Álvaro Neil, asturiano de 46 años, que en octubre de 2001 dejó su trabajo de notario y redactor de testamentos en Oviedo para dedicarse a montar en bicicleta con el único objetivo de vestirse de payaso y sacarle una sonrisa a los más pobres, dice cosas tan bonitas como las siguientes:
* «La gente no es consciente de lo importante que es la muerte. Uno espera demasiado tiempo para hacer lo que quiere realmente hacer. El hecho de que exista la muerte lo debería llevar a uno a hacer las cosas, no a postergarlas».
* «Uno es feliz con muy poco. Una noche estrellada, secarse bajo el sol y ver cómo el agua se evapora y se convierte en nubes, oír el silencio absoluto cuando pedaleas en el desierto. Sólo escuchas los latidos de tu corazón. No hay árboles. No hay viento. No conocemos el silencio».
* «El paraíso está aquí en la tierra».
* «Renunciar a las cosas, a los apegos, es algo natural porque se gana libertad».
* «Recuerdo cuando mi padre me regaló la primera bicicleta. Era roja. Tenía siete años».
*«Los grandes sueños no te gritan. Son vocecitas que te salen del interior y se cocinan a fuego lento».
Estamos sentados en la sala de una periodista española, Amalia Orlando, quien vive en Colombia hace más de veinte años. Amalia, de San Sebastián, es una de esas mujeres que le gusta ponerse en los zapatos del otro, cocinar para otro, hacer felices a otros. Prendió la chimenea, hizo una comida de relamerse los dedos. Con cenas así a Álvaro, que está por segunda vez en Colombia y sigue con su proyecto M.O.S.A.W (Miles Of Smiles Around the World), le salen las lágrimas. Todo lo aprecia el doble desde que es nómada, duerme cada día donde lo agarra la noche, se baña con el agua que cae del cielo, se mantiene con un presupuesto de 10 dólares diarios y ha logrado el siguiente balance numérico en su vida: no tiene pensión, no tiene casa, no tiene hijos, le ha dado más de tres vueltas al perímetro de la tierra – o dicho de otra manera 131.877 kilómetros, 76 países recorridos- lleva 62 espectáculos que han hecho reír a más de 18.000 personas.
Ha estado a punta de morir siete veces –en una casi lo mata una serpiente, en otra un carro – , sabe que en la vida no se necesita más de cuatro litros de agua diarios –dos para ducharse, y dos para beber- ha usado no más tres bicicletas en toda esta aventura y todo él, bicicleta, maletas, humanidad, transitan por el mundo con 75 kilos de peso en la vida: dos pantalones, tres camisetas, una cocina a gas, dos ollas, bolsa y tienda de dormir, dos sartenes. ¿Algo más? El dinero va de último. Álvaro ni lo nombra. ¿Cómo se lo gana?
Simple. Las conclusiones bonitas, los pensamientos mejores y las enseñanzas únicas las ha plasmado en cinco libros –Donde termina el asfalto, es uno, África con un par, es otro, en cinco documentales y en cientos de charlas. «Este viaje me ha cambiado en darme más seguridad en mí mismo, más paciencia para entender al ser humano. Esto es más de lo que yo pensaba. He superado el objetivo que era escuchar la voz que me decía: ‘vive tu sueño’; estoy viviendo mi sueño».
Pareciera que ya no puede pararlo. No quiere. ¿A qué se va a dedicar después de hablar del mundo como habla? Dice que pretende llegar a España en el 2017. Si no «doy la vuelta» en la frontera, «llegaré con 50 años y con una sonrisa de oreja a oreja porque he cumplido mi sueño».
* Alejandra de Vengoechea es periodista y profesora de cátedra en la Maestría de Periodismo del CEPER