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Recuerdos de María Mercedes Carranza en la Casa de Poesía Silva

Un texto íntimo sobre la cercanía de una familia y de un librero con la Casa de Poesía Silva y su primera directora, María Mercedes Carranza.

por

René Barraza Meléndez

gestor cultural


07.08.2024

María Mercedes Carranza frente a la Casa de Poesía Silva. Cortesía: BADAC

Este texto hace parte del especial “El mundo es esto que miro: vida y obra de María Mercedes Carranza”. Para ver otros textos del especial, haga clic aquí

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¿Quién fue María Mercedes Carranza?

Cronología de unas de las poetas y gestoras culturales más importantes del s.XX en Colombia.

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En un país donde el canto de las moscas es parte del paisaje en los territorios olvidados por el Estado, nace en Bogotá el 24 de mayo de 1945, María Mercedes Carranza. Siempre me causó curiosidad que su nacimiento coincidiera con la fecha en que se suicidó el poeta José Asunción Silva, un 24 de mayo pero de 1896. Porque 90 años después de la muerte de Silva, María Mercedes Carranza estuvo en la recuperación de la casa en ruinas del poeta y fundó la Casa de Poesía Silva.

Vamos a retroceder tres años. En 1983, María Mercedes Carranza trabajaba en el periódico Nueva Frontera como jefe de redacción y cayó en sus manos un artículo sobre una casa en La Candelaria en la calle 14 con carrera 3: estaba deteriorada, era un inquilinato de mala muerte y la iban a demoler para construir un parqueadero, según algunas fuentes. Resulta que en esa casa había vivido José Asunción Silva con su madre Vicenta Gómez y su hermana Julia Silva los últimos diez años de su vida; fue allí que terminó con la misma de un disparo en el corazón, con una Smith & Wesson. En cincuenta años no hubo ningún recuerdo de Silva en esa casa, hasta que un día llegó el poeta Cornelio Hispano y pidió permiso para poner una placa en la que todavía se lee “En esta casa murió el poeta José Asunción Silva”.

María Mercedes, al enterarse del destino que le esperaba a la casa donde vivió el poeta precursor del modernismo en Colombia decidió hacer algo: fue y habló con su amiga Genoveva Carrasco de Samper, en ese entonces gerente de la Corporación La Candelaria y con el presidente de la República de turno, Belisario Betancur. Por fortuna, la casa ya estaba en los ojos de la Corporación y formaba parte de un proyecto de revitalización del barrio La Candelaria bajo la alcaldía de Julio Cesar Sánchez. Fue entonces que María Mercedes propuso que se creara un centro dedicado a la poesía, en homenaje a José Asunción Silva. Así, en 1983, empezaron los trabajos de restauración que se extendieron por tres años.

En ese entonces mi madre trabajaba en la Corporación La Candelaria. Esta comenzó a funcionar en 1980. Sus principios fueron en una oficina dentro de la Alcaldía de Bogotá. Mi madre me cuenta que la recuerda pequeña, con el escritorio de Genoveva Carrasco de Samper, el del arquitecto Fernando Antonio Duque y otros de unos tres funcionarios de los cuales no alcanzó a recordar el nombre. Me cuenta también que empezó a trabajar formalmente en la Corporación La Candelaria en 1983, pero ya en una casa colonial ubicada en la calle 13 con carrera 2, en ese entonces, todavía en restauración. Es decir que estas dos casas, la de la Corporación La Candelaria y la Casa de Poesía Silva fueron adquiridas con un año de diferencia. La Corporación La Candelaria nació por iniciativa del Alcalde Mayor de Bogotá Hernando Durán Dussán en 1980, pero no fue hasta el gobierno de Julio César Sánchez que, en 1982, empezó a funcionar en la casona de la 13 con el objetivo de revitalizar La Candelaria. En esta gestión se hicieron trabajos de infraestructura en el barrio y se restauraron las casas: Camarín del Carmen, la Casa de la independencia, Casa de los comuneros, las casas del Teatro La Candelaria y el Teatro libre y, por supuesto, la Casa de Poesía Silva. A mi mamá la tenían de una casa para la otra hasta que, en 1986, se fundó la Casa Silva y volvió a sus trabajos en la Corporación La Candelaria, que ahora conocemos como el Instituto de Patrimonio Cultural. Eso sin dejar de colaborar en la Silva cuando era solicitada.

