La mesa está servida. Las frases y los párrafos son los platos. Los signos de puntuación, los aderezos. Es necesario señor comensal, que para iniciar este banquete periodístico usted tenga, al menos, un hábito lector, que le permita digerir información desde el acto puro de leer; porque lo que viene, el periodismo narrativo, requiere de un paladar exquisito.
Estos textos se redactan para deleitar al lector. Resulta entonces, que permiten ser degustados. De entrada debo confesar que si sus placeres lectores están relacionados con informarse, conocer, viajar con los ojos o simplemente entretenerse; entonces, ésta cena es para usted. Pero además, quien lee periodismo narrativo también aprende. Así, pues, es sencillo transitar por los textos de los nuevos cronistas de indias, como los llaman unos, o por lo prosistas del nuevo boom, como los denominan otros, en fin, llámelos como le plazca, pero los textos de Leila Guerriero, Alma Guillermoprieto, Martín Caparrós, Juan Villoro, Julio Villanueva Chang y de más narradores contemporáneos, le ofrecen a usted, hambriento lector, un universo exquisito de historias que satisface, sin lugar a dudas, el paladar más exigente. En el caso colombiano, la figura más sobresaliente es Alberto Salcedo. Quien se ha convertido en una escuela para las nuevas plumas, al imponer una narrativa jamás ficticia y al valorar, por encima de cualquier elaboración metafórica, el trabajo de reportería del periodista, que acompaña al personaje y gasta las suela de sus zapatos recorriendo la historia, preguntando y observando por sí mismo.
El célebre texto de la legua española de Miguel de Cervantes inicia con una oración que ubica una forma específica de hacer literatura –novela– en el universo del entendimiento, y con su tradición satírica resalta el ocio del lector: “Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse”. Ahora, fiel a esa tradición textual de la lengua española, el periodismo narrativo no sólo se redacta para que el ocio del lector permita su lectura, no, de ninguna manera, hoy la prosa periodística también genera placer, ya no desde las papilas gustativas, sino desde el cerebro, que saborea los deleites de la narrativa bien escrita.
En las narraciones el lector disfruta de una suculenta comida que incluye, entrada, plato fuerte y postre. De entrada las imágenes, que evocan los párrafos iniciales, motivan el paladar desde ganchos exquisitos que abren historias sorprendentes. De plato fuerte encontramos cuatro opciones que no decepcionarán el apetito informativo de ningún comensal. De primera mano tenemos, para aquellos que califican un plato desde su presentación, escenas y descripciones. Que son observadas por los ojos del periodista y que, desde los detalles de sus perspectivas, le permiten al lector una comprensión del universo social. De segunda opción contamos, para los apasionados de la fusión, con una mezcla de crítica sociopolítica, tanto en las historias sobre personajes excepcionales –centrales en la agenda informativa– como en las historias excepcionales de anfitriones de la marginalidad, de la derrota, del olvido. Ideologías contrarias se entremezclan en los párrafos que construyen las historias del periodismo narrativo latinoamericano.
El plato fuerte de tercera elección contempla la estética de la culinaria periodística: la filigrana en la redacción. Que en palabras castizas obliga a chuparse los dedos, pues la exquisitez narrativa consigue eliminar el sabor efímero de la noticia. Como última opción está la investigación, que satisface la apetencia del cliente que se inclina por los alimentos que exigen una absoluta concentración en su preparación. De este modo, se ve el triunfo del periodismo investigativo, que, ¡por enésima vez!, no es sólo el que destapa escándalos o corrupción. Así, aunque existen diversos rasgos en común de estas plumas latinoamericanas, es, quizá, la investigación, el ingrediente que ningún buen texto omite.
Antes de partir es importante señalar, para los que pretenden un buen sabor de boca, las dos opciones de postre: la fotografía y la lucha contra el ego propio. La fotografía, que en la mayoría de ocasiones acompaña las historias, facilita una digestión gráficamente clara de la información. Los periodistas hacen más agradables sus historias porque renuncian al protagonismo de la primera persona, no porque no la usen, todo lo contrario, sino porque desde hace mucho rato comprendieron que sus prosas no deben girar en torno a la primera persona. Por eso, sus triunfos radican en vencer al enemigo más peligroso del periodismo: el ego propio. Las dos, en conjunto con cierres magistrales –trabajados con finales extraordinarios– garantizan el placer al degustar estas historias.
El banquete está servido. La elección suculenta es suya, pero el resultado será el mismo: una alimentación exquisita con historias que entretejen una crítica social, histórica, política y que además dibujan con palabras un universo que, se me antoja, nunca defraudará al lector.
* Farouk Caballero (@faroukcaballero) es egresado de la maestría en periodismo del CEPER y estudiante de doctorado en la UNAM