— Quiero que defina una serie palabras, la primera es «perdón».
—No es una palabra en mi agenda, no creo que en verdad pueda haber perdón, puede haber entendimiento. Aunque se llegue a un acuerdo siempre hay resentimiento, nunca olvidas y por ende no perdonas.
Si estuviéramos en Inglaterra, Philippe Sands tendría una gran peluca blanca, de las que usan los jueces, y una túnica negra que le cubriría gran parte del cuerpo. Pero en Cartagena se ve el poco pelo que tiene en su cabeza, usa una camisa verde y en vez de tener un mazo de juez, tiene una heliconia que le regalaron por el evento que ayudó a organizar el British Council durante el Hay Festival. Es abogado de profesión pero dice que es un abogado por accidente. Sands entró a la universidad a estudiar economía pero se graduó como abogado. En su casa en Londres tuvo una niñez que califica como ordinaria y sin muchas sorpresas, su padre era dentista y su madre vendía libros. No considera que haya sido académicamente excepcional, pero se rodeó de personas inteligentes y logró ser el primero de la familia de su madre en ir a la universidad.
—La siguiente palabra es «justicia».
—Justicia no es cortes y juzgados, es crear una situación donde la mayoría de las perosonas se sienten parte de una comunidad que responde a sus neceidades más básicas. Y se fabrica una situación en la que pueden seguir en el día a día, sin sufrir.
A Sands no le interesa una paz justa, cree que la paz debe ser analizada desde su utilidad, una paz sostenible es práctica
Ha entrevistado a miles de víctimas de conflictos y, a pesar de haber visto cosas atroces, dice que es optimista y feliz. Sin embargo recalca que lo que más le afecta cuando habla con una víctima es su mirada, la mirada de una víctima lo afectan más que cualquier cifra o historia. En uno de sus viajes visitó la casa de una mujer que había perdido a su familia a manos de un soldado, la mujer le sirvió café y cuando Sands le preguntó si sabía quién era el asesino, la mujer le respondió tranquilamente que era su vecino que veía todos los días cuando salía a caminar. Este es uno de los casos que más recuerda, esa mujer le enseñó que es posible vivir en un escenario en el que convivimos con personas que nos han hecho actos atroces. Pero el otro caso que siente fresco en su memoria es cuando se le ordenó que debía defender a Pinochet. Sands me aclara que en Inglaterra toman muy en serio las reglas, que un abogado debe estar listo para seguir reglas qué tal vez no vayan con su comportamiento:
—Sabía quién era Pinochet, pero era un abogado y debía cumplir con mi trabajo. Mi esposa no estaba de acuerdo y mi matrimonio peligraba. Afortunadamente encontré un recurso legal que me permitía negarme a defenderlo y sigo casado.
— ¿Que hubiera pasado si no habría encontrado ese recurso legal?
— Tendría que haberlo tomado.
— ¿Y estaría tranquilo?
— Es mi trabajo. Lo importante es ser honesto conmigo mismo, ser buen abogado no es sólo seguir las reglas, sino ser honesto consigo mismo. La clave es mi familia.
— ¿Por qué su familia?
— Porque si un hombre tiene una vida estable, en la que es amado y es capaz de amar, puede soportar cualquier atrocidad sin dejar de ser feliz.
Desde que llegó a Colombia le han preguntado constantemente acerca de su visión del acuerdo de paz en Colombia, debido a su experiencia en el tema. A Sands no le interesa una paz justa, cree que la paz debe ser analizada desde su utilidad, una paz sostenible es práctica. Ha sido muy cuidadoso con la manera en que habla del tema en Colombia, cree que alguien ajeno al conflicto no puede sugerir o imponer soluciones. Su rol es encontrar ejemplos y que los colombianos hagan lo que deseen con la información:
— Basado en su experiencia, ¿cómo ve el acuerdo de paz en Colombia?
— El acuerdo tendrá consecuencias predecibles y otras que serán impredecibles. Como cualquier relación humana, crees que la conoces por completo y sabes cómo reaccionará, pero siempre habrá una parte impredecible.
Para terminar, la última pregunta —palabra— en mi cuestionario es: abogado. Sands toma aire, me mira fijamente y dice: «es una persona miserable y triste. Una criatura desafortunada». Quería reírme porque creía que era sarcasmo pero su seriedad me confundió. Recordé cuando me explicó que un abogado debe saber persuadir al hablar. Pasó un segundo que pareció una hora y se rió: «todo esto lo digo irónicamente, la ironía es algo muy británico».