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Vasectomízate: Anticonceptivos para varones

En 2017 se hicieron en Argentina 102 ligaduras de trompas por cada vasectomía. En total fueron 14.501 versus 142. La fertilidad del hombre pareciera ser intocable. Mientras en Argentina es un fenómeno marginal, en Estados Unidos es el segundo método contraceptivo de las parejas heterosexuales. Dicen que solo el 6% se arrepiente, y que siempre está la opción congelar esperma. En esta nota el Colectivo Surdelta cuenta historias de varones que se hicieron la vasectomía.

por

Surdelta


08.08.2018

[Esta nota fue publicada  originalmente en la Revista Anfibia de Argentina]

* Integran Surdelta Myriam SelhiSantiago GalarLucrecia Estrada y Tutanka. Foto por Federico Cosso.

William espera los resultados de su espermograma en estos días. El año pasado logró que le hicieran una vasectomía. “Hacía unos 10 años que la buscaba, pero ningún médico aceptaba, por mi edad”. Tiene 32 años, siete tatuajes y una perra mestiza. Sabe que no quiere hijos. “Es el único método anticonceptivo del cual tengo cien por ciento del control”, dice. 

Para que su obra social autorice la intervención el médico la maquilló como cirugía por testículo en ascensor. Antes de dar con él William boyó por muchos urólogos que siempre le recalcaban la eficacia de las pastillas anticonceptivas. “No te voy a arruinar la vida”, le decían.

Los anticonceptivos femeninos son orales, inyectables, transdérmicos, subcutáneos, hormonales, combinados, intrauterinos, anovulatorios, de barrera, quirúrgicos. Son de toma preventiva, continua, puntual o de emergencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay 21 métodos recomendables: la abstinencia no cuenta entre ellos. De estos métodos, sólo dos fueron pensados para el cuerpo masculino: el forro y el bisturí.

El preservativo, aunque vital para la prevención de infecciones de transmisión sexual, disminuye la sensibilidad en el acto sexual. La vasectomía es el único contraceptivo reconocido por la OMS que no transita por el cuerpo de la mujer. Un método tan certero como ignorado por los varones.

Hace menos de dos meses que William está con alguien de manera informal. A pesar de la lograda infertilidad, todavía usa preservativos. “Al no ser una pareja estable, no descarto que ella pueda estar con otra persona y a ella le debe pasar lo mismo conmigo”, dice.

“Yo no pongo más el cuerpo”, dijo la compañera de Lucas, escritor de 39 años. Ya había pasado por dos partos y muchos trastornos por el uso de pastillas anticonceptivas. Vivió su último embarazo con el temor que los médicos le infundían por ser gestante con más de 40 años. No quería más. Lucas todavía no conocía la vasectomía. Hasta que un amigo le anunció que faltaría a fútbol durante dos semanas por este motivo. “Me acerqué a preguntarle y todo  eran soluciones. Ni lo dudé”, dice el escritor.

La burocracia médica quiso disuadirlo durante 6 meses. Cuando logró hacerlo, la intervención fue divertida y rápida. “Tardé más en sacar el DNI que en operarme”, dice.

Como su compañera estaba con el bebé fue a la clínica con una amiga que lo asistió. Después pasó un amigo a saludarlo.

-Vengo a despedir al viejo Lucas- dijo, y se rieron.

La falta de alternativas contraceptivas masculinas es un tema en sí para debatir con los laboratorios y sus decisores varones, blancos y de (la) edad media. Según la European Pharmacy Review, solo el 20% de las farmacéuticas que cotizan en la bolsa de Londres tenían mujeres en su comité ejecutivo en 2017. Los esfuerzos para neutralizar a los eyaculadores son tibios: la responsabilidad del hombre no parece ser negocio.

Hace añares que se vaticina la inminencia de la pastilla masculina. El gel anticonceptivo inyectable RISUG está patentado en la India, China, Paquistán y EEUU, pero la falta de voluntarios para ensayos clínicos paraliza su comercialización. La negativa de los varones a someterse a los efectos secundarios -que padecen las mujeres de manera clínica y socialmente aceptada- parece ser otro freno.

