Nos vamos para La Habana: el rap quijotesco con el que las FARC lanzaron los diálogos de paz

Durante las negociaciones con el Gobierno colombiano (2012-2016), las FARC lanzaron un video de rap que se convirtió en objeto de burla en redes sociales. Esta es la historia detrás de esta canción.

por

Clement Roux

Investigador musical


23.11.2025

Ilustración: Isabella Londoño

Esta nota hace parte de «Acordes, balas y acuerdos: 60 años de música y conflicto armado en Colombia», un especial producido entre Cerosetenta y la Biblioteca Musical de la Paz. Si quiere ver las otras notas del especial, haga clic aquí.

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2012: el anuncio

Acababa de instalarme en Colombia cuando lo vi por primera vez. Un amigo periodista me lo mostró en su celular, entre risas. Recuerdo que me sorprendió de entrada el abismal contraste entre el aura que rodeaba a las FARC—la guerrilla más poderosa del hemisferio occidental— y la imagen infantil y diletante que reflejaba el video. 

En septiembre de 2012, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el comandante en jefe de las FARC, “Timochenko”, habían anunciado con una hora de diferencia el inicio oficial de las conversaciones de paz que pondrían fin a más de medio siglo de guerra. El primero lo había hecho desde Bogotá y el segundo “desde las montañas de Colombia”, según la fórmula tradicional utilizada por la guerrilla. En sus respectivas alocuciones, ambos líderes habían reiterado su desconfianza visceral hacia sus respectivas contrapartes, utilizando videos pregrabados distribuidos a la prensa. 

Para sorpresa de muchos—en particular de las personas que, como yo, todavía no estaban familiarizadas con la dimensión cultural del conflicto colombiano—las FARC acompañaron esta declaración inicial con una suerte de rap campestre. Realizada por guerrilleros que, claramente, poco entendían de hip-hop y culturas urbanas, la secuencia provocó burlas en redes sociales, incluidas las de mi interlocutor ese día.

¿Sin rencores ni arrogancia?

Nos vamos para la Habana es una producción del grupo guerrillero Horizonte Fariano. El video comienza con un plano de Timochenko en la selva. Al fondo se ve una imagen del difunto Marulanda, líder histórico de las FARC, en una puesta en escena que evoca los grandes discursos de Fidel Castro o el Che Guevara. Sin embargo, el sobrepeso, las gafas cuadradas y la barba gris de Timochenko contrastan con los jóvenes guerrilleros de la Sierra Maestra, que tanto fascinaron a la izquierda internacional en los años sesenta. Antes de la parte propiamente musical del video, el comandante en jefe de las FARC declara con tono solemne: “¡Llegamos a la mesa de diálogos sin rencores ni arrogancia!”. 

Durante los cuatro minutos siguientes, vemos a cuatro jóvenes guerrilleros (una mujer y tres hombres) cantando un rap desafinado en un potrero. Tocan instrumentos de música tradicional y llevan uniformes, bajo los cuales se pueden ver camisetas con el rostro del Che. Parecen imitar movimientos de manos de los raperos de Brooklyn, pero no pueden evitar añadir algunos pasos más “tropicales” típicos de su región. “El intento de rap es cómico por su falta de ritmo y rima, y por su interpretación excesivamente entusiasta”, comenta el antropólogo Alexander Fattal, en un artículo publicado en 2017.

Sobre todo, las letras contradicen por completo la afirmación inicial de Timochenko. Se burlan del “pedante ‘Chucky’ Santos”, un “burgués” que a pesar de estar apoyado por una coalición internacional que incluye a Brasil y “los gringos-dólares”, “se vio en la necesidad de pedirle a Fidel Castro que lo ayude con las FARC”. Afirman además contar con el apoyo del “pueblo detrás”. Al mismo tiempo, reconocen los duros golpes que les propició el Ejército y denuncian la muerte de sus líderes históricos, con evidente amargura. 

¿Era este proceso de paz una broma para la comandancia de las FARC? Esa fue mi hipótesis inicial para explicar tan bizarro video. 

