No es nuevo: hace parte de su historia. El Partido Liberal está dividido, su candidato no lo representa, o el partido no representa a su candidato. Nuevamente, la de 2018 es una elección en la que el Partido Liberal y de paso el Conservador se quedaron sin aspiraciones presidenciales. No hay una única razón, hay muchas. Y la situación actual del Partido Liberal es la realidad de los partidos y del sistema político colombiano: que si esto equivale a crisis o no, depende desde dónde se mire y de quién lo mire.
“Estamos ante la debacle de los partidos políticos”, Luis Javier Orjuela
“Si el Partido Liberal representara la paz, movería toda su maquinaria para haber dejado a Humberto De la Calle en un lugar decente, al menos en un tercer puesto”, dice Luis Javier Orjuela, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Pero al Partido Liberal, añade Orjuela, le interesan otras cosas: “La paz que la defiendan otros, ellos defienden sus grupos, sus puestos, sus prebendas, su mermelada”.
Pasa en el Partido Liberal, como pasa en el Partido Conservador. No hay ideologías, hay alianzas laxas —“grupúsculos personalistas”, dice Orjuela—, con intereses individuales de quienes exclusivamente buscan quedarse con una parte de los contratos y que buscan hacerse reelegir.
Tenemos en Colombia una serie de alianzas no partidistas que sí plantean proyectos de país, de sociedad, de orden, de equidad, de redistribución de la riqueza, de lucha contra la corrupción
Se debe a la fragmentación, a la desideologización y al clientelismo que según Orjuela vienen desde el Frente Nacional, cuando los partidos dejaron de competir entre ellos, para competir internamente. Que el Partido Liberal y el Conservador alternaran el poder modernizó el país y logró el fin de la violencia entre estos dos partidos, pero también trajo “efectos perversos” para los mismos: desde ahí se dividieron.
Es distinto a las diferentes tendencias que, explica Orjuela, existen en todo partido político bien estructurado: siempre hay izquierda y derecha dentro de un mismo partido. Pero en este caso no se trata sólo de diferencias ideológicas entre Serpa, Gaviria y De la Calle. Va más allá. Más que eso se trata de que el Partido Liberal no tiene una idea de país. Se trata de que hoy, en general, los partidos tradicionales no tienen idea de país.
Para Orjuela, quienes sí la tienen son los nuevos movimientos políticos. “Tenemos en Colombia una serie de alianzas no partidistas que sí plantean proyectos de país, de sociedad, de orden, de equidad, de redistribución de la riqueza, de lucha contra la corrupción”, señala, y dice también que son esas alianzas las que están entendiendo y haciendo frente al cambio y a la complejización política, social, religiosa, sexual y étnica del país. “El Partido Liberal no tiene conciencia de ese cambio, o por lo menos no le interesa representar el cambio”.
“Llamemos las cosas por su nombre: los partidos políticos no están en crisis, son personalistas y punto”: Mónica Pachón
No es nada nuevo, dice Mónica Pachón, decana de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Desde que Álvaro Uribe salió del Partido Liberal para formar su propio movimiento con el que ganó las elecciones presidenciales de 2002, en el Partido Liberal hay una ausencia de candidatos presidenciales. Ese es, según Pachón, un fenómeno que hoy continúa.
Los partidos tradicionales tienen líderes regionales fuertes, pero que no se traducen en liderazgos nacionales que logren llegar a la presidencia: lo estamos viendo desde hace rato. Los partidos son coaliciones procedimentales que les sirven a los políticos para elegirse y sumar votos, asegura Pachón.
Hacen política basada en personas, no en ideología. No nos engañemos, no creamos que esto fue mejor en el pasado o que va a ser mejor en el futuro
Todos son iguales y actúan bajo las mismas lógicas: “Hacen política basada en personas, no en ideología. No nos engañemos, no creamos que esto fue mejor en el pasado o que va a ser mejor en el futuro”, dice Pachón y añade que esto no es una crisis de los partidos, es el resultado esperado de una política presidencialista como la colombiana o la latinoamericana. No podemos mirar hacia la Europa parlamentaria y decir que queremos partidos como los franceses, explica Pachón, porque nuestro sistema político no es ese.
“La política colombiana es personalista y en la medida en que haya más información y más posibilidades de interacción directa hay menos intermediación”, dice Pachón y agrega que en el pasado los partidos eran intermediarios de información y de maquinaria, pero ahora simplemente no se necesitan.
Hay que llamar las cosas por su nombre, insiste. No es crisis, ese según ella es un discurso cínico reproducido por los medios de comunicación. El sistema político colombiano, no es otra cosa que sistema político personalista que, “así como nos ha salvado de dictaduras y de maquinarias políticas poderosas, no nos ha permitido reformar el statu quo. Nuestro cambio es incremental, lento y corrupto”.
“Los partidos nunca habían estado tan desprestigiados”, Juan Carlos Rodríguez
Más que decir que los partidos políticos están en crisis, de lo que hay que hablar es de lo que indican los datos: la desconfianza, el desprestigio y el desafecto por parte de la ciudadanía hacia los partidos políticos, ahora es mayor que nunca. Eso explica Juan Carlos Rodríguez, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes. De acuerdo con los datos de los últimos 15 años del Barómetro de las Américas, los partidos en América Latina gozan de poca confianza y Colombia siempre había estado en el promedio. Pero ahora, dice Rodríguez, claramente la confianza en los partidos colombianos ha disminuido drásticamente.
Uno de cada diez colombianos confía en los partidos políticos, de acuerdo con los datos del Barómetro de las Américas Colombia 2016. Es, según este informe, la institución con más bajo nivel de confianza en el país.
Cada vez, explica Juan Carlos Rodríguez, los partidos son menos partidos, porque lo que son en realidad son vehículos electorales para determinados grupos de personas, pero no son para la sociedad proyectos colectivos. Esto se debe, en parte, a un sistema de voto preferente que hace que cada político tenga incentivos para distinguirse de los demás y no para pensar en algo común: “Las personas dependen de su propio esfuerzo, de su propia campaña y de su propio éxito para diferenciarse no sólo de los miembros de otros partidos, sino de los de su propio partido para ser elegidos”.
Pero además estamos ante una transición partidista que viene desde hace muchos años, dice Rodríguez y añade que en la década de los cincuenta y sesenta los partidos tradicionales constituían identidades casi que religiosas. Ahora tenemos un sistema multipartidista que no se ha terminado de consolidar, en el que el Partido Liberal pareciera no tener un candidato –porque el que tiene no tiene chance– y como el barco se está hundiendo, sus miembros, dice Rodríguez, están pensando que en vez de aguantar cuatro años en oposición, se alían desde ya con un posible Gobierno, se alían desde ya para poderse reelegir dentro de cuatro años.