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Soldado de titanio

Sin las piernas que le quitó la guerra, un solado colombiano entrena para llegar a pie hasta la cima de la montaña más alta de África.


Foto cortesía de Julian Manrique©

Las piernas con las que Andrés Rojas soñaba meter goles las perdió de golpe cuatro años después de que entró al ejército. Se enlistó a mediados de 2004, cuando apenas tenía 18 años, decidido a que si no era el balón, escogía las armas. Soñó con ser futbolista profesional y alcanzó a hacer parte de la selección del Caquetá. Sin apoyo se fue Bogotá a probar suerte con la escuela de Millonarios, no vio futuro y regresó a Florencia para volverse un soldado.

Dos años después, Andrés tomaba cursos para ascender de recluta a soldado profesional.

–Después de sacar la libreta militar me dieron mi primer fusil, recuerda.

Más se demoraron en darle su nueva munición que en enviarlo a la Unión Peneya, un corregimiento de Montañita, Caquetá. Para entonces, era un pueblo de guerra entre el ejército y el Frente 15 de las FARC que durante el 2004 sufrió uno de los peores desplazamientos en todo el país.

-De los nueve que llegamos a la primera misión en Montañita, sólo dos salimos ilesos, fueron siete los heridos ese día .

En el 2008 la tropa de la que hacía parte Andrés triunfó en una importante operación contra los guerrilleros. A los soldados les dieron un mes de permiso para visitar a sus familiares. Según Andrés, en esos días tomó y bailó hasta que los músculos de las piernas no le daban más.

Después de una larga jornada de fiesta, Andrés volvió al batallón. A la madrugada del día siguiente volvió a cumplir con sus misiones de soldado. Un helicóptero dejó a la tropa en la vereda La Virgen, situada en Puerto Rico, Caquetá. Los soldados empezaron a andar por un camino empedrado, conscientes de que la guerrilla andaba cerca. De un momento a otro, el cruce de disparos empezó. Combatieron durante cerca de dos horas hasta que una llamada del capitán cambió el rumbo de la operación. Tenían que hacer «un 180», como se conoce en el ejército el acto de regresar por el mismo camino por donde se llega. En su encuentro con el resto del equipo, Andrés se enteró que un soldado de otra compañía había caído en una mina. Estaba alarmado y le pidió a Dios que lo protegiera.

***

Andrés da pasos lentos entre un camino verde de frailejones. Hoy en día tiene 26 años, cara redonda, ojos negros y dos prótesis metálicas que encajan en lo que quedó de sus piernas. Una está anclada en el muñon que le queda debajo de la rodilla y la otra sube hasta su femur. El es lo que los especialistas llaman un «bilateral». Cada pierna artificial es un amasijo de tornillos, pernos y barillas relucientes calibradas al milímetro. Su pelo hace un homenaje al típico corte militar. Se rehúsa a dejarlo a pesar de que ya no es soldado. Andrés recorre ahora un lugar conocido como Laguna Verde, en el Parque Nacional Chingaza en Cundinamarca. Esta es una de las salidas de entrenamiento para su nuevo objetivo de vida, escalar el Kilimanjaro, una de las cúspides más altas del planeta. Lleva consigo un bastón en cada mano, un morral, tenis y una pantaloneta color crema que deja a la vista sus dos prótesis.

–Ellas me llevan hasta donde yo les pida, dice.

Andrés es ahora un escalador de montañas.

A la cabeza del coronel Gabriel Cardona Galvis, La Expedición Huella, compuesta por siete soldados en condición de discapacidad, se prepara para lograr una meta en común: pisar en el 2013 la cumbre del Kilimanjaro en Tanzania, una montaña de 5.896 metros de altura que se constituye como la más alta del continente africano. Unas treinta veces la altura de la Torre Colpatria, el edificio más alto de Bogotá.

De acuerdo con el coronel, el objetivo de la expedición es construir un proyecto de vida para cada uno de los excombatientes, demostrarle al mundo y a ellos mismos que son capaces de hacer algo excepcional. Otro propósito es la rehabilitación e integración de soldados a la vida civil después de haber experimentado situaciones extremas en la selva.

-Gracias a la preparación física y psicológica ha regresado mi autoestima. Me siento de nuevo útil, expresa Andrés.

La expedición tiene planeadas cuatro salidas preparatorias antes de su partida a Dodoma, la capital de Tanzania. El siguiente paso es en noviembre, donde los soldados van a escalar algunos de los picos nevados del Parque Nacional Natural Cocuy en Boyacá.