Un rap quijotesco firmado por Jaime Nevado

Una década más tarde, en 2022, tuve la oportunidad de poner a prueba esta interpretación, cuando entrevisté al autor de las letras de la canción, Jaime Nevado. De vuelta a la vida civil, instalado en un modesto apartamento en Medellín, Nevado era entonces un anciano muy amable. 

Afirmó que “nunca aceptó” disparar un solo tiro en sus cuarenta años en las FARC. Como responsable de la “formación ideológica y cultural”, tenía a su servicio a una treintena de guerrilleros dedicados principalmente a la música, la danza y el teatro, entre los que se encontraban los integrantes de la banda Horizonte Fariano. Este grupo de saltimbanquis operaba bajo la protección de Timochenko, en la región del Catatumbo (nororiente del país), como un componente orgánico de su columna móvil.

Nevado no esconde su disgusto por el rap como género. Reconoce que “es una cultura que viene de lo marginal, de los negros estadounidenses”, pero afirma que los artistas contemporáneos “lo han prostituido todo”. “Acabaron con la poesía, con la música, con las mujeres”, sentencia. De su crítica acerba solo se salva la banda puertorriqueña Calle 13, que el comandante guerrillero define como modelo y fuente de inspiración para esta incursión en un género musical que desconocía por completo.

Timochenko le pidió algún día una canción para acompañar el anuncio de los inicios de los diálogos. Para el jefe del Secretariado, máxima instancia de dirección de las FARC, el mayor reto—el más inmediato por lo menos—era convencer a sus tropas de que la paz negociada era la única vía hacia adelante. Con este objetivo en mente, Nevado propuso hacer un rap con Horizonte Fariano. ¿Para qué escoger precisamente este género que tanto odiaba? 

“Yo de rap no sabía nada. Pero si a la gente le gusta, ¡hagámoslo con contenido! (…) He aprendido a hacer cosas que suenan muy bien y que dicen mucho. Enseñábamos a los muchachos a cantar como canta un pueblo. ¿Y cómo canta un pueblo? Con las manos sucias, pero el alma blanca. Con un corazón hermoso. Así cantan los pueblos. ¡Esta es la música popular!”.

Mi suposición inicial era errónea. Para el autor de la canción de rap guerrillero que había sido objeto de tantas burlas, Nos vamos para la Habana no era en absoluto una broma. Se trató más bien de un intento idealista, soñador, romántico, poco realista—en resumen, quijotesco—de cambiar la dinámica de la industria cultural en Colombia.

Un videasta llamado Timochenko

Hay otro aspecto clave en esta historia: el director del videoclip en cuestión no era otro que Timochenko. Entre 2007 y 2016, él mismo produjo este y cerca de 180 grabaciones musicales de Horizonte Fariano. Me costaba creerlo, hasta que el excomandante en jefe de las FARC me lo confirmó hace unos días, cuando coincidimos en un bar de cerveza artesanal elaborada por firmantes del acuerdo de paz en Bogotá.

Como muchos hombres de poder, Timochenko cultivaba una sensibilidad artística. En su caso, esto se traducía en una fascinación por las cámaras y la comunicación visual. Aunque hoy lo niega, varias fuentes me contaron que solía decir que, si no hubiera sido guerrillero, se habría dedicado a la realización audiovisual. Junto con su “amigo del alma”, Jaime Nevado, comenzó a filmar los conciertos de Horizonte Fariano. Para este video –que estaba destinado a pasar a la historia– como para muchos otros, el comandante en jefe de las FARC insistió en manejar él mismo la cámara, dando instrucciones a los miembros de la banda y montando el video en un estudio de producción improvisado en las montañas.

