantes, pero lo que se queda conmigo es la sensación de inmensidad de la naturaleza.

¿Qué escena recuerdas con intensidad?

Hay unas escenas muy fuertes: las de perderse en la selva y las de las alucinaciones en la selva. Aparece una naturaleza que se vuelve contra el humano, pero no porque sea perversa, sino porque se ha herido y se ha lastimado. Esa es una de las metáforas que tratamos de hacer manifiestas en la obra. También recuerdo el final, cuando se los tragó la selva. Para mí era como ese corpus de la selva, una selva maravillosa, luego una monstruosa y luego una selva eterna, o que siempre es más grande que nosotros.

¿Cómo impactó esta obra en tu trabajo artístico?

Al releer la novela, apareció la pregunta de qué hablar, y para mí lo importante era ese imaginario del Amazonas, cómo se construye el imaginario de esa selva. La pregunta es ¿cómo el imaginario del Amazonas se ha construido desde unas miradas blancas, coloniales, científicas, extractivistas? Justamente lo que faltaba era esa voz de la selva y de los indígenas. La obra influye en pensar cómo contar qué es el Amazonas para nosotros, pero para un nosotros expandido. 

Se volvió imperativo ir a la selva, escuchar quienes la habitan y habitaron. Se me ocurrió ir a La Chorrera, donde se manifiestó este genocidio cauchero. Para esto, estudiamos a fondo, leímos informes, nos acercamos a expertos de la zona y de las comunidades. Por ejemplo, Juan Manuel Toro y  Urián Sarmiento, músicos del ensamble, además son investigadores que han pasado mucho tiempo recorriendo el país en trabajo de campo, escuchando su gente, estudiando sus músicas, sus comunidades.

Registro por la Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.
Registro por la Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.

Más allá de la efeméride, ¿por qué consideras importante volver sobre este texto?

La vorágine es una obra que tiene una cantidad de capas, es el primer relato donde la selva aparece como protagonista, pero además es una denuncia al extractivismo, al colonialismo, la cauchería, la explotación. Hoy en día uno lo ve en retrospectiva y ve que es el primer relato del Antropoceno. Aunque no se limita a narrar la explotación de hace 100 años, sino que presenta una situación que todavía sufre la selva. 

Tenemos que volver a La vorágine porque se nos olvida lo que hemos hecho con la naturaleza y con el otro. Al leerla, uno empieza a descubrir esta otra cara del país donde se han gestado unas prácticas de apropiación, de destrucción de la naturaleza. Necesitamos recordar lo hicimos como humanidad: arrasar con un pueblo. Eran 80.000 indígenas y quedaron 5.000 después de la cauchería. Familias enteras que desaparecieron, quedaron huérfanos de la cauchería. Es importante revisitarla porque seguimos en extractivismo, perpetuamos prácticas completamente inhumanas y necesitamos contrastar estos discursos.

¿Cuál es tu lectura del nombre de la novela? ¿Qué es la vorágine?

Es una palabra profundamente poética, porque implica algo que nos supera. Es lo inconmensurable, que es voraz, que lo devora absolutamente todo. Es como un apetito incontrolable, pero también puede representar la autodestrucción. Para mí es eso. Es una palabra difícil de traducir por su grandeza, es una palabra enorme. 

En Habūb, como en La vorágine, la selva también es un personaje, al igual que la arena, y la neblina que representa el agua. Cada una experimenta arcos dramáticos y desarrollos temáticos. ¿Cómo llegan a esas construcciones que proponen personajes no antropocéntricos?

Exactamente. Nuestra forma de trabajar es sui generis, digamos, pensando en cómo trabajan normalmente las artes escénicas o cómo opera la música, o cómo operan otras expresiones. 

Camilo Giraldo, también fundador y parte de La Quinta del Lobo, estudió guitarra clásica y es compositor, pero le interesa la electrónica, es productor. Yo crecí viendo MTV y cine, oyendo rock, electrónica, entonces, ¿cuál es la voz? Pero la selva, la naturaleza, nos atraviesa a todos.

Camilo Giraldo, también fundador y parte de La Quinta del Lobo, y Carmen Gil Vrolijk. Registro por la Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.

Claro…

El trabajo es muy horizontal. Yo vengo con las ideas y a ellos se les ocurren otras muchas de la dramaturgia. Juanita Delgado trae ideas también. Por ejemplo, el dibujo en la arena que hace Juan Carlos Echeverry, que es el río, o como en el movimiento. Y otro: la escena de selva eterna surgió de una conversación con los abuelos en la maloca. Cuando ellos dicen “es que hay sitios de la selva a los que ni nosotros podemos entrar, no entra nadie porque allá están ellos y ellos son los elementales”. 

Yo parto mucho de unas metáforas y unas figuras o de unas imágenes. En Habūb primero materialicé el espacio, la escenografía. Yo quería que el público tuviera un techo o un canopy o un dosel encima de ellos. Siguió la conexión entre dos lugares, entre el Sahara y el Amazonas. Luego pensamos en el medio, hay muchas cosas que suceden como imágenes. Trabajamos con hidrófonos y eso mutó a pensar el espacio de la arena. Y luego apareció el reloj de arena. Está este hilo de arena que cae, que además representa para algunos indígenas el pensamiento. La obra empieza y termina con el hilo, que es el hilo de arena al principio, y al final es un hilo verde que para nosotros representa el mambe o polvo de coca.

¿Cómo piensas la relación entre tecnología y naturaleza, reconociendo que la industria que nos ha permitido la tecnología ha impactado negativamente la naturaleza?

Mi generación es la primera generación colombiana que tocó el internet. Vivimos el cambio del mundo análogo al digital. Pero yo creo que nosotros nos aproximamos a la tecnología desde un escepticismo, porque aunque crecimos con ella, no somos productores y aquí no estamos detrás de lo último, sino de lo que hay, de lo que llega. En esa medida, yo siempre, siempre he dicho que la tecnología para mí debe ser invisible, poética y sobre todo, no un efecto especial. 

Hay una escena, la de la selva monstruosa, que modifica con inteligencia artificial imágenes que yo grabé en la selva y que las construye a partir de unos prompts. Para mi, los prompts son una forma de usar la palabra también. Creo que son formas interesantes de tejer otras realidades, de acercarse a otros públicos. Y creo que con esta obra logramos acercarnos a mucha gente. 

Sí creo que la tecnología es depredadora, pero en la medida en la que uno pueda construir puentes para crear otras experiencias, es útil. La pregunta que hay que conservar es ¿cómo construir algo valioso con esas tecnologías que son tan destructoras? 

Registro por la Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.

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