Escalar una montaña, calzarse unas botas en unos pies que ya no son los suyos,  caminar durante horas con un morral en los hombros y estar a más de cinco mil metros de altura, donde el oxigeno escasea, es una tarea difícil y Andrés lo sabe. El cuerpo pide descanso y la mente, si no está preparada, puede desfallecer en cualquier momento. En enero del 2006 tres alpinistas americanos murieron en el Kilimanjaro, sepultados por un derrumbe de roca.

***

Después del incidente del soldado muerto con la mina, la tropa armó un cambuche para resguardarse del viento y el agua. Andrés recuerda que se metió dentro de la carpa.

-Tenía mucho frío en los pies porque las medias que llevaba puestas estaban mojadas, así que envolví mis piernas en una cobija y mientras me dormía me acaricié los dedos para mantenerlos calientes.

Seis horas después ya estaba levantado y con el morral en los hombros empezó a caminar monte arriba. Encontraron el primer campamento guerrillero.

-Era para 30 personas, recuerda Andrés.

Siguieron el camino y de nuevo apareció un segundo campamento, en este caso era para unos 40 combatientes.

–El carbón todavía estaba caliente, sabíamos que no podían estar muy lejos

El puntero del equipo, la persona que va al frente en este tipo de operaciones, avisó a la tropa,

-¡Huele a café y a humo. Alerta que la guerrilla está por aquí!

En ese instante la tropa se dividió. Cuando Andrés miró a su alrededor vió que sólo tenía a su lado cuatro compañeros.

-Me di la bendición y pedí que nada nos fuera a pasar.

Segundos después se desató la balacera. Como no conocían el terreno, Andrés optó por seguir las huellas que otro soldado dejaba en el barro.

–Hubo un momento donde me despisté y cuando menos me di cuenta, el amigo al cual seguía, ya estaba diez pasos más adelante.

Andrés decidió avanzar dos pasos más. De pronto, vio a un guerrillero que le estaba apuntando. Tomó el fusil, apuntó y cuando dio un paso atrás… ¡boom!, voló. El estruendo lo dejó inconsciente. Pasaron varios minutos para que pudiera volver en sí. Escuchaba gritos, balas, gente de un lado a otro precipitándose hacia él. Abrió los ojos y lo primero que observó fue su mano ensangrentada

–Pensé que me habían dado.

Otro soldado llegó y le habló:

-Rojitas, tranquilo usted va a volver a caminar.

-Pero si yo estoy bien, respondió.

Cuando trató de levantarse un dolor intenso se lo impidió.

-Miré para abajo y sólo vi una pierna partida en dos, sin el dedo gordo. La otra había desaparecido.

En una camilla improvisada, sus compañeros lo sacaron de la zona de combate. Cuarenta y cinco minutos de caminata fue el tiempo que gastaron en llevarlo a un sitio seguro para esperar al helicóptero que lo sacaría de ahí. Pero la neblina y el mal clima ayudaban. Pasaron treinta y tres horas más hasta que pudieron bajar por él.

Llevaba dos días desde que había pisado la mina y seguía tendido en la misma camilla artesanal. Miraba a su alrededor y divisaba a sus amigos que desde lejos lo saludaban. Nadie se atrevía a acercarse porque los dos pedazos de la pierna emanaban un olor insoportable.

***

Andrés camina por un sendero hermoso lleno de flores a su alrededor, al final lo espera una luz blanca brillante. Antes de llegar al final, abrió los ojos y se vió postrado en una camilla.  Ya no estaba en aquel sendero del sueño, sino en el campamento. Llevaba dos días desde que había pisado la mina y seguía tendido en la misma camilla artesanal. Miraba a su alrededor y divisaba a sus amigos que desde lejos lo saludaban. Nadie se atrevía a acercarse porque los dos pedazos de la pierna emanaban un olor insoportable.

Andrés se convirtió en una de las 9.964 personas que desde 1990 hasta la actualidad han sido víctimas de las minas antipersonales. Durante el 2008, el año de su accidente, se reportaron 858 casos en todo el país. El Caquetá se considera el tercer departamento con más incidencia de minas en Colombia en donde la mayoría de las víctimas, el 77%, son integrantes de la fuerza pública. Las minas son dispositivos creados para matar, herir o mutilar. Se activan a través del contacto y suelen esconderse bajo la tierra u otros objetos como latas, paquetes de cigarrillos o muñecos.

-Me llevaron a un hospital de la vereda. Tan tremenda fue la infección de mi pierna que contaminó todo el lugar.

