N de la E. Este reportaje hizo parte de la beca Periodismo Situado y se publicó originalmente en el sitio de la beca.
En una búsqueda en grupos de Facebook relacionados a personas negras y trabajos me encuentro con uno que me llama la atención: Indique uma preta, que en portugués significa “Indique una negra”. Al unirme esperaba encontrar pedidos angustiados de empleo y divulgación de vacantes. Pero, para mi sorpresa, había algo más. En una publicación, Beatriz Pagéu, una chica de 19 años de Salvador, Bahía, cuenta su historia: “empezaré a trabajar el lunes acá mismo. Estoy feliz, pero, al mismo tiempo, me siento destruida”. Dice que está en una relación problemática con su novio y tiene crisis de ansiedad. Quiere irse de la casa en la que viven, pero no le alcanza para un alquiler y no conoce a nadie para compartir un piso. Pregunta si alguna de nosotras puede ayudarla.
Su mensaje llega a las siete mil mujeres del grupo. Todas somos negras, al igual que el 28% de la población brasileña, de acuerdo con la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (PNAD) 2019. Un poco más abajo hay decenas de respuestas: “Fuerza, nena”, “Mira, flor, busca en grupos de estudiantes. No soy de Salvador, pero hice eso acá en Río”, “¿Tía Cida, puedes ayudarla?”. Beatriz puede no encontrar una amiga de piso, pero encuentra apoyo.
Un día en el grupo y es posible ver cómo el ambiente está más allá de la búsqueda de trabajo. También sirve como un espacio para la escucha compasiva, un lugar donde nuestros dolores son entendidos. El mercado de trabajo es un ambiente hostil. Nos ama cuando cuidamos de los hogares y criamos sus hijos, pero nos aleja cuando buscamos ocupar cargos de liderazgo.
La investigación “Potencias (in)visibles”, llevada a cabo por Indique una preta y Box 1824, agencia de investigación de tendencias de comportamiento, trae números que demuestran esto. En Brasil, una mujer negra recibe el 44% del sueldo de un hombre blanco. Solo el 6% llegan a cargos ejecutivos en Sao Paulo, la ciudad más grande del país.
Sigo bajando la página y encuentro a Talita, una contadora que hace trenzas en pelos afro. “Trabajé en el sector corporativo por 6 años y me fui por no tener más salud física y mental, estaba fragilizada. Hace 3 años empecé a trabajar en lo que me gusta”, se desahoga. Está en el grupo para conseguir clientes y no para buscar empleo. Como ella, hay muchas mujeres que renuncian a trabajos en los que no las valoran o las hacen sufrir y se convierten en profesionales independientes.
Emily soñaba en ser supervisora de la librería donde trabajaba, hacía cursos y talleres para prepararse. “Pero me boicotearon para que no me convierta en jefa”, cuenta. Ella también está en el grupo, se graduó en Letras y ahora hace un máster de negocios en turismo. Quiere tener su propia agencia de turismo afro en Río de Janeiro. No es la única: 49% de las dueñas de pequeños negocios en Brasil son mujeres negras.
Cuanto más la sociedad nos aleja de lugares de poder, más buscamos a nuestras hermanas negras. En grupos como Indique una Preta hablamos de nuestras profesiones, pero también sobre talleres, películas, eventos o desahogos sobre nuestros amores o soledad. Nos indignamos cuando el Estado mata uno de nuestros hermanos o nuestros niños y celebramos la victoria de la otra.
Amanda Abreu, Dani Mattos y Verônica Dudiman son las creadoras del grupo. Indique uma preta ahora es también una consultoría que crearon para conectar el mercado con la diversidad de profesionales negros que existen en Brasil. La idea de apoyarse mutuamente está tomando forma fuera de las redes sociales.
“Es un quilombo: está ahí como un espacio seguro”, explica Veronica, trayendo un concepto que ha regresado con fuerza: el quilombismo, que evoca la historia de resistencia de los negros esclavizados que después de huir formaban comunidades contra el poder colonial.
Un quilombo virtual, así se puede llamar al grupo. Fue este espacio el que encontró Beatriz, la chica que buscaba un piso para vivir. Me contó que una amiga habló del grupo a principios de año cuando estaba desempleada y ganaba dinero vendiendo dulces caseros. “Cuando hice ese post recibí un gran apoyo, tantas palabras amables de aliento. Me sentí acogida por mujeres que no había visto en mi vida. Sentí más que nunca que las mujeres estaban dispuestas a ayudarse mutuamente”.
Malu Barros, investigadora cultural y estratega de contenidos de Box 1824, señala que lo mismo se produjo en los grupos formados para la investigación. Las mujeres, mil en total, todas negras, compartieron sus problemas y trataron de ayudarse. Un movimiento casi natural para nosotras. Estamos ahí para apoyarnos y caminar juntas.
“Esa es la frase de Angela Davis materializada, cuando una mujer negra se mueve, todo se mueve”, contó Verónica. Y, mirando al grupo de Facebook y otras iniciativas virtuales, es posible notar este movimiento, lento pero constante. Lugares de resistencia con miles de mujeres negras, juntas, en intercambio, ocupando espacios, luchando contra un sistema que quiere mantenernos siempre en la base, lejos de los espacios de decisión.
Vuelvo a hablar con Beatriz por whatsapp. Quiero saber como está ahora, le pregunto sobre el fin de su historia. Su intento de buscar trabajo en grupo no funcionó, pero se quedó en la comunidad mientras vendía sus dulces. Encontró trabajo en octubre. Sin embargo, las cosas ya no estaban bien en la casa que vivía con su novio en el patio trasero de su suegra. Hasta tal punto que tuvo ataques de ansiedad durante la madrugada y fue en ese momento que decidió buscar un lugar para vivir. ¿Qué mejor espacio que el grupo para pedir ayuda? Y bien, la logró hace dos meses. Ahora vive con cuatro chicas en un piso en Salvador.
“A todas que están y han pasado por mi vida, gratitud por la empatía, por la voluntad de ayudar, si hubiera estado sola ciertamente no habría llegado tan lejos”, dice cuando le pregunto si quiere hablar algo más. “Para nosotras, las mujeres negras, deseo que la lucha por la libertad y la igualdad no se detenga, porque ha sido un largo viaje para llegar aquí”.