En 2008, los videoclips de Horizonte Fariano empezaron a circular entre los distintos frentes de las FARC. Era la primera vez en años, ya que los comandantes habían suspendido la producción musical para hacerle frente al rápido declive militar de su organización. En este contexto, los saltimbanquis del Catatumbo suponían un regreso a la batalla cultural, con una música arraigada en la tradición regional. Como explica Nicolás Muñoz, autor de una tesis de maestría sobre Horizonte Fariano, al principio nadie prestaba atención a “su fuerte componente artesanal, con producción rústica e imperfecta”. Lo esencial era la cantidad: ofrecer música “de baja calidad, pero de manera sistemática”. 

Con el tiempo, sin embargo, las tropas empezaron a perder la paciencia. Los comandantes las obligaban a ver los videos de Horizonte Fariano, en el marco de las famosas “horas culturales”, que puntuaban la vida guerrillera. En palabras de un exmiembro del Bloque Occidental: 

“Al inicio, quedó bacano. Pero ya cuando se da cuenta uno, hicieron otro álbum, el número 2, que tiene 12 canciones, luego, el álbum número 3, que tiene 40 canciones. Y después comienzan los videos, terribles… Y eso duró varios años. Así que todo el mundo empezó a burlarse, de alguna manera”. 

Por supuesto, nadie se atrevía a contradecir las aspiraciones artísticas del propio Timochenko. Este dilema era especialmente tangible para Boris Guevara, un excombatiente que conocí en 2021. Se había formado como camarógrafo empírico, entre 2006 y 2011, en el equipo del difunto Alfonso Cano, comandante en jefe de las FARC caído en combate justo antes del inicio oficial de los diálogos. Durante los dos primeros años de las negociaciones de paz, con solo 30 años, Boris dirigió la Comisión de Propaganda en La Habana, el órgano ad hoc responsable de las comunicaciones. Su objetivo era conectar a la juventud urbana de Colombia con la mesa de negociaciones, mientras preparaba la organización para la batalla electoral que seguiría a la firma del acuerdo.

Como la mayoría de los colombianos, Boris recibió el intento de rap de Horizonte Fariano con bastante preocupación. “En este contexto, era evidente que íbamos a convertirnos en el foco de burla. Que íbamos a reforzar la idea de que lo que hacemos es anacrónico”, recuerda. Sin embargo, no pudo detener la difusión del videoclip. 

Pueblo colombiano, ¡pa’ la mesa!, la respuesta de la nueva guardia comunicacional de las FARC

Después de este primer episodio, la Comisión de Propaganda no podía quedarse con los brazos cruzados. En 2013 y 2014, sus jóvenes integrantes continuaron formándose como lo hacían los guerrilleros en las montañas: empíricamente. En La Habana, aprendieron a usar herramientas digitales, una forma de comunicación completamente nueva para ellos. 

Tras varios ensayos y errores, sus mensajes se volvieron más inmediatos y concisos. Crearon, por ejemplo, un Noticiero Insurgente que imitaba los códigos visuales de la televisión comercial, pero con tono y contenidos revolucionarios. El lema era claro: “Romper el cerco mediático”, en referencia al duopolio informativo colombiano controlado por familias oligárquicas. Con materiales de este tipo, las redes sociales de la delegación de paz crecieron con rapidez. La cuenta de Twitter, en particular, llegó a cientos de miles de seguidores. “Queríamos ir más allá de la propaganda, convertirnos en un vector de humanización de la insurrección”, resume Boris.

* Registro de los Noticieros Insurgentes: https://tanjanijmeijer.blog/archive-video/ 

El mayor logro llegó con el videoclip Pueblo colombiano: ¡pa’ la mesa!, publicado en mayo de 2014. Fue fruto de una colaboración entre la Comisión de Propaganda de las FARC y el grupo de rap cubano Cuentas Claras. “Nosotros aportamos el video, la idea y parte de la letra, pero ellos compusieron toda la música”, recuerda Boris, quien fue a la vez rapero, camarógrafo y editor de la pieza. “Me imaginé todo el videoclip. Era la primera vez en mi vida que no iba a hacer algo rígido y político”, afirma con estrellas en los ojos. 