El avión ambulancia del ejército llegó por él y lo trasladó al Hospital Militar, en Bogotá. Duró en coma siete días. Lo primero que vio cuando abrió los ojos fue que su cuerpo ocupaba menos espacio de lo habitual en la cama. Le habían amputado lo que le quedaba de la pierna. Pero la infección no paró ahí, seguía devorando su rodilla izquierda y los médicos decidieron hacer una nueva intervención.

Los estragos de la onda explosiva hicieron más que desgajar sus dos piernas. Una esquirla le afectó un riñón y estuvo en diálisis durante un mes y medio. En su primera terapia en el Batallón de Sanidad del Ejército, a Andrés, como a un bebé, le tocó aprender a caminar. Pero la mayor prueba que vivió durante la recuperación fue cuando conoció a otros soldados heridos en combate.

–Me dijeron mochito y me sentí derrotado.

Andrés recuerda que el último gozo de sus piernas fue el día que estuvo de permiso y bailó hasta que aguantó. No se arrepiente de haber sido un soldado o de haber empuñado un fusil.

-Con los años perdí el miedo a enfrentarme cara a cara con la guerrilla.

La sangre le hierve cuando habla de las anécdotas que vivió mientras estaba de combate en la selva.

-Ahora me gustaría ser francotirador, responde cuando le preguntan sobre sus aspiraciones laborales.

En sus ojos se ve la frustración de saber que eso no va ser posible, es sólo un sueño.

***

Con Andrea Galindo, una llanera de 24 años, se conoció en el 2009 cuando él visitaba Ottobock, la compañía que se encarga de suministrarle las prótesis para las piernas.

-Ella también tiene un hermano amputado, así que la veía mucho y terminamos de novios.

Ahora llevan tres años de casados y dos hijos: Laura Sofía y Juan Esteban.

Este año Andrés fue escogido por Ottobock para probar un nuevo modelo de prótesis que llegaron de Alemania.

–Son livianas, de titanio, fibra de carbono y soker. Me ayudan a succionar y liberar el muñón, tengo más comodidad. También me permiten caminar mejor. Estoy seguro que con ellas llego hasta la cima.

Con dificultades económicas Andrés levantó su hogar en Bogotá. En un apartamento de dos habitaciones viven él, su esposa y sus dos bebés. El niño tiene menos de un mes de nacido y duerme en la cama de sus padres. Laura, por su parte, con dos años, ya tiene su propio cuarto lleno de peluches colgados en las paredes. Es la consentida del papá y corre por toda la casa lloriqueando para que alguien la cargue y le dé tetero.

Todos los fines de semana Andrés sale de su casa rumbo al Gimnasio, donde recibe entrenamiento físico por parte de instructores de la expedición. La meta es ganar resistencia en lo que le queda de sus piernas, para así poder recorrer largas distancias con las prótesis puestas.

-Cuando estemos en el Kilimanjaro yo voy a hacer trayectos de 45 minutos y descanso otros 15.

El itinerario del viaje es de quince días y esperan subir en siete, incluyendo el proceso de adaptación a la altura. Esta es una preparación física gradual, donde los pulmones se ajustan a la disminución de oxigeno en el ambiente. Si no se lleva a cabo la fase preparatoria puede dar mal de montaña, un síndrome que afecta a los humanos a partir de los 3.000 metros de altura y se evidencia en síntomas como dolor de cabeza, náuseas, vértigo y fatiga. El escenario puede empeorar con un edema pulmonar, donde los pulmones acumulan más líquido de lo normal y puede causarla muerte si no es tratado.

Andrés está preparado para enfrentar todos estos riesgos que pueden obligarlo a abandonar la expedición. Se siente feliz porque, en el fondo, se dice a sí mismo que va a completar su sueño.

–Vamos a conocer también Paris. Cuando regrese quiero decir que estuve en la Torre Eiffel y mostrar la foto.

Llegar a la cima de una montaña para Andrés es un desafío. Significa un reto como aquellos que tenía antes en el ejército: cumplir misiones y servirle al país. Pero ahora tiene un ingrediente adicional, que para él es el más importante, y es el factor mental que requiere la Expedición. Se refiere al hecho de romper paradigmas con sus piernas.

-No tengo ninguna, pero eso no significa que vaya a ser imposible pisar la cumbre.

Dice que se imagina el Kilimanjaro como un camino largo, lleno de rocas y en la cima mucha nieve.

–Mi mayor propósito es decir: yo subí y estuve ahí. No que alguien me lo cuente. Y ser de nuevo un héroe de la patria.

 

*Margarita Robles es estudiante de la Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes. Esta nota fue producida en el curso de crónica con Alberto Salcedo Ramos. 

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