Hasta nuevo aviso, el único método seguro para hombres que no afecta a las mujeres es una cirugía que interrumpe los vasos deferentes. Es una práctica menos compleja y tiene efectos adversos menores en comparación con la ligadura de trompas, una cirugía que se practicó 102 veces más que la vasectomía en 2017, 133 veces más en 2016 y 253 veces más en 2015, según el Ministerio de Salud de la Nación.

Cuando Lucas entró al quirófano le pusieron una sedación intravenosa. Trató de sostener una charla con el equipo médico. Les preguntó cuántas vasectomías se hacían y cómo trabajaba el equipo de urología. Enseguida empezó a viajar con el sedante.

-Era como un buen porro-dice.

Se despertó una hora después y se fue a su casa.

“Estamos empezando. Con el tema del aborto, la gente se está informando más. El otro día hicimos la primera vasectomía anticonceptiva del año y en estos días tenemos otra más”, dice Dr. Marcelo Lioy Lupis, director del servicio de urología del Hospital Argerich, en La Boca. Desde que empezó el debate en el Congreso hay un incremento de consultas de varones. “Y esperamos que aumente aún más en el segundo semestre”, predice.

La ley 26.130 dicta desde 2006 que las vasectomías se hacen en forma legal y gratuita en el sistema de salud pública, obras sociales y prepagas. La Guía práctica de métodos anticonceptivos para profesionales de la salud (2012) establece que el solicitante debe ser mayor de edad y haber otorgado su consentimiento informado. Nada más. No es necesario que haya tenido hijos, que consienta su pareja o que tenga alguna orden judicial.

El médico reconoce que hay un tema cultural que puede obstaculizar la difusión del método. Mientras en Argentina la esterilización masculina es un fenómeno marginal, en Estados Unidos es el segundo método contraceptivo de las parejas. En Canadá y en el Reino Unido es dos veces más común que la esterilización femenina.

El arrepentimiento en el vasectomizado es muy raro: menos del 6% según la salud pública del Reino Unido. “Cuando informo a los pacientes sobre los riesgos de irreversibilidad de la vasectomía, les indico la posibilidad de congelar su esperma previamente a la operación”, dice Lioy Lupis. La criopreservación tiene un costo de unos 10.000 pesos por año.

Por el momento quien quiera procrear después de una vasectomía cuenta con dos opciones: realizarse una punción testicular para prelevar espermatozoides para fecundación in vitro o probar con una cirugía de reconexión. Según el jefe de urología, el éxito de la reversión no supera el 20% en el país. “Es una intervención muy poco practicada acá. Si casi no hay casos de vasectomía, menos va a haber de cirugía de reversión”, dice. 

En países como Francia y el Reino Unido, donde la esterilización masculina es más frecuente hace más tiempo, se estima que al menos el 55% de las cirugías de reversión son exitosas. En ningún lado esa microcirugía está cubierta por la salud pública.

Las ventajas de la vasectomía para varones que no quieren traer hijos al mundo son innegables. “La única forma de saber que un hombre tiene una vasectomía es poner un microscopio en el esperma, porque no hay ninguna diferencia” dice Gonzalo, community manager de 43 años que se vasectomizó hace 4. Lucas agrega que “no hay dolor, no hay cambios hormonales y tu sexo mejora.”

Gonzalo hace hincapié en la falta de información: “Si uno entra a un dispensario, que es donde se puede acceder a pastillas, preservativos y otros métodos anticonceptivos, toda la cartelería que está a la vista es sobre eso: pastillas o ligadura, preservativos y punto. No hay ni un solo afiche que explique la vasectomía”. 

Alejandro espera su turno para la intervención a mediados de agosto. Piensa que la falta de información es una traba: “hay miles de prejuicios y encima no hay una campaña del Estado que informe. Tiene que salir de motus propio y para la mayoría de los chabones es imposible, te dicen ‘encima te tenés que cortar la pija’”.

El prejuicio en relación a la falta de potencia sexual ocasionada por la vasectomía -desmentido por todas las instancias médicas- es un gran enemigo de este método anticonceptivo. Las formas y contenidos de la sociabilidad masculina heterosexual tensionan el cuidado como característica atribuida a lo femenino y la potencia como un imperativo de los varones. No por nada los laboratorios centran su atención en el viagra como producto estrella para varones. También influye en las reticencias a la utilización del preservativo, tildado como deserotizante y enemigo de las erecciones.