Yo entré a trabajar a la Casa un poco más de diez años después de la muerte de María Mercedes Carranza, el 21 de enero de 2014, y lo hice hasta mediados de 2021; en esos casi ocho años fui portero, mandadero, todero, asistente de librería y por último el librero. Allí, organicé varios eventos enriquecedores para la poesía pero más para mi proceso en la gestión cultural como: la Primera feria del libro usado y editoriales independientes y el Festival de poesía en pandemia La Poesía lo-cura. 

Mi primer encuentro real con la poesía de María Mercedes Carranza fue una tarde fría, trabajando en la Casa de Poesía Silva. Entré a la librería. No recuerdo qué era lo que tenía que hacer, el librero leía en voz alta a unas visitantes el poema El oficio de vestirse y yo me convertí en un espectador más. Me impresionó escuchar un poema para mi tan desprendido de la propia poesía, un poema en el que sientes el tedio de la cotidianidad diaria que ella sentía. En ese momento sentí que la poesía se hizo más cercana a mí, en esa juventud en la que estaba hasta ahora entrando al mundo de las letras. No alcancé a escuchar quien escribió el poema. Volví a mi escritorio y esperé a que terminara la jornada laboral y le pregunté al librero ¿quién había escrito ese poema que leyó en voz alta a las visitantes? Y ahí fue que me dijo: es de María Mercedes Carranza. Sentí un estrujón. No podía creer que ese poema que me entró como sable lo había escrito la poeta de la que mi madre hablaba desde que nací. 

Decidí leerla y me encontré con su libro Hola, soledad; Este poemario inicia con las siguientes palabras: “Lector: Usted va a ser mi amigo casi íntimo, por el tiempo que dure su lectura de estos poemas. Por eso me veo en la obligación de decirle que cada verso fue escrito para usted”. Esto le da continuidad a nuestra relación poética cercana que inició cuando descubrí El ofició de vestirse; en esta recopilación de poemas sueltos, encontré un poema “La patria”, poema que para mi habla de la casa en la que estaba en ese momento, del país y sus fantasmas. Luego viene el desamor, el cansancio, el rencor, el amor, la juventud y la vejez, en este poemario ella se entrega completamente al lector.

No tardaron en llegar a mi vida, Vainas y otros poemas, Tengo miedo, Maneras del desamor y por último El canto de las moscas, un libro que me hizo entender la escritura de la poesía de otra forma y que fue brutal en su manera de retratar las masacres en los pueblos de Colombia.

Mi madre describe a una María Mercedes algo orgullosa, con mucho estilo, cuenta que le gustaba el silencio, cuando llegaba a la Casa Silva le gustaba ver a cada uno en su puesto, pedía siempre apio picado, zanahoria y aromática de canela para empezar el día. Recuerda con nostalgia los famosos canelazos que ella preparaba con Elvia, lo que más le gustaba era ver que se llenara la Casa de vecinos del barrio, de Belén y Egipto. Gente humilde que disfrutaba viendo a María Mercedes compartiendo con las personas contentas en su Casa llena de poetas y poesía. 

Recuerdo cuando María Mercedes Carranza se suicidó el 11 de julio de 2003. Estábamos en nuestra casa. Yo tenía 12 años. Mi mamá preparaba el almuerzo en la cocina y en la sala, a un volumen alto, sonaban las noticias del mediodía. Cuando de repente la conductora del noticiero dice: ha muerto María Mercedes Carranza en su casa en La Macarena. Mi mamá salió corriendo de la cocina y se sentó en el sofá. Se veía afectada. A esa edad, todos los hermanos sabíamos de ella y yo sabía perfectamente lo que estaba pasando. Nunca olvidé que Celia Cruz murió el 16 de julio, unos días después: seguía traumado con las noticias del mediodía.

No puedo hablar mucho de mi experiencia personal con María Mercedes, la conocí pero era un niño y la memoria ha hecho su trabajo, pero sé lo que fue para mi mamá, y que gracias a que ella creó la Casa de Poesía Silva. Me enamoré de la poesía y de la gestión cultural. Ahora llevo cuatro años con El Establo de Pegaso, una casa cultural en La Candelaria con poesía, una librería de editoriales independientes, música en vivo, talleres, galería de arte y una sala en memoria a la gran poeta, este es sin duda su legado y algo que heredé estando cerca de su trabajo. 

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René Barraza Meléndez

gestor cultural


René Barraza Meléndez

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