Un simple vistazo a esta obra original, que mezcla discurso político, canto, rap y cortometraje de ficción, muestra el camino recorrido por la Comisión de Propaganda de las FARC. Alexander Fattal, especialista en medios y conflicto armado, no duda en afirmar que “este segundo videoclip mostró a las FARC como una organización moderna, conocedora de los medios de comunicación y dispuesta a participar en una forma contemporánea de hacer política en la intersección con las industrias culturales”. 

Video Pueblo colombiano: ¡pa’ la mesa!

Good Bye, Lenin

El rap con Cuentas Claras tuvo un éxito inmediato, tanto en Cuba como en las redes sociales. Boris compara el fenómeno con “una ola que comenzó a crecer justo después de montar el video en YouTube”. Cuando él y Tanja Nijmeijer, una guerrillera holandesa que también colaboró en la secuencia, recibieron una llamada de parte del Secretariado, esperaban una felicitación de la comandancia. El motivo era otro: los cubanos estaban molestos.  

Funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba se acercaron entonces a Boris y Tanja en El Laguito, el complejo residencial protocolario donde se alojaban ambas delegaciones de paz colombianas. Les reprocharon haber publicado un rap político con ciudadanos cubanos sin autorización oficial, lo que, según ellos, podía poner en duda la neutralidad del Gobierno cubano en las negociaciones. Más sorprendente aún, les explicaron que los miembros de Cuentas Claras eran “reaccionarios”. Los guerrilleros casi se cayeron de sus sillas: el dúo de rap habanero se define a sí mismo como “revolucionario” y los temas tratados en el video solo se refieren a la política interna colombiana. Pero sus argumentos no fueron suficientes. La sentencia cayó: la pareja estrella de la Comisión de Propaganda ya no podía realizar ninguna actividad con ciudadanos cubanos.   

Tras este incidente casi diplomático—en el que los comandantes de más alto rango de las FARC decidieron no intervenir—, Boris abandonó su idea de producir más videos musicales de este tipo. Por esas mismas fechas, los miembros del Secretariado se trasladaron a La Habana para preparar la fase final de las negociaciones, estableciendo un control más estricto sobre las comunicaciones.

Impusieron nuevos cuadros en la Comisión de Propaganda. Sergio Marín, comandante del Frente Urbano Antonio Nariño, asumió la dirección. Manuel Bolívar, locutor de la radio clandestina Voz de la Resistencia en el sureste del país, se convirtió en su mano derecha. Cuando lo entrevisté en 2020 sobre su visión de la comunicación, este último me explicó lo siguiente: 

“Somos una organización marxista-leninista. Somos una estructura vertical. Desde arriba hacia abajo, y desde abajo hacia arriba. En todas las tareas somos así. Comunicación, organización, educación, finanzas, lo político, todo, absolutamente todo…” 

Con esta línea leninista, la comunicación de la delegación de paz de las FARC se volvió austera, tanto estética como políticamente. En su última etapa no se desviaba en absoluto, ni siquiera ligeramente, de las directrices del Secretariado. Perdió así el carácter espontáneo, clandestino y rebelde que había tenido en su primera etapa.

Para preservar su creatividad, Boris se fue distanciando poco a poco de la Comisión de Propaganda. Al mismo tiempo, mantuvo la visión colectivista que caracteriza el proyecto fariano desde sus inicios. Produce documentales y lidera iniciativas dedicadas a la comunicación visual, la memoria histórica y la reincorporación. En 2020, abandonó el partido Comunes, creado por el Secretariado tras la firma del acuerdo. En 2022, se casó con Tanja Nijmeijer, su compañera en la producción del videoclip con Cuentas Claras. La pareja lidera la cooperativa “De Mano en Mano”, dedicada a la comercialización de productos de emprendimientos de excombatientes de las FARC. Actualmente, están adecuando un centro cultural en Cali junto con una treintena de ellos. La inauguración del centro está prevista para noviembre de 2026, con motivo del décimo aniversario de la firma de los acuerdos de La Habana.

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Clement Roux

Investigador musical


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