Asegurada por el Estado, refutadas todas las falacias que giran en torno al tema, todavía queda una traba más: las opiniones personales de los profesionales de la salud. Gonzalo, por ejemplo, intentó hacérsela a los 35 años y sus médicos lo desalentaron. Por su edad, por si se arrepentía. Cuatro años de métodos anticonceptivos no elegidos y un derecho vulnerado hasta lograrla. También a Cecil quisieron disuadirlo; meses hasta conseguir fecha de intervención y terminó haciéndola de forma particular en su casa. Osvaldo se hizo la vasectomía hace once años. Su médico de cabecera soltó el argumento de la edad y el arrepentimiento para frenarlo.

A Mariano, a William, y a Lucas les pasó lo mismo. Para este último, el proceso hasta llegar a la intervención quirúrgica fue largo y tedioso. “Estiraban el momento por si me arrepentía. Querían asustarme. Varios amigos me venían con una actitud derrotista ‘qué paja, usá forro’ y todo me hacía entender que lo que el sistema buscaba era eso: cansarme. Así que me preparé para no cansarme”, explica el escritor. 

Desde el inicio de las consultas hasta lograr la intervención quirúrgica pasaron seis meses. Para él, “es la mano invisible del patriarcado, te ponen en una amansadora y decís ‘ya fue’”, dice.

Mariano nunca había sido internado, nunca había tenido una cirugía, ni una fractura, nada. Entró al quirófano por primera vez en su vida para hacerse una operación voluntaria. Se entusiasmó cuando lo llevaban en camilla por los pasillos del hospital. Con la cabeza hacia arriba, veía los tubos en el techo y pensaba “como en las películas”. Por eso tampoco quiso sedante; quería estar consciente durante la operación para recordar todo. Le dieron la peridural y no le dolió como a las embarazadas, según él, justamente por no tener esa carga en su barriga, las vértebras se abrieron mejor. Después de la operación y hasta hoy no sintió dolor: fue peor hacerse un tratamiento de conducto que una vasectomía.

“Para esta sociedad, decir ‘tomate una pastilla, gorda’ es más fácil que ‘operate los huevos, gordo’”, recalca Lucas. La responsabilidad de los varones en relación a la anticoncepción, integra el cambio cultural propuesto por el feminismo. Un cambio que permita dejar de señalar a las mujeres como aquellas naturalmente encargadas de las tareas de cuidado en el marco de la planificación familiar. En caso de errores o fallas, las opciones actuales se reducen al aborto clandestino o al ejercicio de una maternidad impuesta.

Los laboratorios y las instancias estatales promueven que los cuerpos a intervenir sean los cuerpos gestantes femeninos. Son esos cuerpos, que sólo son fértiles una vez al mes, en los que insertan dispositivos intrauterinos, implantes, espéculos, mangueras y sustancias tóxicas. Los cuerpos masculinos tienen capacidad de fecundar los 365 días del año, pero sobre ellos no se interviene.

Es hora de salir de las sombras de la sociabilidad masculina; el momento los requiere activos. Demanda varones que se animen a hablar, a discutir, a conocer. Demanda varones que, además de ponerse el pañuelo verde, pongan sus cuerpos. Varones que asuman su responsabilidad en el contexto de un movimiento que promueve relaciones no machistas y, por lo tanto, el ejercicio de la libertad.

La censura implícita –y no tanto– en estos temas pone de manifiesto el temor más profundo del patriarcado a dejar en descubierto las tramas que ubican al hombre en una posición predominante. La amenaza a perder el control sobre el otro cuerpo y, a la vez, la amenaza de convertirse en un cuerpo controlable opaca el conocimiento y su difusión.

El macho no acepta tomar pastillas, el macho no puede soportar los efectos adversos que sí soportan las mujeres desde la revolución de la píldora en los años 60. El macho no tiene, entonces, otra salida. Sólo le queda pasar por el quirófano.

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