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Salirse

Con la pandemia, muchas trabajadoras sexuales en Uruguay terminaron viviendo en las whiskerías donde trabajaban porque no pueden pagar un alquiler. Aquí vive Delia, esperando que el local reabra, o que llegue una oportunidad para irse definitivamente.

por

Nausícaa Palomeque y Matilde Campodónico*

Periodistas uruguayas


27.07.2020

1.

En los pasillos de la whiskería no hay luz.

Una casa de paredes rojizas en la calle San Juan.

4,6 grados bajo cero, ciudad de Sarandí Grande, Uruguay.

Adentro hay dos mujeres.

Una prepara un guiso sin carne,

la otra mira tele en la cama, tapada con la manta que se trajo cuando se mudó.

Viven allí desde mayo, después del cierre de las whiskerías por la pandemia.

2.

Delia, 39 años, 7 hijos vivos.

Tenía 12 cuando nació el primero.

3.

Durante 4 años Delia vivió en la whiskería y este año había intentado mudarse.

Alquilaba una pieza en una pensión.

3000 pesos uruguayos, 70 dólares, para pagar el mes.

De día vendía panchos en un carrito.

De noche la whiskería.

Con la pandemia cerró el carrito y cerró la whiskería.

Tenía un amigo que la ayudaba, un cliente.

El hombre trabajaba en el campo, pero también se quedó sin trabajo.

Ella vendió la heladera y el calefón.

Tomó la tele, las mantas, la garrafa de la estufa, el ropero.

Y volvió a la whiskería.

4.

En la habitación ya no hay condones.

Ahora está la tele, las fotos de los amigos y los padres que murieron, un oso enorme de peluche, uno pequeño, un póster de una orquesta de música, otro de Jesús.

5.

Dice que no le cuesta estar adentro.

Tuvo sus épocas de encierro cuando tenía marido.

Que los fiolos no eran fáciles, que tenía que pasarse en la casa, que si no, venían los golpes.

Ahora vive en la whiskería.

Sola.

Dice que pareja no,

se enamoran y te matan.

6.

La canasta con comida está en el ropero.

Llega gracias a otras trabajadoras sexuales.

Arroz, fideos, papel higiénico, latas de sardina.

Con eso alcanza para comer un mes, pero no para ayudar a los hijos, que viven en otra ciudad y tampoco tienen trabajo.

26, 23, 20, 19, 18, 16, 13 años.

Los más chicos con los padres.

Los grandes con sus parejas.

Dice que una de sus hijas trabaja en la calle.

Pero que ahora, con la pandemia, tampoco lo hace.

Tiene una nieta de tres años.

Dice que ninguna madre quiere que una hija viva de esto.

7.

Delia quiere que abra la whiskería,

irían al médico todas las semanas,

desinfectante,

baño,

palanganas.

Dice que adentro se cuidan,

bailando

en el pool,

se aleja una y la miran.

Se miran.

Afuera nadie sabe.

Afuera hace mucho frío.

Afuera el auto, el celular, la pieza que no conoce, la calle.

8.

El lunes lo va a intentar de nuevo con el carrito de panchos.

Esta vez sola.

Con un carrito que le reglaron.

Estar afuera trae otras ideas.

Salirse.

COVID-19 en Uruguay

El 13 de marzo el gobierno uruguayo declaró la emergencia sanitaria por el COVID-19: se cerraron de manera parcial las fronteras, se cancelaron las clases, los eventos públicos y los espectáculos, y se exhortó a la población a evitar aglomeraciones. En ese marco, también cerraron las whiskerías.

Con el transcurso de los meses y el desarrollo de la pandemia en el país, con pocos casos registrados, (216 casos activos, 35 fallecidos al 28 de julio), hubo un proceso de apertura de estas medidas y algunos centros nocturnos comenzaron a abrir.

Pero en Sarandí Grande, la ciudad donde trabaja Delia, en el departamento de Florida, las whiskerías continúan cerradas. Las autoridades locales explicaron que la medida se debe, sobre todo, a que estos centros se ubican cerca de la ruta nacional y la circulación de transporte carretero es considerado un factor de posible contagio. Hasta el momento, Florida es el único departamento que no ha presentado casos de Covid en el país.

A nivel nacional, la pandemia impactó especialmente en el trabajo. La tasa de desempleo en el país en abril fue de 9,7%, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.

Trabajo sexual

En Uruguay el trabajo sexual es legal y está regulado por la ley 17.515, que exige ser mayor de 18 años, estar registrado y un carné sanitario al día. En la actualidad hay 12.358 personas -la mayoría mujeres- inscriptas en el Registro Nacional del Trabajo sexual, en la órbita del Ministerio del Interior. Sin embargo, solo 85 tienen aportes laborales de seguridad social, según las estadísticas que lleva la Organización de trabajadoras sexuales, Otras.

‘La mayoría no tiene noción de ciudadanía’, explica Karina Núñez, referente de esta organización. ‘Cuando nos acercamos a las instituciones, en el interior del país, nos sigue maltratando. Eso también expulsa’, concluye. Uno de los reclamos principales de este colectivo es que el Estado genere otras opciones laborales y la posibilidad de jubilarse más jóvenes.

La pandemia afectó particularmente a este sector; muchas trabajadoras, como Delia, terminaron viviendo en las whiskerías, ante la imposibilidad de pagar sus alquileres.

Desde el Estado recibieron los subsidios destinados a las poblaciones vulnerables, pero reclaman que no han sido suficientes, sobre todo en las localidades más chicas del interior del país.

La protagonista de este reportaje prefirió cambiar su nombre y no mostrar su rostro en las fotografías para preservarse.

*Texto: Nausícaa Palomeque. Fotos: Matilde Campodónico

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